viernes, 25 de noviembre de 2022

SIERRA MENERA, EL MAYOR FERROCARRIL MINERO DE ESPAÑA (II)

 


RAMÓN DE LA SOTA Y LLANO


Ramón de la Sota y Llano, primer presidente de la Compañía Minera de Sierra Menera, nació el 20 de enero de 1857 en el municipio cántabro de Castro-Urdiales, localidad que, históricamente había mantenido estrechos vínculos con Bizkaia. Su propia familia había tenido un importante protagonismo en la historia de la provincia vecina, ya que su abuelo había sido Diputado General del territorio y alcalde de Portugalete, y sus padres eran naturales de esta localidad vizcaína.


La infancia de Ramón de la Sota transcurrió en la casa familiar, situada en San Julián de Muskiz, pero con once años se trasladó a Bilbao para proseguir sus estudios en el Instituto Vizcaíno. Posteriormente se dirigió a Madrid, donde cursó la carrera de Derecho.


Concluida su formación, retornó a Bilbao, ciudad en la que contrajo matrimonio con Catalina Aburto, donde inició su brillante actividad empresarial. El primer paso fue asociarse con su primo Eduardo Aznar de la Sota, con quien emprendería en 1881 varios negocios mineros, en los que se especializó en la exportación de hierro al Reino Unido.


Entre 1886 y 1900 fundó junto a su primo las compañías mineras de Setares, Alhamilla y Sierra Menera. El éxito de estos negocios impulsó su diversificación y progresiva integración vertical, controlando la extracción, transformación y transporte del mineral.


Uno de los primeros pasos en la diversificación de sus actividades fue la fundación, en 1900, de la Compañía Euskalduna de Construcción de Buques, cuyo astillero en Bilbao, también destacó como notable fabricante de material ferroviario, hasta el punto de montar, en 1922, un nuevo taller en Villaverde Bajo (Madrid). En 1901 constituyeron la compañía de seguros La Polar y en 1906 formaron una de las principales navieras del país, la Compañía Sota y Aznar, con una flota inicial de 25 barcos.


Ramón de la Sota también participó en la vida financiera del país, siendo un notable accionista de los bancos de Bilbao y de Vizcaya, así como fundador del banco del Comercio. Asimismo intervino en el capital de varias compañías ferroviarias, como los Ferrocarriles Vascongados, Andaluces, Madrid-Zaragoza-Alicante, Norte y, paradójicamente, a partir de 1926, en el rival de su ferrocarril de Sierra Menera: el Central de Aragón.


Durante la Primera Guerra Mundial Ramón de la Sota puso su flota al servicio del Almirantazgo británico, contribuyendo a romper el bloqueo establecido por los submarinos alemanes. Aunque ello le acarreó la pérdida de 20 navíos, los altos precios que registraron los fletes en la época compensaron con creces las pérdidas y, además, alcanzó con ello el reconocimiento del gobierno del Reino Unido que el 9 de marzo de 1921 le concedió el título de Knight Commander of the Order of the Bristish Empire.


Con los capitales que logró amasar durante la Primera Guerra Mundial, Ramón de la Sota pudo impulsar su mayor proyecto: la constitución de la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo, con hornos altos, acerías y trenes de laminación establecidos en Port de Sagunt, junto al embarcadero de minerales de Sierra Menera.


Como otros muchos empresarios de la época, Ramón de la Sota también participó en la vida política del país. Entre 1888 y 1892 fue diputado provincial por el partido liberal-fuerista. Con el tiempo, se aproximó a los postulados ideológicos de Sabino Arana, hasta convertirse en uno de los principales apoyos económicos del Partido Nacionalista Vasco, por el que su hijo, Ramón de la Sota Aburto, fue elegido en 1917 diputado provincial por el distrito de Balmaseda, al tiempo que se convertía en el primer presidente nacionalista de la Diputación de Bizkaia.


Ramón de la Sota falleció en su residencia de Getxo (Bizkaia), el 17 de agosto de 1936, cuando apenas había transcurrido un mes desde el estallido de la Guerra Civil. Dada su gran relevancia política, económica y social, el bando franquista quiso hacer escarnio de su figura, y tres años más tarde, el Tribunal de Responsabilidades Políticas le condenó al pago de una multa de cien millones de pesetas por “conspiración a la rebelión militar” y su hijo, Ramón, también recibió el mismo castigo. No es necesario argumentar sobre el absurdo de una acusación que, precisamente, formulaban los militares que se habían rebelado contra el gobierno legalmente constituido de la República.


Como consecuencia de esta sanción, los herederos de Ramón de la Sota vieron embargados todos sus bienes, siendo los principales beneficiarios de esta vergonzosa acción de venganza política los herederos de su antiguo socio y primo, con los que había roto toda relación en 1930, que pudieron adquirir estas propiedades a un precio realmente ventajoso.

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