Fotografía de fábrica de la locomotora de
vapor Manacor. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril
La
locomotora «Manacor»
La
Compañía de los Ferrocarriles de Mallorca confió en los productos de la firma
británica Nasmyth & Wilson para conformar la mayor parte de su parque
motor. Ya en 1874 esta empresa fabricó en sus talleres de Mánchester las tres
locomotoras que, poco después, inauguraron el primer ferrocarril de la isla
entre Palma e Inca. De rodaje 220T, como era común en la época, fueron
bautizadas con los nombres de las principales localidades atendidas por la
nueva vía férrea. De este modo, la Nº 1 recibió el nombre de «Mallorca», la 2
el de «Palma» y la 3 «Inca».
La
gran demanda que registró la línea desde su inauguración impulsó a la Compañía
de los Ferrocarriles de Mallorca a contratar en 1975 con Nasmyth & Wilson
la construcción de dos nuevas locomotoras, diseñadas específicamente para el
arrastre de los trenes de mercancías, cuya demanda se esperaba iba a registrar
un notable incremento con la apertura del ramal entre la estación y el puerto
de Palma. En este caso, se optó por un nuevo diseño, más potente, con tres ejes
acoplados y rodaje 030T, con el que se aprovechaba al máximo el peso adherente
de la máquina. Podían arrastrar con facilidad trenes de hasta 150 toneladas.
Esquema de la locomotora de vapor Manacor. Archivo
Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril
Según
señala el historiador Nicolau S. Cañellas Serrano en su obra El ferrocarril a Mallorca, la vía del
progres, en principio estaba previsto que las dos nuevas máquinas fueran
bautizadas como «Santa María» y «Binissalem», poblaciones ya atendidas por la vía
férrea de Palma a Inca. Sin embargo, para dar confianza a los accionistas
respecto a sus propósitos de ampliar la red, la Compañía de los Ferrocarriles
de Mallorca decidió finalmente nombrarlas con los destinos finales de sus dos
proyectos más importantes. De este modo, la número 4 se denominó «Manacor» y la
5 «Felanitx».
Tanto
la locomotora «Manacor» como su hermana «Felanitx» debieron de ofrecer un
magnífico resultado en los ferrocarriles de Mallorca, al resultar robustas,
fiables y potentes, de modo que a principios de los años sesenta todavía
seguían realizando maniobras en la estación de Palma, desde las cinco de la
mañana hasta las doce de la noche, cuando ya contaban con cerca de noventa años
de servicio. Lamentablemente, la desaparición del tráfico de mercancías
precipitó su jubilación y su posterior desguace.
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