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domingo, 29 de julio de 2018

EL PUENTE TRANSBORDADOR DE BIZKAIA CUMPLE 125 AÑOS

Vista del puente transbordador de Vizcaya, tomada desde la orilla de Las Arenas en la primera década del siglo XX. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
El 28 de julio de 1893 entraba en servicio uno de los sistemas de transporte ferroviario más singulares del mundo: el puente transbordador de Vizcaya, primero en su género de una familia de estructuras similares que posteriormente se levantaron unas treinta en Francia, Argentina, Gran Bretaña, Alemania, Túnez, Rusia, Brasil y Estados Unidos. Si desde estas líneas reivindicamos su carácter ferroviario es porque el transbordador va suspendido de un carretón que circula por la viga principal de la estructura sobre una vía férrea de un ancho verdaderamente inusual: 6 metros entre las caras interiores de los carriles.
 
Bilbao experimentó, sobre todo tras el final de la Tercera Guerra Carlista en 1876, un rápido proceso de desarrollo económico y urbano gracias a la explotación de sus famosas minas de hierro y la implantación de las primeras industrias siderúrgicas. El río Nervión, Navegable desde su desembocadura en Portugalete hasta los muelles de Bilbao a lo largo de 15 kilómetros, contribuyó decisivamente a este proceso, al convertirse en una vía de comunicación fundamental para la exportación del mineral y la importación del carbón que consumían los altos hornos, que llegaba en los barcos hasta los cargaderos situados a lo largo del cauce fluvial. Sin embargo, la propia navegación en la ría dificultaba notablemente la comunicación entre sus dos orillas, ya que el último puente que lo cruzaba era el de Isabel II, situado en el corazón de la capital vizcaína.
 
Detalle de la barcaza del puente trasbordador instalada tras la Guerra Civil. Fotografía de Juan Bautista Cabrera. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
La propia configuración geográfica de la comarca propició el desarrollo de diversos sistemas ferroviarios para comunicar Bilbao con las diferentes poblaciones ubicadas a lo largo de la ría del Nervión, el primero en 1876, el tranvía de Bilbao a Las Arenas, que recorría toda la margen derecha del cauce fluvial. En 1882 le siguió otro tranvía, hipomóvil como el anterior, desde la capital Arenal hasta Santurtzi, en este caso, por la margen izquierda del río. En 1887 se inauguró el ferrocarril de vía métrica de Bilbao a Las Arenas, hoy integrado en el Metro de Bilbao y un año más tarde el de Bilbao a Portugalete, en la actualidad integrado en la red de Adif.
 
Trenes y tranvías facilitaron las comunicaciones entre Bilbao y pueblos como Erandio, Getxo, Barakaldo, Sestao, Portugalete y Santurtzi. Sin embargo, no era posible trasladarse directamente entre los pueblos de ambas márgenes del Nervión, salvo que se utilizase alguno de los servicios de botes y bateles que comenzaron a proliferar. En caso contrario, era preciso dar un enorme rodeo y acercarse hasta Bilbao para poder cruzar el río a través del puente de Isabel II.
Vista de las torres de sustentación de Las Arenas y de la viga principal. Fotografía de Jean-Henry Manara
 
A mediados de la década de 1880 un grupo de inversores adquirió las marismas de Las Arenas y tras desecarlas, emprendió su urbanización. Situadas en la margen derecha de la desembocadura del Nervión, frente a Portugalete, el desarrollo que pronto alcanzó la zona incrementó la demanda de transporte y fue en ese momento cuando apareció la figura del arquitecto Alberto Palacio Elissague, que estudió la forma de establecer una conexión estable entre ambas orillas, sin que ésta entorpeciese el continuo paso de los barcos. Fruto de sus reflexiones fue el diseño de un puente colgante, con el tablero a una altura sobre las aguas de 45 metros, por el que circularía un vehículo ferroviario impulsado a vapor y del que suspendería mediante cables una barquilla que podría transportar cómodamente vehículos y peatones entre las dos orillas.
 
