jueves, 29 de junio de 2017

A-Z OF BRITISH TROLLEYBUSES

 
Hace pocas semanas ha salido de imprenta un nuevo libro sobre trolebuses:A-Z of British Trolleybuses, obra del historiador Stephen Lockwood publicada por The Crowood Press.
La primera importación de trolebuses británicos fue un lote de seis chasis Leyland para Pontevedra, realizada en 1943. Estos vehículos, tras sucesivas reformas, prestaron servicio hasta 1989. Fotografía de Enrique Andrés Gramage
 
Gran Bretaña fue uno de los países en los que el trolebús adquirió más temprano desarrollo y, de hecho, la práctica totalidad de sus cincuenta redes se implantaron con anterioridad a la Segunda Guerra Mundial, lo que contrasta con España, donde las primeras realizaciones se remontan a 1940. Es más, tras el conflicto solamente se implantó una nueva red en las islas, la de Glasgow, en 1948.
Barcelona adquirió 27 trolebuses BUT nuevos, carrozados con dos pisos por Macosa. en 1964 serían recarrozados a un solo piso y posteriormente vendidos, primero a Valencia y más tarde a Pontevedra, donde circularían hasta 1989. Fotografía de Jeremy Wiseman
 
Es preciso señalar que el libro de Stephen Lockwood no se centra en el análisis de las diferentes redes de trolebuses del Reino Unido, sino que fundamentalmente se dedica al estudio de los constructores de chasis para trolebuses. En este sentido, aunque la obra únicamente trata la producción para el mercado doméstico, sin apenas mención a la exportación, su lectura resulta obligada para el estudioso del trolebús español, ya que de los cerca de 650 vehículos de esta clase que circularon en nuestro país, 220, es decir, una tercera parte, eran de procedencia británica. Por ello, la historia de sus fabricantes analizada en este libro, resulta de especial interés.
Madrid contó con un solitario prototipo de trolebús BUT. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
En los años cuarenta y cincuenta llegaron a España diversos lotes de trolebuses británicos, dotados de chasis Leyland/BUT, adquiridos con destino a Pontevedra, San Sebastián y Barcelona. Asimismo, Madrid contó con un prototipo y el grupo Escoriaza dispuso de diversos trolebuses BUT para sus redes de Cádiz, Zaragoza y San Sebastián-Tolosa. Además, esta última línea contó con tres chasis carrozados como trolecamiones para el transporte de áridos entre Andoain y la factoría de Cementos Rezola en Añorga. En total, entre 1943 y 1952 llegaron a nuestro país 78 trolebuses ingleses.
Trolebús BUT con carrocería de dos pisos, adquirido por el grupo Escoriaza para la red de Cádiz. Fotografía de Jeremy Wiseman
 
