miércoles, 12 de marzo de 2025

EL FERROCARRIL DE SAN SEBASTIÁN A HERNANI (y IV)

 

La unidad 205 fue captada en el punto kilométrico 2,5 del “Topo” entre las estaciones donostiarras de Amara y Loiola. Este tramo se inauguró en 1903 como parte del ferrocarril de San Sebastián a Hernani y es el trayecto electrificado más antiguo en servicio ininterrumpido de España. Fotografía de Juanjo Olaizola

El ferrocarril eléctrico más antiguo

El ferrocarril de San Sebastián a Hernani fue el segundo operado con tracción eléctrica en España, inaugurado tan solo un año más tarde que el primero que, por cierto, también funcionó en la capital guipuzcoana en un pequeño trayecto de apenas 3 kilómetros que permitía la ascensión al monte Uía, abierto el 8 de junio de 1902.

El pionero ferrocarril de Ulía se clausuró en 1917 y el de Hernani, como ya se ha señalado, en 1958, desapareciendo con ellos los últimos vestigios de los primeros pasos de la tracción eléctrica ferroviaria en España. Sin embargo, ésto no es del todo cierto, ya que, pese a su clausura oficial, hubo un tramo del ferrocarril de San Sebastián a Hernani que sobrevivió al cierre, y, de hecho, aun continúa en servicio: el comprendido entre las donostiarras estaciones de Amara y Loiola. Por tanto, es con diferencia, el tramo ferroviario electrificado en servicio ininterrumpido más antiguo de España.

En efecto, aunque el Decreto 773/1959 de 6 de mayo aprobó la definitiva resolución de la concesión de ferrocarril de San Sebastián a Hernani, el abandono de la explotación y el levante del ferrocarril, un nuevo Decreto, el 2417/1961, de 23 de noviembre, excluyó el tramo comprendido entre los puntos kilométricos 1,200 y 4,005, es decir, entre la estación de Amara y la de Loiola, ya que, como señalaba el texto legal “El mencionado trozo se incorporará al Ferrocarril de San Sebastián a la Frontera Francesa”. Es preciso recordar que, desde la apertura del “Topo”, éste había aprovechado este pequeño tramo del ferrocarril de Hernani para acceder hasta el corazón de San Sebastián.

Una vez integrado este tramo en la concesión del Ferrocarril de San Sebastián a la Frontera Francesa, continuó prestando servicio, viendo pasar por sus vías, primero, los cada vez más vetustos trenes del popular “Topo”, más tarde, las unidades de la serie 3500 de Feve y, posteriormente las de las series 200 y300 de Euskotren, hasta llegar a las modernas composiciones de la serie 900 del operador vasco. Entre tanto, el trazado ha experimentado algunos cambios de entidad, como el soterramiento de Morlans y el de Anoeta, este último con una nueva estación subterránea. Además, en breve conectará en las proximidades de Amara con la nueva variante urbana que, además de conectar directamente las líneas de Euskotren en la capital guipuzcoana, sin necesidad de invertir marcha como hasta ahora, permitirá recuperar el acceso hasta el corazón de la ciudad, tal y como hizo el ferrocarril de Hernani entre 1903 y 1954.


lunes, 10 de marzo de 2025

EL FERROCARRIL DE SAN SEBASTIÁN A HERNANI (III)

Bogie “máxima tracción” de los automotores del ferrocarril de San Sebastián a Hernani. Se observa el mayor diámetro de las ruedas del eje motor, respecto al de apoyo. Fotografía de José María Valero Suárez. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

Máxima tracción

El ferrocarril de San Sebastián a Hernani inició su andadura con un parque motor formado por seis automotores de dos ejes y otros seis de mayores dimensiones montados sobre bogies de un sistema denominado “máxima tracción”. A primera vista, este nombre podría sugerir al lector poco avezado en la historia de la tecnología ferroviaria que estos vehículos debían contar con una potencia inusitada. ¡Nada más lejos de la realidad!

Los tranvías y automotores “máxima tracción” fueron fruto de la rápida evolución de la tracción eléctrica una vez el ingeniero norteamericano Frank Sprague asentara sus principios fundamentales en Ritchmond a partir de 1888. Los primeros tranvías eléctricos eran de pequeño tamaño, de dos ejes, cada uno de ellos impulsado por su propio motor eléctrico.

Tranvía “máxima tracción” de la Compañía Madrileña de Urbanización, promotora de la Ciudad Lineal. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

El éxito de los primeros tranvías pronto exigió aumentar su capacidad y el paso más sencillo fue agregar un remolque, también de dos ejes, al coche motor. De este modo, se duplicaba la capacidad, pero con el inconveniente de incrementar el personal necesario, ya que a conductor y al cobrador del coche motor se debía sumar otro cobrador para el remolque, con el consiguiente aumento de los gastos de explotación.

El primer paso para superar este inconveniente fueron los coches “máxima tracción”. Al tratarse de vehículos de grandes dimensiones, montado sobre bogies, ofrecían una capacidad similar a la de una composición de automotor y remolque convencional de dos ejes, pero podía ser atendido por solo dos trabajadores; el conductor y un cobrador. Además, para que el coste de adquisición fuera similar, únicamente contaban con dos motores de tracción, en los inicios de la tracción eléctrica, el equipo más caro del vehículo.

