domingo, 22 de junio de 2014

LA GUERRA CIVIL EN LOS TALLERES DE MARIANO DE CORRAL

Maqueta de los talleres de Amurrio de Mariano de Corral. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

El 18 de julio de 1936, el fracaso de un golpe de estado impulsado por diversos generales encabezados por Emilio Mola degeneró rápidamente en una cruel guerra civil que se prolongó durante cerca de tres años. Rápidamente el territorio español quedó dividido en dos zonas, una controlada por las fuerzas formalmente leales al gobierno y otra en manos de los militares rebeldes. A pesar de que la mayor parte de Álava fue pronto dominada por los golpistas, el valle de Ayala, incluido por tanto Amurrio, localidad en la que se encontraban enclavados los talleres del constructor de material ferroviario Mariano de Corral,permaneció en manos de la República.

El estallido de la guerra supuso la casi completa paralización de las actividades fabriles en los talleres de Amurrio, no existiendo constancia documental que permita conocer la contribución que pudieron realizar los trabajadores de esta empresa al esfuerzo de guerra republicano. Debido a su destacada labor en las organizaciones patronales, el propietario de la empresa, Mariano de Corral y Esteban, llegó a ser encarcelado, aunque pronto abandonó la prisión al quedar bajo arresto domiciliario en su chalet de Las Arenas.

El 20 de junio de 1937 Amurrio cayó en poder del ejército rebelde, cuyos mandos pronto decidieron la militarización de esta industria. Sin embargo, la puesta en marcha de la producción se enfrentaba a graves problemas, como la desaparición de buena parte de la maquinaria, evacuada por las tropas leales a la República en su retirada hacia Asturias. Pero el inconveniente más grave era, sin lugar a dudas, la falta total de mano de obra cualificada, ya que la mayoría de los antiguos trabajadores habían huido, ante el más que justificado temor a las represalias por parte de los sublevados, o se encontraban combatiendo en los frentes de batalla.

Una disposición legal del gobierno rebelde promulgada pocos días antes de que Amurrio cayera en poder del ejército sublevado, el 28 de mayo de 1937, aportaba una trágica solución al problema de la falta de mano de obra. En efecto, el Decreto 281 proclamaba «el derecho al trabajo de los presos por delitos no comunes, como peones o en otras clases de empleos o labores, en atención a su edad, a su eficacia profesional y a su buen comportamiento». Evidentemente, lo que el citado texto denominaba «derecho al trabajo» no era sino un eufemismo con el que se pretendía disimular el verdadero espíritu de la nueva normativa, el trabajo forzado, es decir, la utilización de los presos como esclavos. Los contratistas e industrias que empleaban esta clase de mano de obra debían abonar a la Jefatura del Servicio Nacional de Prisiones el salario íntegro que por su trabajo correspondería pagar al recluso, tal y como si se tratara de un obrero libre y  del cual se detraía 1,50 pesetas en concepto de manutención del preso. Asimismo, en principio se asignaban cincuenta céntimos para los gastos personales de los prisioneros, al tiempo que se concedían dos pesetas para su mujer y una peseta más por cada hijo menor de quince años, siempre que no se superase el jornal medio de los braceros del lugar, ingresándose el remanente resultante en la Hacienda estatal que era, la verdadera beneficiaria de este sistema.

Así, el 9 de abril de 1938 pudo reiniciarse la actividad industrial en los talleres de Mariano de Corral, contando para ello con una exigua plantilla de tan solo 39 trabajadores libres y 16 prisioneros de guerra. La libreta de jornales de la empresa número 32 recoge los nombres de estos desdichados:

En la sección de ajuste:
-          José Acebal
-          Enrique Barba
-          Manuel Beitia
-          Modesto Bilbao
-          Saturnino Ruiz

En la sección de calderería:
-          Julián Amiano
-          Ramón de la Presa
-          Miguel Gómez
-          Luis González
-          Bernardo Ipinza
-          Oscar Muñiz
-          Juan Miguel Salaverría
-          Manuel Álvarez
-          Vicente Muno

En la fundición:
-          José Bonet
-          Vicente García

Con el paso del tiempo, y sobre todo tras la caída del frente de Lérida, el número de presos en la plantilla fue incrementándose, hasta alcanzar un máximo de 33 reos. Eran José Capdevila, Pascual Llorens, Joaquín Montero, Constantino Torre, Tomás Alemán, y Joaquín Carlos Vilá en la sección de ajuste, Ricardo Aguirre, Emilio González, Ramón Haya, José Montero, Eliseo Salvador, Antonio Tovoso, Manuel Fernández, Germán Cifuentes y Avelino Iglesias en calderería y Pedro Sevilla  y Juan Torrent en forja. Se daba la circunstancia de que algunos de los prisioneros de guerra que durante estos años trabajaron en la factoría de Mariano de Corral y Esteban, como es el caso de Saturnino Ruiz, Vicente García y Ricardo Arregui, eran antiguos empleados de la empresa. Para su alojamiento, la empresa construyó unos barracones en el propio recinto de la factoría.

