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martes, 16 de abril de 2024

EL TRANVÍA DEL BAIX EMPORDÀ (y IV)

La locomotora número 18 de los Ferrocarriles Económicos Españoles, S.A., construida por Euskalduna en 1928, posa en los talleres de Olabeaga mientras es preparada para su envío a Flaçà sobre el vagón de vía ancha de la Compañía del Norte Q-166. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

LAS ÚNICAS DE EUSKALDUNA

Los navieros Ramón de la Sota y Eduardo Aznar constituyeron en Bilbao, el 27 de marzo de 1900, la Compañía Euskalduna de Construcción y Reparación de Buques, con un capital social de 8 millones de pesetas. En sus primeros años, la principal actividad del astillero bilbaíno se centró en la realización de carenas y grandes reparaciones en toda clase de buques, pero ya en 1902 botaron su primera construcción naval: el gánguil «Portu», de 256 toneladas, suministrado a Altos Hornos de Vizcaya.

En los años siguientes le seguirían otras obras igual de modestas, como pesqueros y remolcadores, y no sería hasta 1905 cuando entregase el primer buque mercante de grandes dimensiones, el «Getxo», de 1.235 TRB, contratado por los principales accionistas del astillero; la naviera Sota y Aznar. Hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial de sus gradas salieron un total de treinta unidades con un registro de 31.282 TRB.

La Primera Guerra Mundial implicó un cambio radical en el sector de la construcción naval. Las necesidades de los países beligerantes incrementaron la demanda de fletes en los países neutrales y, con ello, los pedidos a los astilleros. Euskalduna aprovechó esta favorable coyuntura y durante los cinco años de conflicto bélico salieron de las gradas de Olabeaga un total de trece buques, con un registro bruto de 35.037 toneladas.

Más positivos fueron los años inmediatos al final de la guerra, en los que la demanda se disparó ya que las navieras querían restituir las unidades pérdidas durante el conflicto. De este modo, entre 1919 y 1921 se botaron otros doce navíos, con un total de 39.626 TRB.

La magnífica marcha del astillero de Olabeaga se vio bruscamente truncada en 1922 ante la gran crisis que experimentó el sector naviero, provocada por la drástica reorganización del sistema productivo mundial tras la guerra y la consiguiente caída de los fletes. A finales de aquel año, el 40 por ciento de la flota española se encontraba amarrada en los puertos.

Ante esta situación, los gestores del astillero bilbaíno decidieron diversificar la producción y orientarla a otros productos como los ferroviarios, para lo que sus instalaciones se encontraban perfectamente preparadas y para los que se podían aprovechar, por una parte, la creciente protección y ayudas del gobierno central y, por otra, la relevante posición de Ramón de la Sota como accionista de referencia de algunas de las principales compañías ferroviarias españolas, entre otras, las dos más importantes del país; la Compañía del Norte y MZA.

Para su nueva actividad como constructor ferroviario, Euskalduna instaló dos nuevos talleres, el primero, especializado en la construcción de locomotoras de vapor, establecido en Olabeaga (Bilbao) y, el segundo, en una nueva factoría levantada en Villaverde Bajo (Madrid), destinada a la fabricación y reparación de coches y vagones. En concreto, entre 1924 y 1960 fabricó en Bilbao 350 locomotoras de vapor, lo que convierte a esta empresa en el tercer constructor español del sector.

Todas las locomotoras de vapor construidas por Euskalduna eran de vía ancha, con la excepción de dos unidades articuladas sistema “Garrat” construidas en 1930 para el ferrocarril minero de Sierra Menera y dos pequeñas máquinas entregadas en 1928, con los números de fábrica 163 y 164, a los Ferrocarriles Económicos Españoles, S.A. para su tranvía de vapor de Girona a Palamós y a Banyoles, en el que fueron matriculadas con los números 18 y 19. Según señala Carles Salmerón, ambas estaban consideradas como las más fiables del parque de la empresa y siempre se les asignaron los servicios más duros, que atendían sin problemas gracias a su gran rendimiento y escasas averías.


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