Disponer de tan solo dos motores podía generar problemas de falta de adherencia, de ahí que se diseñasen los bogies “máxima tracción”. En ellos, el diámetro de las ruedas de uno de los ejes, el impulsado por el motor eléctrico, es notablemente superior al otro, que únicamente sirve de guía. De este modo, la mayor parte del peso del vehículo descansa sobre los ejes motores, con lo que se incrementa notablemente su adherencia.

Automotor número 178 del ferrocarril de Gelves a Puebla del Río, construido por Devis (València) para Tranvías de Sevilla. Se aprecia el diferente diámetro de las ruedas de los ejes exteriores, motores, de los interiores, de apoyo. Fotografía de Jeremy Wiseman. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

Los tranvías y automotores con bogies “máxima tracción” alcanzaron un notable desarrollo a finales del siglo XIX y la primera década del XX y en España circularon vehículos de este tipo en San Sebastián, Bibao, Santander, Vigo, Barcelona, Granada, Sevilla o Madrid. Sin embargo, pronto fueron superados por nuevos diseños con bogies en los que ambos ejes estaban motorizados, como es común en la actualidad. No obstante, en 1993 este concepto reapareció en la serie 2001 a 2051 de los tranvías de Bruselas, los primeros de piso bajo integral de la capital belga, diseñados por Bombardier.

lunes, 3 de marzo de 2025

EL FERROCARRIL DE SAN SEBASTIÁN A HERNANI (II)

 

Retrato de Horacio Azqueta Monasterio realizado por el dibujante Flores Kaperotxipi y publicado en El Pueblo Vasco el 6 de noviembre de 1927

HORACIO AZQUETA MONASTERIO

 

Hijo de un destacado capitán de la marina mercante y armador, Horacio Azqueta fue el primer director de explotación del ferrocarril eléctrico de San Sebastián a Hernani. Natural de la villa vizcaína de Bermeo, en la que vino al mundo el 22 de diciembre de 1873, en 1887 su familia trasladó su residencia a San Sebastián, donde concluyó sus estudios secundarios para, a continuación, ingresar en la Escuela de Caminos, Canales y Puertos de Madrid.

 

Finalizados sus estudios superiores, Horacio Azqueta trabajó en diversos proyectos e iniciativas, incluida la construcción y posterior dirección del ferrocarril de San Sebastián a Hernani, así como en otros negocios anejos, como la creación del parque de atracciones de Martutene, incluida su plaza de toros cubierta. A partir de 1912 compaginó este puesto con el de director del ferrocarril de San Sebastián a la frontera francesa y, desde 1917, también fue el máximo responsable técnico del tranvía de Irun a Fuenterrabia.

 

En 1923 las tres operadoras de las que Horacio de Azqueta era director de explotación, los ferrocarriles de Hernani y de la frontera, así como el tranvía de Fuenterrabía, se fusionaron para constituir la Sociedad Explotadora de Ferrocarriles y Tranvías, de la que el ingeniero bermeano pasó a ser director. Además, también ostentó este puesto en su filial, la Sociedad Minera Guipuzcoana, titular del ferrocarril del Plazaola.

 

Junto a su trabajo en la Sociedad Explotadora de Ferrocarriles y Tranvías de la que fue director hasta 1940 y, posteriormente, continuó como vocal hasta su fallecimiento en 1959, Horacio Azqueta participó en otras empresas, como es el caso de la Sociedad Suministradora General de Electricidad de San Sebastián o de la Sociedad de Fosfatos de Logrosán. Además, participó activamente en la vida política del momento a través del partido liberal de Romanones, primero, como concejal en San Sebastián, entre 1911 y 1917, más tarde, tras las elecciones del 24 de febrero de 1918 como Diputado a Cortes, cargo del que dimitió el 24 de enero de 1919 al ser nombrado Director General de Obras Públicas, mientras que el 2 de enero de 1921 fue nombrado Senador.

 

Junto a sus negocios y a su actividad política, Azqueta permaneció en el cuerpo de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos del Estado, en el que, el 16 de marzo de 1928, logró el asenso a ingeniero jefe de segunda clase. Tras la Guerra Civil pasó a formar parte del primer Consejo de Administración de la recién constituida Renfe, como vocal en representación de Ministerio de Obras Públicas, cargo en el que se mantuvo durante casi seis años, hasta el 6 de diciembre de 1946.

 

Aunque el 21 de enero de 1944 Horacio Azqueta se jubiló como ingeniero de caminos, tras haber sido nombrado Presidente de Sección un año antes, aun se mantuvo activo al ser nombrado, el 26 de abril de 1944 como miembro de a Junta Superior de Ferrocarriles y Transportes por Carretera. Tras una larga carrera, vinculada estrechamente al ferrocarril, falleció en San Sebastián el 16 de febrero de 1959.


