Tren del Ferrocarril del Monte Ulía en la estación superior de la línea
Como
quedó señalado en la entrada anterior, los viajeros del ferrocarril de Ulía se veían obligados a realizar un trasbordo en
Ategorrieta, a los coches del tranvía urbano para poder llegar al centro de San Sebastián. Por ello y dadas las estrechas
relaciones que sus promotores mantenían con la Compañía del Tranvía de
San Sebastián, en octubre de 1902 plantearon la posibilidad de firmar un
convenio que permitiera el paso de los trenes de Ulía hasta el corazón de la
ciudad. Dado que, tanto el ancho de vía, un metro, como la tensión eléctrica de
alimentación utilizada, 500 voltios en corriente continua, eran idénticos en
ambas empresas, no existían inconvenientes técnicos, con la excepción de la
existencia de un prolongado trayecto en vía única en todo el tramo comprendido
entre la Plaza Vieja
y Ategorrieta, en el que el paso de los trenes de Ulía podía llegar a
estrangular el servicio ordinario de tranvías.
Para encontrar una solución satisfactoria, el 16 de
octubre de 1902 se reunieron dos delegaciones de ambas empresas. En este
encuentro, el Ferrocarril de Ulía propuso la posibilidad de que sus trenes
descendieran desde Ategorrieta hasta el cruce de la Avenida de la Libertad con la calle
Idiáquez, por las vías de la
Compañía del Tranvía. Desde este punto, sus trenes
proseguirían a lo largo de la
Avenida de la
Libertad hasta la calle Garibay, para recorrer esta vía en
toda su longitud hasta el cruce con la Alameda , a la altura del café de la Marina. En este punto,
los conductores de Ulía podrían observar las salidas de los tranvías a
Rentería, para poder salir en dirección contraria de forma simultánea y marchar
tras ellos una vez llegasen a la
Avenida.
Tren en la estación termino del ferrocarril de Ulía
Los rectores del ferrocarril de Ulía admitieron de
inmediato la propuesta de la
Compañía del Tranvía de San Sebastián. Dado que la primera
había estado dispuesta a tender una vía por la Avenida de la Libertad y la calle
Garibay, de 440 metros
de longitud, la empresa donostiarra propuso a la de Ulía que abonase el coste
de implantación de los 225
metros de la nueva vía a establecer a lo largo de la Avenida de la Libertad , desde la calle
Idiáquez hasta la de Hernani, infraestructura que pasaría a ser propiedad de la Compañía del Tranvía que,
por su parte, sufragaría los costes de la electrificación de este trayecto.
Tren del ferrocarril de Ulía a su paso por el puente de Santa Catalina, en el tramo concertado con la Compañía del Tranvía de San Sebastián. Al fondo se aprecia la silueta del monte Ulía
El 25 de octubre de 1902 el Ferrocarril de Ulía
aceptó en un principio la propuesta de la Compañía del Tranvía pero, al mismo tiempo,
sugirió la conveniencia de prolongar la doble vía desde el puente de Santa
Catalina hasta Ategorrieta, en un recorrido de 1.831 metros . La
propuesta resultaba sumamente atractiva pero la empresa donostiarra no disponía
de los recursos financieros necesarios para afrontar esta obra, situación que
chocaba con el gran interés de los promotores del tren de Ulía, quienes se
mostraron dispuestos a sufragar parte de la inversión y a adelantar las
partidas necesarias para completar el resto. De este modo, se abrió un nuevo
periodo de negociaciones que culminó en el acuerdo suscrito entre ambas
empresas el 18 de marzo de 1903, en el que además de la financiación de las
obras, se regulaban aspectos como el suministro de energía o el peaje que
debían abonar los trenes de Ulía por utilizar las vías del tranvía.
Mientras se desarrollaban las negociaciones entre
ambas empresas, el Ayuntamiento de San Sebastián autorizó, en diciembre de
1902, el establecimiento de la vía de bucle a lo largo de la Avenida de la Libertad, y
pocos días más tarde, la
Diputación hizo lo propio con la doble vía prevista desde la Avenida hasta Ategorrieta,
con la salvedad del puente de Santa Catalina donde, debido a la escasa anchura
de esta infraestructura, se mantendría la vía única.
Una vez obtenidas las autorizaciones precisas, la Compañía del Tranvía de
San Sebastián emprendió los trabajos de instalación de la nueva doble vía. En
consecuencia, en enero de 1903 se cursó el pedido del carril necesario para la
instalación de 1.700
metros de vía y los aparatos precisos a la casa alemana
Phoenix, mientras que los materiales necesarios para el tendido de la línea
aérea se contrataron con La Maquinista Bilbaína. El montaje de la doble vía se
realizó con celeridad, de modo que el 1 de julio de 1903 se procedió a su
inauguración.
Con la nueva doble vía, el servicio del ferrocarril
de Ulía mejoró de forma considerable, ya que, desde el 1 de julio de 1903, sus
trenes podían llegar hasta el corazón de San Sebastián. El trayecto completo
hasta Ulía se realizaba en unos 35 minutos.
Trasbordador aéreo del monte Ulía, inaugurado en 1907
En 1907, la inminente inauguración de un nuevo
parque de recreo en el donostiarra barrio de Martutene, espoleó a los rectores
del de Ulía a mejorar su oferta turística. En consecuencia, decidieron
implantar en su recinto un espectacular trasbordador aéreo, diseñado por el
reputado ingeniero cántabro Leonardo Torres Quevedo.
