viernes, 10 de mayo de 2019

MADRID-CIUDAD REAL, UN FERROCARRIL, CINCO INAUGURACIONES (II)


Tren de viajeros fotografiado en la estación de Madrid-Delicias, inaugurada en 1880 como cabecera del ferrocarril directo de Madrid a Ciudad Real. Fotografía de Xavier Santamaría. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

De Delicias a Atocha

La construcción del ferrocarril directo de Madrid a Ciudad Real solo era el primer paso de una ambiciosa política expansionista, con la que los rectores de la Compañía de los Caminos de Hierro de Ciudad Real a Badajoz pretendían convertirse en una de las grandes concesionarias ferroviarias españolas y, sobre todo, amenazar la hegemonía de MZA en el sur de España. Una vez abierta al tráfico la nueva línea, solicitaron una concesión para conectar Mérida con Cáceres y, el 2 de abril de 1880, otra para construir una nueva vía desde Puertollano a Córdoba. Apenas tres días antes, el 30 de marzo, el ferrocarril fronterizo inauguró el edificio definitivo de su estación en Madrid, la de Delicias, en aquel momento, el mayor edificio ferroviario de toda la capital.

La hipotética construcción del ferrocarril de Puertollano a Córdoba no solo podía romper el monopolio de las comunicaciones con Andalucía que mantenía MZA con su paso por Despeñaperros, sino que, además, podía incentivar una alianza con la Compañía de los Ferrocarriles Andaluces, constituida el 30 de mayo de 1877, lo que les habría dado la absoluta hegemonía en la red ferroviaria de todo el sur peninsular. Sin embargo, la situación financiera de la Compañía de los Caminos de Hierro de Ciudad Real a Badajoz era muy delicada, ante las deudas acumuladas en la construcción de sus líneas y los escasos rendimientos económicos de éstas. Además, las obras de la línea a Lisboa por el valle del Tajo, que quedarían completadas poco después, en concreto, el 8 de octubre de 1881, amenazaban con arrebatarle los principales tráficos de larga distancia.
Salida de un tren de viajeros desde la estación de Ciudad Real. Fotografía de Juan Bautista Cabrera. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

MZA no dudó en aprovechar la situación y para evitar que surgiera un enorme competidor en una zona que consideraba propia, optó por adquirir la Compañía de los Caminos de Hierro de Ciudad Real a Badajoz, operación compleja que quedó culminada el 1de julio de 1880. Poco después, para no mantener dos grandes terminales en Madrid, MZA decidió vender la estación de Delicias a la Compañía de los ferrocarriles de Madrid a Cáceres y Portugal, transacción culminada el 13 de febrero de 1883, aunque los trenes de Badajoz no abandonaron definitivamente su primitiva terminal hasta la culminación de las obras de la nueva estación de Atocha, en diciembre de 1892.

Del vapor al AVE

Tras la toma de control por parte de MZA, la gran empresa de los Rothschild operó durante décadas el ferrocarril de Madrid a Ciudad Real y su prolongación a Badajoz. Aunque había perdido buena parte de su inicial carácter internacional en beneficio de la línea del Tajo, el carbón de Bélmez y el de los nuevos yacimientos descubiertos en el entorno de Puertollano aportaron un importante tráfico a la línea. En 1941, al igual que todos los demás ferrocarriles de vía ancha del país, fue nacionalizado e integrado en Renfe.

La empresa estatal realizó modestas inversiones de mejora de una línea que nunca perdió su carácter secundario, sobre todo, para la progresiva sustitución de la tracción vapor por la diésel, aunque con notable retraso respecto a otras zonas del país, hasta el punto que el de Ciudad Real fue el último depósito de locomotoras de vapor activo en España, al no ser clausurado hasta el 15 de mayo de 1975. Posteriormente, una de sus “mikados”, la 141-2348 protagonizaría el 23 de junio de dicho año en la moderna estación de clasificación de Vicálvaro (Madrid), el acto oficial de despedida del vapor en Renfe, presidido por el entonces Príncipe Juan Carlos de Borbón.

Apenas habían transcurrido unos meses desde el fin de la tracción vapor cuando, el 28 de noviembre de 1975, llegaban a Ciudad Real los primeros trenes eléctricos, pero no procedentes de la línea directa, sino del antiguo itinerario por Manzanares, que el 1 de diciembre prolongaron el servicio hasta Puertollano. Poco después, el 3 de abril de 1981, también se puso en tensión el otro extremo de la antigua línea directa, entre Madrid y Parla, trayecto en el que, además, se duplicó la vía y se implantó un intenso servicio de cercanías.
El AVE llegó a Ciudad Real aprovechando la traza tendida en el siglo XIX por la Compañía de los Caminos de Hierro de Ciudad Real a Badajoz. Fotografía de Juanjo Olaizola

En todo caso, el cambio más radical experimentado por el ferrocarril directo de Madrid a Ciudad Real fue su transformación en parte de la primera línea de Alta Velocidad de España. Como muchos lectores recordarán, los orígenes del proyecto se centraban en la construcción de un nuevo acceso ferroviario a Andalucía que, en buena medida, recuperaba el viejo proyecto de la Compañía de los Caminos de Hierro de Ciudad Real a Badajoz de enlazar Puertollano con Córdoba. En consecuencia, se decidió la modernización integral del trazado, así como la duplicación de vía y su electrificación. Para facilitar los trabajos, la antigua vía se cerró al servicio el 11 de enero de 1988, salvo en el tramo utilizado por los trenes de cercanías entre Madrid y Parla.

En realidad, la nueva línea de alta velocidad no sigue fielmente el trazado histórico del ferrocarril de Madrid a Ciudad Real, ya que al diseñarse para velocidades superiores a los 250 km/h, fue preciso realizar numerosas rectificaciones y variantes, sobre todo, entre Parla y Villaseca y, de hecho, el ojo curioso del viajero todavía puede adivinar diversos tramos de la antigua traza desde la ventanilla de los trenes AVE. Tras cuatro años de intenso trabajo, a principios de 1992 todo estaba preparado para que los trenes volvieran a circular entre Madrid y Ciudad Real y, como ya se ha indicado, el 14 de abril los Reyes presidían la inauguración de la nueva vía, que el 21 del mismo mes, se abría al servicio de viajeros. 

 

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