martes, 1 de julio de 2025

EL FERROCARRIL DE SELGUA A BARBASTRO (II)

 

Vista general de la estación de Barbastro. Destaca en su cabecera el puente giratorio, con una disposición similar a la de muchas líneas secundarias españolas, con la que se simplificaban las maniobras de giro de la locomotora y paso de cabeza a cola de la composición. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

El trazado

Este ferrocarril partía desde la estación de Selgua, lado Barcelona y con la vía de entrada orientada hacia Zaragoza. La línea seguía en todo su recorrido el valle del río Cinca hasta que, a partir del kilómetro 16, tomaba el curso de su afluente, el Vera, hasta alcanzar Barbastro.

En la construcción del ferrocarril de Selgua a Barbastro se hizo todo lo posible para reducir al máximo su coste. Por ello, pese a la buena orografía que presentaban, en principio, los valles de los ríos Cinca y Vera, que habrían permitido desarrollar un trazado prácticamente rectilíneo, como sucedía en sus primeros once kilómetros, presentaba a partir de este punto un brusco rodeo con el que se evitó construir un puente de gran envergadura sobre el barranco de La Paúl. Para ello, la vía realizaba un quiebro al oeste, para, tras superar el barranco en un paso más estrecho con un sencillo pontón metálico, girar en una cerrada curva de 300 metros de radio y casi 180 grados de desarrollo. Tras encaminarse hacia el este, recuperaba la dirección al norte en el kilómetro 16, que no abandonaba hasta llegar a la estación de Barbastro, situada en el punto kilométrico 19,049.

Tren mixto de la línea de Selgua a Barbastro, remolcado por una antigua locomotora de la Compañía del Norte de la serie 3101 a 3150. Fotografía de Enrique Jansá. Fondo MSP. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

El mismo quiebro realizado para superar el barranco de La Paúl, condicionó también el perfil longitudinal de la línea. Así, en sus primeros kilómetros ésta ascendía desde Selgua en paralelo al Cinca, con rampas que no excedían las 15 milésimas. Sin embargo, una vez superado este cauce, la vía presentaba una marcada contrapendiente, con declividades que llegaban a las 14 milésimas. En los dos últimos kilómetros, la vía recuperaba el ascenso, sin superar en esta ocasión las 11 milésimas. En la época de la tracción vapor este quebrado perfil limitó el peso máximo de los trenes a 200 toneladas, que podían remolcar a una velocidad máxima de 20 kilómetros por hora en los puntos más difíciles.

La orografía de la zona facilitó que el ferrocarril de Selgua a Barbastro apenas contase con obras de fábrica de entidad en sus 19 kilómetros de recorrido. La única excepción era la de un túnel, de 100 metros de longitud, situado en el punto kilométrico 15,978, así como algunos pequeños pontones y tajeas con los que la vía superaba pequeños barrancos y acequias.

La locomotora 230-2124 de Renfe, una antigua máquina de la serie 3101 a 3150 de la Compañía del Norte, atraviesa uno de los pequeños pasos a nivel que jalonaban la línea de Selgua a Barbastro. Fotografía de Enrique Jansá. Fondo MSP. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

En su recorrido, el ferrocarril de Selgua a Barbastro, además de las estaciones extremas, únicamente contaba con la de Castejón del Puente, situada en el punto kilométrico 6,9. Esta dependencia apenas contaba con una vía de cruce y un edificio para el servicio y la atención de los viajeros.

De mayor envergadura era la estación de Barbastro, que contaba con una playa de cinco vías, un puente giratorio, situado al final de las vías principales en una disposición similar a la utilizada por numerosos ferrocarriles secundarios del norte de España, un cocherón para locomotoras, otro para coches, aguada, almacenes de mercancías y, naturalmente, un edificio de viajeros de una planta. En el otro extremo, Selgua, contaba con todas las dependencias necesarias para el trasbordo con la línea de Zaragoza a Barcelona, incluido un puente giratorio y una aguada.

El 12 de abril de 1968 la máquina 230-2124 de Renfe fue fotografiada en la estación de Barbastro. Fotografía de Enrique Jansá. Fondo MSP. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

La explotación

El ferrocarril de Selgua a Barbastro pronto dinamizó la vida económica de la comarca. Claro ejemplo fue la progresiva instalación de industrias y almacenes que se implantaron en el entorno de la estación de la capital del Somontano. Por su parte, el tráfico de viajeros, siempre modesto, se fue consolidando, hasta registrar más de 82.000 billetes vendidos en la estación de Barbastro en 1956.

Probablemente fueron los años veinte del pasado siglo los más activos de este pequeño ferrocarril. La construcción de diversas centrales hidroeléctricas en el prepirineo oscense convirtió al ferrocarril de Selgua a Barbastro en el mejor acceso de los diversos aprovisionamientos precisos, sobre todo cemento. Así, la sociedad Hidroeléctrica Ibérica estableció en la estación de Barbastro sus propios almacenes y, en paralelo, la Catalana de Gas y Electricidad también montó un notable cargadero que incluía una espectacular grúa trasbordadora.

Otra vista de la locomotora 230-2124 de Renfe, habitual del ferrocarril de Selgua a Barbastro en los años sesenta. Fotografía de Enrique Jansá. Fondo MSP. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

El incremento del tráfico ferroviario impulsó a la Compañía del Norte a realizar algunas mejoras en la línea. La más destacada fue, sin duda, la ampliación del primitivo edificio de viajeros de la estación de Barbastro, sobre la que levantó un segundo piso.

Durante la Guerra Civil, la línea de Selgua a Barbastro jugó un relevante papel al garantizar los transportes militares de las fuerzas republicanas en el frente de Aragón, así como el traslado de los heridos a la retaguardia. En consecuencia, sus instalaciones fueron blanco de diversos ataques por parte de los rebeldes.

Finalizada la guerra, en 1941, al igual que todas las líneas de la Compañía del Norte, el ferrocarril de Selgua a Barbastro se integró en la nueva empresa pública Renfe. El cambio no implicó mejoras de entidad y, de hecho, los trenes siguieron rodando sobre sus vetustos carriles, algunos originales de la línea, instalados en 1880.

