Locomotora Pacific del ferrocarril de La Robla, adquirida de ocasión a los ferrocarriles tunecinos. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
LOS PROVEEDORES
Muchas
de las pautas seguidas por el ferrocarril del Langreo, como fue la adquisición
de locomotoras de importación, la copia de modelos extranjeros por parte de los
constructores nacionales o el recurso al mercado de segunda mano, se
reprodujeron en mayor o menor medida en la mayoría de las líneas de vía
estrecha españolas.
Locomotora de los ferrocarriles de Mallorca, construida en Gran Bretaña por Nasmyth & Wilson. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
En
efecto, el mercado español de locomotoras de vapor de vía estrecha estuvo
dominado durante muchos años por los fabricantes extranjeros, y de hecho, este
control fue proporcionalmente superior al caso de las líneas de vía ancha.
Locomotora de vapor Nansa, construida en Gran Bretaña por la firma Dübs para el ferrocarril del Cantábrico. Fotografía de Frank Jones. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Durante
buena parte de la segunda mitad del siglo XIX el mercado estuvo prácticamente monopolizado
por los fabricantes ingleses, tal y como sucedió en los primeros años del
ferrocarril del Langreo, cuyo ejemplo fue seguido en 1868 por el ferrocarril de
Buitrón a San Juan del Puerto y un año más tarde por el de Tharsis a Odiel. En
ambos casos, la elección estuvo indudablemente marcada por el origen británico
de los propietarios de las sociedades explotadoras, situación que se reprodujo
en otras muchas líneas como la de Cartagena a La Unión, o en Río Tinto. Sin
embargo, en otras ocasiones eran compañías de capital mayoritariamente español,
como los Ferrocarriles de Mallorca, el Silla a Cullera o la Sociedad Valenciana
de Tranvías, concesionaria de las líneas de vía métrica de la capital del Turia,
las que adquirieron máquinas de esta procedencia, justificándose su elección en
el gran prestigio que tenían sus productos en nuestro país. Así, en España
circularon cerca de 250 locomotoras fabricadas al otro lado del canal de la
Mancha por empresas como Sharp Stewart, Hunslet, Dübs, Nasmyth & Wilson,
Falcon o Kerr Stuart entre otras.
Locomotora de vapor construida por Hanomag para el ferrocarril Central de Vizcaya. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
El
segundo país proveedor de locomotoras de vapor para los ferrocarriles españoles
de vía estrecha, con un total estimado de 236 unidades, fue Alemania. Las
primeras compras con esta procedencia fueron las realizadas en 1881 por la Compañía
del Ferrocarril Central de Vizcaya concesionaria del primer ferrocarril de vía
métrica y servicio público de la cornisa cantábrica, la línea de Bilbao a
Durango. El pedido inicial de cuatro unidades, correspondía al omnipresente modelo
de máquina tanque con tres ejes acoplados, y fue suministrado por la empresa
Hanomag, constructor que realizó una oferta realmente ventajosa con la
pretensión de que sirvieran de escaparate para sus productos en España.
Locomotora construida por Krauss para el ferrocarril de Madrid a Almorox. Fotografía de Frank Jones. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Pese
al buen resultado que ofrecieron las Hanomag del Central de Vizcaya, este fabricante
apenas registró nuevos pedidos de locomotoras de vía estrecha con destino al
mercado español, salvo un pequeño contrato de cuatro unidades adquiridas en
1913 por los Ferrocarriles Secundarios y Estratégicos de Alicante, y dos
gigantescas máquinas articuladas sistema garrat
para Robla. Fue otro constructor germano, Krauss, quien a partir de la entrega
en 1884 de sus primeras cuatro unidades con destino al ferrocarril de Manresa a
Berga, que como no podría ser de otro modo eran también del tipo tanque con
tres ejes acoplados, se hizo progresivamente con el dominio del mercado
nacional. De sus talleres salieron con destino al Estado español más de un centenar
de máquinas de vía estrecha, sin contar las destinadas a ferrocarriles mineros
e industriales. Otras casas alemanas como Orenstein & Koppel o Borsig
también colocaron algunos de sus productos en nuestro país.
