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martes, 31 de diciembre de 2013
ZORIONAK ETA URTE BERRI ON
Para despedir el año, subimos al blog esta invernal imagen, correspondiente a la inauguración del ferrocarril del Plazaola, línea que este nuevo año 2014 habría cumplido su primer centenario.
Desde Historias del Tren, os deseamos lo mejor para el nuevo año
viernes, 27 de diciembre de 2013
LOS FERROCARRILES DE ALTOS HORNOS DE VIZCAYA (II)
Locomotora del ferrocarril de Triano fotografiada en las instalaciones de Sestao-La Punta. El la orilla opuesta del río Galindo se observan la factoría de Altos Hornos de Vizcaya en Barakaldo. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Altos Hornos de Vizcaya y los ferrocarriles del entorno
Las
diversas fábricas que acabaron constituyendo Altos Hornos de Vizcaya se
situaron en la margen izquierda de la ría del Nervión y muy próximas a la zona
minera. Desde 1865 llegaban a estas orillas, junto a la desembocadura de su
afluente, el Galindo, las vías del ferrocarril de Triano de vía ancha,
construido por la Diputación de Vizcaya para la exportación del mineral de la
zona. Pocos años más tarde tres nuevos ferrocarriles de vía métrica pusieron en
comunicación la zona minera con los muelles de Barakaldo {Luchana Mining,
Franco-Belga y Orconera), mientras que el de “The Bilbao River and Railway Co.
Ltd,” con el peculiar ancho de vía de 1.150
mm, y el de más largo recorrido {22,3 Km) unía la cuenca minera de Galdames con
los mueIles de Sestao. Finalmente en 1888 entraba en servicio el ferrocarril de
Bilbao a Portugalete de vía ancha, el cual permitió la salida de la producción
de Altos Hornos de Vizcaya al mercado interior peninsular.
Los primeros ferrocarriles interiores
El ferrocarril
surgió en las instalaciones fabriles de Sestao y Baracaldo al mismo tiempo que
se iniciaba la producción industrial, ya que una buena red de transporte
resultaba fundamental para el correcto desarrollo de la producción.
Al tratarse en un
principio de varias empresas independientes entre sí, cada cual siguió sus
propios criterios a la hora de definir sus redes ferroviarias, lo cual influyó
en aspectos tan importantes como la elección del ancho de vía. La fábrica de La
Vizcaya, directamente conectada con el ferrocarril de Galdames, construyó parte
de su red interior con su mismo ancho, 1.150
mm, mientras que Altos Hornos de Bilbao optó por la vía métrica, común a los
restantes ferrocarriles mineros de la zona.
Las redes ferroviarias servían también para el movimiento de grúas. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
A medida que se
fueron desarrollando las instalaciones industriales, creció la red viaria. Así
en un inventario del año 1909, se indica la existencia en Barakaldo de un total
de 30 Kms. de vías de ancho métrico, mientras que en Sestao contaban con 23
Kms. de vías métricas y 5 Km. de
vías de 1.150 mm.
La evolución de la red ferroviaria
En cualquier caso,
la única conexión ferroviaria de ambas zonas productivas era la que
proporcionaba el Ferrocarril de Bilbao a Portugalete, gracias a los enlaces
existentes en las instalaciones de Desierto-Barakaldo, Sestao y La Iberia.
Con el fin de poder
conectar sus factorías sin necesidad de recurrir al Ferrocarril de Bilbao a
Portugalete, Altos Hornos de Vizcaya decidió construir una línea de servicio
interior entre Sestao y Barakaldo, obteniendo el 28 de diciembre de 1920 la
necesaria concesión administrativa. La principal obra de este trayecto fue la
construcción de un puente metálico sobre el curso de río Galindo. En 1922 la
nueva vía ya estaba en servicio.
La compra de la
compañía minera Luchana Mining en 1927 supuso un notable incremento de la red
viaria en Barakaldo, al incorporarse las vías de sus muelles y almacenes de
mineral.
En
1929, coincidiendo con el máximo apogeo de las obras de ampliación de las
instalaciones fabriles, se procedió a la electrificación de una veintena de
kilómetros de vías en las zonas próximas a los propios altos hornos de Sestao y
Baracaldo, así como la línea del ferrocarril de enlace.