Uno de los tráficos más destacados del ferrocarril de Selgua a Barbastro fue el de combustibles líquidos con el que se abastecía un almacén de distribución de Campsa en la capital del Somontano. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

A partir de 1968 Renfe sustituyó definitivamente la tracción vapor mediante los entonces modernos ferrobuses, mientras que el tráfico de mercancías pasó a ser atendido por una locomotora diesel prototipo, la 1401, construida por Macosa en València bajo licencia de la norteamericana General Motors. Sin embargo, el mal estado de la vía limitaba la velocidad máxima a tan solo veinte kilómetros por hora, por lo que el nuevo material motor nunca pudo demostrar sus verdaderas prestaciones.

Frente a la lentitud de los trenes, forzada por el pésimo estado de unas infraestructuras  en las que apenas se habían realizado mejoras desde su inauguración en 1880, la carretera adquirió un rápido desarrollo en los años sesenta, por lo que el tráfico, sobre todo de pasajeros, pronto se resintió. En consecuencia, Renfe decidió suspender el servicio de viajeros a partir del 15 de diciembre de 1969.

La paralización del tráfico de viajeros no implicó el fin del ferrocarril de Selgua a Barbastro, que durante unos años mantuvo un importante tráfico de mercancías, sobre todo de combustibles líquidos con los que se abastecía un centro de distribución de Campsa situado en la capital del Somontano, con un tráfico anual de más de 55.000 toneladas. A éste se sumó en 1979 el de productos químicos de la empresa Brilén, especializada en la fabricación de hilos de poliéster.

En el año 2019 se procedió al definitivo levante de las vías del ferrocarril de Selgua a Barbastro. Fotografía de Ángel Huguet. Archivo Ronda Somontano Comunicación

Lamentablemente, en 1983 Campsa abandonó el transporte ferroviario para abastecer sus depósitos, con lo que la línea de Selgua a Barbastro perdió su principal tráfico. Por su parte, el de los productos químicos de Brilén, con unas 15.000 toneladas anuales, exigía un trasbordo por carretera desde la estación de Barbastro hasta sus instalaciones fabriles, por lo que, cuando en 1984 se estudió la viabilidad económica de las líneas de menor tráfico de Renfe pronto se planteó que dicho enlace se realice directamente desde la estación de Selgua. En consecuencia, la línea fue una víctima más del cierre masivo del 1 de enero de 1985.

Una vez clausurada la línea, sus vías todavía se mantuvieron durante otros 34 años, hasta que en el año 2019 se procedió a su definitivo levante, con la esperanza de una futura transformación en una vía verde. Con este último capítulo, finalizaba definitivamente la historia del pequeño ferrocarril de Selgua a Barbastro.


domingo, 29 de junio de 2025

EL FERROCARRIL DE SELGUA A BARBASTRO (I)

Vista de la antigua estación de Barbastro, cabecera de la línea procedente de Selgua. A la izquierda, destaca su edificio de viajeros, todavía con su estructura original de un piso. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril


El pequeño ferrocarril de Selgua a Barbastro, construido por la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España, facilitó durante casi 90 años la conexión entre la capital del Somontano y la red ferroviaria española. Este pequeño tren oscense, que hoy habría cumplido 145 años y que fue popularmente conocido como “la burreta”, jugó un papel fundamental para la economía y la sociedad de la comarca que recorrían los poco más de 19 kilómetros de su vía única, y pese a que ha transcurrido más de medio siglo desde su desaparición, su memoria se encuentra muy presente entre sus vecinos.

Huesca y Barbastro quedaron al margen del ferrocarril de Zaragoza a Barcelona. La capital oscense pudo romper su aislamiento con la construcción de una pequeña línea que enlazaba con la anterior en Tardienta. Estación de Huesca. Fotografía de Harald Navé. Archivo Maquetren

 Al margen

Cuando a mediados del siglo XIX se planteó la construcción del ferrocarril de Barcelona a Zaragoza por Lleida, se estudiaron varias alternativas al trazado que debería seguir a su paso por la provincia de Huesca. Mientras algunos defendían la vía más directa, similar a la que en la actualidad sigue la línea de alta velocidad de Madrid a Barcelona por la sierra de Alcubierre, pasando por Villamayor, Perdiguera y Leciñena, voces tan autorizadas como la de político y geógrafo Pascual Madoz proponían aprovechar la ocasión para vertebrar las poblaciones más importantes de la comarca; Monzón, Barbastro y la capital provincial, para, por Tardienta, encaminarse a Zaragoza. Aunque esta opción hubiera implicado un notable incremento del kilometraje respecto a la anterior, éste era un elemento relativamente secundario en una época en la que el tren no tenía rival y, en cambio, habría mejorado notablemente las perspectivas de demanda de la vía férrea, al atravesar las localidades más activas y productivas de la provincia.

Finalmente, la empresa promotora del ferrocarril se decantó por una solución intermedia, en la que, tras abandonar Lleida, la traza seguía hasta Monzón, donde la vía continuaba a Zaragoza efectuando un gran zig-zag que buscaba limitar al máximo las grandes obras de fábrica. Así, en un primer momento se dirigía hacia el sudoeste, hasta alcanzar Sariñena, para cambiar aquí de rumbo hacia el noroeste y, a través de los Llanos de la Violada, se encaminaba a Tardienta, donde un nuevo cambio de orientación al sur permitía desembocar en la capital aragonesa. Pese a la importancia que pudiera tener Sariñena, lo cierto es que la opción finalmente construida apenas reducía el kilometraje respecto a la alternativa por Barbastro y Huesca y, desde luego, era difícil pensar que este ahorro pudiera compensar la pérdida de dos núcleos tan importantes.

Una vez decidido el trazado, las obras desde Lleida, ciudad a la que el tren había llegado desde Barcelona, por Manresa, el 30 de mayo de 1860, se desarrollaron con rapidez, y el 26 de septiembre de 1861 se completó la conexión con Zaragoza. Tres años más tarde, el 12 de septiembre de 1864, Huesca pudo romper su aislamiento inicial tras la apertura de un ferrocarril de conexión con Tardienta, de 20 kilómetros de longitud, construido por una pequeña compañía promovida desde la capital provincial y que ese mismo año fue absorbida por la del ferrocarril de Zaragoza a Barcelona. Por el contrario, Barbastro se mantuvo al margen de las vías de comunicación modernas.

