Imagen del primer tranvía eléctrico de Bilbao a Santurtzi. Sobre él posan accionistas y técnicos de la empresa, ignorantes de los graves problemas técnicos y financieros que iban a padecer poco después. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Es sabido que el tranvía de Bilbao a Santurtzi, inaugurado el 1 de
febrero de 1896, fue el primero impulsado en nuestro país por la fuerza de la
electricidad. Los éxitos son fácilmente recordados por la historia, pero no
sucede lo mismo con los fracasos. De hecho, apenas hay noticias del primer
intento de electrificación de este mismo trayecto, realizado entre 1888 y 1892 y
que, lamentablemente, se saldó con un estrepitoso fracaso tecnológico y
financiero. Por ello, dedicaremos estas líneas a conocer algunos detalles de
esta iniciativa pionera que, de haber triunfado, habría impulsado una más
temprana electrificación de los tranvías españoles, no en vano, todo el sector
estaba pendiente de lo que sucedía en aquellas fechas en la capital vizcaína.
El tranvía de Bilbao a Santurtzi
Tras el éxito del primer tranvía
establecido en Bizkaia en 1876, entre Bilbao y Algorta, a lo largo de la margen
derecha del río Nervión, diversos promotores se interesaron por extender el
nuevo medio de transporte por la orilla opuesta. De este modo, el 9 de octubre
1876, José Zardaín obtuvo la concesión para construir un tranvía, impulsado por
fuerza animal, desde Bilbao hasta Santurtzi. El nuevo servicio, inaugurado el 23
de abril de 1882 atendía, además de las poblaciones extremas, a núcleos como
Barakaldo, Sestao y Portugalete que, en aquellos momentos, experimentaban un
rápido crecimiento demográfico, gracias al desarrollo de las primeras
industrias siderúrgicas que, años más tarde, darían lugar a la constitución de
los míticos Altos Hornos de Vizcaya.
Al igual que el de Algorta, el de
Santurtzi se caracterizaba por su largo recorrido, 14.359 metros , por lo
que rápidamente se pudo comprobar que la explotación con motor de sangre no
resultaba la más adecuada. En consecuencia, desde sus inicios, sus promotores se
plantearon la aplicación de alguna clase de fuerza mecánica para impulsar sus
tranvías y analizaron las diversas alternativas que ofrecía la tecnología de la
época: el vapor, el aire comprimido y, también, la entonces novedosa
electricidad. La toma de una decisión final se vio precipitada por la
inauguración, el 24 de septiembre de 1888, del ferrocarril de Bilbao a
Portugalete que, como su razón social permite fácilmente deducir, cubría
prácticamente el mismo trayecto que el tranvía, al tiempo que contaba a su
favor con la mayor velocidad que imprimían a los trenes sus locomotoras de
vapor.
Publicidad de la Brush Electrical. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
La Anglo-American Brush Electric Company
Para que el tranvía no sucumbiera
ante la nueva competencia, era preciso que dispusiera de un sistema de tracción
con el que poder plantar cara a su rival y, para ello se contrataron los
servicios de un ingeniero norteamericano, Edward P. Thompson, que, en enero de
1888 propuso la utilización de la tracción eléctrica. Siguiendo los consejos de
su consultor, la empresa concesionaria decidió adquirir los equipos
necesarios a la empresa Anglo-American Brush Electric. No hay que olvidar que,
en aquella época, esta sociedad era una de las compañías electromecánicas más
destacadas del mundo, no en vano había sido fundada por quien está considerado
como inventor de la dinamo y uno de los impulsores más importantes de la
corriente continua: Charles Francis Brush. Por otra parte, es preciso tener en
cuenta que, en aquel momento, la tracción eléctrica se encontraba prácticamente
en mantillas ya que, apenas siete años antes, los hermanos Siemens habían
realizado las primeras experiencias en Berlín. Aspectos que, en la actualidad, parecen evidentes, como el aprovechamiento de los carriles para el retorno
de la corriente eléctrica, la utilización de un sencillo trole para la
captación de la corriente o el acoplamiento directo de los motores mediante simples
y robustas relaciones de engranajes, apenas habían iniciado su desarrollo en
aquella época. Por tanto, nos encontramos en un momento de efervescencia
alrededor de la tracción eléctrica en el que, el propio Edison, planteó
diversas propuestas, sin resultados concluyentes.