En todo caso, la verdadera eclosión del trolebús inglés en España tuvo lugar a principios de los años sesenta, gracias a la importación de dos grandes lotes de vehículos de ocasión. El primero estuvo formado por 17 coches construidos por Daimler y adquiridos de ocasión por el grupo Escoriaza en la ciudad de Rotherham. Dos de ellos pasaron a circular por la línea de San Sebastián a Tolosa y los quince restantes por la de Cádiz a San Fernando, siendo estos últimos recarrozados a finales de la década. Más notable fue la compra, en una operación conjunta auspiciada por las empresas concesionarias de los transportes urbanos de Bilbao y San Sebastián, de un lote de 125 trolebuses construidos por BUT entre 1948 y 1952 para los transportes de Londres, vehículos que se repartirían entre las redes de Vigo (donde no llegaron a circular), Pontevedra, A Coruña, Coruña-Carballo, Santander-Astillero, Bilbao, San Sebastián, Zaragoza y Reus-Tarragona.
Trolebús BUT de San Sebastián, carrozado en 1948 por Seida y recarrozado en 1962 por Irizar. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
Los trolebuses británicos experimentaron en España numerosas transformaciones: Desde la conversión de coches de dos pisos en vehículos de un solo piso, como sucedió en Coruña y Barcelona, hasta el completo recarrozado, sin olvidar la conversión de dos trolebuses londinenses en autobuses diésel realizada en Bilbao. Además, fueron trolebuses de construcción inglesa los que aseguraron los últimos servicios de este medio de transporte en nuestro país, en Pontevedra, tanto gracias a algunos de los Leyland originales de 1943 como de los BUT adquiridos de ocasión a Valencia, ciudad que, a su vez, los había comprado a Barcelona y que, además, eran fruto de un recarrozado integral que incluyó la eliminación del segundo piso, el alargamiento del chasis y el paso del puesto de conducción de derecha a izquierda.
Trolebús Daimler, ex-Roterham, asignado por el grupo Escoriaza a la línea de San Sebastián a Tolosa. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
En la actualidad son varios los trolebuses de procedencia británica que han circulado en España preservados; dos BUT de Barcelona/Valencia/Pontevedra, un Daimler de San Sebastián-Tolosa, ex-Roterham, y varios de los BUT londinenses adquiridos por Zaragoza, uno de ellos expuesto al público en las cocheras de los transportes urbanos de esta ciudad y otro en el Museo Vasco del Ferrocarril. Además, uno de los BUT del trolebús de Santander-Astillero, el número 8, fue repatriado tras la clausura de esta red y restaurado. En la actualidad, puede disfrutarse de su insuperable confort de marcha en el museo del trolebús de Sandtoft.
Trolebús BUT de Londres, adquirido de ocasión para la línea de Santander a Astillero. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
En resumen, A-Z of Bristish Trolleybuses es, sin duda, una obra de gran interés para todos aquellos interesados en conocer la historia de este medio de transporte, tanto en uno de los países pioneros en su uso, como también en el nuestro. Para su adquisición, recomendamos contactar con el conocido distribuidor de publicaciones ferroviarias Ramón Capín.
Trolebús Daimler, ex-Roterham, recarrozado para Cádiz. Fotografía de Jeremy Wiseman
 
 

miércoles, 21 de junio de 2017

LAS LOCOMOTORAS TANQUE DEL FERROCARRIL DE TORRALBA A SORIA

Locomotora Nº 30 del ferrocarril de Torralba a Soria en servicio de maniobras en el depósito de Miranda de Ebro (Burgos). Fotografía de Xavier Santamaría
 
Para cerrar la pequeña serie de entradas dedicadas en este blog al 125 aniversario del ferrocarril de Torralba a Soria, dedicaremos este espacio a recordar sus pequeñas locomotoras de vapor.
 
El ferrocarril de Torralba a Soria adquirió para la tracción de sus trenes de viajeros un grupo de cinco locomotoras de vapor con ténder incorporado, práctica entonces común en los ferrocarriles de vía estrecha, de escaso recorrido, pero poco habitual en los de vía ancha. En todo caso, la decisión estaba plenamente justificada, dada la baja demanda prevista y la inexistencia de trenes directos, por lo que las máquinas podrían reabastecerse de agua fácilmente en las frecuentes paradas que debían de efectuar en todas las estaciones del trayecto.
 
Matriculadas en la serie 30 a 34, las cinco locomotoras fueron construidas por la firma belga Saint Leonard, las cuatro primeras el año 1889 y la última en 1892. Aunque en principio se pensó adquirir otra unidad, ésta finalmente fue cedida a la compañía de los ferrocarriles del Sur de España, por lo que no llegó a prestar servicio en tierras sorianas.
 
Placa de construcción de la locomotora Nº 30 del ferrocarril de Torralba a Soria. Se aprecia el nombre con el que fue bautizada, E. Otlet, en el centro. Fotografía de Xavier Santamaría
 
Las cuatro primeras locomotoras recibieron los números de fábrica 792 a 795, mientras que la quinta era la 903 del constructor belga. Ésta, a diferencia de sus hermanas, nunca llegó a ser bautizada, mientras que sus predecesoras recibieron los nombres de los principales promotores del Gran Central Español; E. Otlet, P. de Fuenmayor, L. Aguirre y R.B. Aceña, respectivamente. Aunque la práctica habitual era colocar estos nombres en una placa de bronce independiente, en este caso, se situó en el centro de la placa de construcción.
 