Vista del edificio de viajeros de la estación de Barbastro en los años veinte, cuando a Compañía del Norte ya lo había ampliado con la construcción de una segunda planta e incorporado una marquesina para la protección del andén principal. Fondo José Luis García Mateo. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

En busca de conexión

Al igual que en Huesca, Barbastro pronto se movilizó para buscar una conexión con el nuevo ferrocarril. Según señala Andrés Botanch Callén en su completa historia del ferrocarril de Selgua a Barbastro, la primera intención fue la de construir una carretera a la estación más próxima, Selgua, en las proximidades de Monzón, sin embargo, esta idea pronto fue desechada en favor de un tranvía con motor de sangre cuya construcción fue autorizada mediante una Real Orden promulgada el 4 de junio de 1861.

Pese a que el 21 de octubre de 1862 se dio inicio formal a las obras, la falta de financiación y problemas con las expropiaciones frenaron su desarrollo, hasta quedar completamente abandonadas en enero de 1865. Sin embargo, lejos de renunciar a su proyecto, desde Barbastro se hizo todo lo posible para sustituir el tranvía por un ferrocarril de vapor. Finalmente, gracias a sus gestiones lograron que el 17 de julio de 1867 el gobierno aprobara iniciar los trámites para subastar la concesión oportuna, según el proyecto redactado por el ingeniero Mariano Parellada, que aprovecharía parte de las obras ya ejecutadas para el tranvía.

Tras los trámites oportunos, el 10 de septiembre de 1868 el gobierno otorgó la concesión del ferrocarril de Selgua a Barbastro a la única propuesta presentada al concurso, la formulada por la delegación del ayuntamiento de Barbastro encabezada por José Cayetano Franco Garona. Pocos meses más tarde, el 2 de abril de 1869, el consistorio barbastrense transfirió la concesión al empresario azpeitiarra Ramón Acha Uzain, que el 10 de agosto de dicho año emprendió las obras.

Aunque a lo largo de 1869 Ramón Acha llegó a construir unos cinco kilómetros del nuevo ferrocarril, pronto fue necesario modificar el proyecto incial, ya que sus características, apropiadas para un tranvía de mulas, no lo eran para un tren de vapor. Por tanto, fue necesario replantear el trazado, modificaciones que impidieron que la nueva vía se pudiera abrir al servicio en el plazo de dos años previsto en la concesión.

El Gobierno aprobó una primera prórroga de las obras el 29 de abril de 1870, pero pronto surgieron nuevos problemas, como el impago de las expropiaciones, por lo que el 6 de mayo el gobernador civil de Huesca ordenó paralizar las obras mientras éstas no se abonaran. En consecuencia, desde entonces y hasta 1878 la construcción de este pequeño ferrocarril queda completamente paralizada.

Un tren con destino a Barbastro se encuentra dispuesto a partir desde la estación de empalme de Selgua. Fotografía de Enrique Jansá. Fondo MSP. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

Mientras tanto, en su entorno más inmediato, la Compañía del ferrocarril de Zaragoza a Barcelona atravesaba graves dificultades financieras, ya que el tráfico no era lo suficientemente remunerador como para compensar los grandes gastos realizados en su construcción. Esta situación era similar a la de la gran mayoría de los ferrocarriles españoles de la época, como era el caso de su vecino de Zaragoza a Pamplona. Para intentar superar la situación, ambas empresas decidieron aunar sus escasas fuerzas y fusionarse el 1 de enero de 1866.

La fusión de los ferrocarriles de Zaragoza a Pamplona y a Barcelona no impidió su definitiva quiebra y, finalmente, ambas líneas fueron absorbidas, el 26 de febrero de 1878, por la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España. Esta empresa pronto mostró interés por la línea de Selgua a Barbastro, cuyos promotores ya habían realizado diversas gestiones con la de Zaragoza a Pamplona y Barcelona para la cesión de carriles procedentes de la renovación de sus vías y para la cesión del material motor y remolcado preciso para su explotación.

El ferrocarril de Selgua a Barbastro aprovechaba el valle del río Cinca y el de su afluente, el Vera. Fotografía de Enrique Jansá. Fondo MSP. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

La Compañía del Norte toma las riendas

El 14 de septiembre de 1878 la Compañía del Norte acordó con Ramón Acha el traspaso del ferrocarril de Selgua a Barbastro. Poco después, se retomaron las abandonadas obras y el 8 de marzo de 1879 el gobierno autorizó establecer el enlace con la estación de Selgua, obra imprescindible para facilitar el paso de los trenes de trabajo. Sin embargo, fue necesario solicitar una nueva prórroga de cuatro meses que estableció el 5 de mayo de 1880 como fecha límite para la apertura del pequeño ferrocarril.

Tampoco pudo completase la línea antes del nuevo límite establecido, ya que la Compañía del Norte no había adquirido el material móvil necesario para su explotación. De hecho, la pretensión de la empresa ferroviaria era emplear el que circulaba en su vecina línea de Zaragoza a Barcelona, algo bastante lógico, pero que prohibían las concesiones ferroviarias de la época, por lo que fue necesario obtener la oportuna autorización gubernamental.

El servicio más común en la línea de Selgua a Barbastro consistió en tres circulaciones diarias en cada sentido, que en Selgua combinaban con los trenes de la línea de Zaragoza a Barcelona. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

El 4 de mayo de 1880, víspera del fin de la última prórroga concedida a la concesión, la nueva línea pudo ser inspeccionada por el ingeniero jefe de Obras Públicas de Barcelona, quien constató que, a falta del material móvil, las obras estaban prácticamente concluidas, aunque todavía era necesario realizar algunos remates de menor entidad. El carril utilizado era del tipo Vignole en la vía principal, mientras que en las de apartado se había instalado material recuperado de las renovaciones de la línea de Zaragoza a Barcelona, del sistema Barlow.

Tras este informe, y lograda la autorización provisional para la utilización de locomotoras, coches y vagones de la línea de Zaragoza a Barcelona durante un plazo máximo de seis meses, el 24 de mayo una Real Orden aprobaba la apertura del nuevo ferrocarril oscense. Un mes más tarde, el 28 de junio de 1880 tuvo lugar la inauguración oficial de la línea, con la solemnidad propia de estos acontecimientos y la presencia del gobernador civil, el presidente de la Diputación Provincial y los alcaldes de Monzón, Castejón del Puente, Selgua y Barbastro, entre otras personalidades.

