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domingo, 30 de octubre de 2022

HACE 125 AÑOS, DONOSTIA ELECTRIFICÓ SUS TRANVÍAS (I)

En 1897, San Sebastián se convirtió en la primera ciudad de nuestro país en sustituir por completo el motor hipomóvil por la tracción eléctrica. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

San Sebastián inauguró en 1887 sus primeros servicios de tranvías que, como era habitual en la época, eran impulsados por la fuerza de caballos y mulas, el llamado motor de sangre. Si en 1896 Bilbao fue la primera ciudad de España en implantar los tranvías eléctricos, un año más tarde la capital guipuzcoana fue la primera en sustituir por completo los equinos por el motor eléctrico.

Entre 1887 y 1897 los tranvías de San Sebastián se operaron con el esfuerzo de mulas y caballos. Archivo de Antton Anuncibay

Una explotación condicionada por el trazado

La Compañía del Tranvía de San Sebastián operaba una larga línea interurbana que, desde 1890, conectaba la villa de Renteria, a ocho kilómetros al este de la capital guipuzcoana, con los barrios del Antiguo y Venta Berri, situados a poniente de la ciudad. En su camino, los tranvías debían superar algunos desniveles de entidad, como el alto de Ategorrieta, que contaba con un túnel perforado por la empresa tranviaria para reducir sus rampas y pendientes, y el de Capuchinos.

El irregular perfil del trazado dificultaba la explotación y exigía reforzar el tiro en los tranvías. Así, aunque entre Venta Berri y las cocheras de Ategorrieta la tracción se encomendaba habitualmente a un solo caballo, en éste último punto tomaba el relevo una pareja de mulas, que proporcionaban el esfuerzo necesario para superar las duras rampas del resto del trayecto hasta Rentería.

Ante las dificultades que ofrecía este largo e irregular trazado a los tranvías de sangre, no es de extrañar que, cuando apenas llevaba cuatro meses en servicio, sus rectores ya planteasen la posibilidad de sustituir mulas y caballos por sistemas de tracción mecánicos. La primera noticia al respecto está fechada el 28 de noviembre de 1887, cuando el Consejo de Administración estudió la posibilidad de adquirir tranvías impulsados por aire comprimido, según el diseño del ingeniero Louis Mekarski, que funcionaban con notable éxito en París o Nantes.

La Compañía del Tranvía de San Sebastián estudió la utilización de locomotoras de vapor y solicitó presupuestos a empresas como la del británico Julius G. Neville. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

Meses más tarde, el 20 de agosto de 1888, la Compañía del Tranvía de San Sebastián solicitó la autorización pertinente para emplear la tracción vapor en sus servicios. Aunque, en principio, la petición fue aprobada por el Ministerio de Fomento, tropezó con la negativa de la Diputación Provincial, que no permitió el paso de las locomotoras de vapor por las carreteras de su jurisdicción, lo que habría limitado su uso a los escasos dos kilómetros del trayecto establecido en explanación propia entre las cocheras de Ategorrieta y el donostiarra barrio de Herrera. En consecuencia, esta nueva iniciativa tampoco se llegó a materializar.

Diversas empresas especializadas, como Thomson-Houston, ofrecieron sus servicios a la Compañía del Tranvía de San Sebastián. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

¿La única alternativa?

El 11 de febrero de 1889, el mismo día en que la Diputación rechazó el uso de locomotoras de vapor, la Compañía del Tranvía recibió una propuesta por parte de un tal Bertabol, que planteó la utilización de automotores eléctricos alimentados mediante baterías. Aunque la iniciativa no tuvo mayor recorrido, fue la primera ocasión en la que se estudió la posibilidad de emplear la tracción eléctrica en la capital guipuzcoana.

Mientras se debatían las posibles alternativas al motor de sangre, los rectores de los tranvías donostiarras seguían con atención los intentos de electrificar el vecino tranvía de Bilbao a Santurtzi, iniciado en 1889 y que en 1891 se saldó con un estrepitoso fracaso. No hay que olvidar que, en aquellos años, la tecnología del tranvía eléctrico se encontraba en estado embrionario, aunque en plena efervescencia, por lo que muchas empresas, como Thomson-Houston International Electric Company, Allgemeine Elektrizitaets-Gesellschaft, más conocida por sus siglas AEG, Oerlikon, Siemens y Halske, o la Compañía Alsaciana de Electricidad de Belfort, remitieron sus propuestas de electrificación.

