Vista de la fábrica de vagones de Beasain en 1908. Fotografía de Pablo Weeber. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Hace
115 años, el 12 de febrero de 1902, cerrabandefinitivamente sus puertas los
talleres de La Maquinista Guipuzcoana. A la mayoría de los lectores, el nombre
de esta empresa no les dirá gran cosa, pero, en realidad, se trata de un hito
fundamental en la historia de la construcción de material móvil ferroviario ya
que en el solar en que se ubicaban sus instalaciones se levantaría una nueva y moderna fábrica de
vagones que se convertiría en el embrión de la principal empresa del sector en
nuestro país: CAF.
Fábrica de Hierros de San Martín, hacia 1870. Archivo CAF
Los
orígenes de esta industria se remontan al año 1860, fecha en la que se
estableció en Beasain la Fábrica de Hierros de San Martín. Desde su fundación,
junto a las vías del ferrocarril del Norte, esta empresa mostró interés por el
sector ferroviario aunque diversas circunstancias como la libertad arancelaria
para importar toda clase de equipos, unidas a las repercusiones de la segunda
guerra carlista o a los diversos cambios en su propiedad, impidieron que
pudiera alcanzar este objetivo. En todo caso, hay constancia de que ya en 1892,
con la razón social de La Maquinista Guipuzcoana, fabricó ruedas y otros
componentes para diversas empresas ferroviarias del entorno como es el caso de
la Compañía del Tranvía de San Sebastián. En esta misma época, el segundo
Marqués de Urquijo adquirió un importante paquete de acciones, lo que permitió
financiar la mejora de sus instalaciones y, a su vez, fabricar los primeros
vagones, entregados en 1901 al ferrocarril de Bilbao a Portugalete, cuyo
consejo de administración también estaba presidido por el Marqués de Urquijo.
Este primer pedido fue seguido de otros suministrados al ferrocarril minero de
Castro-Alen y a las minas de La Reunión (Sevilla), sociedades en las que
también participaba el Marqués de Urquijo.
Para la construcción de la fábrica de vagones de Beasain, se derribaron las instalaciones de la antigua Maquinista Guipuzcoana. Fotografía de Pablo Weeber. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
A
partir de 1901, las antiguas instalaciones fabriles de Beasain experimentaron
un cambio radical al integrarse La Maquinista Guipuzcoana en la Sociedad
Española de Construcciones Metálicas, constituida el 13 de marzo de dicho año
bajo el impulso del Marqués de Urquijo y en la que se aglutinaron otros
talleres de similares características situados en Bilbao, Gijón y Linares. La
nueva empresa decidió especializar cada una de sus factorías, más las nueva
fábrica que construyó en Madrid, en un sector de actividad específico y, en
consecuencia, optó por centrar en la de Beasain la fabricación de vagones. Para
ello, hizo tabla rasa con lo existente y procedió al derribo de todas las dependencias
heredadas de La Maquinista Guipuzcoana para levantar una nueva fábrica diseñada
por el ingeniero alemán Franz Melaun con capacidad para la construcción
integral de hasta 3.000 vagones anuales.
Obras de construcción de la fábrica de vagones de Beasain. Archivo Fundación Sancho el Sabio
Los
nuevos edificios fueron proyectados por el arquitecto bilbaíno Luis Landecho,
consuegro del Marqués de Urquijo, y sus estructuras metálicas fueron
suministradas por los bilbaínos Talleres de Zorroza, empresa también integrada
en la Sociedad Española de Construcciones Metálicas. Las obras se desarrollaron
con notable celeridad, si se tiene en cuenta la envergadura de las
instalaciones, y quedaron concluidas en el plazo de los 27 meses transcurridos
desde la colocación de la primera piedra, que tuvo lugar el 23 de julio de
1902, hasta el 1 de noviembre de 1904, fecha en que se dio inicio oficial a la
producción de vagones, con una plantilla de 469 trabajadores. El primer pedido,
quince vagones tolva entregados el 13 de marzo de 1905, procedió de la Sociedad
de Gasificación Industrial (Madrid), empresa también situada en la órbita de
los negocios del Marqués de Urquijo.