En todo momento, Alberto Palacio contó con la colaboración del ingeniero y constructor francés Ferdinand Arnodin, experto en la fabricación de cables y en el diseño de puentes colgantes. De hecho, ambos patentaron, el primero en España y el segundo en Francia, el diseño de puentes transbordadores el mismo día, 5 de noviembre de 1887, y a la misma hora, las 11 de la mañana. No obstante, durante la construcción del Puente de Vizcaya surgieron grandes disensiones entre ambos, lo que exigió la mediación del reputado ingeniero francés Achille Brüll, vicepresidente de la Sociedad de Ingenieros Civiles de Francia.
La barquilla instalada en 1964 “vuela” sobre las aguas del Nervión. Fotografía de Jean-Henry Manara
 
La gestación del puente transbordador no fue sencilla. Primero fue preciso obtener la oportuna concesión gubernamental, otorgada mediante Real Orden del 12 de febrero de 1890 por un plazo de 50 años. El 7 de abril del mismo año se constituyó la sociedad M.A. Palacio y Cía. con el propósito de financiar las obras y, posteriormente, gestionar la explotación de este singular sistema de transporte. Finalmente, el 10 de abril se emprendieron las obras con el inicio de los trabajos de cimentación de las dos primeras torres sustentadoras, que se levantarían en la orilla de Portugalete.
 
En principio, la duración de las obras se estimó en un año. Sin embargo, diferentes dificultades técnicas, las constantes modificaciones del proyecto inicial y las fuertes disensiones surgidas entre Palacio y Arnodin retrasaron los trabajos e incluso llegaron a paralizarlos por completo. Además, el presupuesto inicial, de 286.636 pesetas pronto se vio ampliamente superado, hasta alcanzar un coste final de 808.911 pesetas. En consecuencia, finalmente fueron precisos tres largos años para concluir la estructura y proceder a su apertura al tráfico de viajeros y mercancías.
Vista del Puente de Vizcaya desde Portugalete. Las barcas que se aprecian en el primer plano son los populares “gasolinos” que también permiten cruzar la desembocadura del Nervión, en la mitad de tiempo y por el doble del precio que el transbordador. Fotografía de Jean-Henry Manara
 
El puente trasbordador de Vizcaya cubre la distancia de 160 metros que separa las dos orillas de la ría del Nervión entre Portugalete y Las Arenas. Su peso asciende a las 800 toneladas, repartidas entre las 400 de la viga principal y las 100 de cada uno de los pilares que la soportan, dos en cada orilla. La altura de la viga sobre la pleamar es de 45 metros y la de las torres de soporte alcanza los 61 metros.
 
A lo largo de la viga principal discurre una vía férrea, también de 160 metros de longitud y seis metros de anchura, por la que circula un carretón que, en origen, era impulsado por una máquina de vapor fija situada en una de las torres de Las Arenas. Dicha máquina accionaba un cable que, mediante un conjunto de poleas y reenvíos, arrastraba el carretón. En 1901 el motor de vapor fue sustituido por otro eléctrico y, desde 1999, se prescindió de este complejo sistema al convertir el carretón en automotor, lo que requirió motorizar 12 de sus 36 ruedas.
 
Del carretón, mediante cables de acero, se suspende la barquilla destinada al transporte de vehículos y viajeros. A lo largo de la historia el Puente de Vizcaya ha contado con hasta cinco barquillas diferentes. La primera, con capacidad para transportar hasta 26 toneladas prestó servicio hasta 1937. Tras la Guerra Civil se instaló una de mayores dimensiones que en 1964 fue sustituida por otra más moderna. La actual fue instalada en 1998.
 
Tras iniciar su actividad el 28 de julio de 1893, el puente trasbordador ha prestado servicio las 24 horas y durante los 365 días del año, realizando más de 300 viajes diarios entre ambas orillas. La única suspensión relevante de su incesante actividad tuvo lugar el 17 de junio de 1937 cuando, ante el avance de las tropas rebeldes, el Ejército republicano decidió volar su viga principal. La reconstrucción de su estructura fue una obra realmente compleja, pero finalizada la contienda se acometió la obra según el proyecto redactado por el ingeniero José Juan Aracil. Los trabajos fueron realizados por la Sociedad Ibérica de Montajes, La Basconia (Basauri) fabricó la nueva viga, así como el carretón y la barquilla, mientras que la Sociedad Franco-Española de Cables (Erandio), suministró todos los cables necesarios. De este modo, el 19 de junio de 1941 el Puente de Vizcaya volvió nuevamente a la vida.
 
