EL ROBO DE DOS LOCOMOTORAS
Navarra fue uno de los principales escenarios de la tercera guerra carlista, que tuvo lugar entre los años 1872 y 1876. Los ferrocarriles, dado su indudable papel estratégico, fueron desde el inicio del conflicto uno de los principales objetivos de las partidas carlistas, que sabotearon vías, descarrilaron locomotoras e incendiaron estaciones, con el propósito de paralizar la circulación de los trenes con los que sus enemigos, el ejército liberal, movilizaba sus tropas y pertrechos con facilidad.
A medida que avanzaba la guerra, y cuando los carlistas comenzaron a controlar de forma estable buena parte de las provincias vascas y navarras, decidieron utilizar el ferrocarril en su propio provecho, no solo para trasladar sus ejércitos, sino también para ofrecer ante las potencias europeas la imagen propia de un estado consolidado. De este modo, el 26 de mayo de 1875 el pretendiente Carlos VII inauguró en Tolosa (Gipuzkoa), el denominado “Ferrocarril Carlista”, que pronto extendería su radio de acción entre Andoain y Salvatierra de Álava.
A falta de otra alternativa, los carlistas decidieron robar dos locomotoras que, en aquel momento, se encontraban pendientes de reparación en la estación de Pamplona, motivo por el que no habían podido ser retiradas por los gubernamentales. Esta dependencia se encontraba en “tierra de nadie”, dado que la ciudad se mantenía en manos del gobierno, pero estaba completamente sitiada por los rebeldes. De este modo, el 11 de noviembre de 1875 el 8º Batallón de Navarra, al mando del teniente coronel Leonardo Garrido, entró en los talleres del ferrocarril de Zaragoza a Pamplona y con la ayuda de varias yuntas de bueyes logró sacar del depósito las dos locomotoras. Se sabe que una de ellas era la Nº 31, una máquina para el servicio de mercancías construida en 1861 por la firma británica Beyer &Peacock.
La operación no estuvo exenta de riesgos, ya que al darse cuenta de lo que sucedía, las tropas gubernamentales abrieron fuego sobre la estación. Sin embargo, los carlistas lograron alcanzar su objetivo, al parecer sin bajas. En cambio, el posterior traslado hacia Gipuzkoa se vio dificultado por el mal estado de la vía y las intensas nevadas que cayeron aquellos días. Además, fue preciso someterlas a importantes reparaciones, por lo que no pudieron entrar en servicio hasta el 13 de febrero de 1876.
Poco pudieron aportar las locomotoras robadas en Pamplona al “Ferrocarril Carlista”, ya apenas habían transcurrido cinco días desde su puesta en servicio cuando los carlistas abandonaron Tolosa ante el avance del ejército gubernamental. Semanas más tarde, el 2 de marzo de 1876, se rindieron los últimos rescoldos del ejército rebelde y el ferrocarril del Norte pudo recuperar la normalidad.
Para los ejércitos y para aparentar. Putes baralles. Entretingut article.
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