Locomotora de vapor en servicio de maniobras en la factoría de Altos Hornos de Vizcaya en Barakaldo. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Tras
la Guerra Civil la red ferroviaria creció progresivamente a medida que se
creaban nuevas instalaciones. En esta época se procedió al ensanchamiento y
mejora de un viejo túnel construido en 1890 por La Vizcaya bajo el casco urbano
de Sestao con el fin de desecar las marismas del Galindo con el aporte de
escorias de alto horno. Una vez ampliada esta galería, fue utilizada para el
transporte de escoria a la fábrica de la sociedad Industrias del Cemento en
Galindo, para su aprovechamiento en la producción de cementos especiales. Pero
la realización de mayor envergadura fue la puesta en servicio del ramal de
enlace a la fábrica de Ansio en 1965. Construida por la Compañía Orconera
(filial de AHV), contaba con doble vía, inicialmente dotada de cuatro carriles
cada una de ellas (para permitir el paso tanto de trenes de vía ancha como de
vía métrica) con el fin de facilitar la salida a los productos de la red
nacional.
Dos locomotoras de vapor esperan turno junto a la acería LD de Sestao. Fotografía de Josep Miquel Solé
La
desaparición de la fábrica de Barakaldo y la reordenación del resto de la
producción a comienzos de los años setenta, supuso la primera merma de
importancia en la red ferroviaria de AHV, que en 1974 contaba con tan solo
nueve kilómetros de vía métrica y 20 de doble ancho.
Transporte de un vagón torpedo. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
La red, antes de su cierre definitivo en 1996
A partir de los años
ochenta, el desarrollo de la vía ancha y la aparición de potentes vehículos de
carretera, supuso la casi total desaparición de la red de vía métrica, que tan
solo mantenía su presencia gracias a los transportes de bobinas a Etxebarri a
través de las líneas de FEVE.
Los servicios
ferroviarios en Altos Hornos de Vizcaya antes del cierre de la factoría, se
limitaban a las siguientes actividades:
1.- Transporte de
colada continua de los hornos altos a la acería L-D mediante vagones torpedo en
vías anchas.
2.- Transporte de
los Slabbs desde Sestao hasta el tren de laminación en caliente de Ansio por
vía ancha.
3.- Salida de
bobinas laminadas en caliente, tanto hacia las vías de RENFE como de FEVE
(enlace Lutxana -Barakaldo). Las plataformas de Renfe eran remolcadas por
locomotoras de AHV, mientras que las locomotoras de FEVE entraban hasta Ansio
remolcando sus plataformas.
Tren de Feve con bobinas laminadas en Ansio. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
La red disponía de 15 kilómetros de vías, en su mayoría de tres
carriles. El tramo entre Sestao y Ansio estaba dotado de doble vía, excepto en
el puente sobre el río Galindo. El carril, en su mayoría de 54 kg/m, estaba
montado sobre traviesas de madera. En la zona de la colada continua, se
llegaron a utilizar carriles de 60 kg/m.
Transporte de slabs de Sestao a Ansio. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
sábado, 21 de diciembre de 2013
LOS TRENES DE LOS ALTOS HORNOS DE VIZCAYA (I)
Vista de los Altos Hornos de Bilbao. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
El transporte interior de materias
primas, subproductos y productos elaborados tiene en las industrias
siderúrgicas un papel fundamental dadas las magnitudes de tonelaje que han de
moverse. Por todo ello, el ferrocarril, gracias a su gran capacidad de
transporte a bajo costo, siempre ha estado presente en las principales acerías
del mundo.
No es casualidad que
Altos Hornos de Vizcaya (AHV), en sus factorías de Baracaldo y Sestao haya
contado con la red ferroviaria industrial de mayor envergadura de España, tanto
por el kilometraje de vías instaladas como por el voluminoso parque de
locomotoras y vagones disponible, alcanzando cifras no igualadas en ningún otro
lugar del Estado.
La riqueza minera vizcaína favoreció el desarrollo de la industria siderúrgica en el territorio. Minas de la Franco-Belga en Ortuella. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Breve historia de los Altos Hornos de Vizcaya
La existencia de importantes yacimientos de mineral de
hierro, así como la presencia de importantes masas boscosas, materia prima fundamental
para la obtención de carbón vegetal, facilitó, desde la Edad Media, la proliferación
de industrias ferronas en el País Vasco. Esta tradición siderúrgica se consolida
a mediados del siglo pasado con el inicio de la revolución industrial y el aumento de la demanda de acero,
demanda impulsada, en buena medida, gracias al desarrollo del ferrocarril.
El primer intento para la creación de una siderúrgica integral
en Bizkaia correspondió a la empresa británica «The Cantabrian lron Ore», que instaló
en Sestao el año 1871 unos hornos altos destinados a la primera transformación
del mineral procedente de la cuenca de Galdames (esta empresa era también la propietaria
del ferrocarril de Sestao a Galdames). La segunda Guerra Carlista trastocó el proyecto
y en 1880 el marqués Francisco de las Rivas adquirió las instalaciones creando la
sociedad San Francisco de Mudela.