La historia de la construcción del ferrocarril de Selgua a Barbastro no terminó con su inauguración. Al parecer, según relata Andrés Botanch en su magnífico libro sobre esta pequeña línea, Ramón Acha había dejado en la comarca deudas por valor de 536.121,34 pesetas y en marzo de 1881 abandonó precipitadamente el país en dirección a Portugal. Por otra parte, la Compañía del Norte no adquirió hasta 1892 un lote de locomotoras de vapor formalmente asignadas a este servicio.

martes, 24 de junio de 2025

125 AÑOS DE TRANVÍAS ELÉCTRICOS EN VALÈNCIA (y IV)

 

Una composición de la Compagnie Génerale des Tramways Électriques de Valence formada por un coche motor y dos remolques circula por la Alameda en dirección al puente del Real. Se observa la inexistencia de pavimento en este tramo. Archivo del Bois du Cazier (Charleroi). Gentileza de Willy Schiepers

LA FOTO

El paseo de la Alameda

Orgullosa del trabajo realizado, Electricité & Hydraulique de Charleroi confeccionó un elegante álbum de fotografías, del que proceden la mayor parte de las imágenes que ilustran las últimas cuatro entradas de este blog, en el que recogió algunos de los hitos más importantes de su trabajo en València.

Entre las imágenes que más pueden llamar la atención de este álbum destaca esta fotografía tomada en 1900 en el paseo de la Alameda. Esta vía es, desde hace décadas, una de las calles más elegantes de València. Por ello, resulta difícil imaginar que esta instantánea fue tomada ahí hace 125 años.

Aunque en la fotografía ya se aprecia alguno de los elegantes hotelitos que a principios del siglo XX sirvieron de residencia a lo más granado de la burguesía valenciana, y destaca también su variado y frondoso arbolado, lo que más llama la atención es el enorme barrizal sobre el que parece estar establecida la vía del tranvía.

Es preciso recordar que, como otras muchas ciudades, València solo pudo romper el cerco de sus históricas murallas, tras su definitivo derribo en 1865. De inmediato, la ciudad experimentó un rápido proceso de urbanización al que, con demasiada frecuencia, llegaban antes las nuevas viviendas que los servicios más básicos, incluido el adecuado pavimentado de sus calles, tal y como quedó reflejado en esta instantánea. En ella también se aprecia como los nuevos coches motores eléctricos formaban composiciones, en este caso de dos coches, recuperados de las antiguas explotaciones con motor de sangre y de vapor.


viernes, 23 de mayo de 2025

125 AÑOS DE TRANVÍAS ELÉCTRICOS DE VALÈNCIA (III)

 

Vista general de uno de los tranvías suministrados por Electricité & Hydraulique a València, carrozado por Carde y Escoriaza sobre trucks de diseño belga construido por Averly. Archivo del Bois du Cazier (Charleroi). Gentileza de Willy Schiepers

Los tranvías de Electricité & Hydraulique de Charleroi

Para el suministro de los 45 coches motores incluidos en el contrato suscrito por la Compagnie Génerale des Tramways Électriques de Valence con Electricité & Hydraulique, la firma belga siguió el mismo camino que tres años antes había tomado la sociedad suiza Compagnie de l'industrie électrique de Geneve, más conocida como Sécheron. Cuando esta empresa recibió el encargo, también llave en mano, para electrificar los tranvías de San Sebastián decidió subcontratar su construcción en España.

Electricité & Hydraulique recurrió a las mismas empresas que habían participado en la construcción de los tranvías de San Sebastián, las zaragozanas Carde y Escoriaza y Averly. La primera realizó las carrocerías, mientras que la segunda fabricó los trucks o bastidores.

El coche 16 fue captado el 27 de octubre de 1955, cuando ya contaba con 55 años de vida, prestando servicio en la línea de València a Pobla de Farnals, que sería clausurada semanas más tarde. Respecto a su diseño original, la modificación más destacada fue el cierre de sus frontales, que mejoró las condiciones de trabajo de su conductor y de los viajeros que podían acompañarle, y la sustitución de sus motores originales belgas por otros norteamericanos. Fotografía de Jeremy Wiseman

No ha sido posible determinar el origen del diseño de las carrocerías realizadas por Carde y Escoriaza, ya que en nada se parecen a las de los tranvías construidos en la época por Electricité & Hydraulique para otras ciudades ni tampoco tienen similitud con otros tranvías eléctricos suministrados por la firma aragonesa. Por el contrario, no cabe duda de que los trucks fabricados por Averly corresponden a un diseño propio de Electricité & Hydraulique que esta empresa utilizó con profusión tanto en Bélgica, como es el caso de las series 9048 a 9085 y 9123 a 9131 de la Société Nationale des Chemins de Fer Vicinaux, como en los tranvías de Sofia y Oran, entre otros.

Los 45 tranvías suministrados a València estaban equipados con motores y sistemas eléctricos fabricados por la propia Electricité & Hydraulique en Charleroi. En concreto, los dos motores de tracción que equipaban cada coche eran del tipo T-52 del constructor belga, de 30 caballos de potencia.

Los primeros tranvías de València tuvieron una vida dilatada y muchos se mantuvieron en servicio durante cerca de sesenta años. En 1952 el parque de la Compañía de Tranvías y Ferrocarriles de Valencia aún contaba con 20 coches de este tipo, aunque tras la clausura de las líneas interurbanas, a las que estuvieron asignados prioritariamente en sus últimos años de vida, pronto se procedió a su definitiva retirada y desguace.

