EL DATO
Las “Mikado” del Ferrocarril Cantábrico
Cuando el Ferrocarril Cantábrico concluyó la prolongación de sus vías hasta Llanes, y con ello, la conexión con Oviedo, tuvo que reforzar su parque motor, hasta entonces limitado a cinco locomotoras que había adquirido a la firma escocesa Dübs, que a todas luces resultaban insuficientes para el nuevo servicio. En esta ocasión, el fabricante seleccionado fue la firma alemana Krauss.
El constructor alemán suministró hasta tres tipos diferentes de locomotoras. Dos de ellas eran prácticamente idénticas las que pocos meses antes había entregado a otra operadora de vía métrica de la cornisa cantábrica; la compañía del ferrocarril de Elgoibar a San Sebastián, en concreto, unas máquinas sistema Engerth, con rodaje 130+2T, para el arrastre de los principales trenes de viajeros, y otras del tipo 131T, para servicios mixtos en trayectos intermedios.
Junto a estos modelos, ya conocidos en España, el fabricante alemán suministró en 1905 otras dos locomotoras de un tipo novedoso en nuestro país, diseñado especialmente para la tracción de trenes de mercancías, un tráfico del que el Ferrocarril Cantábrico confiaba en que alcanzara un rápido desarrollo tras completar la conexión con Asturias. Para incrementar su capacidad de arrastre, a diferencia de las máquinas anteriores, dotadas de tres ejes motores, contaban con cuatro, así como un eje libre de apoyo trasero, es decir, su rodaje era 041T.
Las nuevas locomotoras pronto demostraron su capacidad de arrastre, sobre todo en el difícil paso del Turujal, por lo que el Ferrocarril Cantábrico decidió adquirir más unidades de mismo modelo, en concreto, dos máquinas en 1908 y otra en 1925.
Pese a sus buenas prestaciones, las locomotoras de Krauss adolecían de cierta falta de estabilidad, sobre todo al entrar en las curvas más cerradas del accidentado trazado del Cantábrico. Por ello, en 1928 esta empresa decidió incorporar a su parque un nuevo modelo, en este caso suministrado por la vizcaína Babcock & Wilcox, muy similar al anterior, pero al que se le incorporó un eje libre delantero, con lo que su rodaje quedaba configurado como 141-T, más conocido como “Mikado”.
El nuevo modelo pronto demostró su perfecta adaptación a los sinuosos trazados de las líneas de la cornisa cantábrica y por ello fue seleccionado por la Comisaría de Material Ferroviario para la unificación del material motor en la vía métrica. De este modo, el modelo 141T de Babcock & Wilcox alcanzó una notable difusión, ya que la vecina compañía de los Ferrocarriles Económicos de Asturias adquirió cuatro unidades idénticas en 1942 y otras cinco en 1951, mientras que el propio Cantábrico compró dos máquinas más en 1951.
Un caso aparte es el de la máquina número 8 del Ferrocarril Vasco-Asturiano, última locomotora de vía métrica construida en España, en fecha tan tardía como el año 1958, que también era de este mismo tipo. Recientemente, esta máquina, que con el paso de los años pasó a ser propiedad de Hunosa y, posteriormente, fue cedida a Museo del Ferrocarril de Asturias, ha sido completamente restaurada y se encuentra en proceso de homologación para que pueda circular en cabeza de trenes históricos por la cornisa cantábrica.
Prácticamente idénticas a las 141-T del Ferrocarril del Cantábrico eran las máquinas seleccionadas en 1928 para el ferrocarril de Ferrol a Gijón, aunque en este caso las diez unidades fueron construidas por la Fábrica Nacional de Armas de Trubia (Asturias) sobre los planos diseñados por la propia Babcock & Wicox. Resulta llamativo que, finamente, ninguna de estas locomotoras llegó a circular por la línea para la que fueron contratadas y, de hecho, durante su vida activa trabajaron en ferrocarriles tan dispares como el Vasco-Asturiano, Castro-Traslaviña, Carcaixent-Dénia, Urola, Amorebieta-Bermeo, Vasco-Navarro, Calahorra-Arnedillo o Manresa-Olván, entre otros.
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