Vista de la estación de Tortosa, a la que el tren
llegó hace 150 años. Fotografía de Francisco Ribera Colomer. Archivo del Museo
del Ferrocarril de Vilanova i la Geltrú
El 8 de mayo de
1867 entraba en servicio el tramo Amposta-Tortosa, uno de los últimos eslabones
de la vía férrea que corre paralela al Mediterráneo, desde València hasta
Barcelona, de hecho, solamente quedaba concluir un pequeño tramo entre Las
Ventillas y la margen derecha del río Ebro y la que sin duda era la obra más
espectacular de todo el trayecto: el gran viaducto metálico con el que el tren
cruzaría el amplio cauce del mayor de los ríos españoles.
Los orígenes de
esta gran obra se remontan al 21 de marzo de 1861, fecha en la que el
empresario José Campo Pérez obtuvo la concesión para la construcción del
ferrocarril de València a Tarragona. Poco después de iniciar las obras (8 de
febrero de 1862), y como era habitual en la época, traspasó la citada concesión
a la Sociedad del ferro-carril del Grao de Valencia a Almansa, de la que era
presidente y accionista de referencia, empresa que, en consecuencia, varió su
razón social para pasar a denominarse Sociedad de los Ferrocarriles de Valencia
a Almansa y Tarragona. Además, José Campo continuó como contratista
principal de las obras.
El ferrocarril
de València a Tarragona se abrió al servicio por etapas, siendo la primera la
de más fácil ejecución, entre la capital del Turia y la histórica Murviedro, la
actual Sagunt, tramo inaugurado el 20 de abril de 1862. Transcurridos cuatro
meses, el 25 de agosto, los trenes ya circulaban entre las estaciones de
Murviedro y Nules, ya en la provincia de Castelló, para alcanzar la capital provincial
el 26 de diciembre de 1862. Un año más tarde, el 19 de noviembre de 1863, la
vía se prolongaba una decena de kilómetros, hasta Benicasim.
La crisis
económica y política iniciada a mediados de los sesenta del siglo XIX, así como
una orografía algo más compleja, retrasaron el avance de las obras, de modo que
los siguientes trayectos, entre Benicasim y Ulldecona, así como en el extremo
opuesto, entre Tarragona y Amposta, no entraron en servicio hasta el 12 de
marzo de 1865. Ese mismo día, se estableció un servicio combinado de
diligencias entre Ulldecona y Amposta, por lo que, pese al lento trasbordo, ya
era posible viajar con cierta comodidad entre València y Barcelona.
Junto a las
dificultades antes señaladas, las obras del tramo final se vieron afectadas por
la gran polémica que levantó la elección del punto para el cruce del Ebro, ya
que los promotores del ferrocarril querían evitar el rodeo que implicaba
atender directamente Tortosa. Sin embargo, ésta fue la opción finalmente
autorizada por el gobierno. Tras reemprenderse los trabajos, el 19 de marzo de 1867 entró en
servicio el tramo comprendido entre Ulldecona y Las Ventillas, mientras que el
8 de mayo del mismo año corrían los primeros trenes entre Amposta y Tortosa. De
este modo, el trasbordo por carretera se redujo al tramo entre Las Ventillas y
Tortosa que, desde el 18 de diciembre de 1867 se limitó al cruce del río, al
inaugurarse en dicha fecha el tramo entre Las Ventillas y la margen derecha del
Ebro. Finalmente, a mediados de julio de 1868 concluyeron las obras de
construcción del viaducto de Tortosa por lo que, tras realizar las pruebas
oportunas, se procedió a la apertura de la totalidad de la línea. A las 5:15 de
la mañana del 21 de julio de 1868 partía de València el tren inaugural, que
llegó a Tortosa a las 9:32, con un retraso de 16 minutos sobre el horario
previsto. Los discursos y vítores ralentizaron la salida desde esta ciudad, por
lo que el periplo no culminó hasta las 13:57, cuando por fin el convoy alcanzó
Barcelona, con un retraso de 52 minutos. El tiempo total invertido entre las
dos capitales mediterráneas fue de 8 horas y 42 minutos, registro que contrasta
con las poco más de tres horas que invierten en la actualidad los ocho
servicios diarios Euromed. Esperemos que, en breve, tras la futura puesta en servicio de la
nueva variante de Vandellós, las marchas mejorarán notablemente.
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