Dotadas de tres ejes acoplados, distribución plana con mecanismo exterior Walschaerts, freno de husillo y alumbrado de petróleo, su peso en orden de marcha era de 35 toneladas y ofrecían un esfuerzo de tracción teórico de 6.600 kilogramos.
Otra vista de la locomotora Nº 30 del ferrocarril de Torralba a Soria asignada al servicio de maniobras en el depósito de Miranda de Ebro. Fotografía se Xavier Santamaría
 
Aunque el Gran Central Español también adquirió dos locomotoras de vapor de cuatro ejes acoplados y ténder independiente de dos ejes, destinadas especialmente al arrastre de los trenes de mercancías más pesados, las pequeñas máquinas de la serie 30 a 34 eran las titulares habituales de la mayor parte de los servicios ferroviarios de la línea de Torralba a Soria, tanto correos como mixtos, dado el escaso tráfico que registraba el ferrocarril y, en consecuencia, el reducido peso de los trenes. De este modo, el concurso de estas modestas locomotoras permitía, al menos, reducir al máximo los gastos de explotación.
 
Una vez integrada la línea de Torralba a Soria en Renfe, hecho que prácticamente coincidió con la apertura de la prolongación de Soria a Castejón, sus pequeñas locomotoras fueron relevadas por unidades más potentes y de mayor envergadura. De este modo, la empresa estatal pudo reciclar esta máquinas y destinarlas al servicio de maniobras en destinos muy lejanos a sus orígenes, como Murcia, Valencia, Zaragoza o Miranda de Ebro, tras rematriculadas en la serie 030-0219 a 223.
 
Vista de la locomotora 32 del ferrocarril de Torralba a Soria, expuesta como monumento ferroviario frente a las bodegas Muga de Haro (La Rioja). Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
 
En la actualidad, sobreviven dos ejemplares de esta pequeña serie de locomotoras, ambas conservadas como monumentos ferroviarios, lejos de su línea original pero muy próximas entre sí, la Nº 30 en la calle Ronda del Ferrocarril de Miranda de Ebro (Burgos) y la 32 en las Bodegas Muga de Haro (La Rioja).

sábado, 17 de junio de 2017

LA PROLONGACIÓN DEL FERROCARRIL DE TORRALBA-SORIA A CASTEJÓN


Mikado 141f-2243 fotografiada en el depósito de Soria. Fotografía de Martin Dieterich. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 

En este mes, en el que se conmemora el 125 aniversario de la llegada del ferrocarril a Soria es importante recordar que el verdadero objetivo del Gran Central Español, no era únicamente la explotación del modesto ferrocarril de Torralba a Soria, sino su posterior expansión, sobre todo hacia el Norte, en busca del nudo ferroviario de Castejón de Ebro, lo que habría permitido acaparar el tráfico ferroviario de Navarra hacia el centro peninsular y, sobre todo, su ampliación hacia la frontera francesa, para abrir una nueva vía más directa entre Madrid y París. La siempre delicada situación financiera de esta empresa impidió que pudiera materializar tan ambiciosos proyectos, de los que únicamente llegaría a ver la luz, de la mano del Estado, la unión entre la capital soriana y Castejón.

Los orígenes de esta línea se remontan a los del propio Torralba Soria, inaugurado en 1892, que desde sus inicios tenía previsto prolongarse hasta Castejón. En 1894, un nuevo proyecto propuso la construcción del ferrocarril de Soria a Sangüesa por Castejón y, prácticamente al mismo tiempo, otra iniciativa puso en marcha una línea de vía estrecha con el fin de transportar la producción de las minas de hierro de Ólvega a Castejón. Sin embargo, la existencia de este pequeño tren fue efímera y de hecho, en 1912 se declaró la caducidad de la concesión.

