La adquisición de los carriles del
Ferrocarril del Urola es una clara demostración de los inconvenientes que, en
muchas ocasiones, presentan los complejos trámites administrativos a la hora de
poder aprovechar en su beneficio una buena oferta realizada en una
determinada coyuntura económica.
El Ferrocarril del Urola fue
concedido a la Diputación de Guipúzcoa por Real Orden del 5 de Noviembre de
1920, en base a la Ley de Ferrocarriles Secundarios y Estratégicos con garantía
de interés, promulgada en el año 1908. Según esta ordenación, el Estado
garantizaba una remuneración del 6% de interés al capital invertido en la
construcción de la línea, en caso de que la explotación fuera deficitaria. Para
que no se disparase el montante de la inversión final y por tanto el valor del
capital garantizado, el Estado, a través de su Primera División Inspectora de
Ferrocarriles, estableció un estricto control de todos los concursos de suministros
y obras del ferrocarril.
La concesión inicial del Ferrocarril del Urola contemplaba la utilización de locomotoras de vapor del tipo "Easo" de los Ferrocarriles Vascongados. En la imagen una de estas locomotoras en el puente sobre el río Urola
Las cláusulas originales de la
concesión establecían que el carril de la línea debía tener un peso de 32 kilogramos por
metro lineal (Kg./m.). Sin embargo, en el proyecto de electrificación, la
Diputación de Guipúzcoa propuso elevar el peso del carril a 35 Kg ./m., más pesado y
sólido que el inicialmente aprobado, por lo que, además de garantizar un mejor
retorno de la corriente, resistiría mejor el intenso tráfico ferroviario
previsto.
Antes de recibir la aprobación definitiva
del proyecto de electrificación, la Diputación de Guipúzcoa anunció, el 31 de
octubre de 1922, un concurso público en el que solicitaba ofertas para el
suministro de 3.000 toneladas de carriles de 35 Kg ./m, ya que abrigaba la
firme esperanza de que el Estado autorizaría el incremento de peso propuesto en
el proyecto de electrificación. El mejor presupuesto fue el presentado por la
firmaAltos Hornos de Vizcaya, cuya cartera de pedidos se encontraba en aquel
momento bajo mínimos, proponiendo un precio de 360 ptas./Tm.
La electrificación del Urola impulsó a la Diputación a estudiar la implantación de carriles más pesados
Entre tanto, la Primera División
Inspectora de Ferrocarriles aprobó el proyecto de electrificación, pero, ante
el incremento de coste que, en teoría, iba a suponer el aumento del peso del
carril, éste no fue autorizado. Por ello, la Diputación se vio obligada a
anular el primer concurso y convocar uno nuevo, el 22 de noviembre de 1923,
para el suministro de 2.900 toneladas de carriles de 32 kg ./m.
En el momento de celebrar el segundo
concurso, la cartera de pedidos de Altos Hornos de Vizcaya se encontraba
prácticamente saturada con contratos de gran volumen para las compañías
del Norte (Ferrocarril de Canfranc) y de Madrid a Zaragoza y Alicante, por lo
que no se presentó al mismo. La mejor oferta fue la realizada por D. Manuel
Alonso Sañudo en representación de la Societé Metallurgique de Sambre et
Moselle (Bélgica), con un precio de 449 ptas./Tm.
Carril suministrado por la Société Metallurgique de Sambre et Moselle al Ferrocarril del Urola. la playa de vías del Museo Vasco del Ferrocarril está conformada, en su mayoría, por estos históricos carriles
Como consecuencia de todo ello, y
debido a que la administración del Estado no aceptó el incremento de peso del
carril en el momento de aprobar el proyecto de electrificación, finalmente se
instaló un carril de inferiores prestaciones (el de 32 Kg ./m.), con un coste muy
superior al que hubiera supuesto el de 35 Kg ./m. de haberse autorizado su adquisición
en el primer concurso, ya que en el primero de los casos el precio final
hubiera sido de 1.080.000.- ptas. (3.000 Tm. x 360 ptas.), mientras que
finalmente la inversión se elevó a 1.302.100.- ptas. (2.900 Tm. x 449
ptas./Tm.). Además, al tratarse de una empresa extranjera, la administración perdió
los ingresos que, vía impuestos, habría reportado la fabricación de los
carriles, de haberlos suministrado Altos Hornos de Vizcaya, sin olvidar la
repercusión de esta importante carga de trabajo sobre el empleo en el país. Se
mire como se mire, el resultado fue un verdadero desastre.
El 22 de marzo de 1924 la empresa
adjudicataria, Sambre et Moselle de Montigny (Bélgica), ya había suministrado
un total de 1.354 toneladas de carriles, con sus bridas y placas de asiento
correspondientes, que fueron transportados por vía marítima hasta el puerto de
Pasajes en los vapores “Menhir”, “M. Rivas” y “Ceres”. En la misma fecha se
encontraban en camino otras 600 toneladas a bordo del “Mari Tere”.
Simultáneamente a la recepción de este material se inició el montaje de vía.
Así, el 18 de junio de 1924 el Consejo de Administración del Ferrocarril pudo
efectuar el primer viaje entre Zumaya y Azpeitia a bordo de un tren encabezado
por una locomotora de vapor y tres vagones plataforma sobre los que se
improvisaron unos modestos asientos mediante la instalación de bancos de
iglesia.
Qué cercano, rabiosa y penosamente conocido sigue en la actualidad lo expuesto en esta narración.
ResponderEliminarAqui decimos: Si no vols brou, tassa i mitja!
(Si no quieres caldo, tomarás taza y media).