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viernes, 16 de marzo de 2012

LOS AUTOMOTORES BEARDMORE DEL FERROCARRIL DEL PLAZAOLA

Fotografía de fábrica de un automotor Beardmore del ferrocarril del Plazaola

El pasado 6 de marzo, mi buen amigo Iñaki Lazkano me sugería que tratase en este blog algún aspecto relativo al ferrocarril del Plazaola. Hoy intentaré dar respuesta a su demanda con un recordatorio a la historia de tres vehículos realmente interesantes: sus automotores Beardmore.

El ferrocarril de Pamplona a San Sebastián, inaugurado el 20 de enero de 1914 era, en realidad, fruto de la prolongación por sus dos extremos de un pequeño tren minero, establecido a principios del siglo XX y que enlazaba las minas de Plazaola (de ahí el sobrenombre por el que era conocido este ferrocarril) con la estación del Norte en Andoain, donde el mineral era trasbordado   a los trenes de vía ancha para su transporte a los centros de consumo.

Ciertamente, el ferrocarril del Plazaola nació tarde, ya que cuando se inauguró ya había comenzado el proceso de mecanización de los transportes por carretera. De hecho, al poco tiempo de su puesta en servicio ya se establecieron los primeros servicios de autobuses en competencia.

No es difícil adivinar que la explotación del ferrocarril exigía gastos muy superiores a los que requería el servicio de autobuses, al contar cada composición con una locomotora de vapor, con sus respectivos maquinista y fogonero, un furgón, con su jefe de tren, y dos o tres coches, atendidos por un interventor. Es decir, más de cien toneladas y cuatro empleados, para transportar poco más que cincuenta o sesenta personas. En consecuencia, la explotación de la línea, cuyo tráfico fue, como mucho, discreto, resultaba ruinosa.

Para intentar reducir los gastos de explotación, los rectores del ferrocarril decidieron emplear las tecnologías más modernas del momento, en realidad, aplicar al ferrocarril los motores de combustión interna que habían revolucionado los transportes mecánicos por carretera. Para ello, y dado que la línea recibía diversas ayudas estatales, solicitó al gobierno la oportuna autorización para la adquisición de tres automotores diesel-eléctricos, permiso que fue otorgado mediante una Real Orden promulgada el 26 de noviembre de 1927. De inmediato se solicitaron ofertas a diversos constructores y, finalmente, su fabricación fue encomendada a la firma británica Beardmore.

Beardmore entregó los tres automotores a principios de 1929 y, aunque estaba previsto que entrasen en servicio antes de las fiestas de San Fermín de dicho año, su puesta a punto fue más compleja de lo esperado y, finalmente, no se estrenaron hasta febrero de 1930.

Los automotores Beardmore disponían de un motor diesel de 200 Cv. de potencia que accionaba una dinamo con la que se alimentaban sus cuatro motores eléctricos de tracción. En su interior disponían de un departamento de primera clase con doce asientos y otro de segunda, con dieciocho. Además, contaban con lavabo, retrete y departamento furgón. Por otra parte, podían remolcar hasta dos coches de viajeros, por lo que solo era necesario un maquinista y un jefe de tren para ofrecer una capacidad similar a la de un tren convencional. Incluso, en días de gran demanda, como sucedía durante las fiestas de San Fermín, era normal que se organizasen trenes formados por dos automotores y cuatro remolques.

Departamento motor de los Beardmore del Plazaola

Con los nuevos automotores Beardmore, el ferrocarril del Plazaola pudo reducir el gasto por tren-kilómetro de 1,536 pesetas con tracción vapor a menos de la mitad, en concreto 0,711 pesetas. De hecho, su éxito fue tal que la empresa propietaria de la línea, la Sociedad Explotadora de Ferrocarriles y Tranvías, estudió seriamente sustituir los trenes eléctricos del ferrocarril de San Sebastián a la frontera francesa por esta clase de vehículos.

Un automotor Beardmore fotografiado en la estación de San Sebastián-Amara en los años de la posguerra. Se aprecia el aparatoso equipo de gasógeno.

El estallido de la Guerra Civil y, finalizada ésta, de la Segunda Guerra Mundial, dificultó la explotación de los automotores y, aunque se ensayó en ellos la utilización de gasógenos, finalmente el Plazola se vio obligado a recuperar la tracción vapor ante la imposibilidad de adquirir el gasoil y los lubricantes que exigían sus delicados motores. De hecho, parece que la Sociedad Explotadora de Ferrocarriles y Tranvías renunció definitivamente a ellos en 1946, año en que esta empresa contrató con Carde y Escoriaza la construcción de tres automotores eléctricos para el ferrocarril de la frontera que, según el pedido, se montarían sobre los bogies recuperados de los Beardmore. Por lo que respecta a sus carrocerías, éstas se conservaron, montadas sobre bogies de transporte, en los talleres del ferrocarril de Andoain, hasta su desguace a principios de los años sesenta.
Dos automotores Beardmore abandonados en las cocheras de Andoain

2 comentarios:

  1. Una lástima que se perdieran y no haya llegado ninguno a nuestros dias.

    Fernando Agirre

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  2. Muy buena entrada, Junjo. Ya he aprendido algo sobre este ferrocarril.

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