Locomotora del ferrocarril de Sestao a Galdames. Fotografía de Reimar Holzinger
En 1882 inició su andadura la sociedad Altos Hornos y Fábricas
de Hierro y Acero de Bilbao, en Barakaldo, promovida por los hermanos Ybarra, que
aportaron a la nueva entidad seis minas en Saltacaballos, la fábrica de La
Merced en Guriezo (Cantabria) y la ya obsoleta Nuestra Señora del Carmen de Barakaldo (creada
en 1847, aunque con hornos altos de carbón vegetal). El objetivo de la empresa
era «desarrollar en España la industria metalúrgica en el importante ramo de la
fabricación de acero por los sistemas Bessemer y Martín-Siemens».
Ese mismo año, y casi simultáneamente, se constituyó la
Sociedad Anónima La Vizcaya, patrocinada por personas vinculadas a negocios
mineros y ferroviarios como los Chávarri, Rivas, Gandarias, etc. La nueva fábrica
se asentaría sobre las marismas y playas de Sestao.
Como se puede deducir, las tres fábricas se instalaron en lugares
óptimos, conectadas con los centros mineros a través de diversos ramales de ferrocarriles,
contando asimismo con muelles sobre la ría del Nervión. Tanto La Vizcaya como San
Francisco buscaban inicialmente abaratar los costes de exportación del mineral
vizcaíno mediante su conversión local en lingotes. Altos Hornos de Bilbao, sin
embargo, surgía con un proyecto más ambicioso: monopolizar con sus productos elaborados
o semielaborados el mercado estatal. El ferrocarril no fue ajeno a las perspectivas
de mercado de la empresa, que en 1886, inició la laminación de carriles. Ese
mismo año, también emprendió la construcción de puentes, con un tramo metálico para
el ferrocarril de Amorebieta a Gernika.
El puente sobre el Ibaizábal del ferrocarril de Amorebieta a Gernika fue construido por La Vizcaya. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
Pronto La Vizcaya y San Francisco reorientaron su negocio hacia
el producto elaborado. La primera introdujo, en 1888, tecnología belga de la
casa Cockerill, ·con convertidores Robert y hornos Siemens.
En 1887 1os hermanos Echevarría, asociados con otros
empresarios guipuzcoanos fundaron en Sestao la sociedad «La Iberia», junto a la
fábrica de La Vizcaya, con objeto de fabricar hojalata, tubos y productos galvanizados
En 1902 se inició el proceso de fusión de estas empresas
al integrarse en la Sociedad Altos Hornos de Vizcaya las fábricas de La
Vizcaya, Altos Hornos de Bilbao y La Iberia. En 1919 también se sumó a esta
sociedad la fábrica de San Francisco de Mudela. Este gran complejo siderúrgico
ocupaba una extensión de 56
hectáreas , sin solución de continuidad, salvo la separación
de las instalaciones de Barakaldo de las de Sestao por el curso del río Galindo.
La expansión de la gran industria siderúrgica trajo
consigo la aparición de otras empresas, muchas de ellas con una estrecha vinculación
a Altos Hornos de Vizcaya, como es el caso de Aurrera, Astilleros del Nervión, Sociedad
Española de Construcción Naval y otras.
Vista aérea de las instalaciones de la Sociedad Española de Construcción Naval en Sestao. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Tras la Primera Guerra Mundial, Altos Hornos de Vizcaya inició
un ciclo de crecimiento en el que se dotó de las más modernas instalaciones
fabriles. Asimismo, emprendió una política expansiva, con la adquisición de minas
de carbón y de hierro (como la Luchana Mining en 1927) a fin de mejorar su
autonomía productiva. Sin embargo, el periodo de la Segunda República y la Guerra
Civil española implicaron la caída de la producción y, por tanto, también de los
planes de inversión, que no se retomaron hasta la inmediata postguerra.
En efecto, el país estaba sumido en pleno proceso de
reconstrucción, con el que la demanda de productos siderúrgicos aumentó notablemente,
mientras que apenas se podía recurrir al mercado exterior al encontrarse las principales
potencias enzarzadas en la Segunda Guerra Mundial. Altos Hornos de Vizcaya aprovechó
la coyuntura y, pese a las dificultades del momento, siguió ampliando sus instalaciones,
dando en 1940 un paso fundamental al adquirir la antigua Siderurgia del Mediterráneo
en Sagunt (Valencia).
En 1940 Altos Hornos de Vizcaya adquirió la factoría siderúrgica de Sagunt. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
Un vistazo a las instalaciones vizcaínas de AHV en los años
sesenta, época del máximo apogeo, ofrecía la siguiente perspectiva: una fábrica
de coque en Sestao, con cinco baterías y un total de 183 hornos; una instalación
de sinterizado de mineral en Sestao; dos hornos altos en Sestao y cuatro
en Barakaldo; cuatro convertidores Bessemer y tres convertidores Siemens en Sestao;
dos hornos eléctricos, uno en Barakaldo y otro en Sestao; trenes de laminación
para todo tipo de chapas, perfiles, productos planos, redondos, etc. En cualquier
caso hay que señalar que las instalaciones más modernas y de mayor capacidad
se encontraban en Sestao.