Pese a los magníficos resultados económicos que prometían las propuestas recibidas, los rectores de los tranvías donostiarras albergaban grandes dudas al respecto y así lo expusieron a sus accionistas en la Junta General celebrada el 12 de marzo de 1893: 


La tracción eléctrica podrá ser conveniente para Compañías de nueva creación, pero no lo es por ahora para las que, como la nuestra, tienen un capital de importancia invertido en material que tendría que ser desechado, siendo enormes los gastos de instalación y no podría esta Compañía meterse en aventuras ni hacer ensayos que serían ruinosos, como lo ocurrido recientemente a una empresa de Bilbao. Diferentes compañías de electricidad han pedido datos para formular proposiciones de este sistema de tracción y, cuando alguna de estas ofrezca garantías de buen funcionamiento, el Consejo, en vista del resultado que en otras empresas observe, estudiará lo referente al caso, sometiéndolo a la Junta. Además, han sido también objeto de la atención del Consejo otros medios de tracción, tales como el aire comprimido, cuyo establecimiento exige gastos de mucha consideración y el de vapor, al que le pusieron inconvenientes por la Diputación que no estaba dispuesta a consentir la circulación de locomotoras en sus carreteras.

Sin embargo, mientras se estudiaban otras alternativas como las locomotoras de vapor sin hogar, y, por tanto, exentas de humos, o los automotores de vapor Serpollet, Bilbao fue capaz, el 1 de febrero de 1896, de poner en servicio el primer tranvía eléctrico del Estado, realizado por la firma alemana AEG. Los magníficos resultados de la nueva instalación hizo que en abril de ese mismo año los rectores de la Compañía del Tranvía de San Sebastián se decantaran finalmente por la renovación de su sistema de tracción… aunque con una notable excepción; la de su presidente, Fermín Machimbarrena, que presentó su dimisión «por no tener fe en la transformación eléctrica acordada por el Consejo, que a su juicio es prematura».

Proyecto de electrificación de los tranvías de San Sebastián realizada por la Compagnie de l’Industrie Electrique. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

El concurso

Aprobada la electrificación, y elegido un nuevo Presidente, Atanasio Osácar, el 22 de abril de 1896 la Compañía del Tranvía convocó un concurso público para adquirir los equipos necesarios, al que se presentaron siete empresas; Société des procédés electriques Walker (París), Société industrielle de moteurs electriques et à vapeur (París), Compagnie française pour l’exploitation des procédés Thomson-Houston (París),Siemens & Halske (Berlín), Levi y Kocherthaler, sucursal en Madrid de AEG, Compagnie de l’Industrie Electrique-Sécheron (Ginebra) y Jorge Ahlemeyer (Bilbao), delegado de la sociedad Schuckert de Nuremberg.

Aunque la oferta presentada por la Compagnie de l’Industrie Electrique, más conocida como Sécheron, resultó la más satisfactoria, ninguna de ellas cumplía con los estrictos requisitos del concurso, por lo que el 5 de agosto de 1895 fue declarado desierto. Por lo demás, los responsables de la empresa tranviaria consideraron que antes de tomar una decisión definitiva, resultaba preciso conocer de primera mano las últimas novedades en la materia, por lo que comisionaron al secretario del Consejo de Administración, Blas de Escoriaza, y al vocal Justo Sansinenea, para que visitaran algunas de las redes más destacadas del continente.

En su viaje, ambos visitaron los tranvías de Burdeos, París, Dijon, Lyon, Ginebra, Lausanne y Marsella, en un periplo de 28 días en el que recabaron una notable cantidad de información técnica. En Ginebra visitaron los talleres de Sécheron, empresa que el 1 de septiembre de 1896 les invitó a la inauguración de los tranvías de Laussane, que ellos habían realizado, para que pudieran conocer de primera mano la calidad de sus trabajos.

