Páginas

sábado, 21 de diciembre de 2013

LOS TRENES DE LOS ALTOS HORNOS DE VIZCAYA (I)

Vista de los Altos Hornos de Bilbao. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

El transporte interior de materias primas, subproductos y productos elaborados tiene en las industrias siderúrgicas un papel fundamental dadas las magnitudes de tonelaje que han de moverse. Por todo ello, el ferrocarril, gracias a su gran capacidad de transporte a bajo costo, siempre ha estado presente en las principales acerías del mundo.

No es casualidad que Altos Hornos de Vizcaya (AHV), en sus factorías de Baracaldo y Sestao haya contado con la red ferroviaria industrial de mayor envergadura de España, tanto por el kilometraje de vías instaladas como por el voluminoso parque de locomotoras y vagones disponible, alcanzando cifras no igualadas en ningún otro lugar del Estado.
La riqueza minera vizcaína favoreció el desarrollo de la industria siderúrgica en el territorio. Minas de la Franco-Belga en Ortuella. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

Breve historia de los Altos Hornos de Vizcaya

La existencia de importantes yacimientos de mineral de hierro, así como la presencia de importantes masas boscosas, materia prima fundamental para la obtención de carbón vegetal, facilitó, desde la Edad Media, la proliferación de industrias ferronas en el País Vasco. Esta tradición siderúrgica se consolida a mediados del siglo pasado con el inicio de la revolución industrial y el aumento de la demanda de acero, demanda impulsada, en buena medida, gracias al desarrollo del ferrocarril.

El primer intento para la creación de una siderúrgica integral en Bizkaia correspondió a la empresa británica «The Cantabrian lron Ore», que instaló en Sestao el año 1871 unos hornos altos destinados a la primera transformación del mineral procedente de la cuenca de Galdames (esta empresa era también la propietaria del ferrocarril de Sestao a Galdames). La segunda Guerra Carlista trastocó el proyecto y en 1880 el marqués Francisco de las Rivas adquirió las instalaciones creando la sociedad San Francisco de Mudela.
Locomotora del ferrocarril de Sestao a Galdames. Fotografía de Reimar Holzinger

En 1882 inició su andadura la sociedad Altos Hornos y Fábricas de Hierro y Acero de Bilbao, en Barakaldo, promovida por los hermanos Ybarra, que aportaron a la nueva entidad seis minas en Saltacaballos, la fábrica de La Merced en Guriezo (Cantabria) y la ya obsoleta Nuestra Señora del Carmen de Barakaldo (creada en 1847, aunque con hornos altos de carbón vegetal). El objetivo de la empresa era «desarrollar en España la industria metalúrgica en el importante ramo de la fabricación de acero por los sistemas Bessemer y Martín-Siemens».

Ese mismo año, y casi simultáneamente, se constituyó la Sociedad Anónima La Vizcaya, patrocinada por personas vinculadas a negocios mineros y ferroviarios como los Chávarri, Rivas, Gandarias, etc. La nueva fábrica se asentaría sobre las marismas y playas de Sestao.

Como se puede deducir, las tres fábricas se instalaron en lugares óptimos, conectadas con los centros mineros a través de diversos ramales de ferrocarriles, contando asimismo con muelles sobre la ría del Nervión. Tanto La Vizcaya como San Francisco buscaban inicialmente abaratar los costes de exportación del mineral vizcaíno mediante su conversión local en lingotes. Altos Hornos de Bilbao, sin embargo, surgía con un proyecto más ambicioso: monopolizar con sus productos elaborados o semielaborados el mercado estatal. El ferrocarril no fue ajeno a las perspectivas de mercado de la empresa, que en 1886, inició la laminación de carriles. Ese mismo año, también emprendió la construcción de puentes, con un tramo metálico para el ferrocarril de Amorebieta a Gernika.
El puente sobre el Ibaizábal del ferrocarril de Amorebieta a Gernika fue construido por La Vizcaya. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi

Pronto La Vizcaya y San Francisco reorientaron su negocio hacia el producto elaborado. La primera introdujo, en 1888, tecnología belga de la casa Cockerill, ·con convertidores Robert y hornos Siemens.

En 1887 1os hermanos Echevarría, asociados con otros empresarios guipuzcoanos fundaron en Sestao la sociedad «La Iberia», junto a la fábrica de La Vizcaya, con objeto de fabricar hojalata, tubos y productos galvanizados

En 1902 se inició el proceso de fusión de estas empresas al integrarse en la Sociedad Altos Hornos de Vizcaya las fábricas de La Vizcaya, Altos Hornos de Bilbao y La Iberia. En 1919 también se sumó a esta sociedad la fábrica de San Francisco de Mudela. Este gran complejo siderúrgico ocupaba una extensión de 56 hectáreas, sin solución de continuidad, salvo la separación de las instalaciones de Barakaldo de las de Sestao por el curso del río Galindo.