El horno Mari Ángeles fue el de mayor envergadura de los Altos Hornos de Vizcaya. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
A finales de los años sesenta estas instalaciones se vieron
incrementadas con la puesta en servicio de un nuevo alto horno (el 2-A, María Ángeles,
en 1968), así como de una nueva acería por el sistema L-D, de dos convertidores,
que más tarde sería trasladada a Sagunt al ser sustituida por tres nuevos convertidores
de mayor capacidad, todos ellos en Sestao. También se instaló un tren de bandas
en frío en Etxebarri, en unión con la Sociedad La Basconia, y un tren de bandas
en caliente en Ansio (Barakaldo). En esta época se inicia el desmantelamiento
de los hornos, acerías y trenes de laminación de Barakaldo, obsoletos y de escasa
capacidad, centrándose la producción de acero en Sestao.
Locomotora de vapor de vía métrica de La Basconia. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
La crisis económica de los años setenta afectó notablemente
a la siderurgia integral, paralizando la expansión de Altos Hornos de Vizcaya.
Poco a poco se fue abandonando la producción de redondos y perfiles industriales
al no poder competir con las acerías de horno eléctrico, centrándose, tras la
última reconversión de 1985, en la producción de bobina, actividad que se
mantuvo hasta el definitivo cierre de la cabecera el 2 de julio de 1996,
sustituida, poco después, por una nueva acería compacta de horno eléctrico, que consume
chatarra y prerreducidos y fabrica directamente bobinas ya laminadas en caliente.
2 de julio de 1996, última colada de arrabio en los Altos Hornos de Vizcaya. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
miércoles, 18 de diciembre de 2013
RENFE EN 1964, VAPOR A TODO COLOR
Portada del libro Renfe 1964, Vapor a todo color
La semana pasada se presentaba al público, en el Museo del Ferrocarril de Asturias, el libro Renfe en 1964, Vapor a todo color, obra de Antonio G. Portas, autor de sobra conocido entre otras cosas por haber dirigido la revista Maquetrén durante más de 20 años.
Robert F. Collins también fotografió los trenes de vapor alemanes
En este caso, el trabajo de Antonio es, en realidad, una impresionante recopilación de imágenes tomadas por un ferroviario norteamericano, Robert F. Collins quien, en 1964, visitó nuestro país e inmortalizó con su cámara fotográfica, el ambiente de los ferrocarriles españoles del momento.
Robert F. Collins también visitó los ferrocarriles ecuatorianos
Robert F. Collins era un apasionado de la tracción vapor y, tras la prematura desaparición de esta clase de locomotoras en su país, Estados Unidos, viajó por Europa, y también por Sudamérica, en busca de las últimas vaporosas.No cabe duda que en su estancia española debió de disfrutar ya que, aunque la tracción diesel y la electrificación iban ampliando su dominio, todavía era común ver toda clase de locomotoras, de carbón o de fuel, algunas de ellas próximas al siglo de existencia, todavía en servicio.
Tren de mercancías, encabezado por una 1.400 de MZA. Fotografía de Robert F. Collins
Afortunadamente para los estudiosos del ferrocarril español, Robert F. Collins plasmó sus imágenes en color, utilizando para ello diapositivas de la firma norteamericana Kodak. Gracias a ello, podemos ahora apreciar numerosos matices que, hasta el momento, pasaban desapercibidos en las clásicas fotografías en blanco y negro de la época.
Tren fotografiado por Robert F. Collins en tierras valencianas
La mayor parte de las imágenes plasmadas por Robert F. Collins están dedicadas a la tracción vapor en Renfe pero, además, el lector puede encontrar en las 192 páginas del libro fotografías no menos interesantes del "trenet" de Valencia y de los tranvías de la capital del Turia, así como de los Ferrocarriles de Cataluña y los tranvías de Barcelona.
Locomotora Mikado fotografiada por Robert F. Collins en Miranda de Ebro
En resumen, una obra que no debe faltar en la biblioteca de todo aficionado al ferrocarril. Ahora que llega la Navidad, no cabe duda que el libro que nos propone Antonio G. Portas puede ser un magnífico regalo... ¡o autoregalo! Además, se puede adquirir por correo en la siguiente dirección: redaccion@maquetren.net ¡A disfrutar!
