KARL ROMAN ABT
Karl Roman Abt ha sido un personaje fundamental en la historia y, sobre todo, en la tecnología, de los ferrocarriles de montaña. A él se deben dos invenciones fundamentales en ellos y ambos estuvieron, y siguen estando presentes, en Montserrat: el sistema de cremallera que lleva su nombre que utilizó el tren de cremallera y el de cruzamiento que emplean la mayoría de los funiculares del mundo, también los de Sant Joan y de la Santa Cova de Montserrat. Dado que ambos sistemas son conocidos por su breve apellido, más de uno ha pensado que Abt correspondía a alguna clase de siglas y no al nombre de su creador.
Roman Abt vino al mundo el 16 de julio de 1850 en Bünzen, pequeña localidad del cantón suizo de Argovia. Tras cursar en su localidad los estudios primarios, se graduó en el Politécnico de Zúrich en 1869. Concluida la carrera en 1872, su primer destino laboral fueron los talleres del Ferrocarril Central Suizo en Olten, donde trabajó a las órdenes de otro pionero de los ferrocarriles de cremallera, Niklaus Riggenbach.
En 1874 Abt inició el desarrollo de una de sus grandes invenciones. La familia Hauser, propietaria del Grand-Hotel Giessbach, sobre el lago de Brienz, le encomendó el estudio de un funicular que comunicase su negocio hostelero con el embarcadero del lago de Brienz, que debería superar un desnivel de 98 metros. Hasta la fecha, las instalaciones de este tipo eran de doble vía, ya que no se había resuelto de forma segura el cruce de los vehículos sin que éstos arrollaran y cortaran el cable al pasar sobre él. La solución propuesta por el joven ingeniero suizo fue sencilla e ingeniosa: un cruzamiento con desviaciones sin partes móviles, equipando a un coche con ruedas de doble pestaña en un lado y un tambor de apoyo en el opuesto, y a la inversa en el otro coche. De este modo, el carril exterior forzaba a cada uno de ellos a seguir siempre el mismo camino, sin posibilidad de error alguno.
Este pequeño funicular, de tan solo 345 metros de recorrido, se inauguró el 21 de julio de 1879 y sirvió de modelo para otros muchos a lo largo de todo el planeta. También los diversos funiculares implantados en España desde la apertura de la instalación pionera del Tibidabo el 29 de octubre de 1901 utilizan este sistema que, además de su gran seguridad y extrema simplicidad, permitió abaratar notablemente el coste de construcción y las expropiaciones al reducir la explanación a una sola vía, salvo en el centro, donde se verifica el cruce de los dos coche, frente a la doble vía que exigían hasta entonces esta clase de ferrocarriles.
Tras el inmediato éxito del ferrocarril de Giessbach, Roman Abt trabajó, a partir de 1882, como ingeniero consultor en Francia, país en el que desarrolló su segundo gran invento, la cremallera que lleva su nombre. A diferencia del sistema de Riggenbach, que exigía la utilización de este sistema en todo el trayecto, su propuesta permitía acoplarse y desacoplarse con facilidad al carril dentado y, en consecuencia, emplearlo solo donde hacía verdadera falta, mientras que se podía circular por simple adherencia en los tramos de mejor perfil, sin necesitad, por tanto, de cambiar de locomotora. Además, este carril era de fabricación muy sencilla, un perfil laminado con los dientes precisos. En caso de necesitar mayor agarre, se podían poner dos o hasta tres perfiles de este tipo de forma escalonada, lo que garantiza su total seguridad y un funcionamiento más suave.
Las primeras experiencias del sistema de cremallera Abt se realizaron en el ferrocarril del Harz, en Braunschweig (Alemania), en 1885 y tras sus positivos resultados pronto se implantó en otros muchos ferrocarriles de montaña, sobre todo en Suiza, como es el caso de las líneas de vía métrica de Furka-Oberlap y de Brig a Visp y Zermatt. Desde luego, también se empleó en los tres ferrocarriles de cremallera que funcionaron en España; el que operó los Ferrocarriles Suburbanos de Málaga entre Vélez-Málaga y Ventas de Zafarraya y las dos líneas que gestionó Ferrocarriles de Montaña a Grandes Pendientes en Montserrat y Nuria.
Gracias a estos y otros inventos, Roman Abt cosechó gran fama y el reconocimiento de universidades como las de Hannover y Zurich, que le otorgaron sendos títulos de doctor honoris causa. Además, fue jurado de las Exposiciones Mundiales de 1889 y 1900 en París y de las Exposiciones Nacionales de Italia, celebrada en 1906 en Milán, y Suiza, tanto en la de 1896 en Ginebra como en la de Berna de 1914. En 1887 adquirió el histórico "Freyenhof" en Lucerna, una antigua torre medieval, y construyó junto a ella su residencia.
Roman Abt participó en numerosas empresas del sector ferroviario y fue, entre otros cargos, presidente del Ferrocarril de San Gotardo desde 1892 hasta su nacionalización en 1903 y miembro de los consejos de administración de las empresas constructoras de material ferroviario Schweizerische Industrie-Gesellschaft (SIG) de Neuhausen y de la Schweizerische Lokomotiv und Maschinenfabrik de Winterthur (SLM). Además, participó en la vida política y durante años formó parte del Gran Consejo de la ciudad de Lucerna. Asimismo, conformó una notable colección de arte y presidió la Sociedad de Arte de Lucerna fue miembro de la Comisión Federal de Arte, de la Comisión Nacional de Museos y miembro de la junta del Deutsches Museum de Múnich.
Roman Abt falleció en Lucerna, a los 83 años de edad, el 1 de mayo de 1933.
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