En los años sesenta y setenta, la demanda del Puente de Vizcaya alcanzó sus máximos registros. Fotografía de Jean-Henry Manara
 
Una vez reconstruido, el Puente de Vizcaya ha seguido prestando su rápido y eficaz servicio a todos los habitantes de la zona, alcanzando su máximo esplendor en los años setenta, con un incesante tráfico de viajeros y vehículos. Posteriormente, la apertura de nuevos puentes aguas arriba, sobre todo el de Rontegi, ha supuesto una notable merma del movimiento de automóviles, mientras que la apertura de las dos líneas de metro también ha afectado a la demanda de pasajeros. Sin embargo, los responsables de esta singular infraestructura, que sigue siendo explotada por una empresa privada bajo concesión del puerto de Bilbao, han sabido reinventarse y convertir el transbordador en el principal atractivo turístico de la comarca, ofreciendo al visitante la posibilidad de subir en ascensor por sus torres y cruzar la ría por la viga principal donde, a sus 45 metros de altura, se pueden contemplar algunas de las vistas más hermosas de Bizkaia.
 
El puente transbordador de Portugalete fue el primero en su género y, en consecuencia, el más antiguo de los 8 que en la actualidad se conservan en el mundo. Símbolo de la revolución industrial, de las nuevas posibilidades que el acero ofreció a la construcción y al desarrollo de nuestra civilización, lo hicieron merecedor del título de Patrimonio de la Humanidad, otorgado por la UNESCO el 13 de julio de 2006, título que en nuestro país comparte con obras como la Alhambra de Granada, la catedral de Burgos o la mezquita de Córdoba.

martes, 17 de julio de 2018

LOS PRESOS REPUBLICANOS DEL FERROCARRIL DIRECTO DE MADRID A BURGOS



La estación de Colmenar Viejo fue construida por los presos republicanos internados en el Destacamento Penal levantado en este punto. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

Finalizada la guerra civil, el Régimen de Franco declaró la finalización de los trabajos del ferrocarril directo de Madrid a Burgos de urgente realización, por lo que rápidamente se subastaron las obras de construcción de los tramos que todavía no se habían ejecutado, todos ellos en la provincia de Madrid. Dada la falta de mano de obra y la escasa población del entorno, el gobierno decidió utilizar en estos trabajos la mano de obra forzada de los miles de presos republicanos hacinados en prisiones y campos de concentración y para ello se establecieron hasta ocho Destacamentos Penales.

Los primeros Destacamentos Penales destinados a la construcción del ferrocarril directo de Madrid a Burgos se establecieron en el año 1941, en concreto, en Colmenar Viejo, con 200 presos, Miraflores, con 140 y Valdemanco con 103. Posteriormente, en 1942, se sumarían a esta obra los de Chozas de la Sierra y Chamartín, en 1944 los de Bustarviejo, Garganta de los Montes, y el de Fuencarral y, finalmente, en 1955, el de Las Rozas. La evolución de cada uno de ellos fue la siguiente:

Colmenar Viejo, 1941-1947

Establecido el 21 de julio de 1941, trabajó para la empresa constructora de A. Marroquín, con una dotación inicial de 200 presos. Entre sus principales objetivos destacaba la realización de la explanación ferroviaria en este punto, que incluía obras como el viaducto del arroyo de Tejada, de 80 metros de longitud y 15 arcos de 8 metros de luz cada uno de ellos, el túnel de Llandillas, de 163 metros, dos pasos a distinto nivel, en los que destacaba el del cruce con el canal de Isabel II, y los edificios, muelles y andenes de la estación de Colmenar Viejo.

Miraflores, 1941-1945

Establecido en 1941, los presos de este destacamento trabajaban para la empresa constructora Hermanos de Nicolás Gómez, contando en el año de su fundación con un total de 140 penados. Dos años más tarde la población penitenciaria ascendía a 325 reos.

Valdemanco, 1941-1948

Este destacamento fue establecido el 21 de julio de 1941, a solicitud de la empresa Marcor, S.A. Entre las actuaciones más destacadas realizadas por los presos aquí internados destacan la perforación del túnel de Medio Celemín, de 2.291 metros de longitud, la construcción de las dependencias de la estación de Valdemanco y la carretera de enlace entre Lozoyuela y La Cabrera.
Publicidad de la empresa constructora Marcor, S.A., sociedad que utilizó mano de obra forzada del Destacamento Penal de Valdemanco. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril



Chozas de la Sierra, 1942-1949

El destacamento de Chozas de la Sierra fue establecido el 18 de julio de 1942 a solicitud de la empresa constructora Elizaran, responsable de la ejecución de diversas obras de infraestructura del ferrocarril directo a Burgos en este término municipal, entre las que destaca la ejecución de diversos taludes y trincheras así como las dependencias de la estación de esta localidad.