Magnífica locomotora mallet construida en Bélgica para el ferrocarril de Madrid a Aragón (Tajuña). Fotografía de Frank Jones. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
En
menor proporción que británicos y alemanes, los fabricantes belgas también
lograron colocar en España cerca de 160 locomotoras de vapor, suministradas por
empresas como Saint Leonard o Haine St. Pierre. En concreto, el primer
ferrocarril de vía estrecha que adquirió máquinas de esta nacionalidad fue el
de Tudela a Tarazona, con tres pequeñas tanques, una vez más, de tres ejes
acoplados, construidas por Couillet en 1884.
El ferrocarril de Peñarroya a Puertollano adquirió su parque motor en Francia. Fotografía de Gustavo Réder. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
La
importación de locomotoras fabricadas en otros países fue más limitada. Este es
el caso de Francia, de gran importancia en los primeros años de desarrollo de
los ferrocarriles de vía ancha, pero que en los de vía estrecha tan sólo logró
colocar 38 unidades, la gran mayoría en compañías de capital francés, como es
el caso de los ferrocarriles de Peñarroya y Puertollano. Por lo que respecta a
los Estados Unidos, tras algunas adquisiciones realizadas en la última década
del siglo XIX y la primera del XX, algo que en principio no deja de ser
sorprendente si se tiene en cuenta las tensas relaciones diplomáticas que
mantenía España con este país como consecuencia de la guerra de Cuba, el grueso
de las adquisiciones se realizaron coincidiendo con la Primera Guerra Mundial,
momento en que no fue posible recurrir a los tradicionales suministradores
europeos que, volcados en el esfuerzo bélico, habían dejado totalmente
desatendida su vieja clientela ferroviaria. Con ello, los fabricantes
norteamericanos lograron colocar 79 máquinas que ofrecieron discretos
resultados, ya que su consumo de combustible era, por lo general, muy elevado.
Por ello, en cuanto la situación internacional se normalizó, los concesionarios
españoles volvieron a dirigirse a sus antiguos proveedores europeos y, preferentemente,
a los alemanes.
Locomotora construida por la Maquinista Terrestre y Marítima para el ferrocarril de Alicante a Denia. Fotografía de Frank Jones. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Por
lo que respecta a la producción nacional, como se ha señalado con anterioridad,
las primeras locomotoras fueron las dos unidades que la Maquinista Terrestre y
Marítima suministró en 1888 al ferrocarril del Langreo. Este constructor fabricaría
otras 69 máquinas de vía estrecha repartidas entre 14 compañías explotadoras,
incluidas dos unidades enviadas al ferrocarril de Zeluán a Testutín, en el
protectorado español de Marruecos. Al fabricante catalán le siguió en
importancia la empresa vizcaína Babcock & Wilcox, con 42 unidades,
completándose la producción española con diez locomotoras realizadas por la
Fábrica de Trubia con destino al ferrocarril de Ferrol a Gijón, otras cuatro realizadas
en los astilleros Euskalduna de Bilbao y un número similar contratado por el
ferrocarril de Ponferrada a Villablino a la factoría valenciana de Macosa. En
resumen, un bagaje realmente escaso.
La Maquinista Terrestre y Marítima reprodujo las clásicas Krauss del tranvía de vapor de Manresa a Berga. Fotografía de Frank Jones. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Una
característica común a la inmensa mayoría de las locomotoras construidas en
España es el hecho de que se trataban de copias, más o menos evolucionadas, de
máquinas extranjeras que desde algún tiempo circulaban en nuestro país. Ya se
ha mencionado el caso de las dos primeras unidades realizadas en 1888 por la
Maquinista Terrestre y Marítima con destino al ferrocarril de Langreo,
reproducción casi exacta de las que había fabricado cinco años antes la empresa
alemana Hohenzollern. En 1898 realizó una operación similar al entregar al
ferrocarril de Castro a Traslaviña dos máquinas idénticas a las que un año
antes había adquirido esta compañía a otro constructor germano, Hartmann, y
unos años más tarde hizo lo propio con varios lotes de locomotoras destinadas
al ferrocarril de Manresa a Berga similares a las que Krauss había suministrado
a partir de 1884.