Este curioso sistema de transporte, inaugurado el 30
de septiembre de 1907, fue una de las primeras instalaciones de este tipo
destinadas al transporte de pasajeros en el Mundo. La línea, con una longitud
total de 280 metros ,
superaba un desnivel de 28
metros y cruzaba en su trayecto una profunda vaguada que
añadía espectacularidad al trazado.
El transbordador disponía de una vía portante
formada por seis cables de 19 milímetros de diámetro, firmemente anclados
al terreno en el extremo inferior, mientras que su tensión mecánica se regulaba
mediante contrapesos situados en la estación superior. La barquilla, con
capacidad para 14 viajeros, estaba formada por una ligera estructura tubular
dotada de dos ejes que contaban cada uno de ellos de seis poleas acanaladas que
rodaban sobre los cables portadores. La tracción estaba asegurada por otro
cable impulsado por un motor de corriente continua de 1,5 caballos de potencia
a 1.200 revoluciones por minuto, alimentado directamente desde las
instalaciones de electrificación del ferrocarril. En caso de falta de energía
eléctrica en pleno viaje, la barquilla podía retornar a la estación inferior
por efecto de la gravedad, mientras el conductor regulaba la velocidad mediante
un freno manual.
Trasbordador de Ulía
Tras la positiva experiencia del transbordador de
Ulía, Leonardo Torres Quevedo construyó una instalación similar en Canadá, en
concreto sobre las cataratas del Niágara. Inaugurada el 18 de agosto de 1916,
esta línea cubre una distancia de 539 metros y salva un desnivel de 76 metros , pudiendo
transportar un total de 25 pasajeros. A diferencia de su predecesor guipuzcoano,
esta instalación, conocida como «The Spanish Aerocar» se encuentra en servicio
y tiene la consideración de monumento nacional.
Para hacer frente al previsible aumento de la
demanda, se procedió a reforzar el ferrocarril con la adquisición de tres
nuevos coches motores y otros seis remolques, idénticos a los que ya prestaban
servicio en la línea. Asimismo, se duplicó la potencia de la central eléctrica,
accionada mediante motores de gas, y la capacidad de las cocheras, situadas en
Ategorrieta.
Automotor del ferrocarril de Ulía, fotografiado en su ascenso a la cumbre
La inauguración en 1912 del parque de atracciones
del Monte Igueldo, del que se hablará más adelante, supuso una dura competencia
para el Ferrocarril de Ulía, ya que, además de la novedad de sus instalaciones,
su comunicación con el centro de la ciudad era notablemente más rápida, gracias
a la combinación del tranvía urbano con un funicular. Por otra parte, la crisis
del sector turístico que experimentó San Sebastián tras el inicio de la Primera Guerra
Mundial en 1914, implicó una drástica reducción de la clientela habitual, con
su consiguiente repercusión negativa en la cuenta de resultados de la empresa
concesionaria.
En principio, el ferrocarril de Ulía solamente
prestaba servicio durante la temporada estival, desde principios de junio hasta
mediados de octubre. Asimismo, circulaba en festividades relevantes o domingos
en los que reinase el buen tiempo. El resto del año, el tren no funcionaba y
sus empleados se dedicaban a realizar tareas de mantenimiento. Sin embargo, la
progresiva pérdida de clientela afectó a la solvencia de la empresa
concesionaria hasta el punto que, a mediados de 1917, la Fábrica Municipal
de Gas de San Sebastián suspendió el suministro de este combustible, utilizado
en la central de generación eléctrica del ferrocarril. Aunque momentáneamente
se pudo solventar la situación gracias a la compra de energía a la Compañía del Tranvía,
finalizada la temporada estival en septiembre de dicho año, nunca más se
reemprendió el servicio. En 1920, la Jefatura de Obras Públicas solicitó al Ayuntamiento
de San Sebastián información sobre la caducidad de la concesión administrativa
y, aunque el consistorio exigió su mantenimiento, al considerar que se trataba
de una situación coyuntural y que el ferrocarril resultaba altamente
beneficioso para el fomento del turismo en la ciudad, lo cierto es que los
trenes nunca más volvieron a ascender a la cima del monte Ulía.
Edificio de la primitiva estación de Ategorrieta
Los gestores de la Compañía del Ferrocarril
de Ulía constituyeron, a partir de 1928, la Sociedad Inmobiliaria
Monte Ulía, entidad que procedió a la venta de las antiguas cocheras y central
eléctrica al Ayuntamiento de San Sebastián. En la actualidad, en estas
instalaciones se emplaza un frontón y una bolera, mientras que el edificio que
sirvió de oficinas de la empresa se transformó en 1951 para su uso como baños
públicos. Asimismo, en 1948, la
Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa enajenó todos los
terrenos de la cima, los cuales fueron a su vez permutados con el consistorio
donostiarra en 1952.
¡Muy interesante!
ResponderEliminarMuy interesante historia y muy bien documentada en detalles.Desde luego es una lastima de que tanto este ferrocarril como las instalaciones en el monte Ulia no hayan podido llegar a estos tiempos actuales. Tal vez si el servivio hubiese sido abandonado mas tarde hubiese sido posible su recuperación.
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