Un año antes de que caducase definitivamente la concesión del ferrocarril minero de Ólvega, un Real Decreto intentó incentivar la construcción del ferrocarril de Soria a Castejón, con la concesión de una subvención de 60.000 pesetas por kilómetro. Sin embargo, las grandes dificultades técnicas que ofrecía la abrupta orografía de la zona, sobre todo en la travesía de la divisoria de aguas entre el Duero y el Ebro, que suponía descender en 60 kilómetros desde 1.128 metros de altitud de la divisoria a los 274 metros en los que se sitúa Castejón, la reducida población, la escasa producción de las tierras atravesadas y el hecho de que el nuevo ferrocarril se convertiría de inmediato en tributario de las compañías del Norte y de MZA, precisamente las mismas a las que debería arrebatar el tráfico directo entre Pamplona y Madrid, hizo que ninguna empresa mostrara interés por hacerse con la concesión, aunque en 1913 llegó a realizarse el concurso para la redacción de proyectos.

La locomotora 1931 fotografiada en el rescate de un TER averiado en la estación de Ágreda. Fotografía de Pedro Pintado Quintana
 

Finalmente el ferrocarril de Soria a Castejón, al igual que su continuación natural entre Pamplona y el paso internacional de los Alduides hacia Francia, quedó incluido en el Plan Preferente de Ferrocarriles de Urgente Construcción impulsado por el Conde de Guadalhorce durante la Dictadura de Primo de Rivera. De este modo, el 29 de mayo de 1926 se procedió a la licitación de las primeras obras por valor de 32.282.656,75 pesetas.

Las obras del ferrocarril de Soria a Castejón, adjudicadas el 14 de septiembre de 1926 a la sociedad Vías y Riegos, se emprendieron oficialmente el 6 de mayo de 1927. Los trabajos se desarrollaron con celeridad, pese a las grandes dificultades que presentaba la abrupta orografía del trazado, por lo que el Estado pudo proceder a su recepción provisional el 14 de septiembre de 1935. Días después, la Gaceta de Madrid anunciaba la convocatoria de un concurso público para adjudicar a una empresa explotadora la gestión del servicio.

Todavía se encontraba en tramitación el expediente del concurso de adjudicación de la explotación del ferrocarril de Soria a Castejón cuando estalló la Guerra Civil. Aunque es posible que la línea fuera utilizada de modo provisional durante el conflicto, su inauguración definitiva no se produjo hasta su integración en la recién creada Renfe, circulando los primeros trenes a partir del 30 de septiembre de 1941. Desde entonces, sus vías vivieron el paso de la mayor parte de los servicios de viajeros entre Madrid y Pamplona, aunque su difícil trazado, y el hecho de que nunca se electrificara, hizo que con el tiempo éstos fueran nuevamente desplazados hacia la vía tradicional, pese al gran rodeo que debía darse por Zaragoza. Así, el ferrocarril de Soria a Castejón fue perdiendo sus tráficos hasta que éstos fueron definitivamente suspendidos el 1 de diciembre de 1996.

miércoles, 14 de junio de 2017

EDOUARD OTLET






Retrato de Edouard Otlet. Fotografía de Mundaneum-Mons (Bélgica)

Entre los principales promotores del ferrocarril de Torralba a Soria destaca sin duda la figura del empresario, financiero y político belga Edouard Otlet. Natural de Bruselas, ciudad en la que vino al mundo el 13 de junio de 1842, a los veinticinco años de edad su nombre ya era conocido en el sector ferroviario internacional gracias a su asociación con André Lebon y SimonPhilippart, con quienes emprendió la explotación de diversos ferrocarriles, tanto en el norte de Francia, entre los que destaca el de Lille a Valenciennes,  como en Bélgica, donde en 1874 inauguró la línea de Ostende a Torhout y Armentières.

Sin abandonar el sector de los ferrocarriles convencionales, a partir de 1875 Edouard Otlet se especializó en un nuevo medio de transporte que, en aquel momento, se encontraba en pleno desarrollo: el tranvía. Pese a las limitaciones tecnológicas de la época, en la que la tracción estaba encomendada, mayoritariamente, al motor de sangre, gracias a las ventajas de la rodadura ferroviaria, ruedas de acero sobre carriles del mismo material y, sobre todo, con una superficie lisa y exenta de las constantes trepidaciones que provocaban los deficientes pavimentos de la época, el tranvía pronto se convirtió en un negocio floreciente.

