Tren inaugural del ferrocarril de Bilbao a Portugalete en esta última villa. En los primeros meses se empleó una estación provisional hasta la conclusión de las obras de la terminal definitiva en La Canilla. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Ayer, 24 de
septiembre, se conmemoraba el 125 aniversario de la que sin duda es la línea más
singular de la red de Adif: el pequeño ferrocarril de Bilbao a Portugalete. A
su gran actividad, tanto en el transporte de viajeros de cercanías como en el
de mercancías procedentes de la Acería Compacta de Bizkaia o del puerto de
Bilbao, se unen aspectos como el haber sido, junto a su vecino ramal de Triano,
la última línea operada bajo la tensión de 1.500 voltios en corriente continua
en la vía ancha de nuestro país, la utilización de las máquinas expendedoras de
billetes tipo Rolly y, sobre todo, el hecho de ser la única en emplear andenes
elevados, lo que sin duda facilita el acceso de los viajeros y reduce el tiempo
de parada en las estaciones.
La línea de Bilbao a Portugalete fue el último refugio del material de Renfe alimentado a 1.500 voltios, como es el caso de la serie 441, inicialmente adquirida por Feve para el suburbano de Aluche a Móstoles. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
Los primeros
proyectos para la construcción de un ferrocarril a lo largo de la margen
izquierda de la ría del Nervión se remontan a la propia construcción del
ferrocarril de Tudela a Bilbao. Su ingeniero jefe, el reputado ingeniero británico
Charles Vignoles planteó su realización para facilitar el acceso de las mercancías
a un futuro puerto exterior. Lamentablemente, las dificultades económicas que
atravesó esta compañía a lo largo de su breve existencia impidieron la
materialización del proyecto.
Uno de los puntos más singulares del ferrocarril de Bilbao a Portugalete era el cruce a nivel con las vías del ferrocarril de La Robla en Luchana-Baracaldo. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
En más de una
ocasión hemos comentado la trascendencia del fracaso económico del
Tudela-Bilbao para explicar el posterior desarrollo de los ferrocarriles de vía
estrecha en Bizkaia y toda la cornisa cantábrica tras el éxito de la primera
experiencia de esta clase, el tren de Bilbao a Durango, inaugurado en 1882. En
este sentido, la línea de Bilbao a Portugalete se convirtió en la única
realizada en la región en el ancho normal español.
Primitiva estación de Bilbao-La Naja, origen del ferrocarril de Bilbao a Portugalete. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
La
concesión para la construcción del ferrocarril de Bilbao a Portugalete fue
otorgada, el 15 de junio de 1881, al empresario vizcaíno Federico Solaegui,
político de ideología republicana y fundador el 20 de abril de 18 90 en Bilbao de la
empresa carbonífera Hulleras de Turón, en compañía de uno de los principales
impulsores de ferrocarriles en el territorio, el ingeniero Pablo de Alzola Minondo, con quien también
colaboró en el tren de vía estrecha de Amorebieta a Gernika.
Estación de La Canilla, término original del ferrocarril de Bilbao a Portugalete. Archivo del Museo Vasco de Bilbao
El 13 de junio de 1884 el
Ministerio de Fomento autorizó la transferencia de esta concesión de la que era
titular Federico Solaegui a la recién constituida Compañía del ferrocarril de
Bilbao a Portugalete, empresa que de inmediato impulsó las obras de la nueva vía.
Pese a la escasa longitud del trayecto, la construcción de la traza debió
afrontar diferentes dificultades, tanto como consecuencia de la irregular
orografía de la zona como, sobre todo, por el complejo proceso que exigió la
compra y expropiación de los diferentes terrenos a ocupar. Finalmente, la
inauguración de la línea se realizó en dos fases, la primera entre Bilbao y
Barakaldo, abierta al servicio el 19 de marzo de 1888, mientras que la sección
final hasta Portugalete inició su andadura el 24 de septiembre del mismo año.
Tren fotografiado en el ramal de Olaveaga a Cantalojas. Fotografía de Jeremy Wiseman
En un principio, el enlace entre
la línea de Bilbao a Portugalete y la de Tudela a Bilbao se estableció mediante
el aprovechamiento de la dura rampa construida en 1863 por esta última compañía
para facilitar el acceso de sus vagones a los muelles de Ripa en Bilbao,
situados junto a la estación cabecera de la línea de Portugalete, emplazada en los vecinos muelles de La Naja. Dadas las evidentes limitaciones al tráfico de
mercancías de este enlace, el 14 de marzo de 1890 el gobierno otorgó a la Compañía del ferrocarril
de Bilbao a Portugalete la concesión para la construcción del ramal de Olaveaga
a Cantalojas, con el que se estableció una conexión alternativa por el sur de
la ciudad con un trazado sin las limitaciones del anterior. En un principio,
esta línea solamente se utilizaba en el servicio de mercancías, tanto en el
trafico combinado entre ambas líneas, como para atender la producción de
diversas minas de hierro del entorno, cuya producción se descargaba mediante un
espectacular cargadero construido en Olaveaga. Poco después también se
construyeron en las proximidades los talleres para el mantenimiento del
material móvil de la compañía.
