Réplica de la locomotora Mataró, construida en 1948 para conmemorar el primer centenario del ferrocarril de Barcelona a Mataró. Familia Reigadas
Hoy se cumple el 165 aniversario del primer ferrocarril peninsular de servicio público, el camino de hierro de Barcelona a Mataró. En recuerdo a esta efeméride, reproduciremos en este blog la crónica que, al respecto, publicó el Diario de Barcelona:
Ha tenido lugar, en el día de
ayer, el fausto suceso que anunciabamos. Queda ya solemnemente inaugurado el
primer ferro-carril de España, y Barcelona y Mataró ya no son más que una sola
población. Ambas ciudades han estrechado el circulo de elaciones que las unían,
y sujetas por una línea de hierro, quedan desde hoy hermanadas como dos buenas
amigas para formar una liga de recíprocos intereses en provecho propio y en provecho
común.
En muy pocas, tal vez en ninguna
ocasión hemos asistido á un espectáculo tan sorprendente como nuevo, tan
grandioso como interesante. La perennidad del tiempo y la impresión de que nos
hallamos poseídos los, nos impédirá el trazar una reseña tan exacta y detallada
cual quisiéramos de las escenas de que hemos sido testigos. Tomamos pues
apresuradamente la pluma para describirla, sencilla y ligeramente bosquejadas,
guiados solo del deseo de satisfacer la natural curiosidad de nuestros
lectores.
Una parte muy considerable del
vecindario de Barcelona y de los pueblos inmediatos, que ansiaba el momento de
presenciar la inauguración del ferro carril, ocupaba ya anticipadamente a la
hora prefijada para la bendición todas las avenidas de la estación de Barcelona
o se establecía en la parte esterior de la puerta de D. Carlos. Como providencialmente,
el día, que había amanecido nebuloso y cubierto, tornose apacible y despejado y
un sol hermosísimo comunicó nueva vida al movimiento general. Mientras el público
y numeroso concurso se entretenía en examinar los preparativos de la gran fiesta
que iba á celebrarse, esperando presenciar por primera vez el desfile del
convoy, iban llegando al embarcadero de esta capital nuestros dignos prelados
S. E. el lImo. Sr. obispo de esta diócesis y el Ilmo. Sr. obispo de Puerto
Rico, los excelentísimos señores capitán general, general segundo, cabo y jefe
político interino, varios otros señores generales y demás autoridades civiles,
eclesiásticas y militares, comisiones del ayuntamiento, diputación y consejo de
provincia, Iltre. Sr. regente y magistrados de la audiencia territorial, jueces
de primera instancia, comisiones del cuerpo diplomático y de varias
corporaciones científicas, políticas e industriales, del estado mayor y cuerpos
facultativos del ejército y armada, con otras varias personas distinguidas que
habían sido invitadas por los señores directores de la empresa del
ferro-carril, inclusos los primeros accionistas de la misma.
Entrase al paradero de la
estación por la puerta del centro de un edificio de bella aunque modesta
apariencia. Después de la primera pieza, que es la que sirve de entrada, se
hallan los salones de descanso; uno de ellos, que está destinado para los
pasajeros que van en los coches de primera clase, es muy espacioso y está
adornado con sencilla elegancia. Inmediato a este salón se halla una pieza
destinada para tocador de señoras. Las puertas de los salones de descanso
comunican a una especie de terraplén, desde los cuales se sube a los carruajes.