 

viernes, 28 de febrero de 2025

EL FERROCARRIL DE SAN SEBASTIÁN A HERNANI (I)

 

El automotor número 13 del ferrocarril eléctrico de San Sebastián a Hernani fue captado en las proximidades de esta última localidad a los pocos meses de la inauguración de la línea. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

El 28 de febrero de 1958 circulaba por última vez uno de los ferrocarriles pioneros en la implantación de la tracción eléctrica en España, el pequeño tren que desde 1903 comunicaba San Sebastián con la vecina Hernani. Se trataba, además, de la segunda experiencia en nuestro país de lo que en la actualidad se conoce como “tren-tranvía”, concepto recientemente recuperado en la línea de Cádiz a Chiclana, pues al llegar a la capital guipuzcoana sus composiciones abandonaban la explanación ferroviaria para circular por las calles de la ciudad.

La principal obra del ferrocarril de San Sebastián a Hernani era el viaducto de Ergobia, de 180 metros de longitud, conformado por 14 arcos de sillería y tres tramos metálicos sobre el río Urumea, la carretera de San Sebastián a Hernani y las vías del Ferrocarril del Norte. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

Del vapor….

La primera comunicación ferroviaria entre Hernani y San Sebastián es estableció el 1 de septiembre de 1863, fecha en la que la Compañía de Caminos de Hierro del Norte de España inauguró la sección entre la capital guipuzcoana y Beasain de su gran línea de Madrid a Irun. Sin embargo, el servicio que prestaba esta empresa, dirigido fundamentalmente al transporte de viajeros y mercancías de largo recorrido, no estaba diseñado para atender adecuadamente el tráfico local existente entre ambas poblaciones y su entorno más inmediato.

Para solucionar la falta de servicios de cercanías entre San Sebastián y Hernani, los Diputados Francisco de Ansaldo y Fermín Calbetón impulsaron una proposición de ley que autorizaba a Mariano Areizaga y Gortazar a estudiar la construcción de un ferrocarril rural entre ambas poblaciones. El proyecto fruto de este trabajo fue aprobado mediante una Real Orden promulgada el 25 de junio de 1892. De inmediato, se iniciaron los trámites para la subasta de su concesión.

El 30 de marzo de 1894 se publicaba en la Gaceta de Madrid el pliego de condiciones técnicas que debía regir la nueva concesión que, entre otros aspectos, señalaba que la línea debería tener estaciones en San Sebastián, Loiola, Astigarraga, Ergobia y Hernani; que contaría con dos locomotoras de vapor, tres coches primera y cinco de segunda para el transporte de viajeros y tres vagones cubiertos y cuatro plataformas para las mercancías. Además, establecía que, tras otorgar la concesión, las obras de construcción deberían comenzar a los seis meses, y concluir en el plazo de dos años. Como era habitual, la concesión se otorgaría por un periodo de 99 años.

Una vez publicado el pliego de condiciones se procedió a la subasta de la concesión que el 8 de agosto de 1894 fue otorgada al propio Mariano Areizaga y Gortazar. La nueva línea no contaba con subvención directa o indirecta del Estado, pero fue declarada de utilidad pública, con derecho a expropiación forzosa y a la ocupación de terrenos de dominio público.

El nuevo ferrocarril debería atender a los municipios de San Sebastián, Alza, Astigarraga y Hernani, cuya población ascendía en aquel momento a 37.742 personas. La longitud de la línea sería de 11.800 metros.

El 2 de enero de 1895 Mariano Areizaga emprendió formalmente la construcción de la línea, tras realizar el acopio de algunos materiales. Sin embargo, los trabajos no se desarrollaron con la celeridad deseada, por lo que su promotor se vio obligado a solicitar dos prórrogas, la primera a comienzos de 1897 y la segunda el 11 de febrero de 1901. En este último caso el concesionario alegó que la grave crisis que atravesaba el país a causa de las guerras coloniales en Cuba y Filipinas, así como las dificultades económicas del Ferrocarril de Elgoibar a San Sebastián, del que en cierto modo era continuación, habían frenado la buena marcha de las obras. El nuevo plazo para la inauguración de la línea se estableció en el primero de diciembre de 1903.

El ferrocarril de Hernani tenía su origen en la donostiarra calle de Elcano, para circular como un tranvía por el centro de la capital guipuzcoana hasta la estación de Amara. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

… a la electricidad

Pese a las dificultades económicas que atravesaba el proyecto, el 16 de enero de 1899 Mariano Areizaga solicitó al ayuntamiento de San Sebastián modificar el acceso a la ciudad, inicialmente previsto por el barrio de Eguia, para poder establecer una vía con origen en la calle Elcano. Desde ésta, atravesaría la Plaza de Guipúzcoa y las calles de Getaria y Prim hasta alcanzar la estación del ferrocarril de Elgoibar a San Sebastián en Amara. A continuación, proseguiría por las riberas del Urumea hasta enlazar con el trazado inicialmente aprobado en Loiola. Su propuesta incluía también la posibilidad de tender un ramal a la estación de los Ferrocarriles del Norte.

Frente a esta petición, el 8 de febrero de 1899 la Compañía del Tranvía de San Sebastián, con su servicio recién electrificado y que años antes había firmado un convenio con el consistorio por el que, de existir nuevas propuestas, contaba con preferencia para el establecimiento de nuevas vías en la ciudad  en caso de existir un nuevo peticionario, presentó ante el ayuntamiento su propia solicitud para la construcción de una línea que pretendía enlazar el centro de la ciudad con la estación de ferrocarril de Amara, así como con los muelles del puerto. Tras un prolongado litigio, el 10 de abril de 1902 la empresa tranviaria vio aprobado su proyecto, mientras que el ferrocarril de San Sebastián a Hernani pudo materializar su modificación, pero bajo la condición de no realizar servicios de carácter urbano en este trayecto.