El coche número 14 fue reconstruido con una nueva carrocería inspirada en la de los tranvías de la serie 200 de València. En 1958 todavía prestaba servicio en la línea urbana 8. Fotografía de Jeremy Wiseman

A lo largo de su dilatada vida activa, estos coches experimentaron numerosas reformas y reconstrucciones que afectaron a muchos de ellos en mayor o menor medida, con operaciones como el cierre de sus plataformas de acceso o la sustitución de sus carrocerías por otras inspiradas en los tranvías de las series 100 y 200 de la Compañía de Tranvías y Ferrocarriles de Valencia. Asimismo, sus primitivos motores de tracción fueron reemplazados por máquinas más modernas como las General Electric GE-58, motivo por el que algunos han llegado a afirmar, equivocadamente, que eran tranvías de diseño español con equipos eléctricos de origen norteamericano, cuando, en realidad, eran plenamente belgas, pues su fabricación había sido contratada por la Compagnie Génerale des Tramways Électriques de Valence a la firma belga Electricité & Hydraulique, empresa que produjo en Chareroi sus motores y controles y subcontrató a Carde y Escoriaza y a Avery la construcción de las carrocerías y los trucks, estos últimos según diseño desarrollado también en Bélgica.


lunes, 19 de mayo de 2025

125 AÑOS DE TRANVÍAS ELÉCTRICOS EN VALÈNCIA (II)

 

Retrato de Julien Dulait publicado en el Libro de oro de la exposición de Charleroi de 1911

JULIEN DULAIT

La Compagnie Génerale des Tramways Électriques de Valence encomendó la electrificación de sus líneas a la firma belga Electricité & Hydraulique, sociedad fundada por el ingeniero de minas Julien Joseph Ghislain Dulait.

Natural de Gante, donde vino al mundo el 28 de mayo de 1855 en el seno de una familia vinculada a la siderurgia, su padre era ingeniero metalúrgico en Charleroi, según señala su biógrafo, Roland Dussart-Desart, Julien Dulait cursó sus primeros estudios en el ateneo de la ciudad valona, para completarlos en la Universidad de Lieja, donde en octubre de 1878 se graduó como ingeniero civil de minas. Tras licenciarse, trabajó inicialmente en el laboratorio de su padre, para establecer poco después su propio taller de construcción de turbinas hidroeléctricas. Tres años más tarde fue contratado como ingeniero consultor por la Compagníe Générale d’Electricité.

Ante la creciente envergadura de sus actividades industriales, el 29 de julio de 1886 fundó, con la colaboración de un grupo de empresarios locales, la Société Électricité et Hydraulique, de la que fue nombrado director general. Dulait aportó a la nueva empresa sus propias patentes, entre las que destacaban sus desarrollos de motores hidráulicos, nuevos modelos de dinamos o varios tipos de reguladores. Más tarde, en 1898, registró lo que denominó «tracción tangencial», un planteamiento pionero de los modernos motores lineales.

Con su nueva empresa Julien Dulait pronto destacó en un campo entonces tan novedoso como el alumbrado eléctrico. No debe olvidarse que apenas siete años antes, en 1879, Edison había patentado la bombilla. De este modo, trabajó en la implantación de numerosas redes de alumbrado público y privado en Bélgica y en otros países como España o Rusia, con obras tan destacadas como las primeras centrales de generación de Charleroi y Ostende.

Desde Electricité & Hydraulique, Dulait construyó electrobombas, ascensores eléctricos y máquinas perforadoras para minería. Además, fue el responsable de la electrificación del tranvía de Lieja a Cointe, una pequeña línea de apenas 1,5 kilómetros de longitud, pero de perfil muy accidentado, inaugurada el 10 de julio de 1895. Tras el éxito técnico de esta iniciativa, participó en otras muchas electrificaciones tranviarias, tanto en Bélgica (Bruselas, Ostende, Charleroi, Gante, Amberes, Lieja y diversas líneas de la Société Nationale des Chemins de Fer Vicinaux), como en el extranjero.

Entre los países en los que Electricité & Hydraulique implantó sus tranvías cabe señalar Argelia (Argel y Oran), Bulgaria (Sofia), España (Tenerife y València), Italia (Nápoles), India (Madrás), Rumania (Galati), Gran Bretaña (Bradford, Halifax, Birkenhead, Brighton, Glasgow o la Isla de Man), Rusia (Astrakhan, Kazan, Kurks y Orel), Serbia (Belgrado), o Suiza (Lausanne).  Además, para atender el mercado francés estableció una nueva factoría en la vecina localidad fronteriza de Jeumont, desde la que colocó sus productos en numerosas redes como las de Dijon, Le Mans, Lille, Lyon, Avignon, Angers o Reims.

Pese a sus éxitos tecnológicos, la situación financiera de Electricité & Hydraulique se vio comprometida por la dura competencia de los fabricantes alemanes y norteamericanos del sector y al impago de muchos de sus suministros, abonados en demasiadas ocasiones en acciones y obligaciones de sus clientes que pronto perdieron su valor nominal. Por ello, en 1903 Dulait no pudo evitar la suspensión de pagos. Finalmente, un destacado empresario del sector tranviario, Edouard Empain, tomó el control de la empresa y la integró en una nueva sociedad, Ateliers de Constructions Electriques de Charleroi, ACEC, fundada el 7 de julio de 1904. Esta firma proseguiría la labor iniciada por Julien Dulait y se convertiría en uno de los principales referentes de la tracción eléctrica europea en ferrocarriles y tranvías hasta 1989, cuando fue adquirida por el grupo GEC-Alsthom.

Julien Dulait se mantuvo como administrador delegado de ACEC hasta el año 1908. Posteriormente, continuó vinculado a esta firma, así como a otras del sector tranviario y del alumbrado como administrador de diversas sociedades en lugares tan dispares como San Petersburgo, Bruselas, Salerno o Sofía. Falleció en Charleroi el 5 de junio de 1926.


lunes, 12 de mayo de 2025

125 AÑOS DE TRANVÍAS ELÉCTRICOS EN VALÈNCIA (I)

 

Vista de uno de los primeros tranvías eléctricos de València, captado cuando curía un servicio en la línea de Massamagrell. Archivo del Bois du Cazier (Charleroi). Gentileza de Willy Schiepers

València fue pionera en la recuperación del tranvía, tras la apertura de la moderna línea al Grao el 21 de mayo de 1994. Este nuevo servicio poco tiene que ver con los que, en el pasado, también enlazaron la capital del Turia con su histórico puerto, cuyos primeras circulaciones, impulsadas por mulas y caballos y, más tarde, por pequeñas máquinas de vapor, se establecieron a partir de 1876. Posteriormente, el 24 de marzo de 1900, hace ahora 125 años, semovientes y locomotoras fueron reemplazados por tranvías eléctricos suministrados por la firma belga Electricité & Hydraulique de Charleroi.

