Detalle del sistema de toma de corriente de los primeros tranvías eléctricos de Bilbao. Archivo General de la Administración
A la complejidad técnica de un sistema
de tracción aun en mantillas, pronto se unió la oposición de algunos vecinos
que, según señalan los documentos de la época, llegaron a sabotear las nuevas
instalaciones. De hecho, la empresa tranviaria denunció en diversas ocasiones
el robo de los nuevos postes de la línea aérea que se encontraban depositados a
lo largo de la calzada a la espera de su definitiva colocación, así como graves
daños provocados en los que ya habían sido instalados. Solamente la actuación
de los mikeletes de la Diputación de Bizkaia pudo poner fin a estos desmanes.
Vista de perfil del sistema de electrificación instalado por Brush. Archivo General de la Administración
Entre tanto, los promotores del
tranvía seguían adelante con su proyecto y, el 16 de noviembre de 1889, la Revista Minera anunciaba la llegada a
Bilbao de otro de los elementos característicos de esta primitiva electrificación:
el primer coche motor. En efecto, a diferencia de la práctica habitual en los
tranvías modernos, en los que generalmente se utilizan vehículos automotores,
Brush propuso el empleo de pequeñas locomotoras, en principio sin espacio para
el transporte de viajeros, con las que se arrastrarían los antiguos remolques
utilizados hasta entonces con los tranvías de mulas. En principio, estaba
previsto adquirir un total de doce motrices con las que se podrían formar
trenes de hasta tres coches.
Del fracaso al éxito
La puesta en marcha de todo el
sistema debió ser verdaderamente compleja ya que las primeras circulaciones en
pruebas, entre la bilbaína plaza de Zabálburu y las cocheras de La Casilla no
tuvieron lugar hasta el 4 de junio de 1891. Aunque la prensa local celebraba el
éxito de la experiencia, lo cierto es que pronto se hicieron patentes los
primeros problemas y, de hecho, poco después la empresa concesionaria decidió
renegociar el contrato con la firma Brush, tal y como anunciaba la prensa en
agosto del mismo año. Por otra parte, a los problemas técnicos se sumaron los
financieros, ya que la competencia del ferrocarril de Bilbao a Portugalete
ahogaba poco a poco a la empresa tranviaria y la ampliación de capital en medio
millón de pesetas realizada a la desesperada en septiembre de 1891 con el
propósito de sufragar los nuevos gastos de la electrificación, tampoco alcanzó
el éxito esperado.
Pareja de coche motor y remolque previsto para la electrificación del tranvía de Bilbao a Santurtzi. Archivo General de la Administración
El 8 de diciembre de 1891, la Revista Minera anunciaba el inicio de
una nueva tanda de pruebas y, tres meses más tarde, el 4 de marzo de 1892, el
diario vespertino El Nervión
anunciaba que; En el tranvía de Santurce
se hicieron hoy pruebas de la tracción eléctrica, con un coche construido en
los talleres que tiene la compañía en La Casilla. En dicho coche se han
introducido algunas modificaciones que se han creído necesarias en las pruebas
que se venían haciendo con los motores anteriores.
Pese a la optimista redacción de
la noticia, lo cierto es que este nuevo tranvía, de construcción artesanal, sin
duda, el primer tranvía eléctrico construido en España, tampoco dio los
resultados esperados.
Pese al fracaso
inicial, el 1 de febrero de 1896 entró en servicio la tracción eléctrica entre
Bilbao y Santurtzi. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Finalmente, ante el cúmulo de
problemas técnicos y financieros, la empresa concesionaria del tranvía de
Bilbao a Santurtzi se vio obligada a renunciar a sus innovadores proyectos. El 8 de noviembre de 1892, la Revista Minera anunciaba la venta de
todo el material eléctrico utilizado en esta frustrada experiencia, con lo que
se daba definitivo carpetazo al proyecto.
Tranvía eléctrico de
la AEG fotografiado en la línea de Santurtzi entre Bilbao y Zorroza. Archivo
EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
El fracaso de la gran inversión realizada,
unido a la dura competencia que ofrecía el ferrocarril de Bilbao a Portugalete,
no solo llevó a la ruina a la empresa concesionaria del tranvía de Bilbao a
Santurtzi sino que también tuvo como consecuencia que otras empresas
tranviarias de nuestro país, interesadas en la modernización de su tracción,
abandonaran sus proyectos. En definitiva, el fiasco vivido en la capital
vizcaína trajo consigo un notable retraso en la introducción de la electricidad
en los tranvías españoles que, el 12 de septiembre de 1895 serían adelantados
por los de Oporto, primera ciudad de la península ibérica en implantar el
tranvía eléctrico.
El 16 de marzo de 1897
AEG concluyó la electrificación del tranvía de Bilbao a Algorta. Archivo
EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
En todo caso, Bilbao siempre se ha destacado
por el carácter emprendedor de sus gentes y este inicial fracaso no impidió que
pronto se volviera a pensar en la implantación de la tracción eléctrica. En el
otoño de 1894, los arruinados propietarios del tranvía de Santurtzi vendieron
su línea a la sociedad colectiva José Ysaac Amann, en la que participaba, entre
otros, el reputado empresario Víctor Chávarri. En enero de 1895 los nuevos
gestores, que también eran titulares del tranvía de Bilbao a Algorta
contrataron con la firma alemana Allgemeine Elektricitäts-Gesellschaft, más
conocida por sus iniciales A.E.G., la electrificación de sus dos líneas. En
esta ocasión, la tecnología elegida fue la acertada, no en vano, la empresa
berlinesa era la licenciataria en Europa de las patentes de Frank J. Sprague,
como se ha señalado, el padre del tranvía eléctrico, con lo que, en poco más de
un año se completó la nueva instalación que entraría en servicio el 1 de
febrero de 1896.
muy interesante, enhorabuena
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