Composición del ferrocarril de San Sebastián a Hernani, formada por un automotor y un remolque jardinera, ambos de bogies, captada en las proximidades de Astigarraga. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

Mientras se tramitaba el expediente de la línea urbana de San Sebastián, Mariano Areizaga también solicitó la modificación del tramo final de acceso a Hernani, que al igual que en la capital, se realizaría por algunas de las calles de la localidad. Naturalmente, circular como un tranvía implicaba la sustitución de la tracción vapor inicialmente prevista, por la fuerza eléctrica, cambio que fue aprobado mediante una Real Orden promulgada el 22 de febrero de 1902.

Pese a estos logros, las obras no experimentaban avances, por lo que el 11 de febrero de 1902 se constituyó en Bilbao la Compañía Anónima del Ferrocarril de San Sebastián a Hernani. Su indisimulado propósito no era otro que adquirir la concesión de la línea, concluir su construcción y posteriormente gestionar su explotación. Para ello, la nueva sociedad contaba con un capital social de 500.000 pesetas en mil acciones repartidas entre Placido Allende Plágaro, que poseía 334 títulos, José Manuel Alonso Zabala, con 333, y Enrique Fernández Villaverde García Rivero, con otros 333.

El cambio de titularidad de la concesión fue aprobado mediante la Real Orden del 19 de marzo de 1902 y de inmediato se procedió a ampliar el capital social, hasta alcanzar la suma de 3.727.500 pesetas, cifra que permitiría afrontar las obras. Hasta ese momento, Mariano Areizaga únicamente había realizado las expropiaciones en el término de San Sebastián, en una longitud de 2.820 metros, mientras que en Alza y Astigarraga todavía no se había concluido el proceso y en Hernani era necesario adquirir los terrenos necesarios para los doscientos metros finales de la línea. Además, había ejecutado el 75% de la explanación, incluida la perforación del único túnel del recorrido en Loiola y buena parte del viaducto de Ergobia, y la vía estaba asentada en unos 3.200 metros.

Gracias a los recursos financieros de la nueva concesionaria, las obras adquirieron un notable desarrollo bajo la dirección del ingeniero y accionista Manuel Alonso Zabala. Así, al inicio del verano de 1903 éstas se encontraban prácticamente concluidas por lo que el 1 de agosto el Ministerio de Fomento autorizó la puesta en servicio de la nueva línea, que fue inaugurada al día siguiente.

La compañía del ferrocarril de San Sebastián a Hernani diversificó su negocio con la venta de los excedentes de energía eléctrica a particulares. Tapa de registro de su antigua red de distribución en la capital guipuzcoana. Fotografía de Juanjo Oaizola

Diversidad de negocios

55 fueron los años en los que el ferrocarril de San Sebastián a Hernani se mantuvo en servicio. Una vez inaugurada la línea, la empresa concesionaria estableció un intenso servicio de trenes de viajeros, con una circulación cada veinte minutos en cada sentido. Esta oferta incentivó su utilización y si en 1904 registró 652.500 viajeros, en 1926 la demanda ya había ascendido hasta los 1.571.100 pasajeros.

Aunque el transporte de viajeros fue siempre el más destacado, la empresa ferroviaria no desatendió el de mercancías, centrado preferentemente en los productos hortofrutícolas que transportaban las “casheras” de la zona para su venta en los mercados de San Sebastián. Además, la realización de algunas obras importantes en su entorno, como fue el caso de la construcción de los cuarteles de Loiola, generaron en algunos años una importante actividad en este sector.

El resultado económico de la explotación, con coeficientes que oscilaron entre el 77,7 del año 1904 y el excelente 43,1 del año 1924 siempre se vio condicionado por el fuerte endeudamiento en el que habían incurrido sus promotores para financiar las obras. De hecho, hasta el 69% de los beneficios debía destinarse a sufragar las cargas financieras (intereses y amortización de obligaciones). Por ello, únicamente los titulares de acciones preferentes lograron obtener un dividendo anual del 4%, mientras que los propietarios de acciones ordinarias nunca llegaron a ver retribuida su inversión.

Para aumentar sus ingresos, la empresa ferroviaria promovió la construcción de un singular parque de atracciones en Martutene, en el que destacaba la primera plaza de toros cubierta de España, inaugurada el 13 de mayo de 1908, pero no con un festejo taurino sino con un concierto de la orquesta filarmónica de Berlín, dirigida por Richard Strauss. De hecho, la primera corrida no se celebró hasta el 7 de junio de dicho año, en la que participaron los famosos diestros Cocherito, Barajas y Jorquito.

Otra fuente de ingresos del ferrocarril de Hernani fue la venta a diversos abonados de San Sebastián de los excedentes de la producción eléctrica de su central térmica de Astigarraga, a la que en 1905 se sumó un salto instalado sobre el río Urumea en Goizueta (Navarra), por lo que, al igual que sucedía en otras ciudades europeas y norteamericanas, contribuyó de forma decisiva a la popularización de esta entonces novedosa fuente de alumbrado y energía en la capital de Gipuzkoa.