Como en otras muchas ciudades europeas, los primeros tranvías valencianos recurrieron al motor de sangre. Archivo Histórico de Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana

Multitud de iniciativas

Si algo caracterizó los inicios del tranvía en València fue la multitud de iniciativas empresariales que impulsaron la construcción de su red, conformando en muchos casos trayectos paralelos a otros servicios de tranvías o de ferrocarriles de vía estrecha, lo que fomentó la competencia, pero, también, provocó serias dificultades económicas a sus promotores. La primera de ellas fue la implantación de un tranvía urbano que recorría el casco histórico de la ciudad en un trayecto de 2.995 metros, así como otro hasta el puerto o Grao, con otros 3.745 metros de recorrido. Ambas líneas fueron construidas por la Sociedad Catalana General de Crédito e inauguradas, con motor de sangre, el 23 de junio de 1876.

Nueve años más tarde, el 16 de enero de 1885, un grupo de capitalistas valencianos encabezado por Juan Navarro Reverter fundó la Sociedad Valenciana de Tranvías, con el propósito de establecer nuevas líneas de tranvías urbanos en la ciudad y de construir algunos ferrocarriles de vía métrica que pusieran en comunicación la capital con los pueblos más próximos. Además, el 14 de junio de dicho año, esta empresa adquirió las líneas de tranvías que había construido la Sociedad Catalana General de Crédito la década anterior.

Una nueva empresa, la Compañía de los Tranvías de Valencia a Godella y Catarroja, estableció, el 24 de abril de 1889 y el 28 de octubre de 1890, las líneas comunicaban la capital del Turia con las localidades que figuran en su razón social, de 5.910 y 7.869 metros de recorrido, respectivamente. Poco después, el 31 de agosto de 1891, esta empresa vendió la línea a Godella a la Sociedad Valenciana de Tranvías, interesada en evitar la competencia que el nuevo tranvía implicaba al ferrocarril de vía estrecha que tenía en construcción a Bétera.

Con la compra del tranvía de Godella, la Sociedad Valenciana de Tranvías prácticamente logró mantener el monopolio de los transportes en la ciudad, ya que controlaba todos sus ferrocarriles suburbanos y los tranvías, con excepción del de Catarroja. Sin embargo, su favorable posición no duró mucho tiempo, ya que unos días antes, el 11 de junio de 1891, otro grupo de inversores valencianos, encabezados por Antonio Guijarro Montó y Federico Doménech, había fundado la Compañía General de Tranvías con el propósito de establecer nuevas líneas, dos de ellas urbanas y la tercera, que sería operada con tracción vapor, al Grao, esta última con un recorrido prácticamente paralelo al ya existente desde 1876.

El nuevo tranvía de vapor al Grao entró en servicio el 21 de abril de 1892, mientras que el 18 de junio de 1893 amplió su recorrido hasta la playa de Levante. Como era de esperar, de inmediato se estableció una feroz competencia con la Sociedad Valenciana de Tranvías, a la que además se unieron otros operadores de servicios de ómnibus. Aunque, en principio, la ciudadanía se benefició de la guerra de precios establecida entre las diversas empresas, la calidad del servicio pronto se resintió, ya que la caída de los beneficios de explotación de las operadoras les impedía realizar hasta los más básicos trabajos de mantenimiento.

En paralelo, otras iniciativas empresariales construyeron nuevas líneas interurbanas, como la establecida por la Compañía de Tranvías del Norte, que a partir del 1 de enero de 1892 enlazó València con Massamagrell. Esta empresa también utilizó la tracción vapor en el tramo comprendido entre Tavernes Blanques y Massamagrell. Por su parte, el 25 de abril de 1895 la sociedad Plá Hermanos inauguró su propio tranvía entre València y Torrent. Por último, Lladró y Compañía inauguró el 8 de enero de 1903 una línea urbana que comunicaba la céntrica plaza de San Agustín con el cementerio de la ciudad.

Mientras todo esto sucedía en València, en Europa se implantaban los primeros tranvías eléctricos. En España, Bilbao fue la primera en contar con ellos, a partir del 1 de febrero de 1896, seguida por San Sebastián, en 1897; Madrid, en 1898, y Barcelona y Sevilla, en 1899. Sin embargo, en la capital del Turia, la feroz competencia establecida entre la Sociedad Valenciana de Tranvías y la Compañía General de Tranvías en su línea principal con destino al Grao, tuvo como consecuencia la suspensión de pagos de la primera en junio de 1895 a la que siguió la General el 1 de julio de 1896. Totalmente descapitalizadas, ninguna de ellas tenía capacidad para afrontar la inversión que requería la electrificación de sus servicios.

Obras de construcción de la central térmica necesaria para garantizar el suministro de energía eléctrica a los nuevos tranvías. Archivo del Bois du Cazier (Charleroi). Gentileza de Willy Schiepers

Un nuevo operador

El 22 de marzo de 1898 se constituyó en Lyon (Francia) la Compagnie Génerale des Tramways Électriques de Valence (Espagne) con sede social en el número 2 de la Rue Juiverie, un capital social de 3.500.000 francos y una suma igual en obligaciones. La empresa nacía con el propósito de adquirir las diferentes concesionarias de tranvías de la capital del Turia para proceder a su electrificación.

La nueva empresa supo aprovecharse de la delicada situación económica que atravesaban los diversos operadores de tranvías valencianos y de inmediato tomó el control de la Compañía General de Tranvías y sus líneas urbanas, así como la que se dirigía al Grao. Poco después también adquirió los tranvías que comunicaban València con Torrent, Massamagrell y Catarroja y redactó los primeros estudios para su electrificación.

Rudimentaria descarga, en los muelles del Grao de València, de una de las grandes poleas de transmisión de la fuerza de las máquinas de vapor de la central térmica de los tranvías. Archivo del Bois du Cazier (Charleroi). Gentileza de Willy Schiepers

Al igual que sucedió en San Sebastián o en Madrid, la Compagnie Génerale des Tramways Électriques de Valence (Espagne) formalizó un contrato «llave en mano», por el que el adjudicatario se responsabilizaba de la totalidad de las obras y suministros necesarios para el cambio de tracción. Esta labor recayó en la firma belga Societé Anónyme Electricité & Hydraulique de Charleroi (Bélgica), empresa que ya había colaborado asiduamente en las iniciativas de uno de los principales referentes de la empresa lionesa, el financiero francés Ennemond Faye, como las electrificaciones de los tranvías de Dijon, Angers, Le Mans y Oran.

