viernes, 16 de diciembre de 2022

EL TREN DEL DELTA DEL EBRO (I)

 

El ferrocarril de Tortosa a La Cava fue, durante breve tiempo, el primero en utilizar automotores de gasolina en la tracción de sus servicios. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

Un día como hoy de hace 95 años se completó la construcción del ferrocarril de vía métrica de Tortosa a La Cava que, entre 1927 y 1967, comunicó el Delta del Ebro con la cabecera de la comarca, Tortosa, ciudad en la que, además, era posible trasbordar viajeros y mercancías a los trenes de vía ancha que recalaban en la cercana estación de la Compañía del Norte, más tarde Renfe.

El Delta del Ebro

El actual Parque Natural del Delta del Ebro es, en realidad, una de las áreas geológicas más recientes de la península ibérica. Su formación comenzó hace tan solo 6.000 años, gracias a la progresiva acumulación de sedimentos aportados por el río Ebro. De hecho, todavía en tiempos de la dominación romana, Tortosa se encontraba muy próxima a la orilla del mar y contaba con un importante puerto comercial.

El proceso de formación del delta se aceleró a partir del siglo XIV, debido a la rápida deforestación de la cuenca del Ebro y el rápido incremento de la erosión en todo el valle, que trajo consigo un fuerte aumento de los aportes sedimentarios del río. De este modo, se fue conformando una amplia zona pantanosa, en el que las principales actividades humanas se centraban en la pesca y en la extracción de sal.

A mediados del siglo XIX se construyó el canal de la margen derecha, lo que favoreció la expansión de las actividades agrarias en la zona, con especial incidencia del cultivo del arroz. Este proceso se consolidó tras la inauguración del canal de la margen izquierda, abierto en 1912.

Durante todo este tiempo la navegación fluvial facilitó las comunicaciones entre Tortosa y las diversas pedanías que fueron surgiendo en el delta a medida que se consolidaba la actividad humana en la zona, como es el caso de Jesús i María, Enveja o La Cava. Los primitivos “llauts” fueron reemplazados a finales del siglo XIX por barcos de vapor, siendo el más recordado el último de ellos, el “Anita”.

Salida de un tren de viajeros desde la estación de Tortosa. Fotografía de Martin Von Simsom. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

El ferrocarril

La navegación fluvial, lenta y limitada en épocas de estiaje, en el que era frecuente que los barcos embarrancaran contra el fondo arenoso, no era la mejor alternativa para atender la creciente demanda de transporte en la zona, incentivada sobre todo por la gran producción arrocera de la comarca. De este modo, se plantearon diferentes iniciativas para la construcción de vías férreas.

Carles Salmerón i Bosch, en su libro El tren del Delta de L’Ebre, señala que la primera iniciativa ferroviaria en la zona fue la de la construcción de un ferrocarril eléctrico entre el barrio de Roquetes (Tortosa) y San Carles de la Rápita, propuesto por el ingeniero M. Román en 1902. En su propuesta, la vía, de 24 kilómetros de longitud, debería seguir el trazado del canal de la margen derecha del Ebro, pasando por Vinallop y Amposta. Aunque una Real Orden promulgada el 31 de diciembre de 1903 autorizó que se otorgara su concesión, finalmente nunca se llegó a materializar este proyecto.

Olvidado este primer proyecto, en 1916 el ingeniero Gaudencio Zoppetti Judez propuso, en una conferencia pública pronunciada en Tortosa, la construcción de un ferrocarril de vía estrecha, electrificado a 1.500 voltios en corriente continua, desde esta ciudad hasta La Cava, en este caso, siguiendo el canal de la margen izquierda del Ebro. Para llevarlo a cabo, el 23 de octubre de ese mismo año se asoció con un empresario local, Ramón Cendra Muntadas, con el que constituyó la firma Zoppetti y Cendra, Sociedad Regular Colectiva, que en una primera fase se centró en el comercio del arroz, producto que había experimentado un notable incremento de su precio como consecuencia de la primera guerra mundial y la fuerte demanda de las potencias beligerantes.

La prosperidad del negocio arrocero animó a Zoppetti y a su socio a retomar su proyecto ferroviario, cuya concesión fue oportunamente solicitada al Ministerio de Fomento en nombre de ambos por José Franquet Homedes. Los trámites administrativos se prolongaron en el tiempo y fue preciso esperar hasta el 4 de agosto de 1922 para que una Real Orden autorizase al gobierno a otorgar la preceptiva autorización.

Antiguo automotor de gasolina del ferrocarril de Tortosa a La Cava. Fotografía de Peter Willen. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

La construcción

Mientras avanzaban los trámites administrativos, los promotores del ferrocarril decidieron constituir la empresa Ferrocarriles Económicos, S.A. (en adelante, FESA), establecida el 15 de febrero de 1924, con un capital social de un millón de pesetas. Sería precisamente esta sociedad la que obtendría la concesión definitiva para la construcción y explotación de un ferrocarril de vía métrica y tracción eléctrica entre Tortosa y La Cava, el 3 de noviembre de 1925.

Sin esperar a obtener la concesión definitiva, y una vez aprobado el proyecto de trazado el 30 de mayo de 1925, FESA emprendió las primeras obras. La inexistencia de obstáculos geográficos de relevancia facilitaron su rápido desarrollo y, como señala Carles Salmerón, antes de concluir el año ya se habían tendido 1.200 metros de vía y estaba concluida la explanación en otros 7.500 metros.

A finales de junio de 1926 las obras de la primera sección del ferrocarril, entre Tortosa y la estación de Amposta, estaban prácticamente concluidas, por lo que, tras efectuar las pruebas oficiales el 22 de julio, el Ministerio de Obras Públicas autorizó su apertura. La inauguración oficial de este trayecto tuvo lugar el 11 de agosto de 1926.

Tras la apertura de la sección de Tortosa a Amposta prosiguieron las obras, pero estas se vieron ralentizadas por la escasa capitalización de la empresa concesionaria, que no disponía de los recursos económicos necesarios para afrontarlas. Para intentar solventar la situación, el 18 de septiembre de 1926 FESA recurrió al endeudamiento, con la emisión de 6.000 obligaciones hipotecarias por valor de 500 pesetas cada una de ellas.

Con los nuevos recursos financieros, se pudieron reemprender los trabajos, aunque a un ritmo muy bajo, si se tiene en cuenta la inexistencia de obstáculos orográficos. De este modo, el tramo entre la estación de Amposta y la de Jesús i María, no pudo entrar en servicio hasta el 27 de julio de 1927.

El último tramo hasta La Cava todavía tuvo que esperar unos meses para su apertura. El 29 de noviembre se pudieron realizar las pruebas oficiales por parte de los ingenieros del Ministerio de Fomento, que constataron la necesidad de rematar algunos trabajos aún pendientes. Finalmente, el 16 de diciembre de 1927 se procedió a la inauguración definitiva de la totalidad de los 26.086 metros del ferrocarril de vía métrica de Tortosa a La Cava.


 

 

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