viernes, 13 de diciembre de 2019

CINCUENTA AÑOS SIN LOS SECUNDARIOS DE CASTILLA (II)


Estación de Palanquinos. Fotografía de Xavier Santamaría. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
Un mal negocio
 
El esfuerzo que realizaron los inversores que construyeron los ferrocarriles de Tierra de Campos, no se vio recompensado por suculentos dividendos. ¡Todo lo contrario! La explotación de la red ferroviaria de vía estrecha de los Secundarios de Castilla nunca fue un buen negocio y los escasos resultados obtenidos por el servicio jamás llegaron a ser suficientes para poder amortizar la deuda contraída durante las obras y, mucho menos, para compensar mínimamente a sus promotores.
Estación de Medina de Rioseco. Fotografía de Otto Kurbjuweit
 
En 1920 la Compañía del Ferrocarril Económico de Valladolid a Medina de Rioseco presentó suspensión de pagos y aunque un año más tarde alcanzó un acuerdo con sus acreedores, la situación, lejos de mejorar, se deterioró con el progresivo desarrollo de nuevos medios de transporte como los camiones y autobuses que, poco a poco, arrebataban al tren su clientela. Finalmente, el 6 de octubre de 1930 el Estado se vio obligado a intervenir; rescató la concesión y firmó un acuerdo con Secundarios de Castilla para que esta empresa se encargara de su explotación.
Modelo de autovía construido para los Secundarios de Castilla en Zaragoza. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
En todo caso, la situación económica de los Secundarios de Castilla no era mucho mejor, pese a que para reducir los gastos al máximo posible y, al mismo tiempo, poder competir con similares armas con la carretera, introdujo en 1935 tres autovías, especie de autobuses diseñados para circular por vías férreas, construidos en Zaragoza. Con ellos, se pudo mejorar el tiempo de viaje, además de eliminar la figura del fogonero, con la consiguiente economía.
Confortable interior de los autovías construidos en Zaragoza. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
Tras la Guerra Civil, los Ferrocarriles Secundarios de Castilla vivieron sus mejores años, libres de la competencia de la carretera, ante la falta de combustibles líquidos y de neumáticos en la España del racionamiento. Incluso se estudió prolongar la vía desde Palanquinos hasta León, trayecto que apenas sumaba 24 kilómetros y que habría permitido, además de acceder a tan importante capital, enlazar con el ferrocarril de La Robla y, a través de éste, con toda la red ferroviaria de vía estrecha de la cornisa cantábrica, que todavía en la actualidad recorre el litoral desde el Ferrol hasta Hendaia, pasando por ciudades tan importantes como Gijón, Oviedo, Santander, Bilbao o San Sebastián, lo que habría abierto un gran abanico de posibilidades a los clientes del tren en Tierra de Campos.
Tren de los Secundarios de Castilla en la estación de Palanquinos. Fotografía de Xavier Santamaría. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
Lamentablemente, el proyecto de ferrocarril de Palanquinos a León nunca se hizo realidad. Por el contrario, finalizada la Segunda Guerra Mundial y con la progresiva recuperación del suministro de combustibles líquidos y de neumáticos, reapareció con mayor virulencia la competencia de la carretera. Contra ella poco podían hacer los renqueantes trenes de vapor de los Secundarios de Castilla.
Palencia, trasbordo de mercancías entre Renfe y los Secundarios de Castilla. Fotografía de Otto Kurbjuweit
 
Todavía en los años cincuenta se intentó modernizar el servicio con la introducción de tres nuevos automotores diésel fabricados por la firma francesa Billard, con los que mejoró notablemente la comodidad de los viajeros, al tiempo que se aumentó la velocidad de los trenes. Sin embargo, algunas instituciones fueron hostiles al tren, como es el caso del ayuntamiento de Valladolid que en 1952 prohibió el paso de los trenes por sus calles en el trayecto entre las estaciones de San Bartolomé y Campo Bejar, perdiendo el ferrocarril centralidad y, sobre todo, el importante enlace con la estación del Norte.
Automotor Billard de construcción francesa, incorporado en los años cincuenta a los Secundarios de Castilla. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
La agonía de los Ferrocarriles Secundarios de Castilla se prolongó todavía durante bastantes años más, hasta que finalmente la empresa concesionaria, ante el creciente déficit de la explotación, no tuvo más alternativa que renunciar a sus líneas. El 16 de marzo de 1965 éstas fueron asumidas por la Explotación de Ferrocarriles por el Estado, que en septiembre del mismo año se transformaría en la empresa pública Ferrocarriles de Vía Estrecha (Feve).
Uno de los últimos trenes de vapor de los Secundarios de Castilla, fotografiado en 1968. Fotografía de Jeremy Wiseman
 
Feve poco hizo por mejorar el servicio de los trenes de la Tierra de Campos. Imbuidos por el fatalismo que aquejaba al ferrocarril en aquella época y desbordados por el irresistible empuje de la carretera, nadie se molestó en intentar modernizar sus infraestructuras y material móvil para poder ofrecer tiempos de viaje competitivos con la carretera. De este modo, el 11 de julio de 1969 se clausuró el servicio en toda la red, que había llegado a contar con 400 ferroviarios, 226 kilómetros de extensión, 35 estaciones y apeaderos, además cuatro empalmes con Renfe en Valladolid, Palencia, Villada y Palanquinos.
Maniobras en los Secundarios de Castilla. Fotografía de Otto Kurbjuweit
 
Tras el cierre, pronto se levantaron las vías, mientras que sus 13 locomotoras de vapor, 15 coches de viajeros y 200 vagones de mercancías fueron enviados a la chatarra. Algo más afortunados fueron los tres trenes diésel que Feve remitió a otras líneas, en las que todavía prestaron sus leales servicios durante algunos años más.
Locomotoras de vapor de los Secundarios de Castilla, apartadas para su desguace en la estación de Palencia. Fotografía de Xavier Santamaría
 
Hoy poco queda de la gran red ferroviaria de Tierra de Campos, salvo algún trayecto reconvertido en Vía Verde, como es el caso del tramo que une Villalón y Cuenca de Campos o el que conecta Palencia con Villarramiel, así como muchas de las estaciones, la mayoría sumidas en el abandono, pero que todavía nos recuerdan con su elegante arquitectura el pasado ferroviario de esta comarca.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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