A pesar de lo que el engañoso texto del Decreto 281 pueda hacer suponer, lo cierto es que las condiciones de vida de los presos eran extremadamente duras, trabajando durante prolongadas y extenuantes jornadas, sin derecho al contacto con sus familiares, los cuales rara vez percibían las asignaciones inicialmente establecidas, y bajo la constante amenaza del retorno a los campos de concentración o a las prisiones franquistas, donde las condiciones de vida eran todavía peores.

Lejos de aprovechar la nueva coyuntura para vengarse de algún modo por los difíciles años que vivió tras su ingreso en prisión y su posterior arresto domiciliario mientras permaneció en la zona leal al gobierno republicano, Mariano de Corral y Esteban se preocupó en todo momento por la situación de los presos asignados a su empresa, intentando mejorar, en la medida de lo posible, su alimentación, mediante la adquisición, en sucesivas ocasiones, de diversos suministros. Así, por ejemplo, los libros de contabilidad de la empresa reflejan, el 31 de agosto de 1938, el gasto de 35 pesetas en la adquisición de una partida de sardinas y de 134 pesetas en concepto de leche y verduras. En ocasiones llegó a matarse un cerdo, tal y como señala el libro diario el 28 de febrero de 1939.

La empresa de Mariano de Corral y Esteban debía de abonar la integridad de los jornales que correspondían a los prisioneros por el trabajo realizado a la Dirección de Campos de Concentración de Obreros Trabajadores en Burgos. Asimismo, para intentar paliar la extrema situación de los reos, entregaba directamente a cada uno de ellos una asignación semanal de 1,75 pesetas.

El buen trato que otorgaba Mariano de Corral y Esteban a los presos asignados a la empresa no resultó del agrado de las autoridades militares, las cuales llegaron a acusarle de conspiración con el enemigo. Paradojas de la vida, tras haber sido encarcelado por los republicanos, nuevamente conoció la prisión, en este caso de la mano del otro bando.

La producción de la empresa durante estos años se centró especialmente en la fabricación de todo tipo de elementos para el ejército. Así, participó activamente en la construcción de estructuras metálicas para hangares de aviación, con capacidad para tres bombarderos, en los aeródromos militares de León, Logroño, Zaragoza o Matacán, así como de la torre de control del aeropuerto de Villanúa, al mismo tiempo que entregaba a la sanidad militar un buen número de camillas portátiles y al ejército de tierra, en colaboración con la Compañía Euskalduna de Construcción y Reparación de buques, obuses y ojivas de artillería.

A los pocos meses de finalizar la guerra y paralizarse por tanto la producción con destino al ejército, los prisioneros fueron progresivamente enviados nuevamente a campos de concentración o a prisiones de triste recuerdo como la de Orduña. Los últimos presos, Oscar Muñiz, Ramón Haya, Antonio Tovoso Manuel Álvarez, Avelino Iglesias y Manuel Fernández abandonaron la factoría de Mariano de Corral el 29 de julio de 1939, cerrándose una etapa negra en la historia de esta empresa.

Durante estos años la producción no se había limitado exclusivamente a la fabricación de suministros militares, ya que al ser altamente estratégico para el desarrollo de la guerra, también se atendió la demanda del sector ferroviario, sobre todo en lo que respecta a las reparaciones de material móvil, efectuadas en vagones para el Central de Aragón, Campsa, Hulleras de San Cebrián, de Sabero o de Riosa, los Ferrocarriles Vascongados, Bodegas Bilbaínas, Papelera Española, la Sociedad Nueva Montaña de Santander o la Unión Española de Explosivos. Asimismo se emprendió, por primera y única vez en la historia de esta empresa, la fabricación de ténderes para locomotoras de vapor, en concreto un lote de veinte de estos equipos con destino a una serie de máquinas en construcción en los talleres de Babcock & Wilcox y Euskalduna para la Compañía del Norte.


En este periodo los talleres de Mariano de Corral también fabricaron diverso material fijo entre los que destacan los cambios de vía suministrados al ferrocarril en construcción de Soria a Castejón de Ebro, al ferrocarril de Minas de Cala o a los ferrocarriles Andaluces en Málaga. Asimismo procedieron, a finales de 1938, a la total reparación de los dos coches del funicular de Archanda, construidos por su padre en 1915, y totalmente destruidos durante los combates que precedieron a la toma de Bilbao por parte del ejército rebelde.

1 comentario:

  1. Interesante cronica de la Guerra Civil Española.
    Serìa bueno conocer historias similares de la II guerra Mundial

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