Robert F. Collins fotografió en Miranda dos de las locomotoras más impresionantes de Renfe, la montaña de válvulas y la confederación
Dos montañas de válvulas parten de la estación de Miranda de Ebro con un tren de viajeros. Fotografía de Robert F. Collins
sábado, 14 de diciembre de 2013
LA PRIMERA CONTRIBUCIÓN ESPAÑOLA AL TREN DE LA MECA
Perfil de los carriles de 20 kilogramos por metro laminados por Altos Hornos de Vizcaya para el ferrocarril de Aznalcollar al Guadalquivir, similares a los vendidos en 1907 al ferrocarril de Hedjaz. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
No cabe duda que la construcción del nuevo tren de alta velocidad de Medina a La Meca representa, por el momento, el mayor éxito de la industria ferroviaria española fuera de nuestras fronteras. Por ello, tal y como me ha comentado esta semana mi buen amigo José Luis Fernández García, es un buen momento para recordar que, hace un siglo, se emprendió en la península arábiga un proyecto ferroviario aun más ambicioso: ni más ni menos que una línea de 2.000 kilómetros de recorrido que pretendía enlazar Damasco, en la actual Siria, con Medina y La Meca, territorios que, en aquella época se encontraban bajo el dominio del Imperio Otomano. Aunque en este caso, fueron los alemanes los principales impulsores de la nueva vía, la industria de nuestro país también participó en esta aventura, tal y como señalaba la Gaceta de los Caminos de Hierro en su edición del 1 de noviembre de 1907:
Carriles españoles para el gobierno otomano:
El gobierno otomano acaba de adjudicar a la Sociedad Altos Hornos de Vizcaya el suministro de 22.000 toneladas de carril de 20 kilos y sus accesorios. A la subasta, celebrada en Constantinopla, han acudido por el Sindicato internacional de carriles, la empresa de Bilbao, representada por su gerente, señor Goyoaga, y varias grandes fábricas extranjeras, entre ellas, una rusa muy importante.
El ferrocarril que construye el Gobierno turco es una obra colosal, pues tiene 2.000 kilómetros, de los cuales hay ya terminados 930. Los carriles que ahora se contratan son para unos 500 kilómetros. Se llama ferrocarril de Hedjaz, que es la parte de Arabia correspondiente al Mar Rojo y tiene principalmente fines religiosos, pues ha de ligar Damasco, con las ciudades santas de Medina y La Meca.
Esta contrata significa un largo y considerable trabajo para los trenes de carriles de Altos Hornos, por tratarse de carriles de poco peso, y además es un negocio bastante ventajoso para la sociedad vizcaína.
Vista de los Altos Hornos de Vizcaya a principios del siglo XX. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
El ferrocarril de Hedjaz
Los primeros proyectos para
establecer un ferrocarril que facilitase las peregrinaciones a las ciudades
santas de Medina y La Meca
se remontan al año 1864, fecha en la que el ingeniero norteamericano Charles
Cimpel propuso el tendido de una vía férrea desde algún puerto del Mediterráneo
a Damasco y, desde la capital siria hacia el Mar Rojo.
Aunque, la propuesta de Charles
Cimpel no prosperó en un primer momento, años más tarde fue recuperada por el
ministro de obras públicas del gobierno turco, Izzat Pasha al Abid, quién en
1898, tras la revuelta de las tribus del Yemen, decidió impulsar el proyecto que, con la excusa de facilitar las peregrinaciones a las ciudades santas de Medina y La Meca buscaba, en realidad, facilitar el control militar de la península arábiga por parte de los otomanos.
Uno de los mayores obstáculos que
debía superar la construcción del ferrocarril de Hedjaz era el financiero, ya
que el imperio otomano no disponía de los recursos necesarios para afrontar las
obras de una línea de más de 1.500 kilómetros de longitud. Por ello, tras la
definitiva aprobación del proyecto por parte del sultán el 2 de mayo de 1900,
el gobierno turco decidió impulsar una suscripción popular para reunir los
fondos precisos. El propio sultán aportó la suma de 45.000 libras de su fortuna personal . La
iniciativa recibió una gran acogida en el mundo musulmán y en pocos meses se
recibieron aportaciones de más de 20.000 personas dispuesta a entregar sus
ahorros para apoyar el tren que facilitaría su difícil peregrinaje a las
ciudades santas.
