sábado, 21 de octubre de 2023

EL TOPO SE HACE INTERNACIONAL (III)

 

El Mont Blanc Express fotografiado en la estación de Vallorcine. Se aprecia el sistema de electrificación mediante tercer carril. Fotografía de Werner Hardmeier

EL CLUB DE LOS CUATRO

Aunque la mayoría de los ferrocarriles de vía métrica europeos han tenido un carácter eminentemente local, el continente cuenta con un selecto club de cuatro líneas internacionales con este ancho de vía. Junto a nuestro «Topo», existen otros tres trayectos que cruzan sus históricas fronteras, dos de ellas entre Suiza e Italia, y otra entre Francia y Suiza.

El ferrocarril internacional de vía métrica más antiguo de Europa es el que enlaza la localidad francesa de Saint Gervais con la suiza de Martigny, ya que su trazado se completó en 1 de julio de 1908. Esta línea es, en realidad, el fruto de la unión de dos proyectos, la línea francesa de Saint Gervais a Chamonix y Vallorcine, construida por la compañía de los ferrocarriles de París a Lyon y Marsella, que a pocos metros de Vallorcine, en Châtelard-Frontiere, conecta con las vías del ferrocarril suizo de Martigny a Châtelard.

Al tratarse de dos compañías completamente independientes, existen importantes diferencias técnicas entre ambas secciones. En la vertiente francesa los trenes ascienden por los Alpes con rampas del 9%, lo que las convierte en el récord mundial absoluto para un ferrocarril de simple adherencia. En cambio, en el lado suizo la pendiente máxima en simple adherencia se limita al 7%, mientras que en declividades superiores recurre a la cremallera del sistema Strub, que permite a sus trenes superar desniveles del 20%. Otra curiosa diferencia es que la sección francesa, de 36 kilómetros de longitud, está electrificada mediante tercer carril, mientras que en la helvética se emplea la tradicional catenaria, salvo en los tramos de cremallera. De este modo, los trenes que realizan el recorrido completo de los 56 kilómetros del denominado Mont Blanc Express deben estar equipados con sistemas de captación para ambos sistemas. En todo caso, en todo el recorrido la tensión de alimentación es la misma; 850 voltios en corriente continua.

Estación del ferrocarril Bernina en Tirano (Italia). Fotografía de Juanjo Olaizola

En orden cronológico, el segundo ferrocarril internacional de vía métrica en Europa es el Bernina, sin duda, el más espectacular de los cuatro. Con origen en St. Moritz, en el corazón de los Alpes, en su recorrido alcanza los 2.253 metros de altitud para, a continuación, emprender un vertiginoso descenso, con pendientes del 7%, hasta alcanzar la localidad italiana de Tirano, situada a 429 metros sobre el nivel del mar.

En Tirano, los viajeros del Bernina pueden trasbordar a los trenes de la red ferroviaria estatal italiana, de ancho internacional, mientras que en St. Moritz sus vías enlazan con la red de los ferrocarriles Réticos, empresa de la que forma parte, y que cuenta con otros 320 kilómetros más y que, a su vez, conectan en Disentis con el Matterhorn Gottard Bahn, de 144 kilómetros de longitud, con los que conforman la mayor red europea de vía métrica electrificada.

La construcción del ferrocarril de Bernina se inició en 1906 y se completó el 5 de julio de 1910. Pese a tratarse de un ferrocarril de alta montaña, la línea carece de túneles de gran longitud, el más largo apenas tiene 689 metros, por lo que la vía serpentea por las laderas de los Alpes y se retuerce sobre sí misma en tramos tan impresionantes como el viaducto de Brusio, que conforma un gran bucle. Gracias a la espectacularidad del trazado y la belleza de los paisajes que recorre la Unesco declaró el ferrocarril de Bernina Patrimonio de la Humanidad en el año 2008.

Espectacular viaducto del Centovallina. Fotografía de Werner Hardmeier

El más moderno de los ferrocarriles de vía métrica internacionales es el que enlaza Domodossola (Italia) a Locarno (Suiza). Popularmente conocido en Italia como el Vigezzina y en Suiza como Centovallina, conforma la segunda conexión ferroviaria internacional en vía métrica entre ambos países. Su construcción se inició el año 1919 y quedó concluida el 15 de noviembre de 1923.