La estación de Loioa se convirtió en el punto de enlace entre el “Topo” (vías de la izquierda) y el ferrocarril de Hernani (derecha). Fotografía de Christian Schnabel. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

La Sociedad Explotadora de Ferrocarriles y Tranvías

Un hito fundamental en la historia del ferrocarril de Hernani fue la inauguración del tren de San Sebastián a la frontera francesa, el popular “Topo” donostiarra, abierto el 5 de diciembre de 1912. Esta nueva línea compartía, desde la estación de Loiola, el acceso a la capital guipuzcoana con el tren de Hernani. Además, ambas empresas optaron por establecer nuevas vías en las calles de San Sebastián, de modo que permitían configurar un gran bucle desde la plaza de Gipuzkoa, por las calles de Peñaflorida, Garibay, Fuenterrabía y Prim, con lo que se evitaban las constantes inversiones de marcha que, hasta entonces, era necesario efectuar en la calle Elcano.

Tras la inauguración del “Topo”, la terminal del ferrocarril de Hernani se trasladó de la calle Elcano a la vecina de Peñaflorida. Fotografía de G. Masino. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril


La estrecha vinculación entre ambos ferrocarriles iba más allá de la explotación conjunta del tramo entre el centro donostiarra y Loiola. Algunos de sus promotores como Plácido Allende, una buena parte del accionariado, los consejos de administración y el ingeniero-director, Horacio Azqueta, eran también comunes en ambas empresas explotadoras. Con el paso del tiempo, estas conexiones desembocaron en la fusión de ambas empresas y la creación, en 1923, de la Sociedad Explotadora de Ferrocarriles y Tranvías (SEFT). Junto a ambas también se integró el tranvía de Irún a Fuenterrabía y la mayoría del accionariado del Ferrocarril de Pamplona a San Sebastián, “el Plazaola”, gestionado por la Compañía Minera Guipuzcoana.

En 1929, la Compañía del Norte electrificó su línea entre Altsasu e Irun, lo que le permitió implantar un notable servicio de trenes de cercanías con los que pudo competir con los pequeños ferrocarriles y tranvías de vía métrica que habían florecido en este entorno (tranvías de San Sebastián a Rentería y a Tolosa, ferrocarriles a la frontera y a Hernani). No obstante, el tráfico de viajeros, aunque se resintió inicialmente, pronto se recuperó hasta alcanzar en 1953 su máximo histórico, con 2.352.724 usuarios.

El 15 de enero de 1943 la caída de un rayo destruyó los talleres y cocheras del ferrocarril de Hernani en Astigarraga. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

Un incendio devastador

La Guerra Civil no causó graves daños en el ferrocarril de Hernani, pero pocos años más tarde, la noche del 15 de enero de 1943, un rayo provocó un violento incendio que destruyó por completo las cocheras y talleres de la empresa, situados en Astigarraga, así como la central térmica y la mayor parte del material móvil ahí estacionado, incluida la mitad de los automotores. Ante la falta de vehículos, se suspendieron todos los servicios hasta que la SEFT recibió autorización para poder emplear en esta línea los automotores del ferrocarril de la frontera.

Tras el incendio de las cocheras de Astigarraga y la destrucción de buena parte de su material móvil, los automotores del “Topo” reforzaron el servicio en el ferrocarril de Hernani. Fotografía de Jeremy Wiseman. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

Los efectos de este incendio repercutieron gravemente en la explotación de la línea, ya que fue precisa la reconstrucción total de las cocheras y de la subcentral. Por otra parte, la penuria material que padecía el país en la inmediata postguerra dificultó la adquisición de nuevos equipos y, finalmente, los importantes gastos ocasionados por este incidente impidieron la realización de otras obras de modernización y mejora del servicio.

Tras el incendio de las cocheras de Astigarraga, el ferrocarril de Hernani reconstruyó cinco de sus automotores con nuevas carrocerías construidas en Zaragoza por Material Móvil y Construcciones. En la imagen, el nuevo coche 53 en la terminal de Hernani. Fotografía de Christian Schnabel. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

A este cúmulo de dificultades deben añadirse los negativos resultados económicos que la explotación registró a partir de 1949 debido al constante incremento de los costes, principalmente de energía y personal, así como a la creciente competencia de otros medios de transporte. Tras la guerra, a los trenes de cercanías de la Compañía del Norte, integrada en Renfe en 1941, se sumó la concurrencia de diversas líneas de autobuses, una entre San Sebastián y Hernani por Aiete y otra entre la capital guipuzcoana, Astigarraga y Ergobia. Ante este negativo panorama, el ferrocarril eléctrico se degradaba rápidamente ante la grave descapitalización de la empresa concesionaria y la consiguiente falta de inversiones de modernización y mejora.

