Tribuna inaugural del ferrocarril del Norte en San Sebastián, celebrada el 15 de agosto de 1864. Archivo de la Biblioteca Nacional
Hoy, 15 de agosto, se conmemora la
conclusión de los trabajos de la que, sin duda alguna, ha sido la mayor obra de
infraestructura jamás construida en España. Obra récord y todavía no superada
por ninguna otra de su clase, la construcción de los 729 kilómetros del
ferrocarril del Norte, entre Madrid e Irún, así como del ramal de Venta de
Baños a Alar del Rey en poco más de ocho años y con los medios técnicos
existentes hace un siglo y medio no tiene parangón ni, tan siquiera, en las
nuevas líneas de Alta Velocidad.
Las
cifras del ferrocarril del Norte empequeñecen a cualquier otra infraestructura
de nuestro país. Para no extendernos en interminables ejemplos, baste señalar
que los 621
kilómetros del AVE de Madrid a Barcelona, exigieron doce
años de obras, un 50% más, pese a su menor longitud. Y, desde luego, no puede
atribuirse la rapidez con la que nuestros antepasados afrontaron la
construcción de la línea de Madrid al Bidasoa a la facilidad de la empresa.
Aunque, en efecto, algunos tramos no ofrecían especial dificultad a lo largo de
las amplias planicies de la Meseta castellana, las obras también debieron
afrontar las impresionantes barreras orográficas del Sistema Central y el vertiginoso
descenso al Cantábrico, sin olvidar el paso de dos de los principales ríos
ibéricos, el Duero y el Ebro, así como el cruce de la divisoria entre ambos
cauces en la Brújula y Pancorbo.
Puente sobre el río Duero. Fotografía de Jean Laurent.
Archivo de la Biblioteca Nacional de España. Ministerio de Cultura
No
cabe duda que el formidable trabajo realizado para la construcción del
ferrocarril del Norte solo fue posible gracias a las sólidas garantías
legislativas y financieras que proporcionaron las Leyes Generales de
Ferrocarriles y de Sociedades de Crédito, promulgadas, respectivamente, el 3 de
junio de 1855 y el 28 de enero de 1856. Ambas proporcionaron un notable
atractivo a la inversión extranjera en el sector y gracias a las aportación de
capital foráneo, sobre todo francés, fue posible el rápido desarrollo de la red
ferroviaria española, de modo que entre 1856 y 1865 se construyeron un total de
4.354 kilómetros
de vías férreas, a un ritmo vertiginoso,
hasta entonces desconocido en la mayor parte de Europa.
Los primeros pasos
Entre
las líneas construidas al calor de la nueva legislación se encontraban las que
pasarían a conformar el ferrocarril de Madrid a Irún, dividido en tres concesiones,
en principio, independientes. La primera en ser subastada fue la correspondiente
a su segunda sección, entre Valladolid y Burgos, que fue otorgada el 23 de
febrero de 1856 al banquero francés Eugenio Pereire y a sus socios Eugenio
Duclerc, Joaquín F. de Osma y Enrique O’Shea. No habían transcurrido dos meses
cuando, el 26 de abril se iniciaron formalmente las obras en Valladolid, en un
solemne acto presidido por el general Espartero.
El arco de ladrillo de Valladolid recuerda que en esta
ciudad se iniciaron las obras del ferrocarril del Norte. Archivo
EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
El
primero de marzo de 1856, los titulares de la concesión del ferrocarril de
Valladolid a Burgos constituyeron la Sociedad del Crédito Mobiliario Español,
empresa que pronto acaparó las restantes autorizaciones precisas para concluir
la construcción del ferrocarril de Madrid a Irún. Así, el 18 de junio de 1856,
logró la concesión para el tramo comprendido entre Venta de Baños y Alar del
Rey, punto en el que se empalmaría con la empresa del Ferrocarril de Ysabel II
que, en aquellos momentos, impulsaba la construcción de una vía férrea desde
Alar hasta Santander. Meses más tarde, el 18 de octubre de 1856 el gobierno les
concedió también las secciones de Madrid a Valladolid y de Burgos a la frontera
francesa, pasando por Miranda de Ebro, Alsasua y San Sebastián, con una
subvención por kilómetro construido de 195.246,840 Reales.