Primer vagón construido en la Fábrica de Vagones de Beasain. Fotografía de Pablo Weeber. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Iniciada
la actividad fabril, se pudo comprobar que la demanda del mercado interno
estaba muy lejos de poder alcanzar la producción estimada de 3.000 vagones anuales.
De hecho, fue necesario que transcurrieran cerca de tres años para que, el 4 de
agosto de 1907,saliera de sus talleres el vagón que hacía el número 1.000 de su
producción; un frutero para la Compañía del Norte.
Vagón Nº 12.000 entregado por la Fábrica de Vagones de Beasain, entregado a la Compañía del Norte el 6 de noviembre de 1914. Archivo CAF
El
28 de agosto salía de los talleres el vagón número 2.000 de su producción, es
decir, en poco más de un año habían fabricado otras 1.000 unidades. Sin
embargo, la producción experimentó una nueva ralentización y, en consecuencia,
el número 3.000 no se entregó hasta el 10 de mayo de 1910. Posteriormente, y
hasta el inicio de la Gran Guerra europea, la demanda experimentó un importante
incremento, alcanzando en 1913 los 2.517 vagones vendidos en dicho ejercicio,
muy cerca, por tanto, de llegar a la capacidad máxima de la factoría.
Vagón cisterna construido en Beasain para el Ministerio de Guerra francés. Archivo CAF
El
conflicto europeo truncó la marcha ascendente de la fábrica de Beasain, hasta
el punto que en el primer trimestre de 1915 los talleres se encontraban
prácticamente sin trabajo. En este momento, un aluvión de pedidos de diversas
empresas ferroviarias belgas y francesas, incluido el propio Ministerio de la
Guerra galo, que podría haber supuesto la salvación de la factoría, estuvo a
punto de convertirse en su ruina. Los diversos encargos sumaban 4.800 unidades
que se contrataron, en principio, en condiciones muy ventajosas. Sin embargo,
la brutal inflación que experimentó la economía española a partir del verano de
1915 hizo que pronto el beneficio se convirtiera en pérdida y, lo que era más
grave, el retraso de los proveedores, también saturados por la demanda de las
potencias aliadas, trajo consigo el incumplimiento de los estrictos plazos de
entrega estipulados.
Vagón construido en Beasain para los ferrocarriles vecinales de Bélgica. Archivo CAF
La
única salida al atolladero en el que se encontraba la fábrica de vagones de
Beasain fue la constitución de una empresa pantalla, bautizada con el nombre de
Compañía Auxiliar de Ferrocarriles (CAF), que en 1917 arrendó la factoría guipuzcoana
a la Sociedad Española de Construcciones Metálicas. Pese a que se intentó dar a
la nueva sociedad una apariencia de empresa española, nombrando como presidente
del Consejo de Administración a Luis Urquijo Ussía (futuro Marqués de Amurrio),
en un momento en que la prensa criticaba que la principal fábrica de vagones
del país dedicaba toda su producción a favorecer el esfuerzo bélico de uno de
los contendientes contraviniendo la supuesta neutralidad del país ante el
conflicto, en realidad, el 60% del capital de la nueva sociedad era francés y
el nuevo director de los talleres era un militar galo de alto rango.
Vagón cerrado suministrado por la Fábrica de Vagones de Beasain al ferrocarril de Medina a Salamanca. Archivo CAF
Finalizado
el conflicto europeo, el capital francés perdió el interés por la fábrica de
vagones de Beasain, lo que permitió que el grupo Urquijo adquiriese
progresivamente la mayoría del capital y, a su vez, que en 1925 CAF comprara
las instalaciones fabriles que había arrendado en 1917.
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