En 1954 el ayuntamiento de San Sebastián prohibió el acceso de los trenes de Hernani y del “Topo” al centro de la ciudad, lo que supuso una considerable reducción del tráfico de viajeros. Fotografía de Christian Schnabel. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

Un consistorio antitranviario

En todo caso, el final del ferrocarril de Hernani está íntimamente vinculado a las decisiones del ayuntamiento de San Sebastián, abiertamente hostil a la circulación de trenes y tranvías por sus calles. Tras la Guerra Civil, y al tratarse de concesiones municipales, el consistorio forzó a la Compañía del Tranvía a sustituir sus líneas por otras de trolebuses y también intentó obligar a la SEFT a eliminar el circuito urbano por el que circulaban los trenes de Hernani y del “Topo”. Sin embargo, esta empresa no estaba dispuesta a atender las exigencias de las autoridades locales, consciente que de hacerlo perdería gran parte de sus viajeros, al tener que dejarlos en la estación de Amara, punto entonces situado en el extrarradio de la ciudad, mientras que los servicios de autobuses procedentes de Hernani e Irún podían llegar hasta el corazón de la capital de Gipuzkoa.

El primer intento municipal para limitar en la estación de Amara el paso de los trenes de la SEFT tuvo lugar el 9 de mayo de 1942 cuando, sin previo aviso a la Compañía y con la excusa de una avería en el alcantarillado, se iniciaron en la calle Prim unas obras de reparación que interrumpieron forzosamente la circulación ferroviaria. Según señala el informe elaborado al efecto por la Inspección Técnica y Administrativa de Ferrocarriles, el Ayuntamiento desarrolló los trabajos a un ritmo deliberadamente lento, por lo que el servicio no se pudo reanudar con normalidad, y solo tras las insistentes protestas de la SEFT y el organismo inspector, hasta el 19 del mismo mes.

Las antiguas cocheras de Astigarraga también fueron reconstruidas con nuevas estructuras de hormigón armado. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

A comienzos de los años cincuenta, el material móvil de los Ferrocarriles de Hernani y de la frontera necesitaba con urgencia una profunda modernización que la SEFT no podía afrontar. Este hecho, unido a una sucesión de pequeños accidentes dio al Ayuntamiento la excusa perfecta para solicitar al Ministerio de Obras Públicas la autorización oportuna para paralizar la circulación de los trenes por las calles de la ciudad. Obtenida ésta mediante Orden Ministerial de 1 de mayo de 1954, el 24 del mismo mes, un acuerdo municipal ordenó el fin de la circulación de los trenes a partir del 7 de junio.

Naturalmente, la SEFT mostró su desacuerdo con la decisión municipal y anunció el correspondiente recurso, al tiempo que ordenaba a sus maquinistas que no atendieran la orden de prohibición. Así, los dos primeros trenes que e 7 de junio de 1954 llegaron desde Irun y Hernani a la estación de Amara desobedecieron las indicaciones de la policía municipal y penetraron en el circuito urbano. Finalmente, un retén de los municipales levantó una barricada y de este modo lograron detener el servicio ferroviario.

La sangría de viajeros provocada por la prohibición de acceder al centro de San Sebastián provocó el cierre del ferrocarril de Hernani en 1958. En la imagen, uno de sus últimos servicios a su paso por el donostiarra barrio de Loiola. Fotografía de Jeremy Wiseman. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

El fin

Pese a la evidente arbitrariedad del consistorio, la SEFT no estaba en condiciones de mantener un prolongado pleito contra el ayuntamiento, por lo que optó por alcanzar un acuerdo que incluía una importante compensación económica, así como el compromiso municipal de construir una nueva estación en Amara, algo que nunca cumplió, y a prolongar hasta este punto el servicio de trolebuses de la ciudad.

Una vez eliminado el circuito urbano, la demanda del ferrocarril de Hernani cayó en picado, al no poder competir con los autobuses que seguían llegando hasta el centro de la ciudad. Así, si en 1953 el servicio ferroviario había sido utilizado por 2.352.724 personas, en cuatro años esta cifra se redujo a los 944.284 usuarios registrados en 1957.

Ante esta situación la explotación del ferrocarril de Hernani resultaba inviable y la SEFT no tuvo más remedio que clausurar la línea. A las 22;17 del 28 de febrero de 1958 partió el automotor número 51 desde la donostiarra estación de Amara, para realizar el último servicio. A sus mandos se encontraba Domingo Sardina Fernández, quien había sido también el conductor del primer servicio el 2 de agosto de 1903. Tras rendir viaje en Hernani, el tren se dirigió a las cocheras de Astigarraga, donde encerró a las 23:45. Poco después, esta unidad, así como otros cuatro automotores, fueron recuperados por el ferrocarril de la frontera, donde continuaron prestando servicio otros veinte años, hasta su definitiva retirada en 1978.


lunes, 24 de febrero de 2025

130 AÑOS DEL FERROCARRIL CANTÁBRICO (y IV)

  

La locomotora de vapor “Aurrera” abandonó por unos días el Museo Vasco del Ferrocarril de Euskotren para participar, en julio de 2005, en la conmemoración del centenario de la unión ferroviaria entre Santander y Oviedo. En la imagen, el tren de vapor fotografiado en uno de sus viajes entre Llanes y Pendueles, durante una parada no programada realizada a petición de los vecinos de Vidiago, que no quisieron perder la oportunidad de revivir la estampa de un tren de vapor en su localidad. Fotografía de Juanjo Olaizola

El último tren de vapor

Gracias al esfuerzo inversor realizado por el Ferrocarril Cantábrico en los años cincuenta y sesenta, la tracción vapor desapareció definitivamente de la línea de Santander a Llanes en 1968. Las locomotoras diesel Alsthom y las de maniobras Naval, así como los automotores MAN, unidos al material adquirido de ocasión en Francia, sustituyeron con notable ventaja a las veteranas chocolateras del pasado.