Chamartín, 1942-1944

Destacamento creado en 1942  a solicitud de una de las mayores explotadoras de mano de obra penada en nuestro país, la constructora Banús Hermanos, para la realización de las obras de explanación de la futura estación de Chamartín (Madrid). Contó con una media de 90 presos y finalizó su actividad en el año 1944.

Bustarviejo, 1944-1952

El destacamento de Bustarviejo fue establecido el 9 de noviembre de 1944, a solicitud de la empresa constructora Hermanos de Nicolás Hernández, para construir el tramo comprendido entre los municipios de Miraflores de la Sierra y Valdemanco. Las obras más importantes fueron la perforación de los túneles del Pendón y de El Collado, de 395 y 248 metros respectivamente, la construcción del viaducto de la Gargüera, de 169 metros de longitud, con 11 arcos de 12 metros de luz y 30 de altura, así como las dependencias de la estación y una carretera de enlace de dos kilómetros.

Garganta de los Montes, 1944-1947

Garganta de los Montes fue el primer Destacamento Penal establecido sin contar con reclusos directamente vinculados a la represión posterior a la Guerra Civil. Fue inaugurado el 20 de febrero de 1944 y estaba al servicio de la empresa Construcciones Bernal, S.A. con el fin de construir el túnel del Alto de Mata Águila, de 2.482 metros de longitud, por lo que dos meses más tarde se organizó en su boca sur un destacamento filial.

Gracias al abundante número de presos con los que contó este destacamento, con más de 500 penados, las obras de perforación del túnel se desarrollaron con gran celeridad, y el 5 de junio de 1946 se calaron las dos galerías. Posteriormente se realizaron las labores de destroza y consolidación de la estructura, concluidas en 1947.

 
Construcción de un viaducto del ferrocarril directo de Madrid a Burgos. Los presos republicanos debieron soportar las duras condiciones climatológicas de la sierra madrileña. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril


Fuencarral, 1944-1955

El Destacamento Penal de Fuencarral se estableció el 6 de noviembre de 1944 a solicitud de la empresa constructora AMSA. Entre sus objetivos iniciales destacaban las obras de la importante estación del ferrocarril Madrid-Burgos en esta localidad de la periferia madrileña, así como la de Valdelatas, y diversas infraestructuras de acceso, como un túnel y tres puentes. A partir de 1948 su radio de acción se amplió a la construcción de los enlaces del ferrocarril de Madrid a Burgos con el de Madrid-Irún, incluida la nueva estación de Pitis, así como en la realización de importantes obras en la de Las Matas que incluían la perforación de un túnel de 400 metros de longitud.

 




sábado, 7 de julio de 2018

EMILIO KOWALSKI CARÓN


Emilio Kowalski diseñó el ferrocarril directo de Madrid a Burgos con explanación para doble vía, aunque finalmente solo se instaló una. Fotografía de Hodei Goldarazena Biela
 
En el 50 aniversario de la inauguración del ferrocarril directo de Madrid a Burgos es de rigor rememorar la figura del principal artífice de esta línea: el ingeniero de caminos Emilio Kowalski Carón. Como fácilmente se puede imaginar de su sonoro apellido, aunque natural de Palencia, el origen de su familia se encuentra en Polonia, país del que se exiliaron por motivos políticos a Francia y, posteriormente a España.
 
Nacido en Palencia en 1888, desde su juventud mostró interés por la ingeniería y en especial por el ferrocarril, con el que tenía estrechas vinculaciones familiares al trabajar su padre, Alberto Kowalski, para la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España como Subjefe de Intervención. Por ello, no es de extrañar que una vez finalizada la carrera de ingeniero de caminos orientase su actividad profesional a este campo, trabajando como ingeniero jefe del ferrocarril de Argamasilla a Tomelloso.
 