Otlet participó en la construcción y explotación de, al menos, 19 redes de tranvías, repartidas por todo el continente europeo y, también, en el norte de África. Entre ellas destacan las de La Haya, Odessa, Praga, Dusseldorf, Járkov, Munich, Niza, Florencia, Moscú, Nápoles, Argel, Alejandría y Madrid. En consecuencia, en los círculos financieros europeos pronto fue conocido como el Rey de los tranvías, en directa rivalidad con otro compatriota suyo, Edouard Empain.

Con la fortuna amasada en sus diferentes negocios, Otlet se podía permitir toda clase de caprichos como la compra de la isla del Levant, en el Mediterráneo francés, cerca de St. Tropez. Asimismo, en su suntuoso palacio de Bruselas reunió una impresionante colección de obras de arte, en la que destacaban numerosas tablas medievales y trabajos de pintores tan reputados como Hans Menling, Han Mostaert, Rogier van der Weyden, Rubens o Turner.

La buena estrella de Otlet se truncó en 1882, cuando se vio obligado a declarar la bancarrota de sus negocios. Sin embargo, pronto supo reponerse de las pérdidas y en 1885 fundó una nueva sociedad, L’Enterprise, desde la que controló sus numerosas empresas. Un año más tarde expandió sus actividades al continente americano donde fundó la Sociedad de Gas de Río de Janeiro y otras empresas como el Gran Central Sudamericano, que no llegó a materializar. En esta misma época, patrocinó una expedición científica al Congo, liderada por August Linden, y participó en la fundación de la S.A. de los ferrocarriles y tranvías de Persia.

Junto al proyecto del Gran Central Español, la actividad de Otlet en España se desarrolló en áreas como la minería, con diversas explotaciones en Soria, la gestión de diversos ferrocarriles de vía métrica como el de Madrid a Almorox y el de Barcelona a Martorell, o la explotación de redes de tranvías a través de la firma Union des Tramways, fundada en 1895 para impulsar la introducción de la tracción eléctrica en estos transportes urbanos.

En su país de origen, Otlet también impulsó diversos proyectos inmobiliarios, siendo el más destacado la creación, a partir de 1887, de la nueva ciudad balnearia de Westende, situada a orillas del Mar del Norte, junto a Ostende. Para ello, urbanizó unas antiguas marismas, que pronto se revalorizaron con la implantación de un tranvía eléctrico que facilitaba la comunicación con Ostende. Sin embargo, este ambicioso proyecto, y las dificultades que atravesaban muchas de sus empresas, entre ellas el Gran Central Español, desencadenaron una nueva quiebra en sus negocios, lo que le obligó a vender su valiosa colección de obras de arte.

Como era común entre los grandes empresarios de la época, Otlet participó activamente en la vida política de su país, siendo elegido senador en 1894 como miembro del partido católico. Falleció en la localidad francesa de Blanchefort, el 20 de octubre de 1907.

 

lunes, 12 de junio de 2017

CAF, UN SIGLO AL SERVICIO DEL FERROCARRIL

Portada del libro CAF, Un siglo al servicio del ferrocarril

En los últimos meses hemos dedicado varias entradas a la historia de la principal empresa constructora de nuestro país, CAF, que este año conmemora el primer centenario de su creación. Hoy corresponde anunciar en este blog que el pasado sábado, 10 de junio, durante la Junta General de Accionistas de la empresa se presentó el libro conmemorativo de esta efeméride, obra de mi autoría, en doble edición, castellano/euskera y castellano/inglés, perfectamente editada por Maquetrén.
Primitiva fábrica de hierros de San Martín, primer antecedente de la actual CAF Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrrocarril

A través de sus cerca de 400 páginas, ampliamente ilustradas con más de 400 fotografías, muchas de ellas absolutamente inéditas, el volumen recoge no solo el siglo de historia transcurrido desde la fundación de la Compañía Auxiliar de Ferrocarriles en 1917, sino también todos sus antecedentes, que se remontan a la puesta en marcha de la fábrica de hierros de San Martín en Beasain el año 1860 y a las diversas razones sociales que desarrollaron su actividad en estas instalaciones fabriles: Goitia y Compañía, La Maquinista Guipuzcoana y la Sociedad Española de Construcciones Metálicas, hasta su arrendamiento por CAF hace ahora un siglo.
Tranvía construido por CAF para la ciudad alemana de Friburgo. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi

