Puente de los franceses, sobre el río Manzanares,
denominación debida a la nacionalidad de sus constructores. Fotografía de Jean
Laurent. Archivo de la Biblioteca Nacional de España. Ministerio de Cultura
Las obras
La
gestión directa de la construcción y posterior explotación de un ferrocarril
desde una entidad bancaria como la Sociedad del Crédito Mobiliario Español, no
dejaba de ser compleja, por lo que sus promotores decidieron crear una sociedad
filial, la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España, constituida
el 29 de diciembre de 1858,
a la que traspasaron todas sus concesiones. Por tanto,
desde dicha fecha, la nueva empresa se hizo cargo de las obras y de la explotación del futuro
servicio ferroviario entre Madrid e Irún.
Uno de los aspectos menos conocidos de las obras de construcción del
ferrocarril del Norte es que en ellas se utilizó como mano de obra a soldados
que estaban prestando el servicio militar. Así consta, al menos, en el caso del
Regimiento de Infantería Castilla. Esta agrupación militar, acuartelada en la
capital alavesa, proporcionó diariamente a los contratistas más de 200 hombres,
tal y como lo recogía el Parte oficial de la Gaceta de Madrid del 15 de junio de 1861. Ciertamente, sería
interesante poder contrastar si los soldados recibían algún tipo de
remuneración o si, por el contrario, eran simplemente utilizados como mano de
obra barata.
Estación de Madrid-Príncipe Pío, cabecera del
ferrocarril del Norte. Fotografía de Christian Schnabel. Archivo
EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
En todo caso, no cabe duda que las obras del ferrocarril del
Norte, ante la escasez de medios técnicos disponibles en la época, requirió la
utilización de ingentes masas de mano de obra. Ya el 11 de julio de 1858 la Gaceta de los Caminos de Hierro señalaba
que en la Compañía del Norte disponía en la meseta castellana de 3.298 obreros, 170 carros y 52
caballerizas en las obras de explanación. Evidentemente, si la masa de
trabajadores era notable en los tramos más fáciles, ésta fue muy superior en
las obras más complejas en el paso de la sierra de Guadarrama y en la divisoria
cantábrica. Así, la prensa de la época informaba que en abril de 1862 el
primero de estos puntos concentraba a más de 13.000 trabajadores y la situación
en el territorio guipuzcoano fue similar. Movilizar tan ingentes cantidades de
obreros trajo consigo situaciones que en nada tienen que envidiar a las de la
construcción de los ferrocarriles
transcontinentales norteamericanos, inmortalizadas en diversas películas del
Oeste.
Al igual que el capital que financiaba la empresa, muchos de los técnicos que dirigieron los trabajos de construcción eran también franceses.
Este es el caso del ingeniero principal, León Lalane, de quien dependían los
jefes de las dos secciones en que se dividieron las obras, Fournier, con sede
en Valladolid, para los 394
kilómetros previstos entre Madrid y Torquemada, así como
para el ramal de Venta de Baños a Alar del Rey, y Letourneur, con sede en
Vitoria, para los restantes 335 kilómetros comprendidos entre Torquemada y
la frontera del Bidasoa.
Estación de Ávila. Fotografía de Juan Bautista Cabrera. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Como era de suponer, los primeros tramos en entrar en servicio
fueron los que transcurrían a lo largo de las planicies de la meseta
castellana. Así, tras cuatro años de obras, el 1 de agosto de 1860 se abrieron
al tráfico los primeros 127
kilómetros comprendidos entre Valladolid y Torquemada,
así como el ramal de Venta de Baños a Alar del Rey. La construcción del puente
sobre el Duero retrasó la apertura del tramo entre la capital castellana y
Medina del Campo al 15 de septiembre del mismo año, mientras que el 25 de
noviembre se inauguraron las secciones de Sanchidrián a Medina del Campo y de
Torquemada a Burgos. De este modo, a finales de 1860 los trenes de la Compañía
del Norte podían circular por 309 kilómetros , lo que facilitó el
establecimiento de los primeros servicios combinados con diligencias entre
Madrid y Bayona.
Tampoco presentaron especial dificultad las secciones comprendidas
entre Burgos y Quintanapalla y desde Madrid a El Escorial, abiertos al tráfico
en el verano de 1861, con lo que se sumaban otros 66 kilómetros en
servicio. El 6 de marzo de 1862 corrían también los primeros trenes por los 75 kilómetros que
separan Miranda de Ebro, Vitoria y Olazagutía, donde los únicos
obstáculos reseñables eran el túnel de Txintxetru, de 539 metros de longitud,
y cinco viaductos sobre los ríos Bayas, Zadorra y Zamarduia.
Tren conmemorativo del 150 aniversario de la sección de Miranda a Olazagutia, estacionado en Vitoria. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
Notablemente más compleja fue la construcción de los 73 kilómetros de la
sección de Quintanapalla a Miranda de Ebro, donde, además de superar el río
Ebro con un viaducto de sillería de 134 metros de longitud, se debía afrontar las
dificultades orográficas de la divisoria entre el Ebro y el Duero, en los pasos
de la Brújula y Pancorbo. En el primero de ellos fue preciso perforar cuatro
túneles, que sumaban 1.869
metros de galerías, así como levantar imponentes
terraplenes y trincheras de más de 18 metros de profundidad. El paso de Pancorbo
también exigió construir otros cuatro túneles, que reunían otros 731 metros y los
viaductos de Pangua, de 138
metros y, el denominado por los ingenieros de Norte de
las Termópilas, de 53
metros . El trayecto pudo abrirse al servicio el 26 de
julio de 1862.
Tren de mercancías a su paso por la estación burgalesa de Santa Olalla. Fotografía de Xavier Santamaría. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
En todo caso, la envergadura de las obras de la divisoria entre el
Duero y el Ebro palidece en comparación de los trabajos que exigió el paso de
la sierra de Guadarrama entre El Escorial y Ávila, donde fue preciso perforar
hasta 16 túneles, que sumaban 4.540 metros , siendo el mayor de ellos el de
Navalgrande, de 1.004
metros de longitud. Además, el quebrado terreno exigió
la construcción de tres grandes viaductos de sillería: Los Molinos, de 175 metros , Zarzalón, de
82, Valdespino, de 55, y un puente metálico en Lagartera, hoy sustituido por un
terraplén. La conclusión de este tramo, el 1 de julio de 1863, permitió
agilizar el servicio combinado con Francia ya que, desde esa fecha, solo era
necesario efectuar un trasbordo por carretera entre Olazagutía y Bayona, con lo
que el tiempo de viaje quedó reducido a unas 35 horas.
Entrañable y emotivo este maginifico articulo recordando los trabajos y tramos de obras de esta majestuosa y principal linea...Impresionantes las imagenes tambien de la estacion de Principe Pio en que se puede apreciar la unidad TER,y a su derecha la imponente "cocodrilo",asi como las imagenes del tren commemorativo en Vitoria y la preciosa 1800 "tubo"con el mercancias...Sobra decir que se esperan con el mayor interes las siguientes entregas de esta fascinante linea y su gestacion...
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