El Centovallina recorre también estrechos valles alpinos, por lo que sus 52 kilómetros están plagados curvas de pequeño radio y numerosas rampas y pendientes con máximos del 6%. Desde sus inicios, al igual que el Bernina, se ha operado con tracción eléctrica, en este caso a la tensión de 1.350 voltios en corriente continua. Una compañía italiana, la Società Subalpina Imprese Ferroviarie (SSIF).gestiona los 32 kilómetros de la línea en el territorio de este país, mientras que en Suiza es la Ferrovie Autolinee Regionali Ticinesi (FART), la titular del resto del trayecto.


viernes, 13 de octubre de 2023

EL «TOPO» SE HACE INTERNACIONAL (II)

 

Monumento en memoria de Plácido Allende levantado por la Compañía del ferrocarril de San Sebastián a la frontera francesa en la estación del «Topo» en Loiola. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

PLÁCIDO ALLENDE PLÁGARO


Entre los promotores del «Topo» destaca la figura del empresario alavés Plácido Allende, natural de Menagarai, donde vino al mundo el 5 de octubre de 1861. Tras estudiar la carrera de ingeniero de minas emprendió una amplia actividad en el mundo de las finanzas, siempre próximo al principal empresario vizcaíno de la época, Víctor Chávarri. Entre sus actividades destaca la presidencia de los consejos de administración de empresas como la Sociedad de Alambres del Cadagua, Compañía de Maderas El Esla, Sociedad de Centrales Eléctricas, Teledinámica del Gállego, Sociedad Constructora de Obras Públicas y Sociedad Club Náutico. Asimismo participó en otras industrias como la Unión Resinera Española, de la que fue vicepresidente, en negocios mineros como la Compañía Explotadora de la Mina Demasía San Antonio, de la Compañía Minera Mutiloa y de la Mina del Morro, y también fue miembro del Consejo de Administración del Banco de Vizcaya. En su juventud fue socio del bilbaíno Kurding Club, en el que se codeó con algunos de los empresarios más liberales de Bilbao, entre ellos, Enrique Borda, con quien también se asoció en diversos proyectos empresariales.


Junto a los negocios mineros e industriales, Plácido Allende desplegó una importante actividad en diversas iniciativas ferroviarias, donde ocupó cargos como la presidencia de los consejos de administración de las compañías de los ferrocarriles de Durango a Zumárraga y de Elgoibar a San Sebastián. Asimismo, ocupó similar puesto en la Compañía del ferrocarril eléctrico de San Sebastián a Hernani y en la constructora del ferrocarril de San Sebastián a la frontera francesa. También fue vicepresidente de Tramways et Électricité, sociedad concesionaria de los tranvías de Bilbao.


Como muchos empresarios de la época, Plácido Allende también participó de forma activa en la vida política del país, primero de la mano del partido liberal, liderado por Gamazo, y, más tarde, en el conservador de Maura. Su trayectoria se inició en 1894 al ser designado diputado provincial por Bilbao. En 1898 obtuvo un escaño en el Congreso de los Diputados por el distrito de Markina (Bizkaia), puesto que repetiría en las elecciones de 1899 y de 1901. Tras perder este escaño en 1903 frente al Marqués de Acillona, quien poco después se convertiría en presidente de la Compañía de los Ferrocarriles Vascongados, un año más tarde fue designado Senador por este mismo distrito, cargo que revalidó en las elecciones de 1905, 1907 y 1910 y que ostentó hasta su fallecimiento en Bilbao, a causa de una pulmonía, el 9 de marzo de 1911, cuando su ferrocarril de San Sebastián a la frontera francesa todavía se encontraba en construcción. En su necrológica, el diario donostiarra El Pueblo Vasco afirmó que: 


San Sebastián le debía ya mucho por sus iniciativas ferroviarias, que tanto han contribuido a la prosperidad de esta hermosa población que ha de guardar perpetuo agradecimiento a su nombre, sobre todo cuando llegue a su término su última empresa, el ferrocarril eléctrico a la frontera francesa, ya planeada con la valentía y el talento que fueron característicos en hombre de tanta valía.