En el libro, el lector podrá conocer la evolución de esta gran empresa, desde los modestos vagones de mercancías de dos ejes y caja de madera con los que inició la producción hasta sus más innovadores productos: los trenes regionales Civity, los tranvías Urbos o los trenes de alta velocidad Oaris, entre otros muchos.
Primitivo vagón de mercancías suministrado al ferrocarril de Medina del Campo a Salamanca. Archivo CAF

Sin duda, han sido muchos los acontecimientos vividos por CAF en este primer siglo de andadura, desde guerras hasta situaciones de crisis que amenazaron su existencia. En paralelo, su producción también ha experimentado una constante evolución: de fabricante de vagones a constructor de toda clase de productos, autobuses, carretillas elevadoras, maquinaria agrícola, automóviles, para centrarse en la actualidad en la fabricación del más sofisticado material motor para transporte de viajeros de larga y media distancia, cercanías, metros y tranvías, sin olvidar la reciente apuesta por convertirse en un suministrador global de toda clase de productos y servicios ferroviarios. Igualmente sorprendente ha sido la internacionalización de la compañía, que nació hace un siglo en un contexto de fuerte proteccionismo de la industria nacional y, en consecuencia, dedicando toda su producción al mercado cautivo de los ferrocarriles españoles, lo que contrasta abiertamente con el hecho de que, en el año de su centenario, la totalidad de su cartera de pedidos de nuevos vehículos esté destinada a la exportación.
Locomotora exportada por CAF en los años setenta a Brasil. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

En definitiva, el libro CAF, UN SIGLO AL SERVICIO DEL FERROCARRIL, se convierte en un referente imprescindible para conocer la historia del líder en la construcción de material móvil ferroviario de nuestro país y una de las empresas más destacadas en el contexto internacional, capaz de competir con gigantes multinacionales desde el corazón de Gipuzkoa.
Construcción de unidades de la serie 200 de EuskoTren en la factoría de Beasain. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

Todos los interesados pueden adquirir el libro en la web de Maquetrén, en librerías especializadas, incluida la tienda del Museo Vasco del Ferrocarril, así como al conocido distribuidor de publicaciones ferroviarias Ramón Capín.
Tren de alta velocidad Oaris, diseñado íntegramente por CAF. Archivo CAF



martes, 6 de junio de 2017

LA PINTA, LA NIÑA, LA SANTAMARÍA Y LA MARÍA GALANTE

Locomotora La Pinta, Nº 701 de los ferrocarriles de Colombia. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

La semana pasada, el Lehendakari Iñigo Urkullu y la Consejera de Desarrollo y Competitividad del Gobierno Vasco, Arantxa Tapia, encabezaron una delegación institucional y empresarial vasca a Colombia. Aunque desconozco los temas que pudieron tratar con sus homólogos colombianos, no me cabe duda que, entre otros muchos, se plantearía la colaboración en materia de transporte ferroviario. De hecho, en los últimos años, empresas vascas como CAF han exportado sus trenes al Metro de Medellín.
Locomotoras Santamaría y María Galante. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

La visita institucional me ha traído a la memoria la que, sin duda, fue la primera exportación de material motor ferroviario construido en Euskadi para Colombia. Es preciso remontarse en el tiempo cerca de medio siglo, en concreto a 1968, cuando los ferrocarriles colombianos contrataron con las empresas vizcaínas General Eléctrica Española y Babcock & Wilcox el suministro de 60 locomotoras diésel-eléctricas del modelo U10B, construidas bajo licencia de la norteamericana General Electric.
Frontal de la locomotora 701 La Pinta. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

El modelo U10B de General Electric correspondía a un tipo de locomotora universal, apta para cualquier ancho de vía. Por ejemplo, en España las primeras de este tipo, directamente importadas desde los Estados Unidos, las adquirió el ferrocarril de La Robla en 1965, para su amplia línea de ancho métrico. Posteriormente, Babcock & Wilcox las fabricó bajo licencia tanto para Colombia, con un ancho de vía de 910 mm, medida que también se repitió en otras exportaciones a Honduras o Guatemala. Por su parte, las vendidas a Rhodesia circulaban por vías de 1.067 mm, mientras que las contratadas por Renfe, Ensidesa o la Junta de Obras del Puerto de Gijón eran de vía ancha de 1.668 mm.
Locomotora modelo U10B construida por General Electric para los ferrocarriles de Vietnam. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

