Portada de un folleto de
horarios del ferrocarril del Plazaola. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del
Ferrocarril
Una temprana y frustrada dieselización
En 1924, una
nueva compañía, la Sociedad Explotadora de Ferrocarriles y Tranvías (SEFT),
adquirió todo el accionariado de la Minera Guipuzcoana, hasta entonces, titular del ferrocarril del Plazaola. La SEFT, en la que
también se integraban los ferrocarriles de San Sebastián a la frontera francesa
y el de la capital guipuzcoana a Hernani, así como el tranvía de Irún a
Fuenterrabía, albergaba proyectos muy ambiciosos, entre ellos, la construcción
de un nuevo tren de vía métrica de Pamplona a Logroño. Sin embargo, las débiles
bases financieras de la empresa imposibilitaron la materialización de esta
iniciativa.
Fotografía de fábrica de los
automotores Beardmore del ferrocarril del Plazaola. Archivo EuskoTren/Museo
Vasco del Ferrocarril
Finalmente, la
SEFT se limitó a intentar mejorar el rendimiento del ferrocarril del Plazaola
con la adquisición de tres modernos automotores diesel-eléctricos,
suministrados por la firma británica Beardmore. Con ellos, la empresa
esperaba competir con ventaja frente a
los autobuses de La Roncalesa gracias a sus menores costes de explotación y la
reducción de los tiempos de viaje.
Vista de la sala de motores de
los automotores Beardmore del ferrocarril del Plazaola. Archivo EuskoTren/Museo
Vasco del Ferrocarril
En los primeros años de la
posguerra, los automotores del Plazaola circularon con gasogeno. Fotografía de
Juan Bautista Cabrera
El tiempo pronto
demostró que las previsiones iniciales eran demasiado optimistas. A la falta de
carburantes que experimentó España durante la Guerra Civil y la inmediata
posguerra, lo que obligó a utilizar gasógenos, pronto se unieron graves
problemas mecánicos, sobre todo los derivados por la unión rígida entre el
motor diesel y la dinamo, lo que provocaba la rotura prematura de los
cigüeñales. De hecho, en 1944 la Sociedad Minera Guipuzcoana se vio obligada a
retirarlos del servicio y, poco después, la SEFT aprovechó sus bogies para
construir sobre ellos nuevos automotores eléctricos para el «Topo», mientras
que sus carrocerías quedaron abandonadas en los talleres del ferrocarril del
Plazaola situados en la estación de Andoain.
Un tren del Plazaola cruza
sobre la primitiva carretera nacional 1 en Lasarte. Archivo EuskoTren/Museo
Vasco del Ferrocarril
El prematuro
abandono de los automotores diesel-eléctricos supuso la vuelta del vapor a la
tracción de los trenes del Plazaola, algo que, en principio, no supuso un gran
inconveniente ya que la competencia de los autobuses de La Roncalesa se
encontraba bajo mínimos, ante la falta de combustible y neumáticos que padecía
todo el país. Además, la clientela experimentó un importante repunte en estos
tiempos de extraperlo que impulsaron a muchas personas a buscar los alimentos
que escaseaban en las ciudades en los pueblos del entorno.
Pese a las deficientes
condiciones de las carreteras de la zona, La Roncalesa estableció una dura
competencia con el ferrocarril del Plazaola. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del
Ferrocarril
Un cierre prematuro
Tras el final de
la Segunda Guerra Mundial y la progresiva vuelta a la normalidad del suministro
de combustibles y neumáticos, La Roncalesa pronto volvió a arrebatar la mayor
parte del tráfico al ferrocarril, incapaz de competir con los autobuses con sus
antieconómicos trenes de vapor. Aunque se estudió la adquisición de nuevos
automotores diesel más eficientes que los Beardmore, estos proyectos se vieron bruscamente
paralizados como consecuencia de las graves inundaciones que asolaron el País
Vasco y Navarra los días 14 y 15 de octubre de 1953. En pocas horas se
registraron en Andoain más de 230 litros de precipitación por metro cuadrado
y las aguas de los ríos pronto arrastraron raíles, balasto, traviesas e,
incluso, alguno de los puentes de la línea. De hecho, el día 15, el último tren
de Pamplona a San Sebastián tuvo que retroceder en Irurzun al ver su pareja de
conducción que uno de los puentes se encontraba totalmente cubierto por las
tumultuosas aguas.
Un tren del Plazaola cruza el
imponente viaducto de Gulina. Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
Tras las
inundaciones, y ante su inviabilidad económica, la Sociedad Minera Guipuzcoana
optó por no reparar los daños y la suspensión de los trenes entre Pamplona y
San Sebastián se hizo definitiva pese a las protestas y presiones de los
ayuntamientos atendidos por la vía. No obstante, durante algunos años se
mantuvo cierto tráfico de mercancías en la zona guipuzcoana, sobre todo para el
transporte de la producción forestal del valle de Leizarán hacia Andoain y San
Sebastián. En todo caso, la circulación de estos trenes era muy esporádica, por
lo que no es de extrañar que, en ocasiones, sorprendiera a los que aprovechaban
el trazado ferroviario para atajar su camino, en ocasiones, con funestas
consecuencias, como el caso del párroco de Andoain, Rosendo Recondo,
que murió al ser arrollado por el tren el 28 de junio de 1957.
Vista invernal del Plazaola.
Archivo EuskoTren/Museo Vasco del Ferrocarril
En todo caso, el
rápido desarrollo del camionaje terminó por arrebatar al tren sus últimos
tráficos, lo que unido a la imposibilidad de afrontar la reapertura de la línea
hasta Pamplona, pese a las esperanzas puestas en la inmediata explotación de los yacimientos de potasas de Subiza, impulsó a la Sociedad Minera Guipuzcoana a solicitar la
definitiva renuncia a sus concesiones. El Gobierno tampoco puso demasiadas objeciones
y el 5 de septiembre de 1958 el General Franco firmó en el Pazo de Meirás el
Decreto que autorizaba la rescisión de las concesiones y el levante de las
instalaciones del ferrocarril del Plazaola.
Material del ferrocarril del
Plazaola, abandonado en los talleres de Andoain, tras la definitiva clausura de
la línea en 1958. Fotografía de Christian Schnabel
Tras la clausura
del ferrocarril del Plazaola, sus instalaciones quedaron abandonadas durante
largo tiempo. Afortunadamente, a partir de 1994 el Consorcio Plazaola ha
recuperado buena parte de la traza como vía verde, mientras que el Museo del
Ferrocarril de Ponferrada conserva el último vestigio del material móvil de
este ferrocarril: la famosa locomotora Nº 31.
Antigua locomotora Nº 6 del ferrocarril del Plazaola, fotografiada en el ferrocarril de Ponferrada a Villablino por Martin Dieterich