jueves, 17 de noviembre de 2022

HACE 125 AÑOS, DONOSTIA ELECTRIFICÓ SUS TRANVÍAS (IV)

 

La inversión para la construcción de la central generadora fue una de las más importantes entre las realizadas para la electrificación del servicio. Por ello, no es de extrañar que su imagen figurase en la ilustración derecha de las nuevas acciones de la Compañía del Tranvía de San Sebastián. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril


A TODO VAPOR

Cuando la Compañía del Tranvía de San Sebastián electrificó sus servicios, en la capital guipuzcoana no operaba ninguna empresa productora y distribuidora de energía eléctrica con la capacidad suficiente para atender su demanda. En consecuencia, al igual que sucedió con los primeros tranvías en otras muchas ciudades como Bilbao, Sevilla, Madrid, València o Barcelona, se vieron en la obligación de construir su propia central generadora que, como era habitual en la época, sería impulsada por máquinas de vapor. Por tanto, se podría decir que los tranvías donostiarras funcionaban ¡a todo vapor!

La central generadora de los tranvías de San Sebastián contaba con tres grupos idénticos, compuesto cada uno de ellos por una caldera en la que la quema de carbón generaba el vapor que alimentaba a una máquina horizontal compound-támdem, de 150 caballos de potencia. La fabricación de estos equipos fue subcontratada por Sécheron a la firma suiza Escher Wyss (Zurich).

Cada una de las máquinas de vapor impulsaba una dinamo hexapolar, sistema Thury, capaz de producir 105 kilovatios a 450 revoluciones por minuto y a la tensión de 600 voltios en corriente continua.

Para albergar los equipos de la central de generación, la Compañía del Tranvía contrató con el maestro de obras Juan María Azurmendi la construcción de un nuevo edificio junto a las cocheras de Ategorrieta. Esta instalación contaba con una elegante chimenea de ladrillo para favorecer el tiro en la combustión del carbón en las calderas, que fue levantada por Juan Ruby.

Dinamo hexapolar diseñada por Thury y suministrada por la Compagnie de l’Industrie Electrique a los tranvías donostiarras. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

Como complemento a esta central generadora, y como era habitual en la época, también se instaló en las cocheras de Ategorrieta una batería de acumuladores. Su propósito era doble: por una parte, evitar las violentas sacudidas que podrían experimentar los equipos de la central por los picos de consumo que provocaban las constantes arrancadas y paradas de los tranvías, y por otra, garantizar el servicio durante algunos minutos, en caso de tener que detener la marcha de las máquinas de vapor por cualquier circunstancia imprevista.

La Compañía del Tranvía de San Sebastián adquirió en 1899 una batería de acumuladores suministrada por la Sociedad Española del Acumulador Tudor (Zaragoza), compuesta por 265 elementos que ofrecían una capacidad de 165 amperios/hora. En los primeros ensayos se logró que la batería fuera capaz de asegurar por si sola los primeros servicios, entre las 5 y las 7 de la mañana, momento en que se inició la producción del fluido eléctrico en la central térmica.

La autogeneración del fluido eléctrico permitió a la Compañía del Tranvía de San Sebastián diversificar su negocio, ya que, como se ha señalado, a finales del siglo XIX en la capital guipuzcoana solo operaban pequeñas empresas productoras y distribuidoras de electricidad. En consecuencia, los rectores de la empresa tranviaria decidieron vender la energía excedente de su central a terceros.

El primer contrato para el suministro de energía a terceros se firmó el 1 de diciembre de 1898 con el óptico donostiarra Celestino Latieule, quién había organizado una pequeña red de distribución de alumbrado doméstico. Este empresario se comprometió a adquirir un total de 125 kilovatios/hora diarios. Éste pronto fue seguido por otros como el establecido con las fábricas de los señores Lardy y Chappuis, de Miguel Idígoras o de Luzuriaga, todas ellas en Pasajes, o el de la fábrica de corsés de los señores Farcy y Oppenheim del barrio del Antiguo. Incluso el ayuntamiento de San Sebastián suscribió en el verano de 1899 un convenio para el suministro de 350 kilovatios diarios para alimentar el alumbrado público de la ciudad durante tres meses.

Turbina y alternador de la central eléctrica de Berchin, con la que la Compañía del Tranvia de San Sebastián pudo, en 1910, sustituir la generación mediante la quema de carbón por energía verde. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

El suministro de energía de la Compañía del Tranvía se realizaba en exclusiva a clientes situados en las proximidades de sus vías y la alimentación se efectuaba directamente desde la propia línea aérea. En cualquier caso, la empresa no se mostró interesada por explotar el negocio a gran escala, lo que habría requerido realizar importantes inversiones para aumentar la capacidad de la central de Ategorrieta así como para crear una red de distribución más completa, por lo que únicamente se limitó a vender los excedentes de su instalación. De este modo, la cifra de negocio proporcionada por este concepto no llegó a superar el 10% del total de los ingresos de la Compañía.


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