lunes, 18 de mayo de 2015

EL FERROCARRIL MINERO DE ARDITURRI Y LA REAL COMPAÑÍA ASTURIANA DE MINAS (I)


Vista de la fábrica de la Real Compañía Asturiana de Minas en la bahía de Pasajes

Los orígenes de la Real Compañía Asturiana de Minas, se remontan al año 1833, fecha en la que los empresarios españoles Joaquín María Ferrer Cafranga y Felipe Riera Rosés, junto al financiero belga Adolphe Lesoinne constituyeron Real Compañía Asturiana de Minas de Carbón, con un capital de 450.000 reales repartidos a partes iguales entre los fundadores. El propósito de la nueva sociedad era explotar diversos yacimientos de carbón mineral en el entorno de los municipios asturianos de Arnao y Santa María del Mar, cerca de Avilés así como establecer una industria siderúrgica en la zona.

Diversos factores impidieron la materialización de los proyectos iniciales de la Compañía Asturiana de Minas de Carbón. Por una parte, la retirada del principal socio tecnológico, el ingeniero y empresario siderúrgico belga John Cockerill y la construcción de la fábrica de Trubia por parte de otro grupo empresarial, paralizaron el proyecto industrial. Por otra parte, el carbón de las minas de Arnao y Santamaría, era seco y poco bituminoso y, en consecuencia no resultaba apropiado para la elaboración de coke siderúrgico.

Ante estas circunstancias, en el año 1851 el ingeniero belga Jules Hauzeur propuso reorientar el negocio mediante el establecimiento en Arnao de una fábrica de tratamiento de zinc con el que se podría aprovechar de forma más efectiva el carbón de la región ya que sus características morfológicas lo hacían especialmente apropiado para la fundición de este mineral. Para afrontar el proyecto, sus promotores decidieron organizar una nueva empresa, la Société pour la production du Zinc en Espagne, constituida en Bruselas, el 16 de mayo de 1853. En su capital participaban los empresarios belgas Adolphe Lesoinne, Jules J. Maximilien Van der Heyden á Hauzeur, los herederos de Nicolás-Maximilien Lesoinne, representados por Adolphe Lesoinne, y Jonathan-Raphaël Bischoffsheim, junto con los socios españoles Marqués de Casa Riera, Joaquín María Ferrer, representado por Felipe Riera, y los hermanos Zabala, propietarios de diversas concesiones mineras en Gipuzkoa, que fueron representados en el acto de constitución por Jules Hauzeur.

El capital social de la Société pour la production du Zinc en Espagne se estableció en 2.500.000 francos, repartidos en 2.500 acciones. De estos títulos, 1.250 acciones correspondían a aportaciones en metálico de Jonathan-Raphaël Bischoffsheim, de las que desembolsó en el momento de la constitución de la compañía un millón de francos, por el valor de 1.000 títulos, mientras que otras 250 acciones quedaron en reserva.

El resto de las acciones se distribuyeron entre los fundadores como pago de las aportaciones materiales de los restantes socios: las minas de carbón de Arnao y Santa María del Mar, por parte de la Real Compañía Asturiana de Minas de Carbón, las minas de blenda de Arditurri (Gipuzkoa) cuyas concesiones pertenecían a los hermanos Jules y Nicolás Hauzeur y Adolphe Lesoinne; las minas de calamina de Mutriku y de galenas argentíferas en Irún, propiedad de los herederos de Nicolás-Maximilien Lesoinne y de los hermanos Zabala, así como los terrenos del antiguo convento de Capuchinos, en el puerto de Pasajes, que tras la desamortización habían sido adquiridos por el político guipuzcoano Joaquín María Ferrer.