Locomotora del tipo Brünig de la SLM, construido bajo licencia por la Maquinista Terrestre y Marítima para los Ferrocarriles Secundarios de Castilla. Fotografía de Xavier Santamaría. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Con
el tiempo, en lugar de reproducir locomotoras extranjeras de modelos
preexistentes en las líneas explotadas por sus clientes, Maquinista Terrestre y
Marítima adquirió licencias para el desarrollo de nuevos modelos. Así, en 1907
firmó un acuerdo con la casa helvética SLM de Winterthur, para la fabricación
en España de su modelo Brünig,
máquina tanque dotada de un eje libre y tres acoplados, 130T, que había
adquirido cierta difusión tanto en su país de origen, Suiza, como en Portugal o
Siria. De este tipo construyó en 1911 un primer pedido de siete locomotoras con
destino a los Ferrocarriles Secundarios de Castilla que posteriormente fue
ampliado con otras seis unidades en 1913. Muy similares eran cuatro máquinas
vendidas al ferrocarril de Palma a Sóller entre 1911 y 1913, y tres
suministradas a los Ferrocarriles de Mallorca en 1917.
Locomotora construida por Maquinista Terrestre y Marítima para el ferrocarril de Sádaba a Gallur. Fotografía de Christian Schnabel. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Una
evolución de este modelo, de características similares pero carente del bisel
delantero y, por tanto, del omnipresente tipo de locomotora tanque de tres ejes
acoplados, eran las cinco locomotoras construidas por la empresa catalana entre
1913 y 1927 con destino al ferrocarril aragonés de Sádaba a Gallur.
Locomotora construida por Maquinista Terrestre y Marítima para el ferrocarril de Olot a Gerona. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
De
todas las máquinas de vía estrecha construidas por la Maquinista Terrestre y
Marítima, el que alcanzó mayor difusión, no tanto por el número de unidades
construidas sino por su amplio reparto a lo largo de la geografía nacional, fue
una evolución de una locomotora desarrollada por Hanomag en 1913 para la
compañía de los Ferrocarriles Secundarios y Estratégicos de Alicante,
concesionaria de la línea de Alicante a Denia. Este fabricante alemán había
entregado cuatro locomotoras tanque dotadas de un eje libre delantero y tres
ejes acoplados, 130T, pedido completado por el constructor catalán con otras
seis unidades idénticas. Posteriormente, los diseñadores barceloneses
realizaron diversas modificaciones, añadiendo un eje libre trasero, y efectuó
en 1922 la primera entrega de tres locomotoras del nuevo modelo con destino al ferrocarril
Vasco-Navarro. Posteriormente, la Explotación de Ferrocarriles por el Estado
adquirió otras cuatro unidades para esta línea en una operación conjunta con el
ferrocarril de Astillero a Ontaneda, que contrató cuatro máquinas, y el de
Zaragoza a Utrillas, con otras dos. Por su parte, el de Olot a Gerona adquirió
una versión algo más ligera. En 1952 salían de los talleres de esta factoría
barcelonesa las dos últimas locomotoras de este tipo con destino al ferrocarril
de Madrid a Aragón.
Locomotora construida por la Fábrica de Trubia para el ferrocarril de Ferrol a Gijón, evolución de un modelo de Babcock & Wilcox, a su vez, procedente de Krauss. Fotografía de John Blyth. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Al
igual que la Maquinista Terrestre y Marítima, Babcock & Wilcox también optó
por reproducir modelos de locomotoras extranjeras, como es el caso de las que
suministró entre 1925 y 1942 al ferrocarril de Langreo, copia directa de las
seis máquinas tanque de tres ejes acoplados que había fabricado la empresa
norteamericana Vulcan Iron Works en 1917, o las mikado que construyó con destino a los Económicos de Asturias,
Cantábrico o Vasco-Asturiano entre 1929 y 1958, evolución directa de un modelo
de Krauss, aunque carente del eje libre delantero, diseñado por la casa alemana
en 1907 para el ferrocarril del
Cantábrico. Por su parte, las diez locomotoras que suministró la Fábrica de
Trubia con destino al ferrocarril de Ferrol a Gijón, eran a su vez una nueva modificación
de este mismo modelo.