Sobre el indicado terraplén se
había ayer colocado un pequeño altar con la imagen del Crucificado, destinado
para el ceremonial de la bendición. Cubríale un pequeño pabellón pintado con
los colores nacionales y sobre su cúspide ondeaba un pendón blanco, en cuyo
centro descollaba una cruz roja y el lema In hoc signo vinces, y sobre los arcos
que lo sostenían flotaban varias banderolas en las cuales estaban representados
los escudos de armas de Barcelona y Mataró, y las de todos los pueblos
intermedios, a saber: Badalona, Mongat, Alella, Masnou, Vilasar y Premia. El
reloj que descuella sobre la fachada esterior del edificio que, como todos los
otros de las demás estaciones, son obra del señor Garcon, señalaba las nueve de
la mañana cuando el anciano y venerable prelado y el nuevo señor obispo de
Puerto Rico, revestidos con trage de pontifical, y auxilidados de algunos
reverendos sacerdotes, dieron comienzo al rezo de los divinos cánticos. Durante
esas religiosas prácticas, los circunstanciales permanecían en pie observando
el decoro y reverente compostura que inspiran siempre en católicos pechos las
veneradas prácticas y los sagrados ritos del culto cristiano. La ceremonia de
este día, por el objeto a que estaba dedicada y por el grandioso objeto que
inauguraba, tenía cierto tinte particular y solemne que en vano intentaríamos
describir. Las devotas preces de los prelados ante aquella lucida concurrencia,
delante de aquellas máquinas y en medio del vasto arsenal de coches, carruajes,
vagones y aparatos de toda especie, era a la vez tan sublime como grande. Los
aparatos locomotores, como rindiendo homenage a la sublimidad del culto, se
presentaron sumisamente ante el ara santa para recibir a su vez la bendición de
Dios, a través de sus ministros. Cuatro son las locomotoras que la empresa
tiene a su disposición, las cuales tienen por nombre Cataluña, Barcelona, Besós
y Mataró.
Concluía el ceremonial y la
bandera española ondeaba, no solo sobre el edificio, donde se veía flotar entre
los pabellones de las naciones amigas, sino también sobre las locomotivas. Se
colocaron en los coches de distinción las primeras autoridades y las demás
personas convidadas en otros varios coches de los de primera clase. La música
del cuerpo de artillería, que había tocado escogidas piezas durante el acto de
la bendición, se colocó también en dos vagones y continuó tocando durante todo
el camino.
Animada, fascinadora es la
sensación que se esperimenta cuando el tren, arrancando pausada y
majestuosamente de la estación de partida, emprende en breves momentos una
marcha progresivamente acelerada y aquella inmensa mole de carruajes se empieza
a mover con asombrosa rapidez. Era de ver ayer, cuando el estrépito de los
vivas y de los entusiastas aplausos el convoy conductor de la ilustre y
respetable comitiva atravesaba radiante de júbilo por entre las compactas masas
de millares de espectadores. Pronto esas masas habían desaparecido de la vista
de los viajeros, pero a estos parecía oír aun, repetido por el eco, el
estruendo de sus festivas aclamaciones, cuando habiendo podido contemplar el
largo puente de Besós y sus risueñas orillas, el tren llegaba ya a la playa de
Badalona y desde allí, disfrutando siempre de la vista de nuevos y agradables
paisajes, los pintorescos pueblos de la costa aparecían y desaparecían a su
vista como los cuadros de un artificial panorama. Esos mismos pueblos, cuya
perspectiva es siempre tan hermosa, se presentaban ayer más limpios y más
blancos que de costumbre, y sus habitantes todos, formando una especie de línea
animada a ambos lados del ferro-carril, desde Barcelona a Mataró, multiplicaban
y estendían como por una prolongada corriente eléctrica, el estruendo de los
mismos vivas y aplausos y las voces reproducidas por el eco de las montañas iba
a perderse en el dilatado horizonte de las vecinas playas , cuyas aguas,
meciéndose suavemente sobre la arena, ofrecían la idea de una calma y
tranquilidad, que contrastaba maravillosamente con el animado cuadro que
ofrecían las inmediatas comarcas.