Cupón de carril construido por Altos Hornos de Vizcaya para el ferrocarril de Hedjaz, conservado en el Museo del Ferrocarril de Amman (Jordania). Fotografía de Francisco Calvo
Dada la trascendencia mística del
proyecto, el gobierno otomano hizo lo posible para que todo el ferrocarril
fuera obra exclusiva de musulmanes. De este modo, se contrataron los servicios
del ingeniero Mokhtar Bey, quién decidió construir el nuevo ferrocarril a
partir de M’Zerib, a un centenar de kilómetros al sur de Damasco, dado que esta
ciudad ya contaba con una vía de enlace con la capital siria y con el importante
puerto sobre el Mediterráneo de Beirut, construido unos años antes por la
empresa francesa Société des Chemins de
fer Ottomans Économiques de Beyrouth-Damas-Hauran. Por este motivo, el
ancho de vía elegido para el nuevo ferrocarril fue el mismo que empleaba la
compañía gala, es decir, 1.050 milímetros .
Pronto el plan inicial se vio
alterado, ya que las autoridades otomanas consideraron que era más favorable
para sus intereses que el tren de Hedjaz llegase hasta la propia capital de
Siria. Por ello, establecieron negociaciones con la Société des Chemins de fer Ottomans Économiques de
Beyrouth-Damas-Hauran, para adquirir la vía comprendida entre Damasco y
M’Zerib. Sin embargo, tras largas discusiones, finalmente no se alcanzó ningún
acuerdo, ya que la empresa francesa solicitaba ocho millones de francos por sus
instalaciones, mientras que el gobierno turco no estaba dispuesto a gastar más
de tres millones y medio.
Ante esta situación, el gobierno
turco tomó la decisión de construir una vía independiente pero muy próxima a la
que explotaba la Société des Chemins de fer Ottomans Économiques de
Beyrouth-Damas-Hauran, unos pocos kilómetros más al Este. La absurda
coexistencia de dos ferrocarriles paralelos en la zona se mantuvo hasta la Primera Guerra Mundial,
cuando el ejército alemán desmontó las vías de la empresa francesa para
utilizarlas en las obras del ferrocarril de Bagdad.
A partir de M´Zerib, la vía debía
seguir la histórica ruta de las caravanas del desierto, por un territorio que
presentaba una topografía irregular al pasar de cotas situadas a más de 1.200 metros sobre el
nivel del mar a otras, como el paso del río Yamuk, a 247 metros bajo el nivel
del océano. Además, como era de esperar, la falta de agua se
convirtió en el principal inconveniente, tanto en la construcción como durante
la explotación, ya que los escasos pozos existentes no disponían del caudal
necesario para alimentar las sedientas locomotoras de vapor.
Pese a los buenos propósitos
iniciales, pronto se pudo comprobar que los conocimientos de los técnicos
turcos no eran suficientes para garantizar la buena marcha de las obras, por lo
que fue preciso solicitar la colaboración de ingenieros alemanes, encabezados
por Heinrich August Meisser, quién ya había construido otros ferrocarriles en
el imperio otomano.
Tras cuatro años de obras, el 23
de agosto de 1904 llegaron a la capital de Jordania, Amman, los primeros trenes
procedentes de Damasco. Sin embargo, los trabajos se desarrollaban con lentitud
por diversos factores como la carencia de recursos económicos, la
desorganización y la falta de mano de obra. Para solucionar este último
inconveniente, el gobierno otomano decidió emplear soldados y presidiarios,
mientras que para mejorar la organización se contrató al ingeniero francés Paul
Gaudin. Por otra parte, la inauguración, en 1905, de un ferrocarril directo al
puerto Haifa, en Palestina, contribuyó a mejorar el suministro de toda clase de
materiales. De este modo, a finales de 1905 se habían tendido 250 nuevos
kilómetros de vías hasta la ciudad de Mudewara y el 1 de septiembre de 1908 el
tren llegó a Medina, a 1.300
kilómetros de Damasco. A partir de dicha fecha, el
trayecto que hasta entonces suponía un duro viaje de cuarenta días, se
convirtió en un cómodo peregrinaje de apenas cuatro jornadas.
Lamentablemente, aunque todo
estaba preparado para continuar con las obras hacia La Meca y se habían acopiado
materiales para tender más de cien kilómetros de nuevas vías, la inestable
situación política del decadente imperio otomano paralizó el proyecto y, finalmente,
los trenes nunca fueron más allá de Medina.
Y la destrucción
La vida activa del ferrocarril de
Hedjaz fue breve. En efecto, cuando apenas habían transcurrido seis años desde
su inauguración, estalló la
Primera Guerra Mundial y con ella, el ferrocarril se
convirtió en un objetivo estratégico para ambos bandos. El tren de Hedjaz
resultaba imprescindible para los otomanos y sus aliados alemanes para asegurar
el control militar de la región y amenazar el dominio británico sobre el canal
de Suez, por lo que los ingleses centraron sus esfuerzos en paralizar su
explotación y destruir sus instalaciones.
Los carriles laminados por Altos Hornos de Vizcaya para el Ferrocarril de Hedjaz también tenían grabadas inscripciones en caracteres arábigos. Museo del Ferrocarril de Amman (Jordania). Fotografía de Francisco Calvo
Fue en este momento cuando entró
en escena Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia.
