jueves, 26 de agosto de 2021

EL FERROCARRIL DE SANTANDER A BILBAO CUMPLE 125 AÑOS (y IV)

 

Vista de la playa de vías de la bilbaína estación de La Concordia. Fotografía de John Blyth. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

La estación de La Concordia

A partir del 6 de julio de 1896 fue posible viajar en tren desde Santander hasta Bilbao, pero la estación final se encontraba un barrio de la periferia, Zorrotza, a cinco kilómetros del corazón de la capital vizcaína. Continuar hasta el centro de la ciudad requería realizar un trasbordo en esta estación a los trenes de vía ancha del ferrocarril de Bilbao a Portugalete, en los que se podía llegar en pocos minutos hasta la céntrica estación de La Naja.

Para que los trenes de Santander pudieran acceder al centro de Bilbao fue preciso construir un nuevo ramal desde Zorrotza hasta la nueva estación de La Concordia, obra de elevado presupuesto por las dificultades orográficas a vencer, que incluía la perforación de un túnel urbano de más de un kilómetro de longitud, y por el elevado precio de los terrenos necesarios para levantar la futura terminal, situados en el corazón de la capital vizcaína. El coste estimado de estos seis kilómetros ascendió a 3.395.182 de pesetas, cifra que contrasta con los poco más de dos millones de pesetas que había exigido la construcción de los 27 kilómetros del ferrocarril del Cadagua.

Las obras de construcción del nuevo ramal se emprendieron en marzo de 1896 y el 21 de julio de 1898 fue posible abrir al servicio el primer andén de la nueva terminal. El singular edificio, diseñado por el ingeniero Valentín Gorbeña con la colaboración del arquitecto Severino Achúcarro, se estableció sobre un viaducto metálico bajo el que se instaló el vestíbulo. Las obras quedaron finalmente concluidas el 8 de enero de 1902, fecha en la que además se descubrió un busto,  obra del escultor catalán Miquel Blay Fábrega, en homenaje al gran promotor del ferrocarril, Víctor Chávarri, quien había fallecido unos meses antes.

Cabe recordar que el hermoso nombre de los terrenos en los que se levantó la nueva estación, y que heredó la terminal bilbaína, tiene también un origen ferroviario, ya que lo recibió en recuerdo del acuerdo amistoso alcanzado el 11 de octubre de 1866 en unos almacenes situados en este lugar, entre la Compañía del ferrocarril de Tudela a Bilbao y sus principales acreedores.


viernes, 20 de agosto de 2021

EL FERROCARRIL DE SANTANDER A BILBAO CUMPLE 125 AÑOS (III)

 

La Compañía de los Ferrocarriles de Santander a Bilbao electrificó el ferrocarril de Bilbao a Plentzia. Fotografía de Reinhard Todt

La electrificación del ferrocarril a Plentzia

La escasez y el encarecimiento del carbón durante los años de la Primera Guerra Mundial despertó el interés de la Compañía de los Ferrocarriles de Santander a Bilbao por la electrificación de sus servicios, con el propósito de aprovechar la energía hidroeléctrica en la tracción de sus trenes, un recurso abundante y barato en el norte peninsular gracias a su relieve montañoso y a las abundantes lluvias de su clima atlántico. 

En 1921 la Compañía de los Ferrocarriles de Santander a Bilbao convocó un concurso para la electrificación de la sección de Bilbao a Algorta, al que se presentaron cinco casas de reconocido prestigio en la materia. Sin embargo, precisamente en aquel momento los precios del material eléctrico experimentaron una rápida caída en los mercados internacionales, en paralelo también a la bajada del coste del carbón, por lo que decidieron aplazar la resolución definitiva del proyecto, que no sería retomado hasta 1924.

