martes, 3 de mayo de 2016

ESPARTERO


Dedicamos la última entrada de este blog a la inauguración de las obras del ferrocarril del Norte, que tuvo lugar en Valladolid, hace 160 años, un 26 de abril. El solemne acto fue presidido por un hombre del que se puede decir que lo fue todo en la España del siglo XIX y, de hecho, si no llegó a ser Rey fue porque renunció expresamente a tal cargo cuando le fue ofrecido, tras el exilio de Isabel II. Nos, referimos a Baldomero Espartero (Granátula de Calatrava, 27 de febrero de 1793 – Logroño, 8 de  enero de 1879), Príncipe de Vergara, Duque de la Victoria y conde de Luchana, entre otros muchos títulos nobiliarios acumulados a lo largo de su fecunda carrera militar y política, en la que jugó un destacado papel en importantes episodios de la historia de nuestro país a lo largo del siglo XIX.

Espartero participó en la Guerra de Independencia española, en las guerras coloniales americanas y en la Primera Guerra Carlista, en la que, como otros muchos militares, emprendió también una brillante carrera política en el bando liberal. Gracias a su gran prestigio y enorme popularidad, en 1837 fue nombrado Presidente del Consejo de Ministros y en 1840 Regente de España. Años más tarde, durante el Bienio Progresista (1854-1856), volvería a ostentar la presidencia del gobierno y fue precisamente en este periodo cuando, bajo su mandato, se sentaron las bases para el futuro desarrollo de la red ferroviaria española.


Aunque el primer ferrocarril peninsular entre Barcelona y Mataró se había inaugurado en 1848, la falta de legislación y los problemas financieros dificultaban el desarrollo del nuevo medio de transporte en nuestro país. De este modo, únicamente fue posible construir pequeñas líneas mientras que los proyectos de mayor envergadura solo servían para enriquecer a unos pocos especuladores. Ante esta situación, el gobierno de Espartero, convencido de la necesidad de disponer en el menor plazo posible de una moderna red ferroviaria que atendiera las necesidades presentes y futuras del país, decidió impulsar la implantación del nuevo medio de transporte mediante la promulgación, el 3 de junio de 1855, de la Ley General de Ferrocarriles. En ella se consagró la construcción de las diversas líneas mediante concesiones otorgadas por el Estado a las empresas privadas interesadas que, a su vez, podían obtener importantes subvenciones tanto estatales como de las diversas administraciones locales beneficiadas con el establecimiento de las nuevas vías. 


Monumento al General Espartero que preside la plaza del Espolón en Logroño

Gracias a la nueva legislación, así como a la Ley General de Sociedades de Crédito, promulgada también por el Gobierno de Espartero el 28 de enero de 1856 y que supuso un notable atractivo para la inversión extranjera en el sector, fue posible el rápido desarrollo de la red ferroviaria española, de modo que entre 1856 y 1865 se construyeron un total de 4.354 kilómetros de vías férreas,  a un ritmo hasta entonces desconocido en la mayor parte de Europa. En resumen, no cabe duda que la intervención de Espartero fue trascendental para sentar las bases que permitieron la implantación del ferrocarril en buena parte del país.

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