Electricité & Hydraulique subcontrató la fabricación de diferentes equipos como las calderas y motores de vapor para la central térmica que debía generar la fuerza eléctrica necesaria, pues, no hay que olvidar que en la época no existían las actuales redes de suministro. Lo mismo hizo con el suministro de las carrocerías y los trucks de los nuevos tranvías eléctricos, encomendados, respectivamente, a dos firmas aragonesas: Carde y Escoriaza y Averly.

Para cobijar los nuevos tranvías eléctricos, Electricité & Hydraulique levantó unas nuevas cocheras en el Camino Hondo. Archivo del Bois du Cazier (Charleroi). Gentileza de Willy Schiepers

Electricité & Hydraulique fabricó en sus talleres de Charleroi y Jeumont (Francia) todo el material eléctrico, las dinamos, el cuadro de distribución de la central generadora, los motores de los nuevos tranvías, así como sus sistemas de control. En paralelo, en València sus equipos procedieron a la renovación de la vía, la construcción del edificio y la chimenea de la central térmica, las nuevas cocheras y montaron la línea aérea de alimentación.

Dos de las calderas Babcock & Wilcox suministradas por Electricité & Hydraulique para la central térmica de los tranvías de València. Archivo del Bois du Cazier (Charleroi). Gentileza de Willy Schiepers

La empresa belga y sus subcontratistas trabajaron con celeridad y así, el 22 de diciembre de 1899 la prensa valenciana anunciaba la llegada a la capital del Turia de los cuatro primeros tranvías eléctricos, seguidos el 4 de enero por otros cuatro. Con ellos se pudieron realizar las primeras pruebas de la nueva electrificación la noche del 12 de enero de 1900.

A medida que se remataba la instalación de la línea aérea y se completaba la renovación de las vías en el Camino Hondo, la Compagnie Génerale des Tramways Électriques de Valence recibió nuevas remesas de coches. Así, cuando el 14 de febrero de 1900 se procedió a realizar las pruebas oficiales que debían efectuarse antes de autorizar el definitivo cambio de tracción en la línea al Grao, ya contaba con 32 tranvías en sus nuevas cocheras.

Vista general de las máquinas de vapor instaladas en la central eléctrica construida por Electricité & Hydraulique junto a las cocheras del Camino Hondo. Archivo del Bois du Cazier (Charleroi). Gentileza de Willy Schiepers

Una vez superadas con éxito todas las pruebas, la Compagnie Génerale des Tramways Électriques de Valence esperaba poder iniciar el servicio con tracción eléctrica el 17 de febrero. Sin embargo, las denuncias formuladas por el ingeniero Carlos Navarro Reverter, estrechamente vinculado a la rival Sociedad Valenciana de Tranvías, respecto al incumplimiento de los términos de la concesión que autorizaba el cambio, así como una huelga de los tranviarios de la ciudad, retrasaron la definitiva puesta en marcha de los tranvías eléctricos hasta el 24 de marzo de 1900 y únicamente hasta la entrada de la calle de la Reina en el barrio del Cabanyal, al no estar aún concluida la revisión de la vía y el montaje de la línea aérea hasta el final del recorrido.

Mientras se completaba la línea del Grao, la Compañía General de Tranvías avanzó en la electrificación de sus otras líneas y, así, el 20 de junio de 1900 se inauguró la tracción eléctrica en la que comunicaba València con Catarroja. Cuatro días más tarde, el 24 de junio, se completó el trayecto por los poblados marítimos hasta la playa de Levante y el 16 de julio se puso en tensión la línea a Torrent. Por último, la línea a Massamagrell, que poco después se amplió hasta la Pobla de Farnals, se electrificó el 3 de septiembre de 1900.

Vista general de las calderas de la central térmica de los tranvías de València. Destaca la gran chimenea de ladrillo y, a la derecha, la instalación de depuración de aguas. Archivo del Bois du Cazier (Charleroi). Gentileza de Willy Schiepers

La compleja extensión de la tracción eléctrica

La electrificación de las líneas de la Compagnie Génerale des Tramways Électriques de Valence no puso fin a su rivalidad con los servicios que ofrecía la Sociedad Valenciana de Tranvías, que también intentaba sustituir la fuerza animal por la eléctrica en sus líneas mediante un acuerdo con la Thomson Houston de la Méditerranée, filial francesa de la norteamericana General Electric. De lograrlo, era evidente que se reproduciría la guerra establecida unos años antes entre la General y la Valenciana, con sus funestos resultados financieros.

Para evitar repetir la negativa experiencia del pasado, ambas empresas decidieron negociar y en 1906 alcanzaron un primer acuerdo por el que la Sociedad Valenciana de Tranvías cedió a la Compagnie Génerale des Tramways Électriques de Valence la explotación de su línea del Grao. Cinco años más tarde, el 24 de mayo de 1911, se amplió el convenio con el arriendo de las restantes líneas de tranvías y ferrocarriles de vía estrecha a la empresa francesa, a cambio de la garantía de interés del 4 % de sus acciones. Pese a que no se llegó a producir la fusión entre ambas compañías, la gestión de los tranvías de València, con la única excepción de la línea del Cementerio, quedó en manos de una sola empresa. En paralelo la sociedad explotadora sustituyó su razón social por la de Compagnie des Tramways el Chemins de fer de Valence, con sede en el Nº 41 de la Rue de la République en Lyon (Francia).

Trabajos de montaje de la línea aérea de los nuevos tranvías eléctricos. En la torre móvil un cartel indica la razón social de Electricité & Hydraulique. Archivo del Bois du Cazier (Charleroi). Gentileza de Willy Schiepers

La primera línea de la Sociedad Valenciana de Tranvías electrificada por la Compagnie Génerale des Tramways Électriques de Valence fue la del Grao. Para obtener la debida autorización municipal fue inevitable renunciar a la concesión a perpetuidad que disfrutaba este trayecto, por el plazo de reversión habitual a los 60 años. El 5 de marzo de 1908 circulaban los primeros tranvías eléctricos en esta línea, que pasó a ser operada como servicio directo mediante coches motores sin remolque y con una tarifa más elevada que las aplicadas en las largas y lentas composiciones, de hasta tres remolques, que circulaban por el itinerario original de la Compañía General.