Transcurridos más de 35 años desde la desaparición de las últimas locomotoras de vapor, el centenario de la conexión ferroviaria entre Santander y Oviedo se convirtió en una magnífica excusa para revivir por unos días los trenes del pasado. Para ello, el Museo del Ferrocarril de Asturias, en colaboración con Feve, organizó en julio de 2005 una serie de actos, entre los que el más destacado sería la circulación de un tren de vapor.

A falta de locomotoras de vapor operativas en la antigua Feve, los organizadores solicitaron a Euskotren la cesión temporal de alguno de los trenes de vapor de su Museo Vasco del Ferrocarril. De este modo, por unos días la locomotora de vapor “Aurrera” del antiguo ferrocarril de Elgoibar a San Sebastián y los coches C-2 y C-4 del Ferrocarril del Urola, abandonaron su residencia habitual en Azpeitia (Gipuzkoa) y se trasladaron hasta Llanes.

Una vez en Asturias, el tren de vapor del Museo Vasco del Ferrocarril de Euskotren circuló durante cuatro días. Por las mañanas realizaba el trayecto entre Llanes y Pendueles, por las vías del antiguo Ferrocarril Cantábrico, mientras que por la tarde enlazaba Llanes con Posada de Llanes, antiguo territorio de los Ferrocarriles Económicos de Asturias, que también cumplían su centenario.

 


jueves, 13 de febrero de 2025

130 AÑOS DEL FERROCARRIL CANTÁBRICO (III)

 

La “Mikado” número 64 del Ferrocarril Cantábrico, construida por Babcock & Wilcox en 1929, inicia la marcha en la estación de Barreda en cabeza de un pesado tren de mercancías. Fotografía de Harald Navé. Archivo Maquetren

EL DATO

Las “Mikado” del Ferrocarril Cantábrico

Cuando el Ferrocarril Cantábrico concluyó la prolongación de sus vías hasta Llanes, y con ello, la conexión con Oviedo, tuvo que reforzar su parque motor, hasta entonces limitado a cinco locomotoras que había adquirido a la firma escocesa Dübs, que a todas luces resultaban insuficientes para el nuevo servicio. En esta ocasión, el fabricante seleccionado fue la firma alemana Krauss.

El constructor alemán suministró hasta tres tipos diferentes de locomotoras. Dos de ellas eran prácticamente idénticas las que pocos meses antes había entregado a otra operadora de vía métrica de la cornisa cantábrica; la compañía del ferrocarril de Elgoibar a San Sebastián, en concreto, unas máquinas sistema Engerth, con rodaje 130+2T, para el arrastre de los principales trenes de viajeros, y otras del tipo 131T, para servicios mixtos en trayectos intermedios.

Junto a estos modelos, ya conocidos en España, el fabricante alemán suministró en 1905 otras dos locomotoras de un tipo novedoso en nuestro país, diseñado especialmente para la tracción de trenes de mercancías, un tráfico del que el Ferrocarril Cantábrico confiaba en que alcanzara un rápido desarrollo tras completar la conexión con Asturias. Para incrementar su capacidad de arrastre, a diferencia de las máquinas anteriores, dotadas de tres ejes motores, contaban con cuatro, así como un eje libre de apoyo trasero, es decir, su rodaje era 041T.

Fotografía de fábrica de la locomotora de vapor número 15 “Serdio” del Ferrocarril Cantábrico, de tipo 041-T, construida por Krauss en 1905. Este modelo sirvió de base para el posterior desarrollo de las “Mikado” del Cantábrico. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

Las nuevas locomotoras pronto demostraron su capacidad de arrastre, sobre todo en el difícil paso del Turujal, por lo que el Ferrocarril Cantábrico decidió adquirir más unidades de mismo modelo, en concreto, dos máquinas en 1908 y otra en 1925.

Pese a sus buenas prestaciones, las locomotoras de Krauss adolecían de cierta falta de estabilidad, sobre todo al entrar en las curvas más cerradas del accidentado trazado del Cantábrico. Por ello, en 1928 esta empresa decidió incorporar a su parque un nuevo modelo, en este caso suministrado por la vizcaína Babcock & Wilcox, muy similar al anterior, pero al que se le incorporó un eje libre delantero, con lo que su rodaje quedaba configurado como 141-T, más conocido como “Mikado”.

El nuevo modelo pronto demostró su perfecta adaptación a los sinuosos trazados de las líneas de la cornisa cantábrica y por ello fue seleccionado por la Comisaría de Material Ferroviario para la unificación del material motor en la vía métrica. De este modo, el modelo 141T de Babcock & Wilcox alcanzó una notable difusión, ya que la vecina compañía de los Ferrocarriles Económicos de Asturias adquirió cuatro unidades idénticas en 1942 y otras cinco en 1951, mientras que el propio Cantábrico compró dos máquinas más en 1951.