La Real Compañía Asturiana de Minas en Gipuzkoa

La presencia de los socios guipuzcoanos en la constitución de la Société pour la production du Zinc en Espagne, empresa que un año más tarde modificaría su razón social por la definitiva de Real Compañía Asturiana de Minas, cubría un triple objetivo:

- Disponer de las concesiones de las minas de calamina de Mutriku, de blenda en Arditurri y de galenas argentíferas en Irún
- Contar con los terrenos de la península de Capuchinos, en el puerto de Pasajes, en la que pretendían establecer una fundición de plomo. La situación de estos terrenos era estratégica, próximo a la frontera francesa, con muelles propios que facilitaban el transporte marítimo de las materias primas, en concreto, el carbón de Arnao y los minerales de plomo procedentes de otros puntos de la península, así como la expedición de la producción. Asimismo, la previsible construcción del ferrocarril del Norte entre Madrid e Irún, materializada en 1864, permitiría el transporte por vía férrea tanto hacia España como a Europa.
- Aprovechar las magníficas relaciones políticas de Joaquín María Ferrer, diputado liberal en varias legislaturas, alcalde de Madrid y ministro de Estado con Espartero.

La explotación de los yacimientos de calamina y blenda en Guipúzcoa se inició en 1852 y las de galena argentífera de San Nicolás, en Irún, en 1853. Tres años más tarde, la Real Compañía Asturiana de Minas emprendió la construcción de la fundición de plomo de Capuchinos, instalación que inició su actividad fabril en 1858 con el tratamiento de los crudos procedentes de Irún.

Pronto se comprobó que los recursos mineros de las explotaciones del entorno inmediato resultaban insuficientes para atender la capacidad de producción de esta fábrica, por lo que desde 1862 se abasteció de materia prima gracias a la producción de otras explotaciones peninsulares. Este es el caso de las minas propiedad de la Real Compañía Asturiana de Minas en La Carolina (Jaén), así como de las galenas procedentes de los lavaderos de calamina de Reocín (Cantabria) y de las minas de Catavera (Gipuzkoa), también propiedad de la empresa. Asimismo, fueron comunes las compras a terceros realizadas en el entorno de Linares y Peñarroya. En menor medida, también se consumían minerales de Mocozorrotz (Irún) y de la escombrera de la mina de San Narciso en la misma localidad. Posteriormente, también se recurrió a la producción algunas minas propiedad la Real Compañía Asturiana de Minas situadas en el norte de África.

La fábrica de Capuchinos inició su actividad con dos hornos de reverbero para calcinación o tostación y un pequeño horno alto. Asimismo contaba con una instalación reducida de desplatación y refino constituida por tres calderas que servían para ambos procesos.

Las instalaciones de la fábrica de Capuchinos crecieron con el transcurso de los años y en 1862 se instalaron dos hornos de reverbero para el tratamiento directo de los minerales de alta ley procedentes de Linares. En 1876 fueron sustituidos por seis hornos de boliches. Más tarde, en 1905, se introdujo el sistema de calcinación Huntington-Herberlein.

Junto a las instalaciones para el tratamiento del mineral, la factoría de Capuchinos contaba también con maquinas de laminación para la producción de planchas y tubos de plomo, así como toda clase de elementos para la construcción. Además, en la inmediata playa de Alzate (Lezo), la Real Compañía Asturiana de Minas instaló una fábrica de imprimaciones y pinturas como el albayalde y minio productos basados en las propiedades del carbonato básico y el tetróxido de plomo.

En 1913, las instalaciones de la fábrica de Capuchinos contaban con los siguientes equipamientos:

- Dos reverberos de calcinación y tostación
- dos boliches
- Un horno de cuba
- Siete calderas de zincaje
- Un horno de refino
- Un horno de destilación
- Un horno de copela
- Cuatro máquinas de vapor cuya fuerza sumaba 60 caballos
- Veintiún motores eléctricos, cuya fuerza sumaba 156 caballos
- Dos máquinas de vapor de reserva con fuerza de 78 caballos

La plantilla estaba compuesta por 134 trabajadores, de los que dos tenían edades comprendidas entre los diez y los dieciséis años. Con este personal y los equipamientos de la fábrica, en la campaña de 1913 se trataron 5.285 toneladas de galena, de los que únicamente 112 procedían de las explotaciones mineras situadas en el territorio guipuzcoano. A partir de la mena, se obtuvieron 3.659 toneladas de plomo refinado y 898 toneladas de plata fina.

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