Para perpetuar la memoria del impulsor del «Topo», la empresa concesionaria decidió levantar un monolito en su homenaje en la estación de Loiola, punto en el que se bifurcaba otra de las líneas vinculadas a este empresario: el ferrocarril de Hernani. El monumento, inaugurado a la par que el ferrocarril fronterizo el 5 de diciembre de 1912, se mantuvo en pie hasta el año 1973. Años más tarde, el busto que presidía el conjunto escultórico fue colocado en la estación de Euskotren de San Sebastián-Amara.


 

sábado, 7 de octubre de 2023

EL «TOPO» SE HACE INTERNACIONAL (I)

 

El 13 de julio de 1913 el «Topo» alcanzó la estación de Hendaia y se convirtió en el tercer ferrocarril internacional de vía métrica de Europa. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

El 13 de julio de 1913 se completó la construcción del ferrocarril de San Sebastián a la frontera francesa, línea de la que ya el día en que se inauguró su primera sección entre la capital guipuzcoana e Irún la prensa de la época afirmaba que había recibido el nombre popular de «Topo» por la abundancia de túneles en su trazado. Si entonces ya les parecían muchos, ¿qué dirían nuestros antepasados si, dentro de unos años, pudieran ver la pasante donostiarra o el nuevo trazado por Pasaia actualmente en construcción?

La construcción de un gran viaducto en Pasajes evitó establecer cuatro pasos a nivel consecutivos. Archivo de Pedro Pérez Amuchastegui

Una concesión muy antigua

Como era habitual en la época, el ferrocarril de San Sebastián a la frontera francesa fue construido por la iniciativa privada, de acuerdo con la oportuna concesión gubernamental que, como era común, autorizaba su construcción y posterior explotación durante un plazo de 99 años. En el caso concreto de la línea que nos ocupa, sus antecedentes se remontan al 6 de febrero de 1890, fecha en la que el Ministerio de Fomento otorgó al empresario Manuel Martí, la oportuna autorización para construir y explotar un ferrocarril desde San Sebastián a Deba, línea que podría prolongarse, por el Este hasta la frontera francesa y por el Oeste hasta enlazar con las líneas de vía estrecha procedentes de Bilbao.

El propósito de Manuel Martí era, sin duda, completar la unión ferroviaria directa entre Bilbao y San Sebastián, así como prolongar esta línea hasta conectar con los ferrocarriles franceses en Hendaia. Un año más tarde se constituyó en Bilbao la Compañía del Ferrocarril de Elgoibar a San Sebastián, a la que Manuel Martí transfirió sus concesiones a cambio de 37.500 pesetas, como compensación por los gastos que había realizado en la redacción de proyectos y estudios.

La nueva empresa no mostró interés por la prolongación de la línea entre San Sebastián y la frontera francesa, corredor en el que ya operaban los trenes de la Compañía del Norte desde 1863 y en el que, además, desde 1887 funcionaba un activo tranvía en su tramo más poblado, entre la capital guipuzcoana y Rentería. En ese contexto, era difícil que el nuevo tren de vía estrecha pudiera lograr competir con la oferta existente, por lo que, en principio, su único interés sería facilitar el enlace director de la red de vía estrecha que se estaba tejiendo en el Cantábrico con Europa.

Pese al desinterés de los inversores, Manuel Martí mantuvo la vigencia de su concesión, gracias a la aprobación del proyecto constructivo el 26 de julio de 1901 y la concesión definitiva en base a éste, que obtuvo gracias a una Real Orden promulgada el 4 de enero de 1902. Poco después inició las obras de explanación en los primeros kilómetros a partir de la estación de San Sebastián. Además, un año más tarde, el 22 de enero de 1903, firmó un convenio con los promotores del ferrocarril de San Sebastián a Hernani por el que les autorizó a ocupar las obras de explanación que había realizado entre San Sebastián y Loiola para el establecimiento de su vía.

Finalmente, Manuel Martí logró vender su concesión, el 12 de agosto de 1907, a la Sociedad Anónima Constructora de Obras Públicas y Fomento Industrial, empresa que todavía tardaría casi tres años más en emprender las obras, en concreto, a partir de mayo de 1910.