Publicidad de los tranvías eléctricos de Leo Daft, con toma de corriente mediante un carrito que rueda sobre la línea aérea. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Desde el punto de vista actual
sería fácil caer en la tentación de criticar el error que, a la larga, supuso
para los promotores del tranvía de Bilbao a Santurtzi elegir el sistema de
electrificación impulsado por Brush, sobre todo si se tiene en cuenta que, ya
el 2 de febrero de 1888, el ingeniero Frank Julian Sprague, hoy considerado
como el padre del tranvía eléctrico, había inaugurado en Richmond (Virginia) un
servicio en el que se sentaron las bases del futuro desarrollo de este medio de
transporte: toma de corriente por trole, retorno por los carriles, utilización
de automotores, motores unidos a los ejes mediante engranajes y bastidores
independientes de la caja del vehículo para mejorar la suspensión y el confort
de los viajeros. Sin embargo, es preciso tener en cuenta que, en aquel momento,
el sistema de Sprague era uno más, como los propuestos por otros reputados
ingenieros como Siemens, Thomas Edison, Leo Daft, Charles Van Depoele,
Bentley-Knigth o el propio Brush, sin que, en principio, nada avalase la superioridad técnica de ninguno de ellos.
Siguiendo las indicaciones de Edward
P. Thompson, y tras obtener la definitiva concesión administrativa para
efectuar el cambio de tracción el 29 de abril de 1889, los promotores del
tranvía de Bilbao a Santurtzi emprendieron los trabajos de electrificación de
su línea. Para ello, el primer elemento a tener en cuenta era la construcción
de su propia central generadora de electricidad ya que, en aquella época, no
existían las actuales empresas suministradoras de este fluido y, por tanto, era
preciso ser autosuficiente. En consecuencia, se eligió un punto intermedio de la
línea, en el barrio de Burtzeña (Barakaldo), con el fin de minimizar las caídas
de tensión en los puntos más extremos de la línea.
La central generadora prevista
era termoeléctrica, es decir, mediante la quema de carbón en dos calderas
adquiridas a la firma norteamericana Babcock & Wilcox, de 146 Cv. de
potencia, cada una de ellas, se generaría el vapor necesario para impulsar las
máquinas de vapor alternativas que, a su vez, accionarían las dinamos suministradas por
Brush. En principio, estaba previsto que el fluido excedente que no fuera
consumido por los tranvías, podría ser vendido a particulares y empresas del
entorno, abriendo con ello una nueva y próspera fuente de ingresos para la
empresa tranviaria.
La línea aérea para de
alimentación propuesta por Brush era notablemente más compleja que la que,
posteriormente, ha sido común en las electrificaciones tranviarias. Esta
complejidad se debía, por una parte, a que en ella se instalaba, tanto el polo
positivo como el negativo, al no utilizar los carriles como retorno de la
corriente. Por otra, al sistema de toma de corriente, que consistía en un
pequeño carro, denominado “trolley”, que rodaba suspendido sobre los hilos de
la línea aérea, lo que comprometía su paso por los once apartaderos que
facilitaban el cruce de los tranvías, ya que la línea era de vía única.
El sistema de línea aérea y toma de corriente se convirtió en uno de los principales problemas de la primera electrificación del tranvía de Bilbao a Santurtzi. Archivo General de la Administración
La solución propuesta por Brush vino de la mano de una línea compuesta
por tres hilos situados uno encima del otro. En los cables superior e inferior
se encontraba el polo positivo, mientras que el central era el negativo. En
dirección Bilbao-Santurtzi, el carrito de toma de corriente circulaba entre el
hilo superior y el central y, a su regreso, entre el central y el inferior.
Este complicado sistema, pronto se convirtió en uno de los quebraderos de cabeza
de los dueños del tranvía, al ser frecuentes los descarrilamientos y caídas del
“troller”, con el peligro que podía implicar para los viandantes o, peor aun,
los enganchones y, por consiguiente, la rotura del cable que unía este carrito
con el tranvía, con lo que éste quedaba colgando y en tensión, con el evidente
riesgo de electrocución para quien entrase en contacto con él.
Wonderful photos! Molto Bene!
ResponderEliminarMi abuelo Agustín Merino Morquecho abogado en Bilbao fue representante en Bilbao de la Compañía inglesa que instaló el tranvía. Se ve en los extractos de sus notas que copio a coninuación:
ResponderEliminarDepósito que me ha entregado en 28 febrero 1889 el Gerente de la Cía del Tranvía de
Bilbao a Santurce Dn Francisco Arin en el acto de firma de la escritura que ambos
hemos autorizado hoy ante el Notario Dn Julián Ansuategui como representantes de
las dos citadas Cías. 1.250 pts.
Agustín Merino Apoderado de Brush en Bilbao.
En la página del HABER se ve que los honorarios de Agustín Merino
entre 1.888 y 1.892 fueron 5.815 pts,
Jose Mari Merino