En 1924 Emilio Kowalski se integró en la Jefatura de Estudios y Construcciones de ferrocarriles del Nordeste de España del Ministerio de Fomento, lo que le permitió participar en la redacción de proyectos y dirección de obras del ferrocarril de Zuera a Olorón (Canfranc), Lleida a Saint-Girons, Val de Zafán a San Carlos de la Rápita, Cuenca a Utiel, Soria a Castejón o Teruel a Alcañiz. Dos años más tarde, pasó a formar parte de la  Segunda Jefatura de Estudios y Construcciones de la Dirección General de Ferrocarriles, con competencia sobre cualquier proyecto a desarrollar en el área central del país. De este modo, además de continuar vinculado al Soria-Castejón, también colaboró en las obras del ferrocarril de San Martín de Valdeiglesias al Valle del Tiétar y, sobre todo, fue el autor del proyecto del ferrocarril directo de Madrid a Burgos y, ya en tiempos de la República, de los enlaces ferroviarios de Madrid, incluido su popular “tubo de la risa”.
 
Emilio Kowalski compaginó su trabajo en el Ministerio de Obras Públicas con su actividad como consultor para diversas empresas ferroviarias y también como autor de otros proyectos, entre los que destaca la solicitud como concesionario de una de las primeras propuestas para la construcción de autopistas en España, en concreto, un túnel bajo el puerto de Guadarrama que permitiría mejorar el intenso tráfico que, ya en los años treinta, registraba la carretera de Madrid a La Coruña. Años más tarde, este proyecto serviría de base para la construcción de la actual autopista de peaje.
Boca sur del túnel de Somosierra, el de mayor longitud entre los diseñados por Emilio Kowalski para el ferrocarril directo de Madrid a Burgos. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 
La Guerra Civil sorprendió a Emilio Kowalski en Madrid, donde continuó trabajando en el Ministerio de Obras Públicas. En estos difíciles años, Kowalski lideró uno de los proyectos más complejos y fundamentales para la defensa de la capital de España: la ruptura del cerco ferroviario al que quedó sometida a los pocos meses de iniciarse el conflicto y que podía provocar su desabastecimiento. Afiliado al sindicato CNT, probablemente más por necesidad que por convicción, participó activamente en los trabajos de construcción del famoso ferrocarril de los cien días y, también, en los intentos de concluir las obras del ferrocarril directo de Madrid a València por Cuenca.
 
Tras la caída de Madrid en manos del ejército franquista y el inmediato final de la Guerra Civil, Emilio Kowalski fue suspendido de empleo y sueldo por las nuevas autoridades franquistas, aunque el 9 de enero de 1940 pudo reincorporarse, sin sanción, al Ministerio de Obras Públicas con su categoría de Ingeniero Jefe de segunda clase del Cuerpo de Caminos Canales y Puerto. Desde entonces, trabajó en diferentes proyectos, como la mejora de carreteras o la dirección de las obras de ampliación y mejora del puerto de Santander, ciudad en la que falleció, a los 67 años de edad, el 24 de septiembre de 1955.

miércoles, 4 de julio de 2018

50 AÑOS DEL FERROCARRIL DIRECTO DE MADRID A BURGOS


Monolito inaugural del ferrocarril directo de Madrid a Burgos colocado frente a la estación de la capital castellana. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi


Hace medio siglo, el 4 de julio de 1968 entraba en servicio la última gran línea ferroviaria clásica construida en ancho convencional en España. Se trataba del ferrocarril directo de Madrid a Burgos, de compleja génesis, cuya explotación nunca alcanzó las expectativas de sus promotores. En la actualidad, con la vía interceptada por el hundimiento del túnel de Somosierra, apenas registra tráficos de entidad, con la excepción de sus primeros kilómetros, integrados en la red de Cercanías de Madrid.

La comunicación ferroviaria entre Madrid y la frontera francesa, puesta en servicio en 1864, se efectuó por una ruta indirecta que pasaba por Ávila y Valladolid. Con este trazado se pretendió optimizar al máximo la gran inversión a realizar, ya que esta sección estaba llamada a convertirse en el tronco común de las restantes líneas con destino a la cornisa cantábrica y Galicia. Sin embargo, esta opción supuso un notable incremento del trayecto entre la capital de España y Burgos, por lo que pronto surgieron diversas iniciativas para la construcción de un ferrocarril que, a través de Somosierra, permitiese el enlace directo entre ambas ciudades.
Detalle de la moderna vía instalada en los años sesenta en el ferrocarril directo de Madrid a Burgos. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

