Cruce de dos composiciones formadas por automotores Brill en la estación de Sarriá. Fotografía de Christian Schnabel. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Sin duda, la característica más
llamativa de las líneas explotadas por la Compañía de los Ferrocarriles de
Cataluña era su indudable carácter norteamericano. Es evidente que Frederik S.
Pearson importó a nuestro país los criterios que seguían en Estados Unidos para
comunicar mediante tranvías o ferrocarriles interurbanos las grandes capitales
con las poblaciones vecinas.
Toda la tecnología aplicada en la
construcción de los ferrocarriles de Sarriá a Tearrassa y Sabadell se importó
de los Estados Unidos, destacando especialmente sus impresionantes automotores,
suministrados por la prestigiosa firma J. G. Brill (Filadelfia), especializada
en la construcción de toda clase de material tranviario. Tanto su estética como su mecánica eran
idénticas a la de los grandes interurbanos norteamericanos, diseñados para
circular a altas velocidades en los tramos rurales, así como para efectuar
servicios urbanos por las calles de las ciudades, algo en aquel momento muy
importante ya que los trenes deberían circular entre Barcelona y Sarriá por las
calles de la ciudad condal. Además, sus equipos eléctricos eran bitensión, ya
en el tramo urbano debían alimentarse a la tensión de 600 voltios, mientras que
desde Sarriá a Terrassa y Sabadell lo harían a 1.200 voltios, siempre en
corriente continua.
En principio, Ferrocarriles de
Cataluña contrató con J.G. Brill el suministro de 18 coches motores. Sin
embargo, tres de ellos se perdieron en su transporte desde Estados Unidos a
Barcelona, al ser torpedeado el barco que los transportaba por un submarino
alemán. Es posible que sus restos todavía se encuentren en el fondo del
Atlántico…
Ante los problemas para la
contratación y, sobre todo, el transporte de nuevos coches que había provocado
la Primera Guerra Mundial, Ferrocarriles de Cataluña decidió construir hasta
cuatro automotores y ocho remolques, prácticamente idénticos a sus hermanos
americanos, en sus talleres centrales de Sarriá. De este modo, el parque móvil
inicial quedó constituido por 18 coches motores y 9 remolques, con los que fue
común formar composiciones M-R-M.
La experiencia adquirida con la
construcción de estos coches en los talleres de Ferrocarriles de Cataluña en
Sarriá debió ser muy positiva ya que, desde entonces, esta empresa se
autoabasteció de todo el material motor y remolcado que precisaba para su
explotación.
En la actualidad, Ferrocarrils de la
Generalitat de Catalunya conserva en orden de marcha uno de estos
impresionantes automotores, capaz de alcanzar los 100 kilómetros por hora,
cifra verdaderamente elevada para la época de su construcción, en concreto, el
número 18.
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