Automotor tipo Zaragoza del ferrocarril de Sádaba a Gallur. Fotografía de Christian Schnabel
Recientemente ha visto la luz un nuevo libro de la imprescindible colección Monografías Ferroviarias, impulsada por Lluis Prieto y Tur. En ocasiones anteriores ya hemos señalado la impagable labor que, desde hace más de veinte años, está desarrollando este editor para el conocimiento y divulgación de una parte cada vez más amplia de la historia de nuestros ferrocarriles.
Primitiva rotonda de locomotoras de vapor de Gallur. Fotografía de Christian Schnabel
En esta ocasión, el número 33 de la colección está dedicado al ferrocarril de vía métrica que, entre 1915 y 1970, enlazó las localidades aragonesas de Sádaba y Gallur. El libro, fruto de la investigación realizada a lo largo de los últimos años por Pedro Manuel González Fraile y Mariano Rodríguez Gonzalvo, narra los orígenes de este ferrocarril, así como su explotación, los servicios prestados y una completa descripción de las instalaciones y el material motor y remolcado empleado en este trayecto.
Vista de la estación de Gallur, enlace del ferrocarril de vía métrica con el de vía ancha del Norte. Fotografía de Christian Schnabel
El valle del Ebro es un magnífico ejemplo de la complementaridad de la vía métrica y la red de ancho normal, al aportar los primeros el tráfico que, en buena medida, alimentaba al importante corredor ferroviario que transcurre en paralelo al mayor río español. De Oeste a Este encontramos los trenes de Haro a Ezcaray, Calahorra a Arnedillo, Castejon a Ólvega (aunque éste no llegó a prestar servicio comercial), Tudela a Tarazona, Cortes a Borja, Sádaba a Gallur, Zaragoza a Cariñena y Zaragoza a Utrillas. Curiosamente, el único que transcurría por los amplios territorios de la margen izquierda del río y, por tanto, el único que exigió construir un gran viaducto sobre las aguas del Ebro, fue el que ocupa este trabajo.
Repostaje de un autovía Zaragoza en Gallur. Fotografía de Christian Schnabel
Los autores del libro nos recuerdan los primeros proyectos para dotar de un servicio ferroviario a la comarca de las cinco villas, algunos redactados en fecha tan temprana como 1879. Como en otros muchos casos, la gestación de esta línea fue particularmente compleja, lo que retrasó su puesta en marcha hasta la segunda década del siglo XX. Finalmente, fue el impulso de la familia Escoriaza, conocida por su participación en numerosas empresas ferroviarias y tranviarias, así como propietarios de los reputados talleres de construcción de material móvil ferroviario de Carde y Escoriaza (Zaragoza), junto a un socio habitual en sus iniciativas, Basilio Paraiso, y destacados personajes de la comarca, los que impulsaron la constitución de la Sociedad del Ferrocarril Secundario, con garantía del Estado, de Sádaba a Gallur, creada el 25 de mayo de 1912 con el propósito de construir y explotar esta línea.
Estación de Sádaba, punto final del ferrocarril procedente de Gallur. Fotografía de Jeremy Wiseman
Dada la fácil orografía que debía cubrir la nueva línea, la construcción del ferrocarril se desarrolló con rapidez. No en vano, la obra de mayor envergadura era, como ya se ha señalado, el viaducto metálico levantado sobre el Ebro, de más de 200 metros de longitud y que fue suministrado por la firma barcelonesa la Maquinista Terrestre y Marítima. De este modo, el 30 de marzo de 1915 entraba en servicio el tramo de Gallur, estación en la que se estableció el enlace con los trenes de la Compañía del Norte, a Ejea de los Caballeros. Pocos meses después, el 30 de octubre del mismo año, los trenes llegaban hasta Sádaba.
Locomotora diesel Batignolles/Caf en cabeza de un pequeño tren de mercancías. Ejea de los Caballeros. Fotografía de Jeremy Wiseman
Los autores narran en su trabajo la vida económica del ferrocarril, que durante algunos años ofreció un saneado dividendo a sus accionistas. Asimismo desvelan aspectos poco conocidos como el tráfico combinado establecido con las barcazas que navegaban por el Canal Imperial de Aragón e, incluso, como durante algunos años, la empresa ferroviaria llegó a explotar directamente este servicio. Lamentablemente, al igual que otros muchos ferrocarriles de vía estrecha, el tren de Sádaba a Gallur no pudo resistir la creciente competencia de la carretera. En consecuencia, la explotación se vio lastrada por los negativos resultados de la explotación que no pudo mejorarse con la incorporación de autovías o locomotoras diesel. Además, a diferencia de otras muchas líneas, su explotación nunca fue asumida por la entidad estatal Feve, por lo que finalmente la empresa se vio abocada a su clausura, que tuvo lugar el 8 de junio de 1970.
Coche de viajeros del ferrocarril de Sádaba a Gallur. Como no podía ser de otro modo, fue construido por la firma zaragozana Carde y Escoriaza. Fotografía de Jeremy Wiseman
En definitiva, un libro altamente recomendable que puede ser adquirido en la siguiente dirección electrónica: http://www.monffcc.com/tienda.htm
Locomotora de vapor del ferrocarril de Sádaba a Gallur. Fotografía de Frank Jones
Es de seguro esperar que este nuevo libro siga la misma linea de excelente calidad de todas las monografias editadas por el Sr Prieto y Tur.En este caso de un trazado ferroviario quiza en la memoria de ya pocos aficionados,pero,por supuesto de un enorme interes su creacion,explotacion,material,servicio,obras de fabrica.Muy interesantes las fotografias aqui publicadas de sus locomotoras y automotores,sobre todo para mi de su unica locomotora diesel Batignolles que nunca habia tenido ocasion de observarla en documento grafico
ResponderEliminarEs curioso que una de las pocas cosas que quedan de este ferrocarril, sea la Batignolles 1207 que, tras algunos ajustes, podrá volver a circular por las vías de... Mallorca.
ResponderEliminarPor suerte también quedan los edificios de viajeros de las estaciones de Gallur, Biota y Sádaba.
ResponderEliminarBuscando fotos antiguas de un ferrocarril de vía estrecha en Valencia me he topado con esa foto del autovía de Gallur a Sadaba. ¡Yo lo utilicé en el verano de 1965! Iba a un campo de trabajo del SEU en Pinsoro, donde los universitarios trabajábamos en la construcción de casas promovidas por el Instituto Nacional de Colonización. Recuerdo que me impresionó el cruce del Ebro por el viaducto, porque el trenecito tenía el piso de tablas de madera, entre cuyas rendijas se veía el agua allá abajo.¡Cómo pasa el tiempo!
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