Babcock & Wilcox entregó las primeras cuatro locomotoras a los ferrocarriles colombianos a finales de diciembre de 1968 y, tras realizar las oportunas pruebas, se procedió a su presentación pública en un acto celebrado en la estación de La Sabana, en la capital del país, Bogotá, el 31 de enero de 1969. Dado el importante paso que suponía su puesta en servicio, con el que se iniciaba la dieselización de la tracción ferroviaria en el país, el acto estuvo presidido por el propio presidente de la República, el doctor Carlos Lleras Restrepo.
Construcción de las locomotoras colombianas en los talleres de Babcock & Wilcox. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

Dada la presencia de la máxima autoridad de la nación en el acto de presentación, la prensa colombiana divulgó ampliamente la noticia de la llegada de las cuatro primeras locomotoras que, según indicaban, habían sido bautizadas con los nombres de "La PintaLa Niña, La Santamaría y La María Galante, en recuerdo de las carabelas de Colón en el descubrimiento de América". Fueron matriculadas, respectivamente, del 701 al 704. 
Embarque en el puerto de Bilbao de las locomotoras con destino a Colombia. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

El resultado de estas primeras locomotoras debió de ser satisfactorio, ya que tras la entrega de las 60 locomotoras contratadas en 1968, matriculadas en la serie 701 a 760, en 1972 Babcock & Wilcox recibió un nuevo pedido de 18 locomotoras, que recibieron los números 761 a 778.
La María Galante, secundada por La Santamaría, fotografiadas en la factoría de Babcock & Wilcox antes de su envío a Colombia. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

jueves, 1 de junio de 2017

125 AÑOS DE FERROCARRIL EN SORIA

El 1 de junio de 1892 el tren llegó a la desaparecida estación de Soria-San Francisco. En la imagen, sus instalaciones todavía se encontraban en obras. Archivo Histórico de la Provincia de Soria
 
Hoy, 1 de junio de 2017, se conmemora el 125 aniversario de la llegada del ferrocarril a Soria, con la entrada en servicio de la línea procedente de Torralba, la primera en llegar a la capital provincial que, con el tiempo, se convirtió en un nudo ferroviario y, también, la única que en la actualidad sigue enlazando esta ciudad con el resto de la red ferroviaria española.
 
A comienzos de la última década del siglo XIX, únicamente quedaban tres capitales de provincia en la España peninsular sin estación ferroviaria: Almería, Teruel y Soria. Además, las dos primeras apenas contaban con vías férreas en su territorio, lo que no sucedía con Soria, cuyo territorio veía pasar los trenes de la línea de MZA de Madrid a Zaragoza desde que en 1862 entrara en servicio la sección de Jadraque a Medinaceli. Sin embargo, debido a su posición geográfica, la capital quedó marginada de las modernas vías de comunicación que se tendían a lo largo de la geografía española desde la implantación del primer ferrocarril entre Barcelona y Mataró en 1848.
 
Fueron numerosos los proyectos que pretendieron romper el aislamiento de la capital soriana respecto a la red ferroviaria, como la propuesta para construir un ferrocarril de Baides a Castejón, planteada en 1861 por el madrileño Julián Duro. Ésta y otras iniciativas fracasaron por falta de financiación, ya que los potenciales inversores intuían el escaso potencial económico de una línea que transcurriría por zonas despobladas y poco productivas. De este modo, la concesión definitiva no fue otorgada hasta el 3 de noviembre de 1887 al ciudadano belga Edouard Otlet, representante de un grupo financiero de su país interesado en expandir sus negocios en España y, desde luego, atraído por la subvención de 9.990.000 pesetas otorgada por el Estado, a la que se sumarían las ofrecidas por las instituciones locales directamente beneficiadas por el paso del tren, como es el caso de la Diputación Provincial, que ofreció un millón y medio.
 