El 5 de diciembre de 1912 se inauguró la primera sección del «Topo» entre San Sebastián e Irún. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

La construcción

El proyecto inicial, firmado por el ingeniero Luciano Abrisqueta en 1902, fue pronto modificado por su colega Manuel Alonso Zabala, que introdujo numerosos cambios con el fin de mejorar el perfil de la línea. En consecuencia, fue necesario perforar hasta 14 túneles, uno de ellos de más de dos kilómetros de longitud, una cifra realmente llamativa en un ferrocarril de poco más de 20 kilómetros y que, como se ha señalado, hizo que pronto fuera conocido como el «Topo». Además, se suprimieron numerosos pasos a nivel, entre los que destacan los cuatro previstos a su paso por Pasaia, donde el trazado previsto fue sustituido por un gran viaducto.

El nuevo proyecto constructivo fue aprobado por el Gobierno el 22 de marzo de 1910 y poco después, el 11 de mayo, se adjudicó su ejecución al contratista Jerónimo Ochandiano. Además, el 8 de junio la Sociedad Anónima Constructora de Obras Públicas y Fomento Industrial decidió fundar la Compañía del ferrocarril de San Sebastián a la frontera francesa para la futura gestión del servicio.

El «Topo» compartió con el ferrocarril de Hernani un recorrido urbano, a modo de tranvía, que le permitía acceder hasta las zonas más céntricas de San Sebastián. Fotografía de G. Masino. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

Pese a las dificultades del trazado, del que un 28% transcurría en túnel, cifra realmente excepcional para un ferrocarril de vía estrecha, a finales de 1912 todo estaba preparado para la inauguración de la primera sección de la nueva línea, desde San Sebastián hasta Irún. Así, el 5 de diciembre se procedió a la solemne inauguración de este trayecto. Además, los trenes del «Topo» aprovechaban en la capital guipuzcoana el circuito urbano que había establecido el ferrocarril de San Sebastián a Hernani, con el que compartía vías hasta Loiola, con lo que se convirtió en un auténtico precursor de los modernos trenes-tranvía actuales.

Obras de construcción del puente internacional del «Topo» sobre el Bidasoa. Archivo de Pedro Pérez Amuchastegui

¡A Francia!

La cuestión es que la concesión original del «Topo» autorizaba la construcción de un ferrocarril desde la capital guipuzcoana hasta la frontera francesa, es decir, hasta el centro del cauce del río Bidasoa, punto en el que se encuentra el límite territorial entre España y Francia. Naturalmente, el gobierno español no podía autorizar nada más allá de sus fronteras y, por otra parte, habría resultado absurdo construir un ferrocarril hasta la mitad del río. Por ello, mientras se desarrollaban las obras entre Donostia e Irun, la empresa concesionaria emprendió negociaciones con el gobierno francés y con la Compañía de los ferrocarriles del Midi, titular de la estación de Hendaia, para que fuera autorizada a construir la otra mitad del puente e instalar su propia estación en la villa vasco-francesa.

Las negociaciones con las autoridades francesas pronto dieron sus frutos y el 10 de julio de 1912 el Ministerio de Obras Públicas de la vecina república autorizó la construcción de la otra mitad del puente internacional sobre el Bidasoa. Además, el día 29 del mismo mes la Compañía del ferrocarril de San Sebastián a la frontera francesa suscribió un convenio con la de los ferrocarriles del Midi, que regulaba la implantación de sus vías y de una pequeña estación en sus terrenos de Hendaia.

En la estación de Loiola se bifurcaban los ferrocarriles de la frontera (izquierda) y de Hernani (derecha). Fotografía de Christian Schnabel. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

Una vez firmados ambos acuerdos, se procedió a la construcción del último tramo del «Topo», entre la irunesa estación del Paseo de Colón y Hendaia. En esta sección, de apenas dos kilómetros, las únicas obras de entidad consistieron en la perforación del túnel número 14, de 302 metros de longitud, y la ejecución del puente internacional. Éste último se levantó completamente paralelo al que las compañías del Norte y Midi habían construido en 1863, por lo que, en un ejercicio de pragmatismo, sus proyectistas optaron por realizar una obra prácticamente idéntica, aunque de vía única: una estructura de cinco arcos de sillería y 116 metros de longitud, al considerar que. si el vecino puente había superado, durante medio siglo, las mayores avenidas del Bidasoa, sin duda el nuevo podría resistirlas igualmente.