Una vez modernizadas las líneas con destino al Grao y las interurbanas, se emprendieron los trabajos en las líneas urbanas. Así, el 26 de marzo de 1910 la tracción eléctrica sustituyó al motor de sangre en la de «Interior Primitivo», y el 16 de mayo de 1913 le siguió la de «Circunvalación». La puesta en tensión de las líneas «Diagonal», «Ensanche» e «Interior» fue más compleja ya que se aprovechó para mejorar su paso por el centro histórico. Autorizada su transformación el 26 de diciembre de 1915, se convirtieron en dos líneas independientes con origen común en el barrio de Ruzafa: «Ruzafa-Cajeros» y «Ruzafa-Matadero».

La red de tranvías interurbanos también se vio incrementada con la prolongación de la línea de Catarroja hasta Silla el 29 de abril de 1912 y la creación de la línea de Manises, común hasta Mislata con la de Torrent, inaugurada el 1 de abril de 1925 hasta Quart de Poblet y completada el 16 de mayo siguiente.

Uno de los primeros tranvías de la línea de Massamagrell inicia el servicio en València junto a las históricas torres de Serranos. Archivo del Bois du Cazier (Charleroi). Gentileza de Willy Schiepers

La Compañía de Tranvías y Ferrocarriles de Valencia

Desde 1898, el capital francés había jugado un papel fundamental en la modernización de los transportes urbanos de València gracias a las inversiones realizadas para la renovación de las instalaciones fijas, la electrificación de las líneas y la incorporación de nuevo material móvil, que situaron a los tranvías de la capital del Turia a la altura de las más importantes redes europeas. Sin embargo, la situación financiera de la empresa se veía comprometida por las fluctuaciones del cambio, ya que mientras la recaudación la efectuaba en pesetas, la mayor parte de los pagos los realizaba en francos franceses.

En este contexto, el estallido de la primera guerra mundial frenó las inversiones galas en el extranjero, por lo que la situación de los tranvías de València volvía a ser comprometida. Para resolver definitivamente estos inconvenientes, la Compagnie des Tramways el Chemins de fer de Valence decidió acogerse a las facilidades que otorgó la Ley de Autorizaciones, promulgada el 2 de marzo de 1917, que facilitaba la domiciliación en España de los valores de empresas de capital extranjero que operaban en el país. Así, la junta general de accionistas celebrada en Lyon el 3 de septiembre de 1917 autorizó la operación y el 10 del mismo mes se constituyó en València la Compañía de Tranvías y Ferrocarriles de Valencia. La primera junta de la nueva sociedad se celebró el 23 de octubre de 1917.

Primer plano de una de las dinamos suministradas por Electricité & Hydraulique para la central generadora de los tranvías de València. Archivo del Bois du Cazier (Charleroi). Gentileza de Willy Schiepers

Una vez domiciliados sus valores en España, la Compañía de Tranvías y Ferrocarriles de Valencia consolidó la modernización de la red de tranvías de la ciudad, con la construcción de nuevas líneas y la introducción de moderno material móvil. Además, en 1924 adquirió la última línea independiente, la del Cementerio, que en fecha tan tardía aún se explotaba con motor de sangre, y procedió a su electrificación, inaugurada el 28 de febrero de 1925.

Durante casi medio siglo la Compañía de Tranvías y Ferrocarriles de Valencia monopolizó los transportes públicos de la capital del Turia y de su entorno, ya que, además de operar su red de tranvías, que en su máximo apogeo llegó a contar con trece líneas urbanas y cinco interurbanas a Silla, Torrent, Manises, Godella y Pobla de Farnals, también gestionaba los ferrocarriles de vía estrecha que comunicaban la ciudad con Llíria, Bétera, Rafelbunyol y Castelló (Ribera). Sin embargo, a partir de 1950, múltiples factores provocaron el declive de la empresa.

Cuadro de control de la electrificación de los tranvías de València realizada por Electricité & Hydraulique. Archivo del Bois du Cazier (Charleroi). Gentileza de Willy Schiepers

Los tranvías interurbanos, amenazados por la caducidad de sus concesiones, fueron los primeros en sucumbir. El tranvía de València a Silla se clausuró el 1 de noviembre de 1955 y un mes más tarde, el 1 de diciembre, le siguió el de València a La Pobla de Farnals, mientras que el 30 de diciembre de 1955 se suprimió el de Godella. Las líneas a Torrent y Manises resistieron hasta el 12 de junio de 1963.

Mientras tanto, la situación económica de la Compañía de Tranvías y Ferrocarriles de Valencia se deterioró rápidamente, ya que las autoridades competentes no permitían actualizar sus tarifas en paralelo al incremento de los costes de explotación. Este hecho, unido a la inminente caducidad de las diversas concesiones impulsó a la empresa a renunciar a todas sus explotaciones. En consecuencia, las líneas de tranvías urbanos fueron asumidas, el 1 de junio de 1964, por una Sociedad Anónima Laboral constituida por sus trabajadores, Saltuv, mientras que los trenes eléctricos de vía estrecha se integraron el 1 de noviembre de 1964 en la Explotación de Ferrocarriles por el Estado, entidad transformada un año más tarde en la empresa pública Feve.

La Compagnie Génerale des Tramways Électriques de Valence recicló los coches que utilizaba en sus líneas operadas con motor de sangre y de vapor como remolques de los nuevos tranvías eléctricos, tal y como se aprecia en esta fotografía tomada en el Grao. Archivo del Bois du Cazier (Charleroi). Gentileza de Willy Schiepers

Saltuv, a instancias del ayuntamiento de València, procedió a desmantelar la red de tranvías de la capital del Turia, operación iniciada el mismo día en que asumió el servicio con la supresión de la línea número 7, Ruzafa-Mislata, seguida rápidamente por las restantes. Así, en apenas seis años todos los tranvías de la ciudad fueron sustituidos por autobuses y trolebuses hasta que el 20 de junio de 1970 se suprimieron las últimas líneas, las que desde 1876 comunicaban la ciudad con el Grao. Mejor suerte corrieron los ferrocarriles de vía estrecha, transferidos en 1986 a la Generalitat Valenciana y que tras su radical transformación conforman la base de la actual red de metro y tranvías de València.