JUAN MARÍA BANDRÉS
MOLET
Juan María Bandrés Molet, una de las personalidades más destacadas de la
reciente y convulsa historia política de Euskadi, fue el primer responsable de Transportes
y Comunicaciones del Consejo General Vasco y, por tanto, quién hace cuarenta
años corrió con el peso de las negociaciones con el Gobierno Central para la
materialización de las primeras transferencias ferroviarias, asesorado por
técnicos de la talla de Juan Ramón Areitio, antiguo director general de
Ferrocarriles y Transportes Suburbanos y posterior Director de Euskotren.
Nacido en Donostia el 12 de febrero de 1932, cursó sus primeros estudios en el donostiarra
colegio del Sagrado Corazón y, posteriormente, cursó la carrera de Derecho en
la Universidad de Oviedo para concluir su formación en la de Santiago en 1952.
Tras cumplir el servicio militar en el Hospital Militar de Tetuán,
regresó a San Sebastián, donde comenzó a ejercer como abogado independiente.
Pronto se implicó en la defensa de luchadores antifranquistas, incluidos
jóvenes militantes de ETA acusados de propaganda ilegal y de otros actos no
violentos. En 1968, tras la declaración del Estado de Excepción tras el
asesinato por parte de la banda armada del policía y torturador Melitón
Manzanas, fue deportado durante tres meses a Purchena (Almería). A su retorno
prosiguió en su labor de defensa de todos encausados por
motivos políticos que solicitaban sus servicios. Como abogado se encargó
también de la defensa de Jokin Gorostidi en el proceso de Burgos en 1970. Además,
a petición de los familiares y siempre de forma desinteresada, colaboró en la
liberación de muchos secuestrados por ETA, actuando de mediador, como en el
caso de Felipe Huarte en febrero de 1973. Por su firme compromiso en la defensa
de los derechos humanos, en 1995 fue nombrado presidente de la Comisión
Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).
Publicidad institucional con ocasión de las primeras transferencias ferroviarias a Euskadi. Archivo, Luis Blas Sedano
En paralelo a su trabajo como
abogado, Juan María Bandrés desarrolló una intensa carrera política desde el
nacionalismo vasco de izquierdas. En 1963 comenzó a colaborar con los Cuadernos para el Diálogo como analista.
Más tarde, durante la transición política, participó como interlocutor e
intermediario en numerosas negociaciones con el fin de poner punto final a la
actividad violenta de ETA, primero, en 1975, con Manuel Fraga en el Ministerio
del Interior y, dos años más tarde, con Adolfo Suárez, negociaciones que
desembocaron en la amnistía política de 1977. Tras el secuestro de Javier
Ybarra Bergé en mayo de 1977, realizó intensas gestiones para su liberación,
aunque su intervención fue estéril. Tras el asesinato de este industrial
vizcaíno, rompió definitivamente toda relación con la banda armada.
En las primeras elecciones
democráticas del 15 de junio de 1977, Bandrés fue elegido Senador por Gipuzkoa
en las listas de Euskadiko Ezkerra. Un año más tarde, el 17 de febrero de 1978,
participó en el primer Consejo General Vasco como Consejero de Transportes y
Comunicaciones, mientras que en las elecciones generales de 1979, 1982 y 1986
fue elegido Diputado a Cortes por Gipuzkoa.
Junto a Mario Onaindia, en 1981
negoció con el ministro del interior Juan José Rosón un plan de reinserción
social para presos de ETA sin delitos de sangre que desembocó en la disolución
de ETA político-militar el 30 de septiembre de 1982. Más tarde, el 1 de enero
de 1986, fue nombrado parlamentario europeo, cargo que revalidaría en 1987 y en
1989, donde formó parte del Grupo de los Verdes.
Tras la integración de Euskadiko Ezkerra en el
Partido Socialista de Euskadi en 1993, Bandrés abandonó la primera línea
política para darse definitivamente de baja en 1994. Tres años más tarde, el 21
de octubre de 1997, un derrame cerebral que le dejó secuelas permanentes le
obligó a abandonar toda actividad política, poniendo punto final a su vida
pública. Hasta su muerte, vivió discretamente con su familia en la ciudad que
lo vio nacer. Falleció en San Sebastián el 28 de octubre de 2011, solo ocho
días después de que ETA anunciara el definitivo abandono de las armas, el gran
objetivo por el que Bandrés había luchado durante su vida.
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