Finalmente, la Compañía del Tranvía de San Sebastián se decantó por la propuesta de Sécheron. Para la realización de las obras, solicitaron las oportunas autorizaciones a los ayuntamientos de la capital y de Rentería, así como a la Diputación y al Ministerio de Fomento. Mientras las instituciones locales atendieron positivamente la petición, contando el 18 de noviembre de 1896 con tods los permisos necesarios, el proceso seguido por el gobierno central fue mucho más lento y de hecho éste no autorizó el cambio de tracción hasta el 27 de julio de 1897. Sin embargo, la Compañía del Tranvía no perdió el tiempo durante esta larga espera.



viernes, 21 de octubre de 2022

JEREMY WISEMAN

Retrato de Jeremy Wiseman realizado por José Antonio Gómez Martínez en Valladolid, el 11 de mayo de 2013

Acabo de recibir la triste noticia del fallecimiento, esta misma mañana, de Jeremy Wiseman. Pocos serán los amigos, estudiosos e historiadores que no conozcan la ingente obra de Jeremy, nacido en Granham (Lincolnshire-Inglaterra), en 1933.
Tranvía eléctrico de Granada, fotografiado por Jeremy Wiseman

Jeremy cursó sus estudios primarios y secundarios en el condado de Devonshire para, más tarde, estudiar traducción e interpretación en Ginebra (Suiza). Desde su juventud trabajó como traductor para las Naciones Unidas en Ginebra, afincándose en la vecina localidad francesa de Ferney-Voltaire.
Jeremy Wiseman recorrió toda España en busca de sus últimos tranvías, como es el caso de Sevilla. Fotografía de Jeremy Wiseman

Gracias a su trabajo, pudo viajar por todo el mundo para perfeccionar el dominio de idiomas, en especial el castellano, motivo por el que, desde 1955, visitó España con asiduidad y, en los años setenta, conoció la mayoría de los países de Hispanoamérica.
Jeremy Wiseman pudo captar la circulación del automotor número 3 del "Topo" en las vías del ferrocarril de San Sebastián a Hernani pocos meses antes de la clausura de esta línea. Fotografía de Jeremy Wiseman

Desde niño, Jeremy sintió una fuerte atracción por el mundo del ferrocarril, en especial, por la tracción vapor, las líneas secundarias y los tranvías, sin por ello dejar de lado las líneas principales, las locomotoras y unidades diésel y eléctricas y otros vehículos como los trolebuses. De este modo, con su cámara plasmó documentos de gran calidad técnica y estética y de un indiscutible valor histórico.
Gran ambiente callejero en esta imagen de los tranvías de Málaga captada por Jeremy Wiseman

Las imágenes ferroviarias de Jeremy tienen un carácter muy personal. A diferencia de la mayoría de los fotógrafos de trenes, que centran su objetivo en el vehículo a retratar, Jeremy siempre abría el foco y daba especial atención al entorno. Mientras otros intentan evitar que aparezcan personas que desvíen la atención sobre el tren, Jeremy lograba que con ellos la imagen cobrase vida y quedara perfectamente contextualizada.
Locomotora de la serie "Rios" del ferrocarril de Santander-Bilbao, número 22 "Asón", fotografiada en Azbarren. Esta imagen fue regalada por Jeremy Wiseman al autor de este blog en febrero de 1981 y en la actualidad se conserva en el Museo Vasco del Ferrocarril

Tuve la inmensa suerte de conocer a Jeremy Wiseman en València, en febrero de 1981. Me lo presentó un gran y común amigo, José Vicente Coves. Siempre generoso, al saber que yo era vasco, me regaló una fotografía de una locomotora de la serie "Rios" del ferrocarril de Santander a Bilbao en la estación de Azbarren (Basauri-Bizkaia), imagen que desde entonces conservé con gran cariño, hasta que la cedí al archivo del Museo Vasco del Ferrocarril de Euskotren. Desde entonces, Jeremy Wiseman siempre ha colaborado con el Museo y con todas las publicaciones que desde esta institución se han realizado, con su gran generosidad, con el único deseo de contribuir a difundir el conocimiento de la historia de los ferrocarriles de nuestro país.

Al igual que con el Museo Vasco del Ferrocarril, Jeremy ha aportado sus magníficas imágenes a toda clase de publicaciones y exposiciones. Además, sus mejores imágenes se reunieron hace unos años en la magnífica trilogía que publicó la editorial asturiana Trea Trenes y Tranvías, en el Sur, en el Este y en el Norte de España.

Hoy, Jeremy nos ha dejado, pero su impresionante obra quedará siempre entre nosotros. Estimado Jeremy, ¡nunca podremos agradecer tu inmenso trabajo y tu gran generosidad!