Pese a las numerosas propuestas realizadas en este sentido desde 1894, finalmente ninguna de ellas llegó a materializarse, hasta que en 1926 el proyecto fue incluido en el Plan de Ferrocarriles de Urgente Construcción impulsado por el Conde de Guadalhorce. De inmediato, las compañías ferroviarias, sobre todo la del Norte, así como la banca, fuertemente implicada en el proceso de nacionalización del capital extranjero de estas empresas, mostraron su frontal oposición al proyecto, ya que consideraban que esta línea nunca ofrecería la más mínima rentabilidad, al transcurrir por zonas con un escaso desarrollo demográfico y económico, al tiempo que arrebataría a la principal línea de esta empresa buena parte del tráfico que desde Madrid se dirigía al País Vasco y la frontera francesa, convirtiendo su explotación, hasta entonces rentable, en deficitaria.

Además de los argumentos económicos que esgrimían los opositores al proyecto, también utilizaron otros de carácter técnico, entre los que destacaba la afirmación de que el acortamiento obtenido con la nueva vía era más ficticio que real. Frente al acortamiento de la distancia existente entre Madrid y Burgos, que por la vía de la Compañía del Norte era de 369 kilómetros, mientras que por la directa sería de 284, lo que suponía una reducción del 23%, debería tenerse en cuenta el efecto que las características del trazado tienen sobre la capacidad de tráfico y el tiempo de viaje. En este sentido, las empresas ferroviarias comparaban las cualidades de la línea tradicional entre Valdestillas y Burgos, frente al nuevo ferrocarril, que en la sección de Aranda de Duero a la capital castellana era;

El ferrocarril directo de Madrid a Burgos contó desde sus inicios con un moderno CTC. En la imagen, la mesa de control de Madrid-Chamartín, que gestionaba la circulación desde la capital española hasta Riaza. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
 

una verdadera montaña rusa, en pendientes y contrapendientes de hasta 10 milésimas, obligadas por el cruce en terreno quebrado de las divisorias del Duero, del Arlanza y del Arlanzón, aparte de otros cursos de agua como el Esgueva.

Contrasta este accidentado trazado con el suave perfil de la línea del Norte desde el cruce del Duero hasta Burgos, que sin contrapendiente alguna se eleva en rampas que no exceden de cinco milésimas.

 

Si claras eran las ventajas de la línea existente entre el Duero y Burgos frente al nuevo proyecto, no lo eran, ni mucho menos, en lo que respecta a la travesía del Sistema Central, donde la línea del Norte presenta un durísimo ascenso, con rampas de 20 milésimas, hasta el paso de La Cañada. En contrapartida, el directo superaría Somosierra mediante un largo túnel de 3.895 metros de longitud, lo que permitiría reducir la rampa máxima a la mitad, tan solo 10 milésimas, al tiempo que ofrecía un trazado menos sinuoso.
La madrileña estación de Chamartín se levantó como cabecera del ferrocarril directo de Madrid a Burgos. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

Las obras

A pesar de la abierta oposición de la banca y de las compañías ferroviarias, que abogaban por destinar la cuantiosa inversión prevista a mejorar el trazado tradicional entre Madrid y Ávila, el gobierno prosiguió con sus planes constructivos e inició las obras del nuevo ferrocarril el 21 de julio de 1928. Pronto se adjudicaron, por valor de 118 millones de pesetas, todas las obras comprendidas entre Burgos y Miraflores de la Sierra, ya que todavía estaba por determinar el trazado definitivo hasta Madrid, debido a que éste dependía en buena medida del desarrollo de los proyectos de nuevos enlaces ferroviarios de esta ciudad así como del posible establecimiento de una estación en Chamartín.

Entre los años 1928 y 1930 se habían invertido en el nuevo ferrocarril un total de 59 millones de pesetas. Dos años más tarde, cuando el 13 de abril de 1932 se derogó el Plan de Ferrocarriles de Urgente Construcción del conde de Guadalhorce,  prácticamente estaban finalizadas las obras de infraestructura entre Burgos y Miraflores.