Junto a Otlet y sus socios belgas, también participaron en la financiación del ferrocarril diversos empresarios locales, entre los que destaca el diputado Ramón Benito Aceña, impulsor de numerosos proyectos en beneficio de la provincia, como el Museo Numantino. Con todos ellos, así como con la colaboración del Marqués de Guadalmina, implicado en diferentes empresas ferroviarias en España y Portugal, el 20 de diciembre de 1890 Edouard Otlet constituyó el Gran Central Español, nombre verdaderamente ampuloso para una compañía ferroviaria llamada a construir y explotar la modesta vía férrea de Torralba a Soria, así como su futura ampliación hasta el importante nudo ferroviario de Castejón de Ebro.
 
Antes incluso de constituirse la compañía, sus promotores ya habían realizado los estudios y replanteos de la nueva vía, así como los primeros trabajos de construcción. En todo caso, y dada la baja rentabilidad previsible, decidieron economizar al máximo en las obras, evitando la perforación túneles, incluido el inicialmente previsto para el paso de la divisoria de aguas del Duero y el Ebro en el alto de Valhondo, que se superó con un sinuoso trazado. También se eludió en lo posible la construcción de grandes viaductos aunque el quebrado terreno obligó a levantar estructuras de cierta entidad, entre las que destaca el puente sobre el río Duero, en Almazán, con 199,2 metros de longitud, y el espectacular puente de estructura metálica sobre el río Golmayo, de 150 metros de longitud y 37 de altura.
 
Dada la ausencia de grandes obras, la construcción de los 93 kilómetros de vía férrea que unen Torralba con Soria se realizó con rapidez, de modo que el 1 de junio de 1892, hace ahora 125 años, se pudo abrir al servicio público, aunque, en principio, exclusivamente para el transporte de viajeros, ya que todavía no se había organizado el enlace con la línea de Madrid a Zaragoza. De este modo, los intrépidos usuarios se veían en la obligación, al llegar a las inmediaciones de Torralba, de desplazarse a pie o sobre mulas, hasta las estaciones colaterales de Medinacelli o Alcuneza. Un mes más tarde, el 1 de julio, se solventó este escollo, al autorizarse la circulación de los trenes procedentes de Soria hasta la propia estación de Alcuneza, lo que permitió que el 17 del mismo mes se celebrara la inauguración definitiva del trayecto, con el triunfal recibimiento de Manuel Benito Aceña, que llegó desde Madrid a bordo de un tren especial. En todo caso, el enlace definitivo entre ambas líneas no se solventó hasta una docena de años más tarde, cuando en 1904 entró en servicio la estación de empalme de Torralba.
 
Dada la baja demanda previsible, durante los primeros años de explotación únicamente circulaba un tren mixto diario entre Torralba y Soria, cuya composición estaba formada por un variopinto conjunto de coches de dos ejes y vagones de mercancías. Dado que el servicio se efectuaba generalmente de noche, para asegurar el enlace en Torralba con los expresos de Madrid a Barcelona, pronto fue popularmente conocido como «el lobo».
 
Una década más tarde, el servicio se amplió con un tren correo y un mixto, éste únicamente entre Almazán y Soria para, a partir de 1908, contar con hasta tres circulaciones diarias, el correo, el mixto y un tren de mercancías que también admitía viajeros en las tres clases.
 
Evidentemente, con tan escasa demanda, la situación financiera del Gran Central Español fue siempre precaria, con varios ejercicios en los que la explotación resultó deficitaria y en los que, en todo caso, los beneficios nunca alcanzaron para cubrir las cargas generadas por la inversión realizada en la construcción del Torralba-Soria. Pese a que la empresa intentó en varias ocasiones ampliar sus vías hasta Castejón, con la esperanza de incrementar sus tráficos gracias a la potencial demanda de viajeros y mercancías procedentes de Navarra, que verían acortado sustancialmente su recorrido hacia el centro de la península, esta vía no se completó hasta 1941, cuando el ferrocarril soriano, al igual que las demás líneas de vía ancha españolas, ya habían sido nacionalizadas e integradas en Renfe.