Arqueólogo y militar, impulsó la insurrección de las tribus nómadas del
desierto contra los otomanos. Así, en 1917 emprendió una guerra de guerrillas
en la que el tren de Hedjaz se convirtió en objetivo prioritario; sus trenes
sufrieron más de veinticinco ataques y fueron aun más numerosas las acciones
contra sus infraestructuras.
Al finalizar la guerra, la
explotación del ferrocarril de Hedjaz estaba prácticamente paralizada como
consecuencia de los múltiples ataques que sufrieron sus instalaciones. Por
ello, los trenes nunca más llegaron hasta la ciudad santa de Medina y, tras la
definitiva desmembración del imperio otomano, solamente se recuperó el trayecto
comprendido entre Damasco y la capital de Jordania, Amman, así como su
posterior prolongación hasta el puerto de Akabba. En la actualidad, y pese a
que ha transcurrido casi un siglo desde entonces, todavía es posible encontrar
viejos raíles, locomotoras y vagones, víctimas de los ataques inspirados por
Lawrence de Arabia, desperdigados por el desierto.
Lawrence de Arabia en
Almería
La biografía de Lawrence de
Arabia dio lugar a la filmación de una de las mayores superproducciones de la
historia del cine, galardonada con siete premios Óscar. Rodada bajo la
dirección del británico David Lean en 1962, el héroe británico fue
magníficamente encarnado por actor Peter O’Toole.
Buena parte de las escenas de la
película se rodaron en el desierto de Jordania pero, por diversas
circunstancias, otras muchas se filmaron en Marruecos y también en España. Así,
una de las secuencias más espectaculares, el ataque a un tren de la línea de
Hedjaz, se grabó en el desierto de Almería.
Para la filmación de las escenas
de ataque a los trenes, los productores de la película se trasladaron a las
dunas existentes en las proximidades del Cabo de Gata, un lugar donde no
existía ningún ferrocarril y en el que construyeron una vía de más de dos
kilómetros de longitud. Mediante transportes especiales por carretera, se
trasladaron dos locomotoras, diversos coches de viajeros y vagones de mercancías, así como 130 toneladas de carriles. Para dar mayor realismo a la película, ¿serían laminados por Altos Hornos de Vizcaya?.
Con este material se rodaron las
secuencias de forma simultánea con cinco cámaras de Panavisión, ya que era
preciso realizar la toma sin ensayos ni repeticiones, no en vano el tren
quedaría destruido y sería muy caro adquirir nuevos vehículos a los
ferrocarriles españoles y trasladarlos por carretera hasta el Cabo de Gata.
Afortunadamente, el rodaje se
desarrolló sin inconvenientes y Peter O’Toole, en el papel de Lawrence de
Arabia, destruyó las locomotoras y vagones de Renfe que encarnaban el
desaparecido tren de Hedjaz, en una de las escenas más espectaculares del cine
clásico.
lunes, 9 de diciembre de 2013
LOS CURIOSOS COCHES DEL TREN MINERO DEL PLAZAOLA
Primitiva imagen del tren minero del Plazaola. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
El desaparecido ferrocarril del Plazaola, que desde 1914 comunicó Pamplona con San Sebastián, tenía su origen en un pequeño tren minero que enlazaba las antiguas minas de Plazaola, situadas en Berastegi, en el límite entre Gipuzkoa y Navarra, con la estación de la Compañía del Norte en Andoain, donde la carga de mineral era trasbordada a los vagones de vía ancha para su posterior exportación a través del puerto de Pasajes.
Mariano de Corral construyó los vagones para transporte de mineral del ferrocarril de Andoain a Plazaola. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
En principio, la concesión para la construcción de este tren minero, de poco más de 21 kilómetros de recorrido a través del valle del Leizarán y otorgada el 10 de septiembre de 1902 al empresario Francisco Hormaechea, solo contemplaba el servicio particular de transporte de mercancías y, de hecho, el pliego de condiciones no exigía la adquisición de material remolcado para viajeros.
Plano de los coches mixtos construidos por Mariano de Corral para la Sociedad Anónima Leizarán. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Sin embargo, poco después, los promotores del tren minero debieron considerar que se podían aprovechar las circulaciones de sus trenes de mineral para atender la demanda de transporte de viajeros y paquetería que podía generar el valle del Leizarán donde, aunque no existe ningún núcleo de población de entidad, existían diversas actividades mineras, forestales e industriales, así como algunos caseríos, diseminados por el trayecto. De este modo, solicitaron el oportuno permiso al Ministerio de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas que, a su vez, otorgó su autorización, el 5 de septiembre de 1904.