Derogado el Plan Guadalhorce, un proyecto de ley presentado a las Cortes por Decreto de 23 de junio de 1932 propuso que el ferrocarril directo de Madrid a Burgos debería ser construido por el Estado con el auxilio de las regiones interesadas. Dos años más tarde, un nuevo proyecto de ley fechado el 16 de febrero de 1934 situaba a esta línea como tercera de las que debían ejecutarse por cuenta exclusiva del Estado.
Vías de la estación de Lerma. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

Las obras del ferrocarril directo de Madrid a Burgos no llegaron a paralizarse durante la República, aunque su ritmo se redujo notablemente ante los vaivenes legislativos que afectaron a todos los ferrocarriles de nueva construcción impulsados por el plan de 1926. Por el contrario, finalizada la Guerra Civil el Régimen de Franco decretó la conclusión de los trabajos de esta línea y la declaró de urgente realización, por lo que rápidamente se subastaron las obras de los tramos que todavía no se habían ejecutado, concentrados la mayoría de ellos en la provincia de Madrid.

Inauguración tardía y rápido declive

Hacia el año 1950, las obras de la infraestructura del ferrocarril directo de Madrid a Burgos estaban prácticamente finalizadas, pero los trabajos de montaje de la superestructura no se iniciaron de inmediato. En consecuencia, parecía que esta línea correría la misma suerte que otras muchas incluidas en el plan Guadalhorce y quedaría definitivamente abandonada. No sería hasta el año 1962, coincidiendo en el tiempo con un informe emitido por el Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo que desaconsejaba la construcción de nuevos ferrocarriles en España y que por tanto supuso el definitivo abandono de la mayoría de los ferrocarriles del Plan Guadalhorce todavía en obras, cuando se inició el montaje, en vía única, pese a que toda la explanación estaba prevista para doble, entre Burgos y Aranda. Todavía tendrían que transcurrir seis años para su definitiva inauguración, presidida por el Jefe del Estado, el dictador Franco, el 4 de julio de 1968. 
La construcción de los enlaces ferroviarios de Madrid estuvo directamente vinculada a la del directo de Madrid a Burgos. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

Una vez finalizadas las obras, el Madrid-Burgos nunca alcanzó el tráfico previsto por sus promotores. Es preciso tener en cuenta que el mismo día en que se inauguraba el ferrocarril directo, se concluyeron las obras de electrificación de la línea tradicional por Valladolid. De este modo, el directo, en vía única y tracción diésel, veía muy limitada su capacidad para competir con la antigua línea del Norte, dotada de doble vía y tracción eléctrica. En consecuencia, Renfe la utilizó, casi en exclusiva, para el paso de los trenes de viajeros directos entre la capital de España, el País Vasco y la frontera francesa, mientras que los trenes de mercancías siguieron circulando preferentemente por la ruta tradicional por Valladolid, dotada de un mejor equipamiento para estos tráficos. Por otra parte, la política tarifaria de la empresa estatal tampoco favoreció una mayor utilización de la nueva vía, ya que para limitar la caída de ingresos que implicaba la reducción en cerca de 90 kilómetros del recorrido, consideraba en sus baremos de tarifas una longitud de 340 kilómetros frente a los 284 reales.

Aunque en sus inicios el directo de Madrid a Burgos vivió años de gloria, con el paso de los rápidos trenes Talgo y Ter de Madrid al País Vasco y de los trenes internacionales a París; el Puerta del Sol y el Francisco de Goya, el tráfico regional no llegó a consolidarse, tanto por el escaso número de habitantes de las localidades atendidas por la nueva vía como por el emplazamiento de las estaciones, generalmente muy alejadas de cualquier núcleo de población. La apertura de la nueva línea de Alta Velocidad de Madrid a Valladolid el 20 de diciembre de 2007 supuso el inmediato desvío de la mayor parte de los trenes de largo recorrido a Euskadi, mientras que el hundimiento de un tramo del túnel de Somosierra en marzo de 2011 implicó la interrupción de los últimos servicios de viajeros.
Tren Talgo de Madrid a Bilbao fotografiado sobre el puente de Riaza. Fotografía de Marcos Maté Luna

En la actualidad, el ferrocarril directo languidece con algunas circulaciones de mercancías entre Burgos y Aranda de Duero, así como entre la capital de España y Soto del Real, aunque únicamente registra tráfico de pasajeros en sus primeros kilómetros, desde la capital de España hasta Colmenar Viejo, al haberse integrado este tramo en la red de cercanías. En consecuencia, transcurridos cincuenta años desde su inauguración, esta impresionante obra, sin apenas tráfico, se enfrenta un futuro incierto, por otra parte común al de muchos de los ferrocarriles del Plan Guadalhorce que llegaron a entrar en servicio.