Cargadero de Olaveaga. Fotografía de Fernando Fernández Sanz
Desde sus inicios, la vida del
ferrocarril de Bilbao a Portugalete fue muy activa, tanto en el transporte de
viajeros como en el de mercancías, al atender con sus vías algunas de las
empresas más importantes de Bizkaia, como es el caso de Altos Hornos de
Vizcaya, Talleres de Zorroza y los astilleros del Nervión, de la SEC Naval o
los de Euskalduna. Así, pese a la competencia que ofrecía el tranvía de Bilbao
a Santurce, electrificado en 1896, la empresa ferroviaria no dudó en modernizar
sus servicios, con el establecimiento progresivo de la doble vía, operación que
quedó prácticamente concluida en 1928.
Estación de Peñota, establecida en la prolongación de Portugalete a Santurtzi. Archivo de la Autoridad Portuaria de Bilbao
Dos años antes se inauguró la prolongación
de la línea desde Portugalete hasta Santurtzi, donde sus vías conectaban con el
nuevo puerto exterior de Bilbao. La génesis de esta ampliación fue bastante compleja
ya que la primera concesión para su realización fue otorgada por el Ministerio
de Fomento, el 10 de enero de 1902
a la compañía del ferrocarril de Bilbao a Portugalete.
Sin embargo, la construcción de este tramo se vio dificultada por diferentes
problemas técnicos y administrativos hasta que la empresa ferroviaria cedió la
concesión a la Junta
de Obras del Puerto de Bilbao. El proyecto definitivo fue aprobado por el
gobierno el 22 de abril de 1919 pero todavía fue preciso esperar hasta el 21 de
diciembre de 1926 para su definitiva inauguración. En todo caso, su explotación
corrió a cargo de la Compañía
del ferrocarril de Bilbao a Portugalete mediante el oportuno convenio con la Junta de Obras del Puerto.
Bifurcación del nuevo ramal a Santurtzi en La Canilla. Hasta 1975 la prolongación a Santurtzi se explotó en vía única. Archivo de la Autoridad Portuaria de Bilbao
Otro cambio de gran importancia experimentado en los años veinte fue
el de la compra de las acciones de la Compañía del ferrocarril de Bilbao a
Portugalete por parte de la Compañía del Norte. Sin embargo, el nuevo
propietario no integró formalmente la línea en su red sino que optó por
mantener su personalidad jurídica independiente. Además, impulsó la sustitución
de la tracción vapor por la eléctrica, a la tensión de 1.500 voltios en
corriente continua, la misma que estaba utilizando la Compañía del Norte en sus
nuevas electrificaciones en Gipuzkoa y Catalunya, operación que quedó concluida
el 8 de diciembre de 1935. Al mismo tiempo, Norte decidió modificar el sentido
de circulación, que en principio se verificaba por la derecha, para hacerlo por
la izquierda, como en el resto de su red.
Obras de electrificación del ramal a los muelles de Zorroza. Archivo de la Autoridad Portuaria de Bilbao
En 1941, al igual que todos los demás ferrocarriles de vía ancha de
nuestro país, el de Bilbao a Portugalete fue incautado por el Estado e
integrado en el nuevo operador público Renfe. La empresa estatal realizó
diversas obras de mejora, entre las que destaca la sustitución de la tensión de
alimentación original por los 3.000 voltios en corriente continua implantados
en el resto de la red convencional en aquel momento. La operación se verificó
el 16 de marzo de 1991 y supuso la retirada de las últimas unidades alimentadas
a 1500 voltios de Renfe y su sustitución por las entonces modernas 446. Sin
embargo, la principal actuación realizada en los últimos años fue la eliminación
del trazado original de acceso a Bilbao, desde Olaveaga a Bilbao-La Naja,
sustituida por la adaptación del antiguo ramal de mercancías de Olaveaga a Cantalojas
para el servicio de viajeros.
Tren de mercancías fotografiado a su paso por la estación de Luchana-Baracaldo. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
La adaptación del ramal de Olaveaga a Cantalojas exigió una profunda
modernización de este trazado que incluía la construcción de nuevas estaciones
para servicio de viajeros en Zabalburu, Ametzola, Autonomía y San Mamés. Esta
actuación, denominada “Variante Sur” entró en servicio el 3 de marzo de 1999 y,
desde dicha fecha, la estación de Bilbao-Abando se convirtió en la nueva
cabecera de la línea.
Unidad de la serie 446 fotografíada en los últimos días de servicio de la primitiva estación de La Naja. Fotografía de Juanjo Olaizola Elordi
Muy buena entrada, me encanta esa línea a pesar de que ahora ha perdido un poco ese encanto de cuando iba tan cerca de la ría, pero bueno, Bilbao ha mejorado, ahora, se respira otro aire sin industria. Esta afición que compartimos autor y lector del blog empezó, en mi caso en la última foto. No sé si te acordarás, Juanjo, de cuando las 446 hacían las maniobras en el pasavías de La Naja, ahí fuera.
ResponderEliminarMuy buen artículo. ¿Hay alguna documentación del antiguo túnel de enlace entre el muelle de Ripa y la linea Bilbao-Tudela?
ResponderEliminarNo hubo túnel. Las vías bajaban por la actual calle Bailén, hasta el muelle de Ripa.
ResponderEliminarLa foto 2 se corresponde con el modelo que llamábamos "el Automático", pues fue el primero de la línea cuyas puertas se cerraban sin fuerza motriz humana y que, por tanto, no permitían subir ni bajar en marcha, como muchos osados hacían todos los días. Nos parecía un lujo, en comparación con los duros y sufridos "Grises".
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