El nuevo sistema de tracción aportaría importantes ventajas en una línea que ya entonces registraba un intenso tráfico de cercanías, con trenes cada 20 minutos. Por una parte, se podría reducir el tiempo de viaje gracias a la mayor aceleración y deceleración que proporcionan los motores eléctricos, algo particularmente interesante en un recorrido plagado de estaciones y apeaderos. Por otra, la utilización de composiciones reversibles suprimiría las constantes maniobras de paso de las locomotoras de cabeza a cola de la composición, tanto en los finales de trayecto en Bilbao, Algorta o Plentzia, como en la estación de Las Arenas, situada en el centro de la línea y que tenía configuración en fondo de saco. Por ello, la Compañía de los Ferrocarriles de Santander a Bilbao contrató los servicios de dos reputados ingenieros, el bilbaíno Ricardo Zubiría y el donostiarra José Orbegozo, para redactar el proyecto y los pliegos de condiciones a los que deberían sujetarse las empresas interesadas en su ejecución.

La propuesta de ambos facultativos planteaba una inversión próxima a los cuatro millones de pesetas y con ella se esperaba ofrecer un servicio regular cada 15 minutos o incluso cada 10 si fuera preciso. El proyecto fue definitivamente aprobado por el Ministerio de Fomento mediante una Real Orden promulgada el 17 de febrero de 1927.

Equipos de la subestación de Lutxana, suministrados por la firma alemana AEG. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

Tras el oportuno concurso, fue contratada la empresa alemana AEG para el montaje de la catenaria, el equipamiento de la subestación, levantada en Lutxana, y el suministro de la parte eléctrica de los quince nuevos automotores, que serían carrozados por Material Móvil y Construcciones de Zaragoza. Las obras para el montaje de las instalaciones del nuevo sistema de tracción se desarrollaron sin grandes contratiempos, de modo que el 7 de febrero de 1928 el ferrocarril de Bilbao a Algorta se convirtió en el primer tren eléctrico de Bizkaia.

Los positivos resultados obtenidos durante los primeros meses de explotación con tracción eléctrica animaron al Consejo de Administración a ampliar la electrificación desde Algorta hasta el final de la línea en Plentzia y eliminar así el consiguiente cambio de locomotora en la primera de las estaciones o el trasbordo de los viajeros a otro tren. Cabe señalar que la tramitación de la oportuna autorización ministerial fue más lenta que la propia ejecución de los trabajos ya que los primeros trenes eléctricos comenzaron a recorrer este trayecto el 28 de abril de 1929, mientras que el proyecto no fue definitivamente aprobado hasta la publicación en la Gaceta de Madrid de la oportuna Real Orden, el 2 de mayo de 1929.

Un aspecto singular de la electrificación del Ferrocarril de Bilbao a Plentzia se encontraba en que la polaridad estaba invertida respecto a la práctica habitual en las electrificaciones ferroviarias. Por regla general, se sitúa el polo positivo en la catenaria y el negativo en el carril, pero en este caso, se realizó a la inversa, el positivo en la vía y el negativo en la línea aérea. Esta disposición ofrecía mayor seguridad a los trabajadores de la subestación, al no haber alta tensión en el envolvente exterior de los rectificadores, por lo que no era preciso colocar elementos de protección. Asimismo, se esperaba poder reducir el desgaste del hilo de contacto y de los frotadores de los pantógrafos al quedar limitada la producción de arcos voltaicos entre ellos. Sin embargo, éstos se producían entre las juntas de carril y las ruedas, con lo que disminuía su vida útil, a la par que provocaba numerosas corrientes vagabundas que llegaban a afectar a las conducciones de agua y energía próximas al ferrocarril.

Vista de la electrificación del ferrocarril de Bilbao a Plentzia en la estación de Neguri. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril


La electrificación de la línea de Bilbao a Plentzia permitió establecer un servicio de trenes muy intenso que únicamente se suspendía entre las dos y las cinco de la madrugada. Además, la nueva oferta presentaba importantes reducciones de los tiempos de viaje, al pasar de los 28 minutos que se invertían en el trayecto desde Bilbao a Las Arenas con los trenes de vapor a 20 con los eléctricos: de los 40 minutos a Algorta a 29, y de los 69 minutos a Plentzia a tan solo 50.