Hasta el desarrollo de la alta velocidad, el ferrocarril del Irati (Pamplona-Sangüesa) fue el único electrificado en corriente alterna monofásica
En España, hasta la irrupción de las líneas de alta velocidad y salvo las excepciones del Gergal-Santa Fe y del ferrocarril del Irati, todas las electrificaciones ferroviarias y tranviarias se realizaron en corriente continua. Por ello, en esta entrada se analizarán algunos aspectos históricos relativos a la generación y transformación de la corriente eléctrica.
Las centrales generadoras
Conjunto de motor de vapor alternativo y dinamo de los tranvías de Tenerife, equipos suministrados por la firma belga ACEC de Charleroi
Las primeras electrificaciones se realizaron cuando todavía no
existían las grandes redes de producción y distribución de energía eléctrica,
por lo que, a la hora de electrificar un tranvía o un ferrocarril era preciso construir una
central generadora propia. Este fue el caso de las electrificaciones de los primeros tranvías en Bilbao, San Sebastián, Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla o Tenerife. Para atender el servicio las empresas tranviarias levantaron pequeñas centrales térmicas, donde la quema de carbón generaba el vapor necesario para impulsar máquinas de vapor alternativas que, a su vez, hacían funcionar la dinamos generadoras que producían la corriente contínua directamente a la tensión de alimentación, normalmente entre 500 y 600 voltios. Posteriormente también se emplearon turbinas de vapor, en lugar de máquinas alternativas, como es el caso de la central del ferrocarril de San Sebastián a la frontera francesa y, también, motores diesel. De este último tipo se conserva el excepcional ejemplo de la Nave de Motores del Metro de Madrid en Pacífico.
El ferrocarril del Urola también contó con una central auxiliar generadora dotada de motores diesel
Las subestaciones de tracción
El desarrollo de las redes
de producción y distribución de electricidad hizo que paulatinamente se fuera prescindiendo de
las instalaciones autónomas de generación, al poder firmar contratos de abastecimiento
con las grandes empresas del sector. Sin embargo, la distribución de energía eléctrica se realiza en alta tensión
y en corriente alterna trifásica, por lo que es necesario proceder a su
transformación y rectificación, antes de alimentar la catenaria del
ferrocarril. Esta operación se desarrolla en las subestaciones de tracción.
Detalle de la subestación del ferrocarril de Bilbao a Plencia en Luchana, levantada en 1928 por la Compañía de los Ferrocarriles de Santander a Bilbao y hoy en servicio en la línea 1 de Metro Bilbao
En una primera fase,
mediante transformadores, se reduce la tensión procedente de las acometidas de
la red de distribución (por ejemplo, a 30.000 voltios en corriente alterna
trifásica), para posteriormente proceder a su rectificación y transformación en
corriente continua según el valor propio de la electrificación. Esta operación se ha
realizado históricamente mediante los siguientes procedimientos:
Interior de la subestación de Luchana. En primer plano, a la derecha, un grupo motor-generador. Al fondo, a la izquierda, dos rectificadores de vapor de mercurio
Grupo
motor-generador: Es el sistema más simple, que consiste en un motor
de corriente alterna trifásica que impulsa una dinamo de corriente continua que
directamente genera la tensión deseada. Sin embargo, al contar con dos máquinas
rotativas, sometidas a grandes desgastes y averías, este sistema solamente se ha utilizado
en las instalaciones más primitivas.
Conmutatrices de la subestación de Bergara (Ferrocarriles Vascongados)
Conmutatrices: Se trata de
una evolución del sistema anterior, desarrollado a partir de la segunda década
del siglo XX. En ellas, bajo un único armazón, se combinan una máquina de
corriente alterna y otra de corriente continua, en las cuales se aprovechan las
mismas bobinas para formar los devanados de motor y dinamo. Una de las grandes
ventajas de este sistema era la posibilidad de utilizar el frenado de
recuperación en las locomotoras, que permitía devolver a la red de suministro la energía
generada en caso de que no fuera consumida por otro tren. Sin embargo, al
constar de grandes masas rotativas, también estaban sometidas a fuertes
desgastes, con los consiguientes problemas de mantenimiento.
El Museo Vasco del Ferrocarril conserva los equipos de la antigua subestación de tracción del Ferrocarril del Urola, equipado de dos rectificadores de vapor de mercurio Brown Boveri de 1925 y otro, en la imagen, de la General Eléctrica Española, de 1958
Rectificadores de vapor de mercurio: Este sistema comenzó a aplicarse en las
subestaciones de tracción a partir de los años veinte del pasado siglo. Su
funcionamiento se basaba en una característica específica del vapor de
mercurio, el cual, en un espacio en el que previamente se ha realizado el
vacío, solamente deja pasar la corriente en un sentido. Entre sus virtudes
frente a las conmutatrices se encontraba la de su mayor rendimiento y su
elevada fiabilidad, al tratarse de máquinas estáticas, no rotativas. Sin
embargo, con ellos no era posible aprovechar las ventajas del freno eléctrico
de recuperación.
Interior de una moderna subestación de tracción de Metro Bilbao
Rectificadores de diodos de silicio: Uno de los primeros pasos de la electrónica
moderna fue el desarrollo de los diodos de silicio, que permiten rectificar la
corriente de forma análoga a los de vapor de mercurio pero sin necesidad de
realizar el vacío (lo que permite prescindir de las pertinentes bombas
aspirantes rotativas). Más fiables y seguros que sus predecesores, son también
más respetuosos con el medio ambiente, al no emplear un metal pesado altamente
contaminante como es el mercurio. En la actualidad, todas las subestaciones de
tracción ferroviaria en España están dotadas de esta clase de rectificadores.
Subestación de tracción de Lasarte. La Compañía de los Ferrocarriles Vascongados levantó cinco subestaciones para la electrificación de su línea de Bilbao a San Sebastián y el ramal de Málzaga a Zumárraga
En las líneas electrificadas
a corriente continua es preciso disponer de subestaciones de tracción como
mínimo cada 20 kilómetros, ya que las caídas de tensión a mayores distancias
serían muy importantes. En cambio, en las líneas electrificadas en corriente alterna
es posible situarlas a distancias de 50 o más kilómetros.
Cuadro de distribución de la central generadora de los tranvías de Valencia
Las subestaciones pueden
abastecer de energía a la catenaria, directamente, mediante conexiones situadas
en el lugar en que ésta se ubica, o realizando acometidas a otros puntos
intermedios utilizando líneas de alimentación específicas, denominadas feeder
en el argot ferroviario, con lo que se consigue evitar en lo posible las caídas
de tensión en las zonas más alejadas de ellas.
El retorno de la corriente a las subestaciones de tracción se realiza a través de los carriles. Por ello, era fundamental realizar conexiones eléctricas en las juntas de los carriles
Muy interesante este artículo, sobretodo los orígenes de la transmisión de energía eléctrica a la catenaria. Yo realicé como proyecto de final de carrera, una subestación de tracción para alimentar una línea convencional.
ResponderEliminarJorge, ahora es relativamente sencillo publicar cosas en Internet. Tendrías que subir tu trabajo, por ejemplo, al servidor de Academia.edu
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