Goian Bego!

lunes, 17 de octubre de 2022

FERROL-GIJÓN, EL ÚLTIMO GRAN FERROCARRIL DE VÍA ESTRECHA (y IV)

 

En el verano de 2004, el tren de vapor del Museo Vasco del Ferrocarril de Euskotren se adentró en el viaducto del ferrocarril de Ferrol a Gijón sobre el río Nalón en Pravia (Asturias). Fotografía de José Antonio Gómez Martínez

UNA CURIOSA INCURSIÓN

Los primeros tramos del ferrocarril de Ferrol a Gijón se abrieron al servicio a partir de 1956, momento en el que la tracción diesel ya comenzaba a implantarse en la vía métrica española. En consecuencia, únicamente el tramo de Pravia a Avilés llegó a ser explotado, y por muy poco tiempo, con locomotoras de vapor, ya que pronto un variopinto parque de automotores y locomotoras diesel tomó el relevo.

Consecuencia de la brevedad de este periodo, son muy escasas las imágenes de locomotoras de vapor en servicio en el ferrocarril de Ferrol a Gijón, siendo una de las pocas excepciones la imagen que ocupa esta sección, tomada sobre el viaducto sobre el Nalón situado en los accesos de la estación de Pravia, que con sus 394 metros es el segundo de mayor longitud de toda la línea… ¡pero tiene trampa!

En efecto, lo primero que llama la atención al lector es la notable calidad de esta fotografía, poco habitual en las imágenes ferroviarias tomadas en nuestro país en los años cincuenta. Además, se aprecia la presencia de catenaria, cuando, como se ha señalado anteriormente, el tramo de Pravia a Avilés no se electrificó hasta 1986, época en la que hacía años que se había erradicado la tracción vapor en todas las líneas de Feve.

La presencia de este tren de vapor en la línea de Ferrol a Gijón tiene una sencilla explicación. En el año 2004 se conmemoraba el centenario del vecino ferrocarril Vasco-Asturiano, ocasión que el Museo del Ferrocarril de Asturias y Feve quisieron celebrar con la organización de una serie de eventos, entre los que destacaba la realización de varios viajes con tren de vapor entre las estaciones de Pravia y San Esteban de Pravia.

Para la realización de estos viajes, se contó con la colaboración de Euskotren, y su Museo Vasco del Ferrocarril, que trasladó hasta Asturias la locomotora de vapor Aurrera y dos coches del antiguo Ferrocarril del Urola. Durante cuatro días, este tren circuló por el tramo final del Vasco-Asturiano, pero para realizar las maniobras de inversión de marcha en la estación de Pravia, esta composición histórica debía invadir, por unos metros, las vías del ferrocarril de Ferrol a Gijón.

Gracias a la complicidad del personal de circulación de Feve, en una de las maniobras se prolongó el movimiento algunos metros más de los estrictamente necesarios, con lo que el tren de vapor de Euskotren se adentró en el elegante viaducto del río Nalón. José Antonio Gómez Martínez no desaprovechó la ocasión para inmortalizar con su cámara uno de los pocos trenes de vapor que ha llegado a circular sobre las vías del ferrocarril de Ferrol a Gijón, y el único que, al menos por el momento, lo ha hecho en pleno siglo XXI.


domingo, 2 de octubre de 2022

FERROL-GIJÓN, EL ÚLTIMO GRAN FERROCARRIL DE VÍA ESTRECHA (III)

 

Locomotora construida por la Fábrica de Armas de Trubia para el ferrocarril de Ferrol a Gijón. Fotografía de John Blyth

LAS TRUBIECAS

En 1928, las obras de construcción del ferrocarril de Ferrol a Gijón estaban lo suficientemente adelantadas como para que el Consejo Superior de Ferrocarriles del Ministerio de Fomento decidiera contratar el suministro de sus primeras locomotoras. Se trataba de diez máquinas tanque, de rodaje 141T, “mikado”, que debían ser prácticamente idénticas a las cuatro que Babcock & Wilcox estaba fabricando en aquel momento al Ferrocarril Cantábrico. Sin embargo, en lugar de adjudicarlas a la firma vasca, se optó por encomendarlas a una empresa estatal, por otra parte, sin experiencia previa en la materia: la Fábrica Nacional de Armas de Trubia.