Detúvose el tren en el Masnou, en
cuyo punto, como centro del camino, debía tener lugar la segunda bendición, la
que se verificó con igual solemnidad, a presencia del venerable clero y
autoridades de dicha villa que, como los demás pueblos de la carrera, fueron
incorporándose a la comitiva. En la sala de descanso de la estación se había
levantado un altar con la imagen de la Virgen. Después de una media hora de
descanso, el tren se puso de nuevo en movimiento. Grave, grandiosa e imponente
es la impresión que se experimenta cuando se ve por primera vez en la vida la
rapidísima marcha de un tren de viaje sobre la plana superficie de un
ferrocarril. Cuando se contempla a esa especie de población ambulante
atravesar, como flecha despedida por un arco, tan estenso espacio en tan
limitado tiempo, late el interior del pecho al sentimiento de un pasmo
indefinible que embarga el entendimiento. La razón, empero, pronto adquiere su
predominio y se envanece al considerar el poderío del hombre que, destello de
Divinidad, emplea su talento creador y los años de su efímera existencia en
descubrimientos cada vez más grandes e importantes. Y no debemos pasar por alto
una observación notable. Cuando el tren recorre el ferro-carril, huyen
espantados los caballos, los bueyes, los rebaños que transitan en loscaminos y
campos vecinos, como, para dar un testimonio de la debilidad de sus fuerzas ante
el humano poderio. Las aves huyen también;
pero el dominio aéreo que ellas recorren el hombre ha probado inútilmente hasta
el día atravesarlo con dirección determinada y completa seguridad. ¿Quién puede
asegurar si multiplicando esfuerzos no lo conseguirá algún día?
Eran ya las doce menos cuarto, y
el tren entraba triunfante en la ciudad de Mataró, y saludábanle con entusiasmo
la inmensa multitud de personas de todas clases y categorías que se hallaban diseminadas
por todas las inmediaciones del paradero ó estación que se hallaba en dicho
punto. El ilustre ayuntamiento de Mataró, formado en cuerpo, y el caballero
gobernador y todas las autoridades de la propia ciudad, esperaban a la
comitiva. Un batallón de tropa y alguna fuerza de caballería estaban formados
en orden de batalla, recibiendo al Excmo. Sr. capitán general y demás
autoridades con los honores de ordenanza. En el indicado sitio tuvo lugar la
última bendición y ante el altar ante la cual se verificó se veían las imágenes
de las dos Santas Mártires patronas de la antigua Iluro.
Recorriendo las principales
calles de la referida ciudad al son de diferentes músicas militares, el Ilmo.
Sr. obispo de Puerto Rico, siempre vestido con los hábitos pontificales, con
todo el acompañamiento de autoridades y personas distinguidas que habían
presenciado la última bendición, se dirigió a la iglesia parroquial. El señor
obispo de Barcelona, atendiendo a su avanzada edad y a lo largo del trecho que
había de recorrer, se quedó en la estación. Todos los balcones de las calles
del tránsito se hallaban adornados de damascos y colgaduras. El indicado templo
estaba iluminado con extraordinaria profusión, presentando un sorprendente
golpe de vista. Su Ilma. entonó el Te Deum, que fue cantado por la capilla de
música y por los artistas de la compañía lírica del teatro de Mataró, Sres. Di
Franco, Soler y Barilli. Algunos de los versículos que cantó este último con
robusta y sonora voz produjeron grande efecto.
Terminado el acto de acción de
gracias al Todopoderoso por el feliz suceso de una empresa que tan
prósperamente ha llevado a cabo, después de continuos afanes, el grandioso
proyecto de inaugurar el primer ferro-carril de la Península, el ilustre
cortejo volvió por otras varias calles al local de la estación.
Allí se había levantado una
bellísima tienda de campaña, dividida en dos diferentes departamentos, uno de
ellos destinado para las primeras autoridades y el otro para las demás personas
convidadas. En ambas se veían dos grandes mesas simétricamente dispuestas,
abundantemente provistas y rica y lujosamente adornadas. Entre flores y
preciosas porcelanas y hermosas piezas de cristal figuraban gran copia de
botellas con esquisitos vinos, fiambres, gelatinas, dulces y conservas de todas
clases, hábilmente dispuestas por el Sr. Cuyás, dueño del café de las siete
puertas de esta ciudad.