Concluidas las obras y recibidas las oportunas autorizaciones para su apertura, el 13 de julio de 1913 se inauguró la última sección del «Topo», con la que el pequeño tren guipuzcoano se convirtió en internacional, al adentrarse en territorio francés. Lamentablemente, ese mismo día 13, y además del año 13, ¡algún supersticioso diría que había demasiados 13 en la fecha inaugural!, se produjo el accidente más grave de la historia de este ferrocarril, al colisionar frontalmente dos trenes en las inmediaciones de la estación de Irún. El choque se saldó con el trágico balance de siete muertos y veinte heridos graves. El rápido auxilio que ofrecieron los iruneses a las víctimas les valió el reconocimiento del propio Rey Alfonso XIII que, una semana más tarde, firmó un decreto por el que concedió a la villa de Irún el título de «Muy humanitaria» y, poco después, la categoría de ciudad.

La Compañía del Midi alquiló a la SEFT, empresa operadora del «Topo» un pequeño espacio en su estación de Hendaia. Fotografía de Jean-Henry Manara

La Sociedad Explotadora de Ferrocarriles y Tranvías

Pese a sus trágicos inicios, el «Topo» pronto se convirtió en el medio de transporte más popular para viajar desde San Sebastián a Irún y a Francia. Sus rápidos y frecuentes trenes eléctricos eran mucho más atractivos que los lentos y humeantes servicios que ofrecía la Compañía del Norte, aunque a raíz de la electrificación de la sección de Alsasua a Irún se estableció una dura competencia entre ambas empresas.

En 1926 la Compañía del ferrocarril de San Sebastián a la frontera francesa se integró en una nueva empresa, la Sociedad Explotadora de Ferrocarriles y Tranvías (SEFT), que también pasó a ser titular del vecino ferrocarril de San Sebastián a Hernani y del tranvía de Irún a Fuenterrabía, así como accionista principal del ferrocarril del Plazaola, de Pamplona a la capital guipuzcoana. De todos estos servicios, el del «Topo» era el más rentable.

El 10 de febrero de 1948 se reabrió la sección internacional del «Topo», cerrada desde el inicio de la Guerra Civil. Archivo Kutxateka

La Guerra Civil supuso un duro golpe para el «Topo», ya que, tras la caída de Gipuzkoa en manos del ejército franquista, las autoridades francesas decidieron suspender el paso de sus trenes. Esta situación se mantuvo durante toda la Segunda Guerra Mundial, así que el servicio internacional no se pudo recuperar definitivamente hasta el 10 de febrero de 1948.

A comienzos de los años cincuenta la competencia de automóviles y autobuses comenzó a restar viajeros al «Topo» que, además, vio como la centralidad que le proporcionaba el circuito urbano que compartía con el ferrocarril de Hernani por las calles de San Sebastián era arbitrariamente suprimido por el ayuntamiento de la capital guipuzcoana el 7 de junio de 1954. Desde esa fecha, el servicio ferroviario quedó limitado a la donostiarra estación de Amara, hoy muy céntrica, pero entonces situada en la periferia de la ciudad.

Entre 1973 y 1978 Feve realizó importantes inversiones para modernizar el «Topo», incluida la incorporación de las nuevas unidades de la serie 3500. Fotografía de Werner Hardmeier

De Feve a Euskotren

La motorización que experimentó la sociedad española a lo largo de los años sesenta redujo la demanda de los trenes del «Topo». Sin recursos para realizar las inversiones de mantenimiento más básicas, el servicio se degradó hasta el punto de quedar la línea dividida en tres por el hundimiento de dos de sus túneles. Ante esta situación, la SEFT se vio obligada a renunciar a su concesión, que fue rescatada por la empresa estatal Feve el 29 de enero de 1973.

En una época marcada por el cierre de toda clase de ferrocarriles de vía estrecha deficitarios, resulta sorprendente la apuesta personal del presidente de Feve, Jaime Badillo, por modernizar el viejo «Topo». Consciente de su gran potencial en una de las zonas más densamente pobladas y dinámicas del país, y pese a la existencia de la línea de vía ancha de Renfe o de la reciente construcción de una moderna autopista en este corredor, Badillo decidió impulsar la completa reconstrucción de su infraestructura, con la consolidación de sus degradados túneles, así como con la renovación integral de la vía, la electrificación y el material móvil.