El
hecho de que el gobierno hubiera otorgado las concesiones del ferrocarril de
Madrid a Irún no garantizaba su definitiva construcción, ya que bien podía
repetirse lo sucedido con el primer proyecto impulsado desde Bilbao en 1845 y
que fracasó por falta de financiación. Naturalmente, Gipuzkoa pronto mostró su
interés por un proyecto llamado a vertebrar buena parte de su territorio. Sin
embargo, en aquellos mismos momentos se impulsaba desde Navarra otra
iniciativa, la del ferrocarril de los Alduides, que proponía enlazar
directamente Pamplona con Baiona. De construirse esta vía férrea era de esperar
que la mayor parte de las mercancías con origen o destino en el interior peninsular,
optarían por embarcar o desembarcar en el puerto labortano en detrimento de la
dársena donostiarra.
Viaducto de Lagartera, cerca de Navalperal, hoy
sustituido por un terraplén. Fotografía de Jean Laurent. Archivo de la
Biblioteca Nacional de España. Ministerio de Cultura
Para
conjurar el peligro de quedar marginados por la nueva red de comunicaciones,
las autoridades guipuzcoanas decidieron colaborar en la financiación de las
obras del ferrocarril del Norte a su paso por el territorio. Para ello, la
Diputación a través de sus comisionados Fermín Lasala y Luis de Mariategui,
negoció con el Crédito Mobiliario Español los términos de la subvención que
permitiría desenclavar definitivamente el proyecto y, finalmente, el 29 de
diciembre de 1857 se alcanzó un acuerdo por el que las obras del ferrocarril
entre Irún, Donostia y Ordizia se realizarían en el plazo máximo de cuatro
años, en lugar de los siete inicialmente establecidos en la concesión. A
cambio, Gipuzkoa contribuiría con 25 millones de reales, de los que la propia
Diputación aportaría cuatro, mientras el resto se cubriría mediante una
suscripción popular.
Una
vez alcanzado el acuerdo con la empresa francesa, la Diputación de Gipuzkoa
abrió una suscripción popular para reunir los 21 millones de reales necesarios
para completar la subvención comprometida, con aportaciones de todo tipo de
procedencias que, en poco más de un mes quedó cubierta. Cabe destacar los
cuatro millones de reales llegados de la isla de Cuba y las modestas pero
significativas aportaciones del clero guipuzcoano, al que en muchas ocasiones
se tachó de enemigo del progreso, cosa que quedó desmentida con su apoyo
decidido a las obras del ferrocarril.
Terraplén en construcción entre Zumárraga y Beasaín.
Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Una
vez asegurada la financiación, se pudo dar inicio a las obras de construcción
del ferrocarril, el 22 de junio de 1858. La jornada contó con dos actos
inaugurales; primero en Tolosa, donde se acometió simbólicamente la perforación
de una trinchera tras el frontón de San Francisco y, por la tarde, en San
Sebastián. Sin embargo, todavía fue preciso un nuevo acuerdo entre la
Diputación de Guipúzcoa y los promotores del ferrocarril para dar definitivo
impulso a las obras de construcción de la sección comprendida entre Ordizia y
Zumárraga. Firmado el 15 de octubre de 1858, el convenio garantizaba la puesta
en marcha de las obras en esta sección, a cambio de la adquisición de
obligaciones por valor de ocho millones de reales.
Obreros empleados en la construcción del ferrocarril
del Norte. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Frente
al decidido compromiso de los guipuzcoanos, Álava no manifestó un gran interés
por el proyecto, al que únicamente aportó una subvención de cinco millones de
reales. Igualmente, a diferencia de lo sucedido semanas antes en Tolosa y San
Sebastián, la inauguración de las obras en Vitoria
transcurrió sin pena ni gloria y lo mismo sucedió en otras provincias que, tal
vez sabedoras que no existían más alternativas para el nuevo trazado, no
ofrecieron grandes ayudas a la empresa promotora, ni siquiera en el caso de
Ávila, capital que vivió una prolongada disputa con Segovia respecto al trazado
definitivo de la línea, que habría tenido importantes repercusiones incluso en
los accesos a la capital de España.
Efectivamente,y,por supuesto,asombra la capacidad de trabajo con unos medios mas que exiguos si los comparamos con las tecnicas y maquinaria de construccion existentes a dia de hoy,lo que pone de manifiesto el buen hacer y la calidad del personal asi como del trabajo de siglo pasado,en esta y otras muchas obras y edificaciones,solo,como siempre,esperar las siguientes entregas de este tema del maximo interes
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