Retrato de Salustiano Orive tomando su propio
enjuague bucal
EL PROMOTOR, SALUSTIANO ORIVE OTEO (1842-1913)
No cabe duda que la mayoría de los lectores reconocerán la
marca «Licor del Polo» como una de las firmas más destacadas en la industria de
la higiene bucal de nuestro país. Sin embargo, lo que pocos sabrán es que tras
ella se encuentra la figura del principal promotor del ferrocarril de Lutxana a
Mungia, el farmacéutico riojano Salustiano Orive Oteo.
Nacido en la bonita villa riojana de Briones en 1842, en el
seno de una familia de agricultores, Salustiano Orive trabajó desde su niñez,
primero en el campo, luego como telegrafista y ya en Madrid, donde estudió por
libre la carrera de Farmacia, como vendedor de periódicos.
Una vez obtenido el título, Orive decidió afincarse en
Bilbao, Villa en la que el año 1870 estableció una casa de baños, el Balneario
de Salustiano Orive, y una farmacia en el número 7 de la histórica calle de Askao,
desde la que emprendió una vertiginosa carrera profesional y comercial, al
mismo tiempo que se convertía en el centro de una activa tertulia liberal,
republicana y anticlerical.
Los inicios empresariales de Salustiano Orive se vieron
interrumpidos por el estallido de la tercera Guerra Carlista y el sitio al que
fue sometido Bilbao entre el 21 de febrero y el 2 de mayo de 1874. Fiel a su ideario
político, Orive se alistó en la Primera Compañía del batallón de Auxiliares, al
mando del capitán Juan Recacoechea, y participó activamente en las operaciones
de defensa de la villa. Además, participo de forma destacada, tanto a nivel
local como nacional, en el Partido Republicano Federal, que lideraba Francisco
Pi i Margall.
Al parecer, una traumática extracción de muelas impulsó a
Salustiano Orive a interesarse por la higiene bucal y por buscar una solución
eficaz, sencilla y barata a las múltiples enfermedades dentales. Fruto de su
trabajo fue el desarrollo del famoso colutorio «Licor del Polo», realizado a
partir de la mezcla de diversos extractos vegetales.
Antigua publicidad del producto estrella de
Salustiano Orive; el Licor del Polo. Archivo Euskotren/Museo Vasco del
Ferrocarril
A partir de 1871 Orive emprendió la fabricación y
comercialización de su famoso licor y ese mismo año obtuvo la primera mención
honorífica en una exposición celebrada en Valladolid. Dos años más tarde obtuvo
otra mención similar en Madrid y en Viena le concedieron el «Gran Diploma al Mérito
Reconocido». En todo caso, el éxito de su producto no se debía únicamente a sus
cualidades terapéuticas, sino, también, a las atrevidas técnicas publicitarias
utilizadas por su fabricante, desconocidas en la época y que en cierto modo
recuerdan a las agresivas campañas actuales. De este modo, en pocos años, el «Licor del Polo» se popularizó en
toda España, lo que requirió multiplicar su producción. Para ello, Orive estableció
una fábrica en el bilbaíno barrio de Deusto, considerada en su momento como un
modelo, tanto en su organización como en el trato a obreros y empleados.
Salustiano Orive destinó buena parte de la fortuna que amasó
con sus productos higiénicos a diversas obras filantrópicas. Asimismo, también
invirtió diversas sumas en otras empresas, incluidas las ferroviarias. En
concreto, adquirió 39 acciones del ferrocarril de Las Arenas a Plentzia,
aunque, sin duda, su intervención más destacada en el sector fue la que realizó
en el ferrocarril de Lutxana a Mungia, del que adquirió un paquete de 196
títulos, lo que lo convirtió en el principal accionista de la compañía, en la
que ostentó el cargo de vicepresidente. En su honor, una de las locomotoras adquiridas
para esta línea fue bautizada con su apellido; la Nº 4, «Orive».
Una de las locomotoras del ferrocarril de
Lutxana a Mungia fue bautizada como «Orive» en homenaje al principal accionista
de la empresa. Fotografía de John Blyth. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril
Su fuerte
carácter le llevó a protagonizar fuertes disputas con su familia y sus
competidores, lo que le llevó con frecuencia a los juzgados y le costó el
destierro de Bilbao a Logroño en 1910, lo que implicó el traslado de sus
laboratorios desde Deusto a la capital riojana. Su gran fortuna tardó décadas
en ser repartida entre sus hijos naturales
y legítimos y su testamento hológrafo fue quizás su última excentricidad.
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