Hace algunos años publiqué, en el Nº 2 de la Revista de Historia Ferroviaria, un artículo en el que analizaba el funcionamiento de los tranvías de San Sebastián entre los años 1887 y 1897, década en la que en su tracción se empleaba el denominado «motor de sangre», es decir, la fuerza de mulas y caballos, en el arrastre de los tranvías.
A la vista de la fotografía que acompaña este texto, que tuve ocasión de tomar en los talleres de los ferrocarriles económicos de Valencia en 1983, bien podríamos hablar de la utilización del «motor de sangre» en estas líneas, explotadas en aquellos años por la empresa estatal FEVE y que, poco después, darían paso a los actuales Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana.
FEVE heredó en 1964 una red, explotada hasta entonces por la Compañía de Tranvías y Ferrocarriles de Valencia, en un estado muy precario, tras largos años de falta de inversión para su modernización. El momento en el que los ferrocarriles de Valencia se integraron en FEVE no era tampoco el mejor para proceder a su urgente modernización. Por el contrario, el futuro de estas líneas estuvo seriamente cuestionado en una época en la que muchas otras líneas de vía estrecha eran clausuradas y desmanteladas. Así, en los primeros años de gestión estatal, la única inversión realizada fue la incorporación a su parque de material móvil de unos tranvías adquiridos de ocasión en Bélgica, vehículos que, por su origen y dada la entonces reciente boda de la española Fabiola de Mora y Aragón con Balduino, el rey de los belgas, fueron popularmente bautizados como «fabiolos».
Debido a esta crónica falta de inversiones, el popular «trenet» de Valencia se convirtió en un auténtico paraíso para los aficionados al ferrocarril ya que por sus líneas circulaban, bien entrados los años ochenta, vehículos que acumulaban más de sesenta años de historia a sus espaldas. «Bujías», «portugueses», «zaragozas», «tanquetas» y «fabiolos» convertían al trenet valenciano en un verdadero museo lleno de vida. No hace falta decir que los talleres en los que se mantenían estos veteranos vehículos, situados en las proximidades de la valenciana estación de Pont de Fusta, eran como la cueva de Ali Babá y en ellos era posible fotografiar escenas tan singulares como la que acompaña este texto.
Aunque, por lo general, los movimientos en el interior de los talleres se realizaban con el apoyo de alguna locomotora de maniobras, cuando no había ninguna disponible se recurría al propio personal de estas instalaciones que, acumulando sus fuerzas, movía un coche de una a otra vía. En este caso, se trata precisamente de uno de los «fabiolos» que contribuyeron a una tímida modernización de estas líneas en los años setenta el que es maniobrado por una «pila» de ferroviarios. Curiosamente, en la actualidad FEVE ensaya un prototipo de tren que funciona con una pila de combustible de hidrógeno, experiencia que, precisamente se realiza sobre un veterano «fabiolo» rescatado del desguace. ¿Se anticiparon en el «trenet» a la innovadora tecnología de la tracción mediante «pilas»?
Para desgracia de los amantes de los trenes clásicos y por fortuna para los viajeros, a principios de los años ochenta FEVE inició un ambicioso programa de obras, proseguido por los Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana , que han permitido transformar el viejo «trenet» en una de las más modernas redes de metro y tranvías de Europa.
Al paso que van en FGV (Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana) es posible que muy pronto veamos imágenes parecidas a estas, con la única diferencia que los que empujarán las composiciones del metro no serán los empleados, sino los usuarios del metro.
ResponderEliminarMuchos valencianos añoramos con nostalgia ese trenet histórico. En los años 80 nos quejábamos de su carácter tercermundista. Recuerdo detalles como que cuando arrancaban las puertas se abrían del impulso y cuando se paraban se cerraban del frenazo; o que a través del suelo de madera donde se metían las cáscaras de pipas por las ranuras, se podía ver la vía por los agujeros de la madera, o que cusndo llovía, pocas veces en Valencia, pero torrencialamente cuando lo hacía, había que abrir los paraguas dentro del vagón y el agua se colaba dentro de los plafones de las bombillas del alumbrado interior (hay que recordar que eran trenes eléctricos). Pero lo recordamos con nostalgia. ¿por qué? Tal vez la única razón es porque nos recuerda a nuestra infancia. Valencia pedía, exigía una modernización de estos ferrocarriles, y costó mucho tiempo y dinero conseguir un metro acorde a los tiempos en que vivimos. Y paradójicamente, el peor accidente de metro de España fue en Valencia y con las unidades mejoradas, pero ¿lo suficiente? Está claro que el mantenimiento es esencial. La fotografía es la muestra de la falta de recursos que se traslada a la falta de mantenimiento. Es muy bonito y da mucha imagen comprar unidades nuevas y limpias, pero hay que mantenerlas. En cuanto a las viejas unidades, en lugar de deshacerse de ellas para chatarra, existen otras salidas, como la restauración, para disfrutede valencianos y turistas del resto de España y del mundo.
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