Al terminarse el almuerzo se
pronunciaron diferentes brindis, que sentimos no poder recordar por estenso. El
Excmo. Sr. capitán general brindó por S. M. y el ilustre señor corregidor, a
nombre del ayuntamiento, por la sociedad del ferro-carril y la prosperidad de
Cataluña. Entre las varias personas que también brindaron, recordamos el Sr.
Cubí y Soler, el Sr. Viñas, que recitó unos versos latinos, y el señor juez de
primera instancia de Mataró. El Sr. D. Juán Miret, digno director de la
empresa, brindó a su vez por las autorídades y dio las gracias a los
concurrentes. Sentimos en gran manera no poder reproducir en estas páginas el
notable y brillante discurso que con enérgico al par que espresívo y elocuente
lenguage, felicitó a todos sus consocios ensalzando como era justo el buen celo
con que tanto la junta actual, como la que la había precedido, han cumplido con
la confianza que en ella habían depositado los señores accionistas, se mostró
agradecido por la buena correspondencia que siempre había encontrado en todas
las autoridades y la escrupulosa integridad así como la notable pericia é inteligencia
con que la sociedad inglesa encargada de la construcción del ferro-carril y los
señores ingenieros ingleses que la han dirigido han cumplido leal y
religiosamente sus compromisos, haciéndose acreedores de un eterno
reconocimiento. Y manifestó también su gratitud a los ingenieros civiles Sres.
D. Antonio Arriete y D. Agustín Marcoarlú por la parte que habían tomado con
sus luces y consejos á la mejor alineación del camino.
Después de finido el almuerzo,
los señores que habían tenido la honra de ser testigos de la inauguración pasearon
aun durante unas dos horas por las calles de Mataró, que todas ellas
presentaban el animado aspecto de un día de gran fiesta. Iban a empezar los
bailes públicos que aquel ayuntamiento tenía dispuesto en demostración del público
regocijo, cuando el tren emprendió su marcha de regreso hacia esta capital.
Este viaje se hizo sin detención
alguna y se recorrió toda la línea en unos treinta y cinco minutos. La
concurrencia que presenció el viaje de la tarde era tal vez más considerable
que el de la mañana.
He aquí, tosca y
desaliñadamente, lo sucedido un día que lo será siempre de venturosa memoria para
el suelo español. La ciencia, la voluntad, la actividad y el trabajo se
reunieron para vencer obstáculos y dar cima a la gran empresa. El público sabe
la lucha de oposiciones con que ha tenido que lidiar el buen celo de las juntas
directivas que han estado al frente de la misma, empleando la eficacia de
prudentes al par que enérgicos medios. Mientras tal sucedía, recibianse ya las
máquinas y aparatos y seguían los grandes trabajos de construcción y como si se
quisiere potenciar cuan impotente era la resistencia que se oponía a la
realización de tan notables esfuerzos, una montaña abría sus recónditos senos para
facilitar paso a la línea que iba a establecerse.
¡Honor eterno a la referida
empresa! ¡Honor eterno a los señores ingenieros ingleses, Looke, Mackenzie,
Robson y Nright que han secundado y puesto en planta los vastos proyectos de
aquella. Las sinceras felicitaciones que ayer recibieron son el testimonio más elocuente
de la gratitud que han escitado sus laboriosos afanes.
Relativamente a los señores que
han estado al frente de la dirección de la empresa, y cuyos nombres no sabemos
en este momento, ningún elogio es bastante para ensalzar tan debidamente como
se merecen la constancia de sus honrosos y constantes esfuerzos.
Tanto Barcelona como Mataró
conservarán un vivo recuerdo del día de ayer, día que consideramos de grande
satisfacción, de nombre orgullo para el laborioso pueblo catalán que ha
conseguido la gloria de ver funcionar en su privilegiado suelo el primer
ferro-carril de España. ¡Ojalá que prontamente pudiésemos anunciar la
inauguración de otros varios!
Tren del centenario fotografiado en la estación de Mataró con ocasión de la conmemoración del sesquicentenario del primer ferrocarril peninsular. Fotografía de Juanjo Olaizola