Fotografía de fábrica de un automotor Beardmore del ferrocarril del Plazaola
El pasado 6 de marzo, mi buen amigo Iñaki
Lazkano me sugería que tratase en este blog algún aspecto relativo al
ferrocarril del Plazaola. Hoy intentaré dar respuesta a su demanda con un
recordatorio a la historia de tres vehículos realmente interesantes: sus
automotores Beardmore.
El ferrocarril de Pamplona a San Sebastián,
inaugurado el 20 de enero de 1914 era, en realidad, fruto de la prolongación
por sus dos extremos de un pequeño tren minero, establecido a principios del
siglo XX y que enlazaba las minas de Plazaola (de ahí el sobrenombre por el que
era conocido este ferrocarril) con la estación del Norte en Andoain, donde el
mineral era trasbordado a los trenes de vía
ancha para su transporte a los centros de consumo.
Ciertamente, el ferrocarril del Plazaola
nació tarde, ya que cuando se inauguró ya había comenzado el proceso de
mecanización de los transportes por carretera. De hecho, al poco tiempo de su
puesta en servicio ya se establecieron los primeros servicios de autobuses en
competencia.
No es difícil adivinar que la explotación del
ferrocarril exigía gastos muy superiores a los que requería el servicio de
autobuses, al contar cada composición con una locomotora de vapor, con sus
respectivos maquinista y fogonero, un furgón, con su jefe de tren, y dos o tres
coches, atendidos por un interventor. Es decir, más de cien toneladas y cuatro
empleados, para transportar poco más que cincuenta o sesenta personas. En
consecuencia, la explotación de la línea, cuyo tráfico fue, como mucho,
discreto, resultaba ruinosa.
Para intentar reducir los gastos de
explotación, los rectores del ferrocarril decidieron emplear las tecnologías
más modernas del momento, en realidad, aplicar al ferrocarril los motores de
combustión interna que habían revolucionado los transportes mecánicos por
carretera. Para ello, y dado que la línea recibía diversas ayudas estatales,
solicitó al gobierno la oportuna autorización para la adquisición de tres
automotores diesel-eléctricos, permiso que fue otorgado mediante una Real Orden
promulgada el 26 de noviembre de 1927. De inmediato se solicitaron ofertas a
diversos constructores y, finalmente, su fabricación fue encomendada a la firma
británica Beardmore.
Beardmore entregó los tres automotores a
principios de 1929 y, aunque estaba previsto que entrasen en servicio antes de
las fiestas de San Fermín de dicho año, su puesta a punto fue más compleja de
lo esperado y, finalmente, no se estrenaron hasta febrero de 1930.
Los automotores Beardmore disponían de un
motor diesel de 200 Cv. de potencia que accionaba una dinamo con la que se
alimentaban sus cuatro motores eléctricos de tracción. En su interior disponían
de un departamento de primera clase con doce asientos y otro de segunda, con
dieciocho. Además, contaban con lavabo, retrete y departamento furgón. Por otra
parte, podían remolcar hasta dos coches de viajeros, por lo que solo era
necesario un maquinista y un jefe de tren para ofrecer una capacidad similar a
la de un tren convencional. Incluso, en días de gran demanda, como sucedía durante
las fiestas de San Fermín, era normal que se organizasen trenes formados por
dos automotores y cuatro remolques.
Departamento motor de los Beardmore del Plazaola
Con los nuevos automotores Beardmore, el
ferrocarril del Plazaola pudo reducir el gasto por tren-kilómetro de 1,536
pesetas con tracción vapor a menos de la mitad, en concreto 0,711 pesetas. De
hecho, su éxito fue tal que la empresa propietaria de la línea, la Sociedad Explotadora
de Ferrocarriles y Tranvías, estudió seriamente sustituir los trenes eléctricos
del ferrocarril de San Sebastián a la frontera francesa por esta clase de
vehículos.
Un automotor Beardmore fotografiado en la estación de San Sebastián-Amara en los años de la posguerra. Se aprecia el aparatoso equipo de gasógeno.
El estallido de la Guerra Civil y, finalizada
ésta, de la Segunda Guerra
Mundial, dificultó la explotación de los automotores y, aunque se ensayó en
ellos la utilización de gasógenos, finalmente el Plazola se vio obligado a
recuperar la tracción vapor ante la imposibilidad de adquirir el gasoil y los
lubricantes que exigían sus delicados motores. De hecho, parece que la Sociedad Explotadora
de Ferrocarriles y Tranvías renunció definitivamente a ellos en 1946, año en
que esta empresa contrató con Carde y Escoriaza la construcción de tres
automotores eléctricos para el ferrocarril de la frontera que, según el pedido,
se montarían sobre los bogies recuperados de los Beardmore. Por lo que respecta
a sus carrocerías, éstas se conservaron, montadas sobre bogies de transporte,
en los talleres del ferrocarril de Andoain, hasta su desguace a principios de
los años sesenta.
Dos automotores Beardmore abandonados en las cocheras de Andoain
Una lástima que se perdieran y no haya llegado ninguno a nuestros dias.
ResponderEliminarFernando Agirre
Muy buena entrada, Junjo. Ya he aprendido algo sobre este ferrocarril.
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