Euskotren sustituyó en 1990 las unidades de la serie 3500 por los nuevos trenes de la serie 300. Fotografía de Juanjo Olaizola

Finalizadas todas las obras realizadas por Feve, el 5 de mayo de 1978 se inauguraron las nuevas unidades eléctricas de la serie 3500, alimentadas a la tensión de 1.500 voltios. Con ellos se pudo reemplazar con ventaja a los veteranos trenes que hasta entonces funcionaban a la tensión de 500 voltios, muchos de ellos construidos en 1912, aunque sometidos a numerosas y variopintas reconstrucciones.

Apenas había transcurrido un año desde la reinauguración del «Topo» cuando, el 1 de junio de 1979, la línea fue transferida al Consejo General Vasco. Poco después, en mayo de 1983, pasaría a ser operada por Euskotren.

Obras de construcción del nuevo túnel (derecha) de Loiola a Herrera, culminadas en 2012. Fotografía de Juanjo Olaizola

En constante mejora

El Gobierno Vasco y Euskotren han mantenido desde entonces una apuesta constante por el «Topo». A inicios de los años noventa se modernizaron sus estaciones y se abrieron al público nuevas dependencias, como el irunés apeadero de Belaskoenea y, sobre todo, la estación de Anoeta, en San Sebastián, en la actualidad, una de las terminales más activas de la línea. Además, las unidades de la serie 3500 fueron sustituidas por nuevos trenes, primero de la serie 300 y, más tarde, por la 200.

Más notable aún es el programa de inversiones que Euskal Trenbide Sarea, Euskotren y el Gobierno Vasco impulsan en los últimos años y que, en breve, convertirán al histórico «Topo» en la columna vertebral de los transportes públicos de Gipuzkoa. El primer paso en este camino fue la construcción de un nuevo túnel entre las estaciones de Loiola y Herrera, inaugurado el 4 de octubre de 2012, que, además de duplicar la vía en este trayecto, permitió implantar la nueva estación en Intxaurrondo, situada bajo uno de los barrios más poblados de la capital guipuzcoana.

Nueva estación de Altza, inaugurada en 2016. Fotografía de Juanjo Olaizola

Un nuevo paso en este proyecto se dio el 12 de septiembre de 2016, con la apertura de la sección en doble vía de la estación de Herrera a la de Altza. Aunque por el momento este trayecto se explota como un ramal, en breve quedará integrado en la traza principal, ya que en la actualidad ya se encuentra en construcción su prolongación hasta la estación de Galtzaraborda, en Rentería, que incluirá una nueva parada subterránea en Pasaia.

Otras actuaciones importantes realizadas en los últimos años han sido la duplicación de vía entre Rentería y Oiartzun, abierta el 15 de marzo de 2011, que incluye una nueva estación en el populoso barrio de Fandería, la construcción de nuevos talleres y cocheras en Araso (Irún), que sustituyen a los históricos de Rentería, o la completa modernización del parque de material móvil, con la sustitución de los trenes de la serie 200 por las nuevas composiciones de la serie 900 de Euskotren.

Obras de construcción de la pasante ferroviaria de San Sebastián, que convertirá al histórico «Topo» en un moderno metro regional. Fotografía de Juanjo Olaizola

En todo caso, todas estas obras, pese a su indudable importancia, se quedan pequeñas en comparación con la nueva pasante ferroviaria que, en estos momentos, se construye bajo las calles de San Sebastián. Esta obra, además de dar una solución definitiva a la histórica estación de Amara, cuya disposición en fondo de saco obliga a constantes maniobras de retroceso a los trenes, convertirá al centenario «Topo» en un auténtico metropolitano, con tres nuevas estaciones subterráneas que le permitirán recuperar e incrementar notablemente la centralidad que perdió en 1954.

En su 110 aniversario, el «Topo» se mantiene fiel a su histórico sobrenombre y día a día incrementa sus galerías en el subsuelo guipuzcoano para convertirse en el eje vertebrador de las comunicaciones del territorio.