Las Trubiecas derivaban de las locomotoras que Babcock & Wilcox suministró a la compañía del Ferrocarril Cantábrico. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

Es preciso señalar que este modelo tampoco era, en realidad, un diseño propio de Babcock & Wilcox, sino que se basaba en unas locomotoras de rodaje 041T suministradas por la firma alemana Krauss en 1905 para el Ferrocarril Cantábrico, empresa que adquirió dicho año dos unidades, otras dos en 1907, dos más en 1909 y un último ejemplar en 1926. De hecho, las locomotoras bilbaínas suponían una evolución de las alemanas, a las que les incorporó un bisel delantero con el que mejoraba notablemente su estabilidad de marcha.

El modelo 141T de Babcock &Wilcox alcanzó cierta popularidad en la cornisa cantábrica, ya que la vecina compañía de los Ferrocarriles Económicos de Asturias adquirió cuatro unidades de este tipo en 1942 y otras cinco en 1951, mientras que el propio Cantábrico compró dos máquinas más en 1951. Caso aparte es la número 8 del Ferrocarril Vasco-Asturiano, última locomotora de vía métrica construida por la firma bilbaína en el año 1958 y que en breve volverá al servicio en cabeza de los trenes turísticos que gestiona Renfe en la red de vía métrica de la antigua Feve.

La primera de las Trubiecas fue fotografiada en la Fábrica Nacional de Armas de Trubia durante sus primeras pruebas. Archivo de Carlos María de Luis

El proceso constructivo de las diez locomotoras contratadas con la fábrica de Trubia se dilató en el tiempo, tanto como consecuencia de la falta de experiencia del fabricante, como por el estallido de la Guerra Civil. Así, aunque las primeras fueron entregadas en 1936, la última no se terminó hasta 1942, un plazo verdaderamente largo para una serie tan corta.

Conocidas popularmente como Trubiecas en recuerdo a su lugar de construcción, aunque su fabricación se dilató durante más de una década, cuando se terminaron, ¡todavía no se había montado ni un solo kilómetro de vía en su ferrocarril de destino! En consecuencia, fueron asumidas por la Explotación de Ferrocarriles por el Estado y vivieron una gran diáspora, sin que ninguna de ellas lograra finalmente prestar servicio comercial en el ferrocarril de Ferrol a Gijón.

La Trubieca número 9 fue fotografiada en el ferrocarril Vasco-Navarro en un momento verdaderamente comprometido. Archivo de la Fundación Sancho el Sabio

Las construcción de las primeras Trubiecas coincidió en el tiempo con el estallido de la Guerra Civil, por lo que de inmediato fueron aprovechadas por los ferroviarios leales a la República para potenciar el transporte de carbón asturiano, siendo asignadas tres máquinas a las líneas del Vasco-Asturiano y otras cinco a las de Económicos de Asturias. Finalizada la guerra, la Explotación de Ferrocarriles por el Estado las recuperó y reenvió al Vasco-Navarro y, desde éste, a otras líneas de su demarcación norte, como el Castro-Traslaviña o el Amorebieta-Gernika.

Estación de Castro Urdiales. La Trubieca número 6 emprende la marcha con un tren de viajeros a Traslaviña. Fotografía de John Blyth. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

Las Trubiecas llegaron a circular por la mayor parte de las líneas de vía métrica operadas por la Explotación de Ferrocarriles por el Estado, estando documentada su presencia en líneas  tan dispares como las ya mencionadas del Vasco-Navarro, Castro-Traslaviña, Amorebieta-Gernika, o las de Tudela a Tarazona, Calahorra a Arnedillo, Carcaixent a Dénia, Madrid a Almorox o Manresa a Olván. Además, también se alquilaron a otros ferrocarriles, como los citados del Vasco-Asturiano y Económicos de Asturias, o el guipuzcoano Ferrocarril del Urola.

La locomotora número 3 prestó servicio en el ferrocarril de Manresa a Olván, donde fue fotografiada en la estación de Sallent. Fotografía de Trevor Rowe. Archivo Euskotren/Museo Vasco del Ferrocarril

Durante su dilatada vida activa, la última fue desguazada en 1973, solo una, la número cuatro, llegó a pisar las vías de la línea para la que en principio habían sido fabricadas, aunque no para prestar servicio comercial, sino en tareas más humildes: la propia construcción del ferrocarril de Ferrol a Gijón.