La expansión de la gran industria siderúrgica trajo consigo la aparición de otras empresas, muchas de ellas con una estrecha vinculación a Altos Hornos de Vizcaya, como es el caso de Aurrera, Astilleros del Nervión, Sociedad Española de Construcción Naval y otras.
Vista aérea de las instalaciones de la Sociedad Española de Construcción Naval en Sestao. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

Tras la Primera Guerra Mundial, Altos Hornos de Vizcaya inició un ciclo de crecimiento en el que se dotó de las más modernas instalaciones fabriles. Asimismo, emprendió una política expansiva, con la adquisición de minas de carbón y de hierro (como la Luchana Mining en 1927) a fin de mejorar su autonomía productiva. Sin embargo, el periodo de la Segunda República y la Guerra Civil española implicaron la caída de la producción y, por tanto, también de los planes de inversión, que no se retomaron hasta la inmediata postguerra.

En efecto, el país estaba sumido en pleno proceso de reconstrucción, con el que la demanda de productos siderúrgicos aumentó notablemente, mientras que apenas se podía recurrir al mercado exterior al encontrarse las principales potencias enzarzadas en la Segunda Guerra Mundial. Altos Hornos de Vizcaya aprovechó la coyuntura y, pese a las dificultades del momento, siguió ampliando sus instalaciones, dando en 1940 un paso fundamental al adquirir la antigua Siderurgia del Mediterráneo en Sagunt (Valencia).
En 1940 Altos Hornos de Vizcaya adquirió la factoría siderúrgica de Sagunt. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi

Un vistazo a las instalaciones vizcaínas de AHV en los años sesenta, época del máximo apogeo, ofrecía la siguiente perspectiva: una fábrica de coque en Sestao, con cinco baterías y un total de 183 hornos; una instalación de sinterizado de mineral en Sestao; dos hornos altos en Sestao y cuatro en Barakaldo; cuatro convertidores Bessemer y tres convertidores Siemens en Sestao; dos hornos eléctricos, uno en Barakaldo y otro en Sestao; trenes de laminación para todo tipo de chapas, perfiles, productos planos, redondos, etc. En cualquier caso hay que señalar que las instalaciones más modernas y de mayor capacidad se encontraban en Sestao.
El horno Mari Ángeles fue el de mayor envergadura de los Altos Hornos de Vizcaya. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi

A finales de los años sesenta estas instalaciones se vieron incrementadas con la puesta en servicio de un nuevo alto horno (el 2-A, María Ángeles, en 1968), así como de una nueva acería por el sistema L-D, de dos convertidores, que más tarde sería trasladada a Sagunt al ser sustituida por tres nuevos convertidores de mayor capacidad, todos ellos en Sestao. También se instaló un tren de bandas en frío en Etxebarri, en unión con la Sociedad La Basconia, y un tren de bandas en caliente en Ansio (Barakaldo). En esta época se inicia el desmantelamiento de los hornos, acerías y trenes de laminación de Barakaldo, obsoletos y de escasa capacidad, centrándose la producción de acero en Sestao.
Locomotora de vapor de vía métrica de La Basconia. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril

La crisis económica de los años setenta afectó notablemente a la siderurgia integral, paralizando la expansión de Altos Hornos de Vizcaya. Poco a poco se fue abandonando la producción de redondos y perfiles industriales al no poder competir con las acerías de horno eléctrico, centrándose, tras la última reconversión de 1985, en la producción de bobina, actividad que se mantuvo hasta el definitivo cierre de la cabecera el 2 de julio de 1996, sustituida, poco después, por una nueva acería compacta de horno eléctrico, que consume chatarra y prerreducidos y fabrica directamente bobinas ya laminadas en caliente. 
2 de julio de 1996, última colada de arrabio en los Altos Hornos de Vizcaya. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi


4 comentarios:

  1. Magnífico artículo. Y una pregunta ¿cómo es que sobrevivió a la debacle la siderúrgica asturiana? ¿Política de los gobiernos a través del INI, luego SEPI?

    ResponderEliminar
  2. Impresionante y emotiva esa imagen del tractor a la espera de recojer ese vagon-torpedo recibiendo la ultima colada,simbolode que se vieran ya limitadas las producciones al no poder competir con las nuevas tecnicas

    ResponderEliminar
  3. impresionante imagen esta pagina web esta fenomenal

    ResponderEliminar