La locomotora número 46 de los Ferrocarriles Económicos de Asturias fue construida por Babcock & Wilcox en 1951 y era prácticamente idéntica a las “Mikado” del Ferrocarril Cantábrico. Fotografía de Frank Jones. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

Un caso aparte es el de la máquina número 8 del Ferrocarril Vasco-Asturiano, última locomotora de vía métrica construida en España, en fecha tan tardía como el año 1958, que también era de este mismo tipo. Recientemente, esta máquina, que con el paso de los años pasó a ser propiedad de Hunosa y, posteriormente, fue cedida a Museo del Ferrocarril de Asturias, ha sido completamente restaurada y se encuentra en proceso de homologación para que pueda circular en cabeza de trenes históricos por la cornisa cantábrica.

Prácticamente idénticas a las 141-T del Ferrocarril del Cantábrico eran las máquinas seleccionadas en 1928 para el ferrocarril de Ferrol a Gijón, aunque en este caso las diez unidades fueron construidas por la Fábrica Nacional de Armas de Trubia (Asturias) sobre los planos diseñados por la propia Babcock & Wicox. Resulta llamativo que, finamente, ninguna de estas locomotoras llegó a circular por la línea para la que fueron contratadas y, de hecho, durante su vida activa trabajaron en ferrocarriles tan dispares como el Vasco-Asturiano, Castro-Traslaviña, Carcaixent-Dénia, Urola, Amorebieta-Bermeo, Vasco-Navarro, Calahorra-Arnedillo o Manresa-Olván, entre otros.



jueves, 23 de enero de 2025

130 AÑOS DEL FERROCARRIL CANTÁBRICO (II)

 

Durante la presidencia de Carlos Botín Polanco el Ferrocarril Cantábrico duplicó la vía entre Santander y Torrelavega. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

CARLOS BOTÍN POLANCO


A diferencia de la red ferroviaria de vía ancha, en la que los grandes capitales extranjeros resultaron decisivos en su construcción, las líneas de vía métrica de la cornisa cantábrica fueron generalmente impulsadas por la burguesía de los territorios directamente servidos por éstas. Así, en el caso del Ferrocarril Cantábrico es fácil encontrar en sus consejos de administración apellidos históricamente vinculados al comercio y a la industria santanderina, como es el caso de los Abarca, Huidobro, Pardo o Quijano.


La familia Botín, hoy conocida por su liderazgo en una de las entidades financieras más importantes de nuestro país, también participó en el devenir del Ferrocarril Cantábrico y uno de sus miembros, el ingeniero Carlos Botín Polanco, fue su director entre 1931 y 1936 y presidió su consejo de administración desde 1946 hasta 1959. Primo de quien fue el segundo presidente del Banco de Santander, Emilio Botín Sanz de Sautuola, y de familia plenamente cántabra, Carlos Botín Polanco nació en Madrid el 14 de enero de 1900.


Carlos Botín compaginó sus estudios de ingeniero de caminos con su gran afición al deporte, hasta el punto de ser, junto a sus amigos y compañeros de estudios José Luis Grasset Jamar y Federico Repáraz Linazasoro, miembro del primer equipo español que participó en unas olimpiadas, en concreto, las celebradas en Amberes de 1920, en las que compitió en las categorías de 100 metros lisos y de relevos 4x100.


Una vez completó sus estudios superiores, en los que fue el número dos de la promoción de 1924, únicamente superado por José Entrecanales, Carlos Botín Polanco ingresó en el Cuerpo de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos del Ministerio de Fomento. Posteriormente, fue nombrado director del Ferrocarril Cantábrico y durante la República presidió la Asociación Nacional de Transportes por Vía Férrea.


En el transcurso de la Guerra Civil, en la que combatió en el bando sublevado como alférez de complemento del Regimiento Artillería Ligera número 1 de Madrid, fue nombrado director de la Compañía Nacional Oeste-Andaluces. Fue precisamente durante su mandato cuando en 1940 esta empresa adquirió como su sede social el madrileño palacio de Fernán Núñez, destino que más tarde mantendría Renfe durante décadas hasta convertirse, en los años ochenta, en la de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, en la que se asienta la redacción de Vía Libre.


Un año más tarde, tras la integración de la Compañía Nacional Oeste-Andaluces en Renfe, Carlos Botín fue nombrado, el 24 de septiembre de 1941, director de la antigua zona cubierta por la citada empresa. El 9 de febrero de 1945 fue designado por el Ministerio de Obras Públicas como vocal del Consejo Superior de Ferrocarriles y Transportes por Carretera, puesto en el que se mantuvo un año, hasta el 10 de febrero del año siguiente.


En 1947, Carlos Botín retornó al Ferrocarril Cantábrico como presidente de su Consejo de Administración, puesto en el que se mantuvo hasta 1959, cuando fue nombrado vocal del Consejo de Administración de Renfe y miembro de su Comité Ejecutivo. Además, desde 1951 fue director general de la Unión Española de Explosivos y entre 1965 y 1966 inspector general del Ministerio de Obras Públicas. Falleció en Madrid el 27 de noviembre de 1988.