Las «suizas»
En un primer momento, los servicios de cercanías en las nuevas electrificaciones del «ocho catalán» se prestaron con material convencional, locomotora y coches, a falta de material más apropiado, pero a partir del 12 de abril de 1958 tomaron el relevo los nuevos trenes eléctricos de la serie 600, más conocidos entre los ferroviarios como las «suizas», debido a su origen helvético.
En 1952 Renfe redactó el pliego de condiciones técnicas para la contratación de las unidades de tren eléctricas que deberían prestar los servicios de cercanías y regionales en sus nuevas electrificaciones. El proceso de contratación se demoró notablemente, entre otras cosas por las presiones ejercidas por Pedro González-Bueno para que parte de ellas fueran construidas por Alsthom, y no concluyó hasta febrero de 1955, cuando se firmó el oportuno pedido con un consorcio denominado Grupo Español-Suizo de Trenes Eléctricos (GESTESA), entre las que se encontraban las helvéticas Brown Boveri, Schindler, Oerlikon y Secheron, así como las españolas Macosa, Maquinista Terrestre y Marítima y Talleres Aguirena.
En un principio, Renfe tenía previsto adquirir 143 trenes, de los que quince serían construidos en Suiza mientras que la fabricación de los 128 restantes se repartiría entre los principales constructores españoles. Las nuevas unidades se repartirían en tres series diferentes, según su configuración y el servicio al que estuvieran destinados. De este modo, setenta composiciones, que conformarían la serie 600, estarían formadas por dos coches motores extremos, uno de ellos con departamento furgón, que encuadrarían un remolque intermedio. Disponer de dos coches motores proporcionaría a estos trenes una notable aceleración, lo que los hacía especialmente adecuados para los servicios de cercanías que estaba previsto establecer en las nuevas electrificaciones del denominado «ocho catalán».
Aun mejores prestaciones deberían ofrecer los treinta trenes de la serie 700, idénticos a la anterior, pero sin remolque intermedio, lo que los hacía especialmente idóneos para servicios rápidos y de cercanías en líneas de difícil perfil, como es el caso de la de Barcelona a Puigcerdá. Por último, la serie 800, con 43 formaciones, contaba con un coche motor y un remolque con cabina y se diseñó para líneas con menor demanda, como la de Santander a Alar del Rey o las existentes en el interior de Asturias. Todos los coches motores disponían de una cabina de conducción auxiliar y montaban los equipos de tracción y freno precisos para poder circular aislados.
Los primeros cinco trenes de la serie 600, todos ellos pertenecientes al lote construido en Suiza, iniciaron su andadura en España el 12 de abril de 1958, fecha en la que se concluyó la electrificación del «ocho catalán», en los servicios de cercanías entre Barcelona Término y Granollers. A partir de esta fecha, y a medida que Renfe recibía más material, las unidades de la serie 600 fueron ampliando su radio de acción bajo las nuevas catenarias levantadas en Catalunya, Andalucía o Castilla la Nueva. Sin embargo, el programa de electrificación de líneas de Renfe, que inicialmente preveía extender este sistema de tracción sobre 1.139 kilómetros, fue ampliado progresivamente con nuevas electrificaciones, hasta alcanzar en 1965 los 1.898 kilómetros bajo catenaria. En consecuencia, las necesidades de material motor se incrementaron considerablemente y la empresa estatal decidió modificar sus «suizas» y conformar nuevas composiciones dotadas de un solo coche motor.
Con la nueva remodelación, de los 243 coches motores inicialmente previstos, únicamente se llegaron a construir 171. En cambio, la cifra de remolques intermedios pasó de 70 a 138 y la de remolques con cabina de 43 a 105. Además, surgió un nuevo tipo de coche, el remolque con cabina dotado de departamento furgón, del que se contrataron otras 62 unidades. De este modo, se pasó de los 143 trenes inicialmente previstos a un total de 167, con un ligero incremento de la capacidad, al pasar de 70 a 128 composiciones de tres coches, pero una notable pérdida de prestaciones y fiabilidad, al contar con un único coche motor, con la consiguiente merma de la potencia y el riesgo de una inutilización en plena vía, al carecer de la duplicidad de equipos de la que disponían en sus orígenes las series 600 y 700.
Las unidades «suizas» de Renfe fueron objeto de diferentes operaciones de modernización, con el fin de prolongar su vida útil y mejorar su imagen ante los viajeros. Tras circular por la práctica totalidad de líneas electrificadas de Renfe, las últimas fueron dadas de baja en 1994.
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