Un exportador de vinos
La construcción, hace 170 años, del ferrocarril de València al Grao fue clave para el desarrollo de su puerto y su progresiva transformación en uno de los más importantes nodos logísticos de nuestro país. Al calor de sus muelles y de sus numerosas estaciones ferroviarias, pronto surgieron toda clase de empresas vinculadas al mundo del transporte; desde operadores de servicios de mercancías, hasta constructores de material móvil, como es el caso de los Astilleros de la Unión Naval de Levante, donde se fabricaron y repararon ténderes para locomotoras de vapor o toda clase de vagones, o los talleres de Construcciones Móviles, S.A., Sucesores de Gay, que suministraron tranvías, coches y vagones a diversas administraciones.
Fueron también muchas las empresas que se instalaron en el Grao para aprovechar las ventajas que ofrecían sus magníficas comunicaciones para el transporte de sus mercancías. Desde almacenes de productos petrolíferos y de carbones, hasta fábricas de fertilizantes, se ubicaron en las inmediaciones del puerto valenciano. Entre otros muchos, se encontraba la firma de Vicente Gandía Plá, que, según señalaba la publicidad de sus vagones foudre, se dedicaba a la exportación de vinos, probablemente de La Mancha y de Utiel-Requena, que transportaría por vía férrea hasta el puerto, para su posterior expedición por vía marítima.
Los vagones foudre fueron una de las especialidades del ferrocarril español. Bajo la apariencia de un vagón cerrado convencional, se ocultaban una o dos grandes cubas en las que se transportaban los caldos hasta los mercados de consumo. El que protagoniza de esta imagen fue construido en los años veinte por la firma vasca Mariano de Corral, predecesora de la actual Amurrio Ferrocarril y Equipos.
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