Vista del coche A-4 construido para la Sociedad Anónima Leizarán. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Para la prestación del nuevo servicio de transporte de viajeros, el pliego de condiciones establecía la implantación de los siguientes apeaderos:
- Apeadero de la Hidroeléctrica (pk. 4,003-4,250)
- Apeadero de Inturia (pk. 7,674-7,766)
- Apeadero del apartadero de Ocinegui (pk. 9,215-9,320)
- Apeadero del apartadero de Olloqui (pk. 10,100-10,212)
- Apeadero del apartadero de Beiñes (pk. 12,523-12,632)
- Apeadero de Amerón (pk. 16,105-16,208)
- Apeadero de Mústar (pk. 18,321-18,379)
- Apeadero de Mújica (pk. 19,328-19,383)
- Apeadero del apartadero de Borcoch (pk. 20,362-20,523)
- Apeadero de Plazaola (pk. 21,295-21,387)
- Estación de Plazaola (fin de la línea, pk. 21,654-21,799)
Fotografía de fábrica del coche A-4. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Para la prestación del servicio que, pese al elevado número de apeaderos a implantar, no era de prever que fuera muy intenso, la Sociedad Anónima Leizarán, explotadora de esta concesión ferroviaria tras adquirir los derechos de Francisco Hormaechea, adquirió al constructor bilbaíno Mariano de Corral cuatro pequeños coches de dos ejes, divididos a su vez en dos departamentos, uno destinado al transporte de viajeros, con 18 plazas sentadas en segunda clase y, el otro, a furgón y departamento para el jefe de tren.
Coche A-1 de la Sociedad Anónima Leizarán. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
viernes, 6 de diciembre de 2013
EL FERROCARRIL DE ALICANTE A MURCIA
Portada del libro Casa del Mediterráneo y el ferrocarril Alicante Murcia, cuya portada es también obra de José Vicente Coves Navarro, uno de los mejores ilustradores ferroviarios de nuestro país
Recientemente, la Casa del Mediterráneo, cuya sede se encuentra en la antigua estación de Benalúa, terminal alicantina del ferrocarril procedente de Murcia, ha publicado el que, sin duda, es uno de los mejores trabajos sobre la historia ferroviaria de nuestro país: Casa del Mediterráneo y el ferrocarril de Alicante a Murcia, un recorrido histórico, obra del investigador ilicitano José Vicente Coves Navarro.
La estación de Elche, rodeada del mayor bosque de palmeras de Europa, siempre ha llamado la atención de los fotógrafos. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Pocos trabajos se han publicado en España que analicen de forma tan completa y exhaustiva la historia de un ferrocarril como es el caso que nos ocupa, dedicado a la línea de vía ancha de Alicante a Murcia. El autor, al que conozco desde mi ya lejana adolescencia, ha dedicado media vida a investigar la historia de este interesante ferrocarril, de génesis compleja y de inauguración verdaderamente agitada, incluido un descarrilamiento en el ramal de Torrevieja...
Estación de Alicante-Benalúa, actual sede de la Casa del Mediterráneo. Año 1983. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
En sus diversas publicaciones, tanto en solitario como en colaboración con otro gran investigador y, también, buen amigo, José Antonio Gómez Martínez, José Vicente siempre se ha caracterizado por la exhaustividad y precisión de sus trabajos. En este sentido, su nueva obra, dedicada al ferrocarril de Alicante a Murcia, satisface al lector más exigente. A través de sus 235 páginas, profusamente ilustradas con numerosas fotografías inéditas y de gran valor histórico, se puede conocer el completo devenir de esta interesante línea, caracterizada en el pasado por tratarse de una "isla" de la Compañía de los Ferrocarriles Andaluces, en territorio de MZA y sin conexión física con las restantes líneas de su casa matriz.
Tres magníficas instantáneas tomadas por el británico Michael Clemens en la estación de Alicante-Benalúa
La evolución del servicio, las instalaciones o el material móvil son analizados con minuciosidad por José Vicente Coves a lo largo de un trabajo impresionante del que debe sentirse justamente orgulloso. De este modo, el lector puede conocer hasta el más mínimo detalle sobre las circulaciones, las estaciones, las locomotoras o el material remolcado que ha circulado durante cerca de 130 años entre Alicante y Murcia.
José Vicente Coves fue uno de los organizadores del viaje conmemorativo del centenario del ferrocarril de Alicante a Murcia, celebrado en 1984. Fotografías de Juanjo Olaizola Elordi
En definitiva, una obra que no debe faltar en la biblioteca de todo aquel que esté interesado por conocer la historia de nuestros ferrocarriles.
Interesante doble tracción fotografiada en la estación de Elche por el suizo Peter Willen