Pese a la gravedad del accidente de Daimiel, el Tren Real prosigió su viaje para que, tal y como estaba previsto, sus viajeros pernoctasen en Ciudad Real. Fotografía de Juan Bautista Cabrera. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
La
inauguración de la primera sección portuguesa del ferrocarril internacional de
Lisboa a Madrid, entre la capital lusa y Carregado se vio empañada por la avería de la locomotora que remolcaba el
Tren Real en el viaje de regreso. Pese al gran retraso y al enojo que éste
provocó entre los expedicionarios que quedaron varados a mitad de camino, se
trató de un simple incidente sin importancia, si se compara con las
consecuencias del gravísimo accidente registrado el 10 de diciembre de 1866 en
la estación de Daimiel durante el viaje inaugural de la reina Isabel II de la totalidad de la línea, desde
Madrid hasta Lisboa.
Precediendo
al tren inaugural circulaba una locomotora
de exploración que, bien debido a la densa niebla
que reducía
notablemente la visibilidad, o bien por distracción
del maquinista, entró en la estación de Daimiel a gran velocidad y arrolló a la multitud allí congregada, que únicamente había sido informada sobre la hora de llegada del Tren Real y de que éste efectuaría una parada de 10 minutos, por lo que muchos lugareños se habían arremolinado entre las vías al final de los andenes ignorando que, previamente, pasaría la máquina exploradora sin detenerse.
Como consecuencia del accidente se registraron siete muertos y veintisiete
heridos de diversa consideración. La tragedia produjo la lógica consternación
general en la localidad y motivó la apertura de una investigación para
esclarecer lo sucedido. Sin
embargo, pese a la gravedad de lo ocurrido, Isabel II no alteró el programa del
viaje, que se mantuvo conforme a lo previsto, continuando su marcha hasta Ciudad Real, donde se celebraron brillantes festejos. Tras pernoctar en la capital manchega, el 11 de diciembre por
la mañana el tren reanudó el viaje hacia Badajoz, ciudad a la que llegó a las 8 de la noche.
Al día siguiente el tren reanudó su marcha y, al
llegar a la frontera, la comitiva fue acogida por el infante D. Augusto. Más
tarde, en la estación de Entroncamento sería el propio monarca portugués quién
recibiría a la Reina española y su séquito. Tras celebrar en esta localidad un
fastuoso banquete, el tren Real llegó finalmente a Lisboa a última hora de la
tarde. Aunque a su regreso de Portugal la Reina se detuvo en Daimiel para interesarse
por los heridos
y asistir a una Misa en recuerdo de los difuntos,
su fría actitud en
este gravísimo accidente fue duramente
criticada por la oposición política y contribuyó a incrementar la mala imagen
de una monarquía agonizante.
Querido Juanjo, soy una persona muy interesada en la historia de Daimiel y estoy intentando documentar el accidente ferroviario al que hace referencia en su texto. Le estaría muy agradecida si me recomendara algún libro donde conseguir esa documentación. Muchas gracias por adelantado. Maite
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