lunes, 29 de septiembre de 2025

DE STOCKTON A DARLINGTON, DOS SIGLOS DE HISTORIA FERROVIARIA (II)

 

Retrato de George Stephenson realizado por el pinto John Lucas

GEORGE STEPHENSON 

 

Considerado como el padre del ferrocarril, George Stepenshon vino al mundo en Wylam, Northumberland, el 9 de junio de 1781, en el seno de una familia humilde y como era habitual en la época, analfabeta. Su padre, Robert, trabajaba en las minas de carbón de su localidad natal, Wylam, como fogonero en las máquinas de vapor de bombeo.

 

Sin posibilidades económicas para recibir una formación básica, George Stephenson trabajó desde niño en varias minas, hasta que con 17 años alcanzó el puesto de fogonero en las vecinas explotaciones de Water Row. Con los magros ingresos que le proporcionaba su salario, pudo pagar los gastos de una escuela nocturna, alfabetizarse a los 18 años y cursar sus primeros estudios de aritmética.

 

En 1811, tras reparar con éxito una bombeadora en las minas de Killngworth, George Stephenson fue nombrado ingeniero y responsable del mantenimiento y reparación de todas las máquinas de vapor de esta empresa. En ellas, preocupado por los frecuentes accidentes provocados por el gas grisú, diseñó y patentó una lámpara de seguridad que evitaba las deflagraciones.

 

Mientras perfeccionaba su lámpara, en 1814 Stephenson construyó su primera locomotora de vapor, inspirada en una máquina diseñada por el ingeniero Matthew Murray, y que bautizó con el nombre de «Blücher». Su diseño fue capaz de remolcar un tren de 30 toneladas a la velocidad de 6,5 kilómetros por hora. Tras el éxito de esta máquina, la empresa minera le encomendó la fabricación de nuevas locomotoras, tanto para sus minas como para el vecino ferrocarril de las minas de Hetton. En 1817 construyó la primera locomotora del mundo de tres ejes para el ferrocarril de Kilmarnock & Troon.

 

Estas primeras locomotoras resultaban muy pesadas para las vías de la época, por lo que Stephenson estudió nuevos diseños de carriles forjados que fueran capaces de soportarlas. Estos nuevos materiales fueron empleados en su siguiente proyecto, los trece kilómetros del ferrocarril de Hetton, inaugurado en 1820.

 

Como se ha señalado, a partir de 1821 Stephenson dirigió las obras del ferrocarril de Stockton a Darlington en compañía de su hijo Robert. Para suministrar las nuevas locomotoras que necesitaría la línea, ambos se asociaron con Edward Pease para levantar en Newcastle una fábrica que recibiría el nombre de Robert Stephenson & Company.

 

Tras el de Darlington, Stephenson trabajó en nuevos proyectos ferroviarios, como el Bolton & Leigh Railway y, sobre todo, el de Liverpool a Manchester, donde superó los graves problemas que ofrecía la orografía, sobre todo el paso por la inestable turbera de Chat Moss, así como la construcción de algunas trincheras y terraplenes de notable envergadura. Además, su locomotora «Rocket» venció en el concurso de Rainhill, organizado por los promotores de la línea para seleccionar el mejor modelo, tras superar las prestaciones de otras tres máquinas de vapor rivales.

 

El éxito del ferrocarril de Liverpool a Manchester, inaugurado el 15 de septiembre de 1830, impulsó el definitivo desarrollo de este medio de transporte y muchos promotores quisieron contar con los servicios de Stephenson y, por supuesto, con las locomotoras que construía con su hijo en Newcastle. Así, participó en las obras del ferrocarril de Leicester a Swannington, abierto en 1832, y más tarde en el Grand Junction, el North Midland, o las líneas de Manchester a Leed, de Birmingham a Derby o la de Sheffield a Rotherham. Además, sus locomotoras se exportaron a Bélgica, Francia, Alemania, Rusia o Italia, contribuyendo a difundir el ancho de vía implantado en la línea de Liverpool a Manchester, cuatro pies, ocho pulgadas y media, es decir, los 1.435 milímetros del considerado actualmente como ancho de vía internacional.

 

En 1845 George Stephenson viajó a España, donde algunos empresarios británicos se proponían construir un ferrocarril desde Santander hasta Alar del Rey, donde enlazaría con el canal de Castilla, sin desdeñar la posible prolongación de la futura vía férrea hasta alcanzar Madrid. Las grandes dificultades orográficas a vencer y el escaso tráfico previsible hicieron que el gran ingeniero británico desaconsejase su realización. Tres años más tarde, ya prácticamente retirado, falleció a los 67 años en su casa de Chesterfield, el 12 de agosto de 1848, apenas dos meses antes de que se inaugurase el primer ferrocarril en la península ibérica entre Barcelona y Mataró.

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