Las locomotoras "Santa Fe" llegaban a quemar más de dos toneladas de carbón por hora. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril
El
trabajo que desarrollaban los fogoneros de Renfe en la posguerra española era
uno de los oficios más duros de la época, ya que a la penosidad propia de este
trabajo; alimentar de combustible la caldera, vigilar constantemente que se
mantuviera el nivel de agua y la presión necesaria en todo momento, aprovechar
las paradas para reponer el agua del ténder y lubricar cajas de grasa y
cojinetes, así como un sinfín de actividades precisas para mantener la
locomotora en perfectas condiciones, se unían los problemas derivados por la
mala calidad de los carbones disponibles, lo que provocaba un significativo aumento del trabajo, tanto a la hora de palear como a la de limpiar las
escorias e incrustaciones que se formaban en el emparrillado, dificultando el
paso del aire y la adecuada oxigenación de la combustión.
Evidentemente,
no era lo mismo palear algunas de las escasas 23.398 toneladas de carbón alemán
que dispuso Renfe en 1944, de características ligeramente inferiores a las
hullas británicas que España recibía antes de la guerra y cuyos análisis
indicaban que proporcionaba una medida de 7.946 calorías con un porcentaje de
cenizas del 7,82%, que consumir menudos de Puertollano, que solamente ofrecían
5.909 calorías y un nivel de cenizas del 25,36%. Sencillamente, para obtener la
misma vaporización, hacía falta palear al menos un 34% más de combustible.
Además, en el primer caso, apenas era necesario limpiar sobre la marcha el
emparrillado de las cenizas y consiguientes incrustaciones que se formaban en
el emparrillado, mientras que en el segundo, con un 25,36% de cenizas, este
duro trabajo, moviendo grandes y pesados barrones para rascar su superficie,
era agotador. Claro que, peor tenía que ser quemar alguna de las 39.463
toneladas de briquetas que, a falta de brea, se aglomeraron dicho año con
cemento.
Naturalmente,
tampoco era lo mismo trabajar en una locomotora de pequeñas dimensiones
realizando maniobras o arrastrando trenes de corto recorrido, que remolcar
pesados mercantes o prestigiosos trenes de viajeros. A estos últimos se
reservaban los carbones de mejor calidad, como las hullas alemanas antes
citadas. De este modo, las magníficas «montaña» de la serie 4600 de Norte, que
remolcaban el Sudexpreso en los 339 kilómetros que separan Ávila de Miranda de
Ebro en un tiempo de 5 horas y cuarto (velocidad comercial de 58,9 km/h y
velocidad media, descontando las paradas, de 64,57 km/h), consumían una media de
23,48 kilogramos por kilómetro, lo que suponía cargar en su hogar 1.402
kilogramos por hora. Si se tiene en cuenta que con cada palada se cargaban unos
6 kilogramos, durante el trayecto el fogonero debía realizar esta operación
234 veces por hora, o lo que es lo mismo, palear 4 veces por minuto. En todo
caso, estamos hablando de consumos medios que, en el caso de este tren, debían
ser algo inferiores, aproximadamente de unos 20 kilogramos del mejor carbón por
kilómetro, lo que representaría un consumo final en el trayecto de 6.780
kilogramos, apurando la capacidad de 7.000 kilogramos de carbón del ténder de
estas magníficas locomotoras.
En
todo caso, el Surexpreso era la gran excepción. Lo habitual en la España de la
posguerra eran los trenes lentos y alimentados con carbón de bajo poder
calorífico y exceso de cenizas y volátiles que multiplicaban el trabajo del
fogonero, incluso en las locomotoras de vapor más modernas y eficientes
disponibles en el parque de Renfe, como es el caso de las míticas«Santa Fe».
Cubrir con estas impresionantes máquinas los 51 kilómetros que separan las
estaciones de Ponferrada y Brañuelas, a través de la difícil rampa del mismo
nombre, exigía en las mejores condiciones no menos de dos horas y cuarto, con
una velocidad media de tan solo 22,6 kilómetros por hora. Aunque el promedio de
consumo de carbón de estas locomotoras en 1944 fue de 56,63 kilogramos por
kilómetro, en una rampa de estas características éste se podía disparar
fácilmente hasta los 100 kilogramos por kilómetro, lo que representaría un
consumo por hora de 2.260 kilogramos, es decir, palear más de 5 toneladas, ¡más
de la mitad de la capacidad del ténder! en este breve trayecto de medio
centenar de kilómetros, en el que el fogonero debería de palear en más de 376
ocasiones por hora, es decir más de 6 paladas por minuto. Evidentemente, el
trayecto de regreso, la ley de la gravedad contribuiría a reducir el consumo a unos10
ó 12 kilogramos por kilómetro.
Hola Juanjo. He leído en varios artículos de Ángel Maestro que en las Santa Fé estaba previsto que dos fogoneros alimentaran el hogar. Sin embargo, por el comportamiento "absurdo" de alguno de ellos, queriendo demostrar su autosuficiencia en ese trabajo, motivó que solo uno, como en las restantes, acompañase al Maquinista. ¿Has oído algo al respecto?. Me atrevo a preguntarte pues ante este comentario, Ángel Maestro recibió varias contestaciones desmintiendo esos supuestos hechos, y alguno con no muy buenas maneras.
ResponderEliminarCreo que en andorra teruel, los fogoneros eran personas muy fuertes, doy fé, porque los conocia desde que entre en el PPO de ENDESA ANDORRA TERUEL.
ResponderEliminarBuen día, Juanjo. Aunque posiblemente te fueran ya familiares, los datos sobre el desempeño de los fogoneros que te transmití el otro día, provienen de una fuente significativa, en concreto de un clásico, La Locomotora, de Lamalle-Leguein, ed. Gustavo Gili, 1954. Para mí, pues, constituyen una referencia solvente, que me ha permitido desde hace años recordar fácilmente esos números, bastante 'redondos', que te comenté. Por cierto, soy siempre fiel seguidor de tus entradas, siempre llenas de un sabroso contenido ferroviario, que nos alimenta en nuestra pasión a muchos, y especialmente en estos días tan singulares. Deseo todo vaya bien para tí. Cordialmente, José-Ramón.
ResponderEliminarImpresionante y digno de todos los elogios y admiración el trabajo de los fogoneros y su resistencia tanto
ResponderEliminarfísica como moral con el fin de realizar su trabajo y cumplir
el servicio de la mejor manera.El tema del servicio de los dos
fogoneros en las locomotoras Santa Fe,efectivamente fué objeto
de polémica,personalmente,leí en una ocasión una carta en la
revista Via Libre,que posteriormente venía recojida en el libro
"Viajes y reportajes"de Manolo Maristany,en la que un señor,
fogonero de una de estas máquinas y posteriormente maquinista,
afirmaba que las 1-5-1 no llegaron a precisar el segundo operario,si bien,dese luego era muy duro el trabajo con estas
máquinas,tal y como relata Juanjo,consideraba que el trabajo
como fogonero en una de las "Montaña"llegaba a resultar incluso
más duro que en las Santa Fe por las características del servicio y el kilometraje recorrido...
Las locomotoras 1300 (240-4065), yo la trabajé en Zaragoza un año, en el 1961, era una maravilla de locomotora, desde Zaragoza a Arcos de Jalón, me podia gastar unas 6 toneladas y dos limpiezas, una en Ricla La Almunia y otra en Calatayud, había que estar fuerte y bien preparado para hacer un buen servicio.
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