Última evolución de las "mikado" de vía métrica construidas por Babcock & Wilcox, en este caso para el Santander-Bilbao. Fotografía de Juan Ramón Areitio. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Como
se ha visto, el desarrollo tecnológico de los constructores españoles de
locomotoras de vapor de vía estrecha fue muy limitado, en gran medida como
consecuencia de las propias características de la demanda, con series muy
reducidas, difíciles de unificar y en las que no se requerían grandes
sofisticaciones ya que los clientes demandaban por lo general máquinas
sencillas y robustas. Por otra parte, el activo mercado de segunda mano, tanto por
la importación de máquinas usadas del extranjero, como por los excedentes
producidos por la temprana introducción de la tracción eléctrica en algunas de
las líneas más importantes, generó una interesante oferta de locomotoras de
vapor de ocasión. Todo ello, unido a la escasa renovación del parque en las
empresas más modestas, en las que buena parte de las locomotoras con las que se
inauguró el servicio se mantuvieron activas hasta su sustitución por otros
sistemas de tracción o la supresión de la línea, así como al hecho de que la importación
se mantuvo activa hasta 1948, limitó aun más las posibilidades de los
fabricantes españoles.
Locomotora del ferrocarril Vasco-Asturiano, adquirida de ocasión a los Vascongados. Fotografía de Lawrence G. Marshall. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Por
lo que respecta al mercado de segunda mano, éste fue un recurso muy común para
ampliar el parque de las empresas explotadoras de líneas de ancho inferior al
normal, siendo frecuentes los intercambios entre las diversas compañías pese a
que en muchas ocasiones no existía una conexión física entre ellas. Uno de los
principales suministradores fue la Compañía de los Ferrocarriles Vascongados, así
como las anteriores concesionarias de cuya fusión surgió esta sociedad en 1906.
Caso poco frecuente en la vía estrecha española, desde la temprana fecha de
1898 inició un continuo proceso de renovación del parque motor, lo que
posibilitó la venta a buen precio del material excedente a compañías con menos
recursos. Este proceso culminó en 1929 al electrificar su red principal, con la
consiguiente diáspora de sus máquinas de vapor que se repartieron en destinos
tan diversos como el ferrocarril de Utrillas, Madrid-Almorox, Ponferrada-Villablino,
Robla, Santander-Bilbao o Vasco-Asturiano entre otros. Casos similares, aunque
de menor envergadura, fueron los del trenet
de Valencia, los Suburbanos de Bilbao o el Vasco-Navarro, entre otros.
Locomotora "Decapod" adquirida de ocasión en Túnez para el ferrocarril de Peñarroya a Puertollano. Fotografía de Gustavo Réder. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Pero
además del recurso al mercado nacional de ocasión, uno de los aspectos más
singulares de la tracción vapor en la vía estrecha española fue la adquisición
de locomotoras de segunda mano en el extranjero. Ya en 1899 el ferrocarril de
Castro a Traslaviña incorporó a su parque dos unidades procedentes de los
ferrocarriles vecinales de Bélgica, política que fue seguida por otras empresas
que aprovecharon diversas ofertas de locomotoras suizas, portuguesas,
holandesas, norteamericanas o incluso turcas. En este caso resulta verdaderamente
llamativa la operación que, en fecha tan tardía como 1955, realizaron las
compañías del ferrocarril de Utrillas, La Robla y Peñarroya a Puertollano que en
una operación conjunta adquirieron un amplio lote de máquinas de vapor en Túnez.
Entre ellas destacaban algunas espectaculares articuladas sistema mallet, así como las únicas decapod (un eje libre delantero y cinco
acoplados) que han rodado en España y un elegante grupo de cinco locomotoras
rápidas de tipo pacific (dos ejes
libres delanteros, tres acoplados y un eje libre trasero) que destinó el
ferrocarril de la Robla a la tracción de sus trenes de viajeros.